miércoles, 11 de diciembre de 2024

UN PAR DE OBSERVACIONES ORTEGUIANAS



 

Leyendo a Ortega y Gasset, me he encontrado con un par de pasajes que he convertido en motivos autopunitivos o que se me han revelado como tales teniendo en cuenta las circunstancias íntimas en las que me encuentro. En un artículo sobre las figuras peculiares de Judit y Salomé, Ortega define el modo elemental de proceder ante la realidad de mujeres y hombres. La mujer prefiere hallar lo imaginativo entre las cosas reales mientras que el hombre funciona al contrario: encuentra lo sorpresivo, lo infrecuente a través de la operación previa de la ensoñación. Para el varón lo deseable suele ser una imaginación creativa, previa a la realidad, dice Ortega.

Según el filósofo la mujer tiende a fantasear menos porque se adapta con mayor facilidad a los imperativos de la realidad: asume las condiciones que la vida le impone. El hombre se rebela contra esas condiciones y elabora teorías para interpretar la realidad, es decir, para librarse de sus aspectos impositivos. Teniendo en cuenta que la división o diferencia entre tales procederes ha cambiado considerablemente, igualándose o tendiendo hacia un paralelismo legítimo, sí hemos de admitir que hay un componente específico en la estrategia masculina que remarca desde un ángulo impostergable su conformación organizativa: la ensoñación erótica.

La mujer es el objeto preferido, cuasi obsesivo de la fantasía masculina, yo diría, universal, previa al conocimiento  y relación concreta con la misma. La mitología, la literatura, el conjunto de las artes plásticas o visuales, leyendas, etcétera, han encumbrado a la mujer metamorfoseándola en ángel o demonio, convirtiéndola en la criatura más perturbadora de la creación.

Qué bien se amolda esta pasión imaginativa a los ideales románticos, al objeto de adoración de la poesía cortés de los trovadores. Nietzsche asemejaba la mujer al carácter caprichoso de un niño, a una criatura imprevisible y salvaje.

Todos estos pensamientos iban emergiendo  al leer este pasaje concreto del texto de Ortega mientras se deslizaba una acusación dirigida contra mí mismo que me angustiaba: cómo me encontraba yo al respecto no sólo referido a mi visión de la mujer sino a mi interpretación de la realidad. Exponer aquí un análisis somero de la cuestión implicaría una incursión vergonzante en la construcción caótica de mi personalidad y persona. Mi estancamiento en la ensoñación se convirtió en destino, en práctica escritural, en recepción compensatoria: al final solo he sabido soñar. El sueño que en el ideal romántico sustituía a la siempre grosera realidad, ha sido en mí el vuelo fascinador con el que he evitado el trato con la realidad. La poesía se convirtió en el modo de trascender legítimamente lo que se había convertido en una tendencia patológica.

Y a estas patéticas alturas, tras tantos años de aislamiento, he renunciado a la realidad, creyendo que ninguna cosa va a presentárseme con la misma plenitud con que la sueño, cuando resulta que es al revés: soñar de verdad es incluir a la realidad en tu deseo, saber contemplarla como una plataforma continua de novedad y entusiasmo, habitarla con tu imaginación encendida.

 


Otras observaciones de Ortega que me removieron la firmeza de ciertas fantasías más que  que ideales, las encontré en el trabajo Fraseología y sinceridad. En este texto Ortega destaca que muchos de los episodios que han articulado la historia cultural moderna de Europa se han apoyado en la construcción de consignas, de motivos prefabricados, de frases. Por un lado esta construcción de frases, es decir, de formulaciones que sintetizaban con aparente lucidez la convergencia de los distintos momentos vitales de un hecho complejo, obedecían a una intención civilizatoria, pero por el otro corrían el riesgo, ante la imprevisibilidad de lo real, de convertirse en meros registros lingüísticos.

La frase que define con concisión y brillantez el empleo de un concepto, puede funcionar en el momento de su comunicación pero evidentemente, también se muestra vulnerable en cuanto que, como frase se presenta autosuficiente en el cosmos abstracto de significados que alimenta o suscita al margen del acontecer, de las anfractuosidades de la realidad. Es entonces que la frase se reduce a su naturaleza puramente verbal y se vuelve inoperativa, contraria, posiblemente, a la evidencia.

Curiosamente Barthes también dijo en un artículo que la sociedad solo utiliza frases para presumiblemente, entenderse.

Yo que sacralizo en mi intimidad el lenguaje y sus productos divinos, que amo los laberintos de la filosofía y las transmigraciones especulativas de la palabra, pensé, al leer las propias palabras de Ortega, en la catastrófica riada ocurrida hace tan solo un mes y pico aquí, en la Comunidad Valenciana y me dije: qué valen las preciosidades verbales ante los efectos mortales de estas inundaciones. No puedo conjurarlos, de momento, no puedo parar el avance del agua y del lodo con el poder sacral del verbo, y lo único que se puede hacer es ayudar a la gente como mejor se pueda. Podré escribir un poema después, dedicado a las víctimas, algún tipo de texto conmemorativo, pero lo que ha ocurrido en el espacio de lo real no requiere, en principio, de artes compositivas, sino de reacción inmediata y ayuda efectiva.

La realidad, fuente de acontecimientos imprevisibles, nos pone a prueba.

No digo que sea total y objetivamente justa la relación que establezco entre lo dicho por Ortega y mi propia observación, sino que me vino a la cabeza motivada por un deseo personal algo morboso de autoinculpación. 

En el caso primero, la fascinación por la figura de la mujer puede hacerla invisible ante nosotros por la cantidad de ensoñaciones que nos la ocultan y la distancian de una comunicación sincera. En este segundo caso, es la realidad misma accidentada catastróficamente, la que retuerce nuestra tranquila observación e interpretación de la misma.          

lunes, 9 de diciembre de 2024

ESCAPARATE MÍNIMO II

 


 

¿UN COLOR? LA HARMONÍA

Paul Cezanne

 

Tras leer esta colección de artículos y recuerdos escritos por artistas y periodistas que conocieron al pintor, Paul Cezanne, me he sumergido en cierta melancolía, esa melancolía que se experimenta cuando se presiente que determinadas cosas bellas y entrañables han ocurrido una sola vez en el mundo y ya no se van a repetir.

Leyendo las impresiones de quienes visitaban al artista en su refugio en el sur de Francia, cómo destacan sus rarezas y peculiaridades, el estado de su taller, a qué horas pintaba, cómo lo hacía, cómo él mismo valoraba su obra, encuentro un aire de acontecimiento y autenticidad en los documentos que no puede sino hacernos estremecer al darnos cuenta de que tales primores, estas delicadezas y este interés ya no se reproducen con ningún artista actual. Se percibe una expectación, una fascinación más o menos soterrada en quienes adivinaban en el autor a un genio y cuya obra presentaba singularidades únicas que podían ser infravaloradas o ignoradas. Personajes y obras como las de Cezanne indicaban que la sensibilidad pictórica había cambiado.

Joan Miró elogiaba el genio vaticinador de su colega, observando que este no era meramente un pintor de bodegones y de retratos más o menos desencajados. En su obra pictórica se rastreaban los signos de lo que poco después sería la gran revolución estética con la eclosión multitudinaria de las vanguardias plásticas y su diversificación en múltiples tendencias.

Consultando estas notas editadas cuidadosamente por Confluencias se percibe ese gusto entrañable por los pasos específicos técnicos y maestría creativa de quien se consideraba, sólo, un “anciano que se dedica a pintar”, pero también de quien desde su humildad y retiro  se atrevía a decir como alquimista impostergable: yo quiero reproducir la esencia cilíndrica de los objetos.      

  

lunes, 2 de diciembre de 2024

ESCAPARATE MÍNIMO.



Diario Incompleto.

Rafael Azúar

 

A veces el buen pensamiento se encuentra más cerca de uno de lo que imaginamos. En una librería de ocasión, me encuentro con este diario de derivas poético-reflexivas del autor alicantino Rafael Azúar. Conocía su nombre, desde luego, pero confieso que esta ha sido la primera vez que tengo un libro suyo en las manos y lo leo con interés. La característica de este volumen es que data de 1972, fecha que se me antoja un tanto remota pero que, a un tiempo, me arroja en el recuerdo, a los fascinantes años setenta. Como digo el libro consta de textos de prosa poética y crítica literaria, sin fechar pero que pretenden ofrecerse como un diario literario. Siempre me sorprende el carácter transtemporal que ofrece el conocimiento, el manejo inteligente del lenguaje. En este año 72, España estaba en plena carrera hacia la modernización, aunque con un anciano Franco todavía presente físicamente. Todos los estereotipos sobre nuestro país estaban en furiosa actualidad. Todavía quedaba un poco para que se diera el salto al régimen democrático. Las posiciones reaccionarias eran potentes, así como la sacralización del generalísimo. Menciono estos aspectos porque poco o nada de esto es perceptible en un texto como el presente. La literatura ofrece tal espacio libertario para la discusión, facilita una dimensión tan plástica para el flujo de las palabras, que se nos antoja un búnker etéreo, inmune a las miserias y críticas del entorno. Leyendo estas páginas de Azúar, uno trasciende el tiempo, sobre todo el histórico, evitas soberanamente todo conflicto que pueda determinar la propia escritura. Quien ejerce la crítica libera mundos, quien crea a través de la palabra escapa de las limitaciones vitales, políticas y sociales. El siglo XX trajo con sus revoluciones la apertura ilimitada de los lenguajes. Azúar habla con precisión e inventiva de la palabra en el sueño, de tipos de imagen, de paisajes entresoñados más que divisados, de cómo escribía Rilke o Max Aub…

 

 





TEXTOS HERMÉTICOS

 

Esta colección de textos ha conocido en las últimas décadas unas cuantas ediciones, supuestamente, cada cual, mejor que la anterior en lo que respecta a la traducción y selección novedosa de fragmentos. Por tratarse de la actualización más próxima en el tiempo y contar con el trabajo y traducción de los mejores especialistas, esta publicación recientísima de los textos herméticos en Alianza, promete ser la candidata a una de las mejores versiones.

Incursionar en los textos antiguos del universo clásico o ligeramente posterior a esa época siempre resulta fascinador y sorpresivo. En nosotros la impronta cristiana simplifica o resuelve cuestiones cuyo aspecto secular, salvaje o directamente poético, hallamos en evolución multidireccional en el pensamiento griego o en la literatura latina. “Consultar” estos textos para rastrear los supuestos orígenes del pensamiento quizá no sea tan aconsejable como hacerlo con la intención de imaginar un futuro del mismo. Esta es una opción puramente poética que yo coloco por aquí. Teniendo en cuenta que estos fragmentos pueden leerse con cierta libertad interpretativa, que no dependen exclusivamente de  la formulación rígida de una doctrina visiblemente estructurada, y que tal libertad interpretativa, propicia como licencias legítimas las emisiones singulares de tal pensamiento, el contenido de estos textos se vuelve muy estimulante tanto para el pensador marginal como para la invención poética.  Me atrevería a decir que resultaría más ardua la implicación personal de quien profesara el hermetismo que la asunción intelectual de sus conceptos. Alguien dirá que instalarse en la mentalidad de aquellas gentes es imposible, pero no hablamos de asumir literalmente ningún saber sino de dejarnos seducir por la belleza de unos textos. Y es en ese código donde sí podríamos comprender o aproximarnos a una valoración de los pasajes del pensamiento hermético. La aventura moderna de los grandes movimientos plásticos y literarios se han mostrados permeables a una aceptación hermética de la comprensión del mundo. Hermético fue el simbolismo, el surrealismo, los geometrismos pictóricos, destacados trazos del pensar renacentista, grandes autores del siglo XX.

Yo recomiendo una lectura serena de estos textos, ahondando con la imaginación intelectiva en los puntos que nos parezcan más insólitamente sugestivos.      

jueves, 28 de noviembre de 2024



 

EL PERDÓN DE DIANA NAVARRO

 

Visionar los videos de reacción al extraordinario tema e interpretación de la cantante Diana Navarro, El perdón, que se encuentran en Youtube, basta para confirmar que las redes no son exclusivamente un nido infecto de majaderías y agresiones y que el fenómeno más entrañablemente humano acaba imponiéndose. La cantidad de personas admirando el talento vocal de Diana, llorando a lágrima viva o lo que resulta más significativo y estremecedor, sumidas en un denso silencio a punto de estallar  tras el visionamiento del video, nos revela cómo, súbitamente, el alocado e irritante flujo internético se espiritualiza y se entrega a la contemplación no de videos deleznables sino a la de la actuación fulgurante de un alma encarnada en un rostro y que denuncia un dolor injusto.

Describir las sensaciones que se experimentan con este video nos llevaría a una empresa descifratoria de signo psicológico, social, musical, y político, incluso.

Cuando nos creíamos que el regetón y sus cansinas derivaciones ocupaban la mayoría de los frentes, que la canción tradicional  lírica  había desaparecido, cuando se nos cuenta la liquidación de valores morales en la juventud y la prioridad de lo económico, surge este alarido desde el mismísimo corazón del alma. Un corazón en llamas. Ayer mismo estuve visionando el video y además de viajar literalmente en un estremecimiento puro con los últimos instantes del mismo, experimenté la satisfacción de afirmar que no existen las determinaciones en la vida, que las quejas sobre la decadencia, la vulgaridad, y la pobreza espiritual se borran ante expresiones fulgurantes como la pieza fantástica de Diana. El efecto físico y catártico de la composición y del video es más que constatable: no solo las lágrimas que afloran sino esa irrigación que circula por dentro y que tras haber concluido la escucha te produce un relax compensatorio. Naturalmente, esta canción motiva una reflexión sobre las tesituras fatalistas que tan inerte como fácilmente se instalan y circulan por el ambiente social a través de los medios y de la mentalidad que articulamos a nuestro pesar. Esta canción certifica que de pronto, la excelencia estalla, que lo mejor y lo bello están ahí, tácitos, prontos a sorprendernos y esparcir esperanza.  

                                                

martes, 19 de noviembre de 2024



LOS DOS NIÑOS QUE ARRASTRÓ EL AGUA


La imaginación intenta en secreto y con una mezcla de vergüenza y temor, recrear alguno de los episodios más tremendos de las inundaciones recientes en Valencia.

Estoy pensando en esos dos niños fallecidos que eran hermanos, de pocos años, que el agua arrancó de las manos del padre que sí sobrevivió. 

Cuando los hechos ocurridos son demasiado terribles, en la mente se produce una interpretación irremediablemente comprimida de lo sucedido, todo viene a reducirse al esquema. La valoración ética plantea el desenlace del mundo en dos principios incuestionablemente enfrentados y antitéticos: el bien y el mal. Y es a partir de aquí que la invocación a la divinidad se resuelve en condena, en aniquilada esperanza o en desconcierto absoluto. 

En la “recreación”, como digo, que he hecho casi de modo involuntario al pensar en el suceso comunicado por los noticieros, no creo haber sido tendencioso: lo único que he podido ver, haciendo incluso esfuerzos por acusar a Dios de la desaparición de los niños, ha sido una concatenación de hechos, lógicos dentro de la dinámica natural desenlazada. Uno pretende alzar una condena al mismísimo Dios Padre, pero lo que uno ve en definitiva, es el resultado de un proceso de fuerzas y no un hecho delictivo. Es absurdo odiar al agua, insultar a la lluvia, maldecir el azar. Pienso en lo ocurrido y no contemplo convergencia de realidades ineludibles ni intencionalidad trascendente, es decir: la naturaleza puede ser indistintamente beneficiosa como destructora, y en cuanto a imaginar que los niños fallecidos encontrarán la felicidad total a su sacrifico supremo en el otro mundo que les espera, tal imagen me irrita por ser insustituible por otra cosa más verídica.

A los niños arrastrados por el agua resulta muy complicado encontrarles un responsable, una intencionalidad criminal, si excluimos las responsabilidades técnicas y políticas cuyo esclarecimiento ocupa el debate periodístico actual. No estamos ante un crimen sino ante, todo caso, un accidente. Pero es que la naturaleza del accidente es lo que más inquieta e irrita. La ausencia de una razón o de un porqué a la muerte nos abandona a la desolación del interrogante más ácido y desasosegante. 

El misterio, de nuevo, como en tantas otras cosas y cuestiones, asoma aquí. El estoico ejercicio de aceptar la muerte de estos niños sin que el alma ahogue totalmente la protesta, quizá nos aproxime a un concepto ideal a la hora de enfrentarnos a la arbitrariedad y el desconsuelo. Si las fuerzas naturales me hicieron un daño absoluto, quizá deba ser la propia Naturaleza quien reponga de algún modo la esperanza. Si prescindo de todo ejercicio teológico, confío en el universo, en que la muerte de esos niños tenga un sentido inaccesible en el proceso cósmico, aunque tenga que confesar que  esta esperanza es puramente poética.   

miércoles, 6 de noviembre de 2024

EXPOSICIÓN ANTOLÓGICA EN EL ALMUDÍ

 


La imagen me encanta. Supone para mí un entorno familiar, pero al comprobar la fecha de composición se produce el desencanto: años cuarenta. La epoca de la posguerra  no me seduce de ninguna de las maneras. El cuadro se inviste de pobreza, de escasez. La acequia, la casa que me encantaban ahora me deprimen. 




Aquí, la fecha de creación no se convierte en un obstáculo a la hora de disfrutar y contemplar la obra pictórica: fines de los sesenta. La pieza está exquisitamente realizada. Lo impecable de su factura me hace recordar ciertas obras de Magritte. Esa quietud, esa perfección de la pincelada, ese color evocan la singularidad ilustrativa de una estampa. Curiosamente, la exactitud de la pincelada hace surtir cierta irrealidad fascinadora: la homogeneidad de lo representado. Todo está integrado en cierta atmósfera. 




Cuando la abstracción es lírica lo prefiero a cuando es lo abstracto, meramente. Aquí, en esta pintura el fondo contextualiza notablemente la conformación más o menos gratuita del centro, ubica el fenómeno, le da cierto apoyo narrativo. La pintura abstracta tiene a su favor poseer cierto aire atemporal, lo que le da a sus obras un margen de significación muy abierta y de alcances libres, es decir, de poder alusivo. 





La pintura de una escultura ya indica lo intrincado del lenguaje artístico cuando decide ilustrarse a sí mismo. Los objetos levitando en torno a la escultura más o menos ecuestre hacen referencia al mundo teórico de la estética. Son pistas alusivas que juegan a despistar. El laberinto de las vanguardias es lúdico, a pesar de todo. 





El desfile de los personajes es también un pretexto para la exhibición de texturas y mezclas de color. La modernidad se caracteriza por la libertad creativa, técnica y temática. 





El encanto de lo naïf despliega sus conjuntos locales como representaciones del microcosmos. La reivindicación de lo sencillo y lo inocente, intenta confirmar la virginidad, la habitabilidad de los mundos. 





El lenguaje mironiano cándidamente succionado por otro artista que lo utiliza para confirmar que los mundos estéticos se multiplican cualitativa y cuantitativamente. ¿Somos nosotros, en realidad, los herederos de la belleza que se acumula en museos y colecciones, o lo es la memoria del universo?





No se trata de un díptico, aunque el artista haya elegido un par de paneles paralelos para representar la convergencia o simultaneidad de dos mundos en uno. Quizá el árbol es rojo porque es fruto del dolor de quienes ya no están en este mundo y lo dejan como signo de exclusión en vida. Una imagen es consecuencia de la otra y ambas son un solo fenómeno estético. 







Impresiona el tamaño y el verismo borroso de las figuras. ¿Escenario bélico, intención de protesta ?  Las figuras tienen tal dimensión de realidad a pesar de los contornos algo desleídos que se presume un apoyo fotográfico como transfondo de esta composición.





Por su contenido sexual, su humor y aspecto grotesco recuerda esta pieza los trazos fuertes del expresionismo alemán en su vertiente de crítica social. 





Cuántas exposiciones he visto aquí. El estupendo palacio de Almudí forma parte de mis itinerarios murcianos y de mi memoria estetiforme...

lunes, 28 de octubre de 2024



LA INVESTIGACIÓN PARANORMAL 

CONVERTIDA EN PRÁCTICA ARTÍSTICA

 

Recuerdo cómo bien pronto las primeras psicofonías que hice, allá por el año 1980, se transformaron en otra cosa que investigación de lo extraño, cuando tuve que esforzarme en escuchar minutos y minutos de grabación a la espera de que saltara el fonema inexplicable de entre el flujo de sonidos restantes que la cinta iba recogiendo.

Tras los primeros intentos infructuosos y tras realizar grabaciones de media hora en las que la escucha era asimilable a rastrear desiertos sonoros salpicados de chasquidos, y cumpliendo con el rigor del buen investigador que me obligaba a escuchar tales tediosas grabaciones varias veces, las cintas en que no había aparecido nada realmente extraño, fueron siendo asimiladas y torneadas por la memoria,  adquiriendo “forma” y transformándose en otra cosa además de muestras de investigación. Las experimentaciones psicofónicas de resultado negativo en vez de desaparecer al ser descartadas y como yo no las borraba sino que las iba guardando, adquirieron un signo distinto al de investigación paranormal: se habían convertido en fragmentos de tiempo grabado.

Recuerdo cómo cada grabación presentaba una  identidad singular dentro de su monotonía esencial. Tenía grabaciones que incluso me fascinaban por el “ambiente”  específico que le prestaba el hecho anecdótico, por ejemplo, de haber llovido recientemente, o de haberme encontrado con algún amigo aquella tarde antes de grabar o por el lugar en el que se había realizado la grabación. Llegó a tal obsesión con la escucha desolada y mágica de aquellos fragmentos de tiempo registrado que había cintas que las escuchaba como partituras azarosas de sonidos, como obras anónimas del puro y duro fluir temporal.

Aquellas grabaciones se habían metamorfoseado en mi imaginación en una suerte de muestras descoyuntadas  de la llamada por la vanguardia experimental música concreta o bien, captación libre de ambientes sonoros.  Naturalmente para que tal cosa se produjera, la sensibilidad de uno en aquellos años se prestaba al efecto alucinatorio que cualquier cosa mínimamente rara, pudiera provocar.

Yo grababa en los lugares más heterogéneos: escondiendo el aparato en rincones de casa, en medio del pasillo cuando no había nadie, en el campo, bajo unas moreras o al lado de una acequia, en el ascensor, en mi propia habitación a las tantas de la madrugada, dentro del congelador o de una caja de zapatos...

De algún modo, esta metamorfosis de investigación psicofónica a ambiente sonoro, era previsible. Antes de que se me ocurriera investigar psicofonías, cosa que la motivó la lectura de un libro muy audaz sobre lo paranormal que en el año ochenta discurrió por librerías, en mi casa era normal que con mis hermanos grabásemos en casa, a parientes y amigos. Titulábamos aquellas cintas Ambientes y recuerdos y su contenido era un cajón de sastre de todo lo que se nos ocurriera grabar: por la calle, por las escaleras del edificio, de madrugada con mis padres durmiendo, grabando anuncios y programas de la tele, a mi hermano tocando el piano o aporreándolo yo mismo, a mi abuela cantando, etc.

Aquellas cintas las guardábamos y yo, al menos, las disfrutaba escuchándolas tiempo después en sesiones especiales. Recuerdo cómo algunas me gustaban más que otras. Eran el depósito del tiempo, del pasado inmediato, inmediatísimo.

Ahora bien, pronto me di cuenta de una cosa: que la realidad es una fuente proteica de efectos infinitos que pueden disfrutarse con mínimos retoques, pero que en el caso de las grabaciones, el tiempo ofrecía un aspecto tan vertiginoso como banal: su duplicación sin término y sin gracia, ya que el atractivo que tenían las grabaciones, en suma, era poder reproducir lo que había ocurrido para divertirnos comprobando cómo sonaba.    

Cuando muy a fines de los setenta y principios de los ochenta mis hermanos y yo hacíamos aquellas grabaciones no sabíamos que estábamos llevando a cabo una suerte de diario sonoro de nuestras vidas en lo que primaba, desde luego, era el gesto lúdico, aunque una cinta entera de grabación, una hora de recuerdos, supusiera algo de gravedad, de relativa importancia con respecto a lo que le habíamos arrebatado al azar.

Ahora bien, más de una vez nos ocurrió que al realizar aquellas grabaciones caseras en un ambiente también bien casero, apareciese una voz o exclamación cuyo origen no explicábamos. Y más de una de aquellas voces que contrastaban con las circunstancias en que habíamos grabado se convirtieron en contundentes parafonías.

En estos momentos la memoria deja escapar una esquirla líquida de tiempo añejo y recuerdo que las primerísimas grabaciones que hicieron en casa se remontan al año 1973 o bien, 1974. Entonces éramos unos críos y apenas sabíamos utilizar el micrófono.

 La impresión general que se me queda es que del puro juego se derivó una suerte de contemplación primaria de lo que hoy sería un documento, un registro informativo de aquellos años. También es cierto que hay trampa en querer darle a todo esto un estatus: basta que grabe un par de segundos de cualquier cosa para que lo que acaba de ser se convierta en un “acontecimiento”.

Cuando en la búsqueda de la parafonía, los resultados eran nulos, caíamos en la tentación de “estetizar” lo grabado a través de la mera escucha repetida. Del mismo modo que el cerebro completa los datos de una percepción sea auditiva o visual, la práctica de la escucha remodela lo informe e inventa un acontecimiento.

En suma, con aquellas grabaciones realizadas por la lúdica inocencia, nos adentrábamos en el azar atómico del sonido, en el laberinto de los tiempos cruzados, sin excluir que en tales borrosos confines revelados por la cinta magnética, pudiera aparecer la expresión temible.  



UN PAR DE OBSERVACIONES ORTEGUIANAS

  Leyendo a Ortega y Gasset , me he encontrado con un par de pasajes que he convertido en motivos autopunitivos o que se me han revelado...