martes, 3 de junio de 2025

SUMAS II




Cuando ante el médico o ante cualquier otra  persona se me dice que las causas del dolor o afección que estoy experimentando pueden provenir de cualquier cosa, me sumo secretamente en la desesperación. No es el malestar típico que la incertidumbre provoca, es que se me deja en el más puro desamparo. Resuena en esta actitud, la angustia del niño cuando recibía respuestas ambiguas de los adultos de quienes se supone debía aprender todo y que lo sabían todo.

 

 

Somos una disquisición continua (sobre nosotros mismos).

 

 

 

No sabemos todavía lo que implica encontrar significados en la vida, quizá porque vinculamos ese ejercicio a las masas abstractas de la teoría y creemos que es en ese espacio conjetural donde se alberga la relevancia mágica de las palabras. Al leer, qué hacemos sino estar descifrando continuamente el misterio de las cosas que nos rodean. Si no lográsemos vincular un valor ético a una determinada circunstancia, estaríamos perdidos como sujetos y como sociedad. Identificar, hallar o definir un significado con respecto a algo es ubicar ese algo en una jerarquía de relaciones que le dotan de una importancia específica en el consenso común y que nos ayuda a conocer el puesto de cada elemento de tal jerarquía. La labor del filósofo, del semiólogo, es capital para articular la cultura y el conocimiento general. El poeta, el cineasta, el artista en general, construyen un universo sentimental basado en el conocimiento propio y en la interrelación de signos y valores específicos.      




Ya decía Baudrillard hace unos cuantos años que la realidad se había vuelto tan intratable que no existía teoría capaz de explicarla. Efectivamente, actualmente no hay una tendencia filosófica, de ninguna escuela o mixtura de escuelas posibles,  sociológicas o psicoanalíticas que resulte plenamente satisfactoria a la hora de  dictaminar en qué consiste la realidad y a dónde va. No obstante, en el seno de la multiplicidad conceptual de la filosofía sí podemos encontrar un término, una idea aislada que nos ilumine ocasionalmente o funcione como valor concreto que nos ayude a considerar determinados aspectos importantes de la vida. Por ejemplo, unas observaciones de Plotino me han parecido deliciosas y me han iluminado de pronto, al leerlas. Dice Plotino que percibir algo implica experimentar simpatía por tal cosa. Creo que si lo decimos al revés, resulta más elocuente: tener simpatía por algo significa conocerlo. Qué forma poética explicando el conocimiento, la comunicación. La intercomunicación de todo objeto en el universo supone la existencia y despliegue de una vibración intelectual entre todos los objetos. Para Plotino, la percepción de algo no es meramente darse cuenta de ese algo  sino la comunión con ese objeto por parte de nuestra conciencia. Plotino no explica nuestro mundo exasperado, pero estas ideas me han llenado de positividad, de creatividad. Estos detalles nos indican, al menos a mí sí, que en el espacio del lenguaje, en el universo filosófico, si bien no encontraremos la teoría que nos resulte absolutamente satisfactoria con respecto a la naturaleza y destino de la realidad, sí podemos toparnos con apuntes, esbozos, imágenes, conceptos que actúen como perspectivas iluminadoras sobre asuntos complejos.

 

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