miércoles, 7 de enero de 2009

LA DINÁMICA DE LA LECTURA


Este pasado año 2008 ha sido mi temporada Barthes. He leído todos los libros que he podido del ensayista francés, llevado, exclusivamente por el placer de encontrarme con esos pasajes reveladores, inteligentes, precisos y claros, que surcan discretamente sus textos, aparentemente monocordes.

Ha sido leyéndolo a él, precisamente, que he dado con un artículo que, con cierta resonancia estereofónica, ha confirmado lo que yo estaba experimentando en ese momento. En dicho artículo, "Sobre la lectura", Barthes expone no sólo lo que una lectura gozosa produce en la imaginación del lector, sino las más o menos secretas expectativas que toda escritura desea se efectúen cuando es leída. Para Barthes la lectura no consiste en un mero desciframiento, en una estricta e inerte traducción interna de lo escrito, sino que lectura y escritura se convierten en correspondencias de una misma dinámica creativa. Lectura y escritura forman otro círculo hermenéutico, en el que la escritura, realizada en la lectura, supone la aparición de nuevos planteamientos de lo que acaba de ser descrito y comunicado, promoviendo una continuación del mundo fictivo, mítico, sentimental , ideológico que ha emergido del texto.

Lo contrario, una lectura realizada en la escritura, confirmaría el deseo de escribir como el máximo motivo de la escritura. Cuando la lectura de alguna obra nos ha llenado de entusiasmo, lo que queremos en realidad, no es escribir como el autor de la obra que acabamos de leer, sino tener el mismo deseo de escribir que tuvo ese autor a la hora de concebir la obra que hemos disfrutado.

De este modo, dice Barthes, la lectura es, finalmente, un trabajo equiparable a la escritura misma, una prolongación de aquel entusiasmo que llevó al texto a ser producido. Leer espolea tanto o más el deseo de escribir como el de seguir leyendo; agita y cuestiona, por otro lado, los temas y universos que integran el texto, los disfruta y los somete a especulación, engarzando de esta manera con la posibilidad de la producción de una nueva escritura, emergida de esa actividad.

Para Barthes, pues, lectura y escritura, son los dos términos inescindibles de una sola actividad bidireccional, misteriosa, compleja y presuntamente infinita. La cópula del texto con un lector implica la posibilidad, independientemente del placer de la lectura misma, de la producción de otra escritura, de más escritura.

En cierto sentido leer de este modo es como enredarse lúcidamente en un anillo de Moebius, donde la alimentación lectura-escritura es recíproca, un anillo de Moebius gozoso y productivo que denuncia ese otro concepto de la lectura pobre y poco pasional: la que desaparece y se extingue, la que ya no pregunta, acabado el texto.

Ya decía Borges que la literatura es infinita porque ya un solo libro lo es. Teniendo en cuenta esto ¿en qué labor fascinante se convierte la lectura, dispuesta a emprender los infinitos libros de la infinita literatura?

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