lunes, 17 de diciembre de 2018



Poéticas

Articulándome en la hora rasante, atreviéndome a olvidar una seguridad neurótica, imaginando qué pasará en el paso siguiente en el que los espacios forcejean, creyéndome que puedo desaparecer si la luz arrebata mi rostro.

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Perfilando el claror de la nieve sobre una suerte de papel cebolla, merodeando en torno a los términos más suculentos que quisieras emplear para atajar este descenso, reubicándote alrededor de la grava luminosa.

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Has conseguido que lo que el amanecer va descubriendo sobre la línea de la playa se asemeje por procedimiento a tu dibujo del perfil de las cosas. La delicadeza es una suerte de luminosidad difusa y precisa, a la vez.

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Distanciándote del fenómeno pero sin dividirte de él, apartándote de su ruido pero sin perder oído de las incidencias de su murmullo.

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  Descender a la superficie del instante, el ahora mismo como habitáculo móvil y atalaya. Incluso lo que acaba de suceder resulta remoto y lo lejano, trémulamente próximo.

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Que, paulatinamente, el cuerpo obtenga el fulgor que le exima de toda decadencia, que retome su origen fabuloso.

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Las postergaciones del deseo hacen almas tumefactas.

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Que la franqueza de la imagen reste sombra a tu especulación legítima, que el claror soñador de la tarde impregne el resultado de tus merodeos.

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El rosario de objetos supone encarnaciones concretas de conflictos, de motivos para la empresa de desciframiento. De todos modos hay que reposar sobre la idea de que todo misterio ha sido conocido y todo conocimiento difundido.

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Secuénciate sin moverte, preludia tu acierto con la limpieza de la brisa: estás donde tienes que estar, al borde del día emprendido. Un sol modesto es tu medalla ante la conjunción feliz de los hechos

viernes, 14 de diciembre de 2018






DEBUSSY.

POEMA SINFÓNICO DE LOS SENTIDOS O EL MISTERIO SENSIBLE


La excusa de unas efemérides, - el centenario de la muerte - me da ocasión para esbozar un par de líneas sobre el arte de este compositor francés.
Como suele ocurrir y de un modo especial con las figuras pioneras en el ámbito de la creación estética, la obra de Debussy alcanza con el paso del tiempo una importancia cada vez mayor, o mejor dicho, su genialidad se nos hace más elocuentemente perceptible, así como su puesto en la historia musical.   




Curiosamente, cuando me inicié a la música clásica, el primer compositor que escuché o que me pareció no sólo inteligible sino fascinador, fue Debussy.
La sensualidad y el misterio son factores básicos en el arte de Debussy, y con el paso de ese tiempo revelador que hemos señalado y que hace grandes a los artistas que hemos admirado de adolescentes, se abren cámaras y recámaras en la impresión fascinadora de los sonidos.
Lo que denominamos en el arte de la palabra y de las artes plásticas, simbolismo, se convierte con cierta premura vulgar, en impresionismo en lo que respecta a la música de la época de Debussy. Mallarmé es simbolista, además de visionario. Mientras que Debussy es sólo impresionista. Me parece un error sensorialista encasillar el arte de los sonidos debussyanos en mero flujo impresionista. En realidad, Debussy es contundentemente simbolista, y lo es cuando se inspira tanto en textos de Verlaine como de Mallarmé para sus composiciones.
¿Es impresionista por la calma radiación efectista de su sonido, y simbolista por la significación de tal radiación?
El hecho es que hoy el arte de Debussy se nos muestra soberano de su propio mundo, un  mundo hecho de encanto, de fragilidades vaporosas y cristalizaciones lánguidas, de humor y melancolía específica. Digo esto último porque la misión del arte debussyano no es tanto redimir almas como localizar espacios en los que la musa puede interrogarse por el destino confuso de la materia o por su despliegue suntuoso bajo las estrellas. Escuchemos Images para orquesta, por ejemplo, y podremos percibir esto. Los preludios, otro ejemplo, es una suerte de laxo desmenuzamiento de lo fascinante a través de una multiplicidad de motivos.


Una característica singular perceptible en el arte de Debussy es que por muy etérea que sea su música, siempre se despliega en un aquí perceptible. La música rastrea mundos, jardines solitarios, catedrales sumergidas, ninfas de trenzas amarillas, noches embriagadoras. Y aunque todos estos motivos sean hipersutiles, responden a una sensibilidad que se ha hecho universal gracias a la obra de Debussy. En la obra de Debussy ya no hay extrañamiento por desajustes del gusto con respecto a lo ya socialmente establecido, pero el impacto de su magia permanece intacto. La música de Debussy es lo suficientemente moderna para encantarnos como “reconocible” para poder disfrutarla.
El modo en que Debussy juega con la sinestesia evocando perfumes, describiendo colores, visibiliza elocuentemente la ingrávida topografía del mundo impresionista musical. La música de Debussy siempre te alcanza, siempre te hechiza porque no evita su motivo, se hace tangible a fuerza de inmaterializarse, de espectralizar sus abanicos sonoros.


Personalmente, siempre estoy dispuesto a escuchar música de Debussy.  Es, de todas las músicas, de las más fluyentes, de las más inmediatamente aceptadas por el cuerpo escuchante. El barroco me exige cierto ranking en la musculatura y el ritmo, el clasicismo me parece remoto si lo comparo con la oferta debussyana, y la música contemporánea, incluso en sus variantes electrónicas, puede incomodarme más que cualquier elección del opus debussyano. Por su extraordinaria plasticidad, podríamos decir que el arte de Debussy supone la traducción musical de ciertos fenómenos de la naturaleza. Es en este sentido como Debussy se convierte en un maestro universal, al ser el descubridor de un lenguaje musical; pionero no, creador de un continente que esparce su tímbrica en multitud de islas interconectadas a la misma mágica imantación.          

jueves, 13 de diciembre de 2018

POESÍA A PARES






EL DÍA  ETERNO. 
Georg Heym 

En ámbitos germánicos, la exasperación de los mundos simbólicos del romanticismo y del simbolismo, produce expresionismo. Este tiene además, una característica que yo diría, misteriosa: la precisión histórica con que fechamos su aparición y máxima vitalidad en el horizonte de la creatividad europea: a principios de siglo, y como vaticinador de los desastres apocalípticos de la Primera Guerra Mundial y del nazismo. Heym, siendo uno de los poetas más representativos de este movimiento, no podía ser una excepción a estos términos. Conocí su nombre en aquella pionera antología que la editorial Hiperión lanzara a principios de los ochenta, Tres poetas expresionistas: Georg Heym, George Trakl, Enst Stadler, volumen que supuso para mí el conocimiento del mundo poético del expresionismo, tendencia que yo asociaba, exclusivamente, a una película con la que me obsesioné mucho antes de, por fin, poder verla, El gabinete del doctor Caligari.
Como si un lúgubre fatalismo se cerniera sobre la imaginación de los poetas del momento, primera década del siglo XX, el universo poético de Heym es muy semejante al de sus colegas: tullidos, personajes melancólicos, presos de cárceles lóbregas, asesinatos y cadáveres flotantes en estanques, enfermos, suicidas, amores fatales, jardines solitarios y calles desoladas desfilan por la inspiración del poeta en un espeso retrato del horror que nos espera en la gran ciudad, convertida en escenario de espantos y violencias acechantes.
Hay algo en el expresionismo que me fascina y que se da en los distintos lenguajes en que se manifiesta, sea plástico, fílmico o literario: el expresionismo produce un lugar en el que podemos disfrutar de lo espectral, pero no al modo fantástico o gótico, sino metafísicamente, podríamos decir. Cuando la realidad adquiere, moral y socialmente, un grado de obscenidad ineludible, es una ilusión obstinarse en evitar o criticar  los feísmos de su devenir estético. El expresionismo supone un mundo remoto y fatal, cuyo ámbito natural es lo grotesco y lo horrible. Así es el mundo que sanciona y representa. Por ello resulta tan interesante, en el contexto de las tensiones y catástrofes que se avecinaban, consultar el expresionismo en cualquiera de sus facetas porque se tornan protestas proféticas de un fin sangriento que terminó ejecutándose.
En el expresionismo vibra un espíritu amargo que se solaza en las podredumbres crepusculares. Por ello su sensorialismo no es escapista ni puede interpretarse como impresionismo: acusa un efecto cumplido del que no se puede escapar, un mal que se muestra como el ser tremendo y corriente de las cosas.
La muerte de Heym tuvo algo de gracilidad truncada: se ahogó cuando patinaba con unos amigos. Aquí el hielo suma una imagen delicada teñida pronto por lo lúgubre.
Su obra, junto con la de Trakl, es una de las más importantes del expresionismo poético, imbuida de esa intensidad en las imágenes que teniendo en cuenta el devenir que se proyectaba sobre la sociedad, podríamos definir de visionaria.
  





  MARÍA ZAMBRANO 
Poemas.

Todos sabemos que María Zambrano no tiene obra poética, - en todo caso  se encuentra imbricada en su obra filosófica -, y tal cosa lo demuestra bien este volumen que no recoge sino embriones y anotaciones fragmentarias. La poesía es a lo que Zambrano aspira desde su razonar filosófico; poético es el tono discursivo de sus obras. En medio de la poesía es como quisiera ver convertido el Logos. Por algo dice en una de estas ingrávidas páginas que a diferencia de la filosofía, la poesía no escinde el ser ni el pensamiento. Zambrano soñó con escribir formalmente poesía, pero bien escasamente lo consiguió en un par de los poemas aquí seleccionados. Contentémonos, pues, con ubicar la poesía de Zambrano en lo mejor de su obra filosófica como inspiración y destino no conceptual.  


lunes, 3 de diciembre de 2018

NARRACIONES INACABADAS de Atanasio Die


    Este sábado pasado, 1 de diciembre, se presentaba el volumen Narraciones Inacabadas de Atanasio Díe Marín en La Lonja de Orihuela.
Los libros conmemorativos o póstumos parecen tener una doble justificación para su existencia impresa. Este libro podría prescindir, incluso, de tales prebendas y exhibir un interés propio, pues el puñado de cuentos que se nos ofrece representa, simbólicamente, algo así como la esencia de un perfume, la síntesis de un estilo y una temática. Los cuentos de Atanasio Díe son un reflejo narrativo de su obra teatral, por ello es que  la apretada iconografía de personajes y ambientes fantástico-dramáticos que desfilan por ellos, puedan también ser interpretada como colofón de cierre a su obra escénica. Los cuentos serían así individuaciones de una creación bizarra y muy personal, figuraciones concretas de un drama que ha hallado su perfil ambiental en lo grotesco y sorprendente.
Mallarmé decía aquello, tan recordado en más de una ocasión por Borges: El mundo existe para convertirse en un libro. Y desde luego no ha habido otra cuita en los últimos meses para la incombustible Manoli que convertir los últimos cuentos de su marido en un contundente volumen, forrado en terciopelo negro y con las contraportadas en vampírico rojo sangre. Felicidades por el trabajo finalmente conseguido.















CRECIENDO ENTRE IMPRESIONISTAS DIARIOS DE Julie Manet

Hay momentos en la historia de la cultura, episodios estilísticos o simplemente períodos en el ámbito de un siglo, que se revisten de un e...