miércoles, 24 de mayo de 2023

LA ESCRITURA QUE SALVA. LA POESÍA DE PACO BLAS



 

Escribir no es sólo una pasión o una profesión, también podría conceptuarse como la más inteligente terapia, como la medida más eficaz para conjurar los propios fantasmas.

Y si esa escritura lo es de poesía, la elección añade belleza y harmonía a ese deseo de autorepresentarse en un texto.

Destaco este carácter específico de la escritura poética porque ante la figura de Francisco Blas, Paco Blas para los amigos, me veo en la necesidad de subrayar la idoneidad de tal elección y el papel especial que posee.

La circunstancia específica que el autor vive - una dolencia particular - halla en la expresión poética no sólo un lenitivo extraordinario  a tal circunstancia sino que rescata para nosotros su imaginario que se nos ofrece a través de poemas generalmente breves y absolutamente francos.

Todo poema viene a ser una confidencia, y, como todo autor, Paco Blas se confiesa en sus textos, pero su confesión es singularmente crucial para elevar su conocimiento de sí y distanciarse de la mortal indiferencia que supondría no reaccionar creativamente ante lo que uno sufre de modo especial. 

Observo la decisión inteligente de Paco de utilizar el lenguaje para “curar” su propia alma y pienso en amigos comunes que, ante lo irreductible de las circunstancias que tuvieron que vivir, hicieron lo mismo, elegir la poesía como medio máximo de expresión.  Me viene a la mente, por ejemplo,  el nombre de Jöel Busquets, un poeta francés que estuvo cuarenta años hemipléjico, sin salir apenas de su habitación y que creó una de las obras poéticas más singulares del siglo XX en el país vecino.

Todos estamos heridos de algo o por alguien. Escribir poesía, lo  repito, es el modo más brillante de conjurar tales males y también la forma de mostrar con contundencia una sensibilidad personal.   

 


Los tres últimos poemarios de Francisco Blas surgen de un concebir la escritura como ese método de dominar, describir y expresar la madeja de sueños, deseos y ansias que es uno en el existir. La libertad del alma, Tragicomedia y Mujer componen una tríada temáticamente distinta pero de tono y aspiraciones expresivas comunes. Es por esto que prefiero referirme a la poesía de Francisco Blas como eso mismo, como una sola, como una misma materia de invención que no esconde nada sino que vence todo pudor para exponer sobre la mesa lo que deseó, lo que desearía y lo que desea, a pesar de las limitaciones que supone considerar la realidad circundante y la realidad propia.

La cordialidad de la palabra lo permite y la intencionalidad del poeta viene a ser una, la de construir una conciencia de su historia anímica gracias a esa plasticidad maravillosa que presta la escritura poética.

Con respecto a las incidencias de esa historia interior que Paco Blas repasa en cada uno de sus poemas, en su poemario, La libertad del alma, nos hace varias confesiones: no quiero dejar de ser ese niño que fui, nos dice, sabiendo muy bien la bendición inocente en que vivíamos durante la infancia y recordándonos que es posible, a través de la memoria y el deseo puro, no perder tal tesoro. Y reincidiendo en lo dicho y como dándonos esperanzas, afirma: como eterno retorno: el cielo es del niño.

A través de la musa poética se desgranan los mejores sentimientos. Paco Blas afirma contundente, con vigorosa nobleza: Sólo sé que amar es más que un mandamiento.

En los poemas de Tragicomedia, Paco Blas repasa varias figuras, tanto reales como ficticias, - Ana Frank, Irene Villa, Serlock Holmes - y de nuevo aparece la salvífica alusión a la infancia, incluso a la adolescencia como objetivo del alma que se deshace de las miserias del presente: anclada en el pasado tengo una imagen de mí completamente feliz, allí quiero llegar desde este presente naufragado.  

Y quizá el poeta nos recuerda que esa es la íntima meta a conseguir por todos pues el presente se estanca en la desesperanza y la imaginación debe reaccionar: como herencia un descolonizado paraíso, nos dice, especificando los términos de la realidad en que se vive. 

En el trabajo poético Mujer, la actualización del alma deseante nos habla de los amores que fueron, de los posibles y de los imposibles, y además del melancólico recuerdo de lo que fue la adolescencia, nos brinda un deseo de recuperar lo que de bella locura supuso aquella época sentimental y vital en el emotivo poema Escapemos de la ciudad, que cierra el libro: pronto amanecerá y moriremos. Arde la ciudad en la noche… Creemos un hogar bohemio donde el amor es libertad volviendo a ser adolescentes.

Aunque las adversidades propias y ajenas supongan un límite al vivir y el tiempo parezca funcionar en contra, a través del canto del poeta la llama de la esperanza surge y nos interpela con precisión luminosa. En Amanece, dice: la vida te espera, puedes ofrecer mucho, eres un centinela: la muerte no existe.

La muerte no existe, nos dice, ni más ni menos, el poeta, pero es que en estos extraños tiempos de involuciones y de confusiones programadas, quizá sólo sea un poeta quien se atreva, bellamente, a decir tal cosa.

 


lunes, 22 de mayo de 2023


 

Imagen de 1914. Confirmando y sabiendo la antiguedad de la figura, esa combinación de mujer de pricipios del XX y presencia de fondosa vegetación, no es que me sugieran un ambiente determinado sino que lo representan de un modo especialmente denso. Advierto el simbolismo finisecular, el onirismo suave, un inicio de neoclasicismo. Todo estos aspectos que reflejará de modo tan fascinante el arte de la época. 





El escritor Leonidas Andreyev, se autorretrata en las aguas opacas de un río ruso. Se trata de una imagen de 1910, pero se me hace difícil imaginar el tiempo transcurrido arrojando su óxido sobre semejante imagen, tan pulida, tan formalmente bella. El detalle del color borra todavía más la inmundicia inercial del tiempo y actualiza de modo sorprendente la imagen. 





Esta foto de los años setenta me produce una fascinación difícil de explicar. Debo recurrir a la memoria, a días felices en Torrevieja en los años 77 ó 78, cuando mi familia veraneaba allí y durante los paseos de la tarde por el centro urbano me fijé en la puerta de algún comercio sobre la que caía un sol de justicia a esa hora. La foto me produce, también, cierto entusiasmo, la alegría que sentía por la gente que en tales instantes circulaba por la ciudad, jóvenes, brillantes, todos atractivos y exultantes de vida. 




Otra versión, esta vez francesa, de Ofelia flotante en las aguas pantanosas de un estanque. También resultaría difícil analizar el porqué de la brumosa fascinación de esa pintura, de este personaje, de este motivo icónico: fatalidad romántica, sádica caricia, masoquista abandono al abismo, delicadeza vulnerada...





Triste mingitorio en el centro de París, o dicho de modo más culto, Vespasiana urbanita.  Da frío, asquito y vértigo miccionar en semejante rincón semidescubierto. 

martes, 16 de mayo de 2023

 

CONTICINIO. LA HORA PROFUNDA.


 



El pintor murciano Nicolás de Maya ha elegido el conticinio, esa hora comprendida entre las cuatro y las seis de la mañana, o bien la hora de la noche en que el silencio y la quietud son máximos, como motivo ilustrador de su última exposición en la sala de Las Verónicas.

La puesta en escena articula un rotundo simbolismo a través de pinturas, instalaciones y objetos de distinta naturaleza. ¿Cómo hacer para representar la altura del silencio, el punto de hondura cenital de la noche y que todo ello no pierda la pureza de su carácter remoto?

 

 


El factor telúrico representado en vertical, pues el conticinio es la hora en que a través de la quietud seráfica todo parte de sí hacia lo celeste  de uno mismo. Y las rocas, y las hierbas y las flores, participan de este movimiento sin movimiento.






Como un gong insonoro, el gran recipiente recoge el rocío de la madrugada, la caida de cada minuto, de cada hora que compone el mudo conticinio místico. 








El agua del tiempo en quietud no hace sino resaltar el orden espacial de la hora mística a través del paisaje de fondo que asoma. 






Una alquimia natural brota de la pureza del silencio, encarnándose en formas concretas y vivas, parapetadas por los paneles de cuarzo azul de la Noche.









Una última y opípara cena como jugoso simbolismo del ágape interior a que el conticinio, en definitiva, invita a toda sensibilidad. Bajo la luz selenita y pulcra de la luna se esbozan los alimentos fantasmáticos del quieto viaje interior de la hora mística y habitada. 

Para agoreros e hipercríticos, he aquí una exposición que, inopinadamente, con sencillez y rotundidad, despliega delicadeza y misterio sin que el gozo estético de una materia mística tenga nada que ver con proselitismos o parodias estériles. 

miércoles, 3 de mayo de 2023

RICHARD BAUTRIGAN POESÍA



El atractivo de un autor como Bautrigan viene determinado por el momento  histórico en el que se desarrolla y al que se vincula su escritura,  esas mágicas décadas de los sesenta y los setenta en Estados Unidos, llenas de acontecimiento.  Un ejercicio no sé hasta qué punto ilustrativo consistiría en considerar las virtudes cualitativas, propiamente literarias de su obra, desligadas de las aventuras de aquellos años. Es por ello que, teniendo en cuenta las peculiaridades biográficas del personaje y la naturaleza libérrima de su literatura, pasemos por alto la escuetez y prosaísmo de su poesía y la admitamos como un elemento ingrávido más del equipaje de lo que Bautrigan pueda ofrecernos.       

Bautrigan es un surrealista local que carece de la sustancia del surrealismo originario: ahí radica tanto su atractivo como sus limitaciones líricas. La poesía de Bautrigan es un apunte desleído en una servilleta de papel. Pero esta levedad del mensaje no es una claudicación: Bautrigan notifica lo que ve y le ocurre, puntualmente, no pretende más.  Es la realidad lo que resulta delirante. Es la realidad  lo que nos lleva y arrebata, lo que  origina el viaje. Sentirlo y verlo ya es suficiente. Un texto si es capaz de confirmar sucinta y repentinamente las evoluciones insólitas de lo real, puede darse por satisfecho. Bautrigan se mece en lo lúdico, no  busca quintaesencias.

Aunque la obra de Bautrigan no parezca ofrecer complejidades hermenéuticas, sí hace una cosa como toda obra netamente literaria: acusar un imaginario para subrayarlo o desmentirlo o las dos cosas a la vez. Leyendo algún pasaje de estos chocantes poemas aparentemente “inesenciales”, he vuelto a saber que los setenta, además de eróticos y fascinadores,  también fueron melancólicos.    

martes, 25 de abril de 2023

DIARIO DE LECTURAS, AUDICIONES Y FASCINACIONES



Día tremendo, hoy, tras venir de hacerme una analítica y un electro. Mezcla de malestares: por un lado, no hago sino ver personas mayores por todas partes y amigos envejecidos, la continua confirmación de que el tiempo ha pasado, de que a mi generación se le acabó la juerga casi definitivamente; por otro, al hacerme las pruebas y verse uno formando parte irremediable del género humano, sensaciones patéticas acerca de la fragilidad del cuerpo al tiempo que valoraciones sobre las características preciosas que lo definen. El cuerpo de uno, mezclado con otros cuerpos maltrechos de los que orgánicamente no es ajeno. Al llegar a casa, más tarde, no he levantado el ánimo hasta que he escuchado por casualidad la música discotequera del gran Hamilton Bohanon. De repente, la memoria se ha convulsionado y me ha lanzado algún mensaje de esperanza. Recuerdo escuchar a este compositor de música funk en un disco de vinilo en Torrevieja, allá, a finales de los setenta. Sonaba su ritmo machacón teniendo el horizonte azul del mar en frente. Recuerdo el texto que se encontraba en la contraportada del disco, en el que el músico dedicaba todo su trabajo concentrado en ese LP a la Divinidad. Recuerdo lo que eso me extrañó,  produciéndome también admiración: a mis 14 años me costaba relacionar a Dios con la música discotequera. Cuando me he ido reanimando, he mirado un retrato suyo y he recordado que murió hace un par de años. Contemplando el gesto simpático de su rostro, no he podido sino pensar que en esta vida cumplió con lo que tenía que hacer, entregarnos la belleza que creó. He estado a punto de las lágrimas. No paro de ver signos de la muerte por todos lados lo que me hace pensar que el orden de la vida no puede sino contar con la función de aquella.

 

 





Leyendo al poeta Guillevic, su obra Del dominio.  Interesante. Del dominio describe un espacio ideal, una suerte de jardín del edén profano, no exento de accidentalidades y virtualidades. Nuestra completud íntima tiende a un espacio delimitado de observaciones y estancias. Lo curioso de Guillevic es su versificación procesual, su dosificación virtuosa y minimalista de la imagen. Celebro que los poetas inventen estos mundos, articulen estos escenarios del pensamiento.  

 


 



Leyendo los diarios del escritor portugués Miguel Torga. Qué humanidad, qué verdad en sus confesiones. Combate cierta tendencia al pesimismo con la fuerza moral que da practicar el pensamiento y particularizarse en sus criterios. Se siente a contracorriente de su entorno, pero ello no le abate sino que persevera en su ética y en criticar la caída en la mediocridad. Elogia aspectos históricos de nuestra nación y a intelectuales nuestros, contemporáneos del escritor. Y qué pena me produce que la idea de que la península es una sola entidad cultural, defendida por Torga, no fructificase y se les ocurriera a tan pocos de este lado.




Leo una reproducción facsímil de poemas de Rubén Darío. El volumen apareció en 1918 y las estilizadas ilustraciones de Enrique Ochoa le dan un aire encantador a la publicación. Independientemente de consideraciones epocales en la cuestión de escritura, motivos, tópicos y estereotipos, el tono de Darío es sacral. El poeta habla como la encarnación del oráculo o de la autoridad trascendental: determinativo y delicado a un tiempo. Esta voz es la del poeta en grandes términos. Me gusta esta combinación: lo tremendo (por fatal) y lo sensible ante cualquier matiz, profiriendo la palabra definitiva sobre las evoluciones de las cosas. Ya digo: a pesar de las probables cursilerías o chocanteces que pueda ocasionar la rima y el gusto del momento, Darío es el Poeta. Además, el tono poético que se desprende de su poética es un modo de restitución de la justicia  a través de la harmonía.    

viernes, 21 de abril de 2023

PRESENTACIÓN DE SUMA DE AURAS DE JOSÉ MARÍA PIÑEIRO

 



Por Carlos Javier Cebrián.


Antes que nada, quisiera pedir disculpas a todos ustedes, a la librería Códex, a Javier Puig y especialmente a José María Piñeiro, por no estar hoy, físicamente, en esta presentación, aunque sí lo estoy en esencia. Para mí, venir a Orihuela siempre es un placer, y si el motivo es literario más aún, tengo grandes amigos aquí y siento una gran admiración y también perplejidad ante tantos buenos escritores que aquí viven y respiran, me parece increíble el nivel de la literatura oriolana. Lamentablemente asuntos de trabajo me impiden estar hoy acompañando a José María y a Javier.

Mi labor en esta edición del libro de José María ha sido única y exclusivamente técnica, editorial, no al modo del editor anglosajón, intervencionista, sino al de una labor puramente técnica: maquetación, diseño, gestión editorial etc.

En este insensato y maravilloso mundo de la edición uno se ha encontrado de todo, pero rara vez se ha topado con un libro de esta hondura y calidad, por eso creímos que el libro merecía llevar el sello de una de nuestras colecciones bandera en Ediciones Frutos del Tiempo, Frutos secos Narrativa. En literatura carecen de importancia muchos prejuicios absurdos, en la edición también: A veces se desdeña la autoedición y la coedición sin atender a nada más que a la impostura sin tener en cuenta lo realmente importante, la literatura, su calidad. Y este es el caso de Suma de auras, poéticas y sueños, una colección de textos, un libro de gran calidad literaria.

Del libro me llama la atención su hondura de pensamiento, su rasgo filosófico y poético y también su temática, o temáticas. El aura se define como como un campo electromagnético que rodea el cuerpo de una persona y está asociado a su energía. Los colores de esta aura pueden ser vistos e interpretados por una cámara especializada o lector de auras. Puede llegar a sonar un poco esotérico, pero no lo es o no pretende serlo.

La primera acepción del DRAE la define como un viento suave y apacible y en la segunda como un hálito, aliento o soplo. También podríamos acudir al aura epiléptica o histérica: sensación o fenómeno de orden cutáneo, psíquico, motor, etc., que anuncia o precede a una crisis de epilepsia o de alguna otra enfermedad.

Pero José María enlaza esta aura, es un nombre femenino, a las poéticas y los sueños. Nos narra sueños de una manera literal y también nos muestra la poética de su escritura. Como decía nos relata sus sueños tal como los recuerda, o cree recordar. De la interpretación de los sueños se conservan registros escritos de más de 3800 años de antigüedad y se la define como el arte y la técnica de dar un significado a los componentes, imágenes, etc. que nos aparecen mientras soñamos Todos soñamos, de hecho, p arece claro que tenemos como mínimo 4 sueños por noche, o incluso más. Otra cosa es que seamos capaces de recordarlos, parece ser que si no lo hacemos es porque nuestro sueño es muy profundo. Si nos acordamos es porque los sucesos están asociados a nuestro subconsciente. Yo no suelo recordar mis sueños ni mis pesadillas, sé que he soñado y a veces sé que he tenido pesadillas, normalmente sí recuerdo los sueños eróticos, que los tengo, pero por lo general no recuerdo los sueños, José María sí, y es capaz de narrarlos, y además con la carga literaria con la que lo hace, benditos sueños los de José María.

Por otra parte nos construye su poética, que técnicamente se trata de la construcción de un sistema de principios, conceptos o modelos, y metalenguaje para escribir, describir, clasificar, interpretar, el arte literario. También es el arte de componer versos, y finalmente el conjunto de razones de una poesía propia, el motivo del fondo y de la forma de la creación literaria o poética. José María construye sus poéticas con todo su bagaje cultural, literario y personal, y de paso construye su propio mundo, o sus propios mundos, el real y el onírico.

Suma de auras, poéticas y sueños, un magnífico ejercicio literario, estamos muy contentos de que pertenezca a nuestro sello editorial, es un orgullo.

No me queda más que insistir en mis disculpas por no poder acompañarlos y desear que vaya muy bien la presentación de este magnífico libro de José María Piñeiro, merece todo mi halago y toda la suerte.

 





miércoles, 12 de abril de 2023



EN NOMBRE DE LA LUZ

 

He leído todo Borges, pero es muy probable que en el caso de encontrarme con una  edición agradable de, por ejemplo, sus ensayos, la comprase por pura adicción al verbo borgiano, por el gusto de volver a encontrarme en un formato nuevo con el poder definitorio de una prosa ejemplar. Este tipo de razones ha sido lo que ha hecho que me decidiera a adquirir este, el último libro de Antonio Gracia.

Conozco bien la obra poética de Gracia, es decir, la he disfrutado en más de una lectura, así como creo imaginar la dimensión objetiva-valorativa que supone.  Por ello pienso que sus libros debieran conocerse un poco más allá del límite geográfico-autonómico en el que, al parecer, se ha instalado en los últimos años su recepción. Gracia no es para nada un poeta local, como dijera desmañadamente Luis Antonio de Villena a modo de justificación en aquel momento de confusión en el que decidieron dejar sin premio Loewe al poeta de Bigastro.    

Un crítico podría decir que llega un momento en el que un autor, sea poeta o incluso novelista, alcanza el límite de su creatividad, que a partir de determinado momento de su producción no haga otra cosa, probablemente,  que repetir con mayor o menor acierto lo que ya ha escrito con bella exactitud anteriormente.

Confieso que al encontrarme con este libro de Gracia en las estanterías de una librería, experimenté dos sensaciones antinómicas en una sola: por un lado, cierta alegría al encontrarme con la nueva producción de un autor que conocía, agradecimiento, en suma,  porque el poeta haya decidido seguir adelante, y por el otro,  cierto temor ante la posibilidad de que el libro pudiera decepcionarme por el hecho puramente cuantitativo de constatar lo que la conocida frase reza: “este poeta ya ha dicho todo lo que tenía que decir”, o sea, el temor a la falta de innovación.

De la belleza podemos dar versiones y diversiones, prácticamente infinitas que nos produzcan el mismo placer. Es por ello que la relectura es posible: cada vuelta a un autor que nos gusta supone leerlo por primera vez, incluso se dan muchos casos que esa relectura descubre aspectos y matices que se nos habían escapado anteriormente. Un poema es un objeto prismático: cada ocasión de lectura es un rayo de luz que incide en una de sus facetas móviles revelando aspectos nuevos de un contenido. Un poema nos puede gustar por su ritmicidad verbal, por la plasticidad de sus imágenes, por la belleza que nos muestre o descubra. Los poemas de Antonio Gracia poseen estos aspectos pero su aparente accesibilidad, es eso, aparente. Lo que hace atractiva la poética de Gracia es que a pesar de esta sencillez, o, precisamente, por causa de ella, la exigencia de sus versos es mayor de lo que podría parecer: se dirigen no tanto a lectores experimentados como a espíritus comprensivos que saben trascender los estereotipos de la sociedad y de la cultura.

 Gracia nunca hace concesiones. En todo poema de altura hay una exigencia no solo de registro en la lectura sino de carácter ético, conceptual también. En los poemas de Gracia nos encontramos con  retos más o menos ocultos: lo grato de su lectura termina por colocarnos ante alguna grave contradicción existencial, ante algún tipo de duda que cuestiona tanta luz concedida por los años y la contemplación.

 La estrategia secreta de Gracia consiste en insertar, entre grupos de versos gratos a la lectura y a la comprensión media, uno que contradice la harmonía anterior  y nos obliga a pensar, a darnos cuenta de algo. Este verso oscuramente luminoso, puede presentarse como un brillante aforismo o una llamada audaz a la reflexión.

 Cuando Gracia escribe: No anticipes tu muerte por temor a morir, hace estallar una mina de meditaciones en medio de una compulsión de luces convergentes. Y hay que afirmar que lo logra, que todavía lo logra: producir un efecto de extrañeza intelectual a través de un conjunto textual de harmonías poéticas y estéticas.

 Sus poemas amorosos o cosmológicos me interesan menos que estas repentinas fulguraciones que corroboran la creatividad aguda de Gracia.

Por el conjunto de su obra y por esos “efectos especiales” en medio de la solemnidad, hay que celebrar que la poesía siga en pie a través de nombres de poetas como Antonio Gracia,  obligatoriamente furtivos si los enfrentamos al deleznable canon actual.

LA ESCRITURA QUE SALVA. LA POESÍA DE PACO BLAS

  Escribir no es sólo una pasión o una profesión, también podría conceptuarse como la más inteligente terapia, como la medida más eficaz...