jueves, 29 de septiembre de 2022
sábado, 24 de septiembre de 2022
UN TIEMPO ANTERIOR A TODO TIEMPO
En su libro sobre la fotografía, La cámara lúcida, Roland Barthes hace un breve pero intenso análisis sobre lo que esta imagen le produce de un modo irracional y cuasi numinoso. Se trata de una fotografía tomada en Granada por Charles Cliford alrededor de 1854. Las sensaciones que experimenta son incontrolables, es decir, impactan en su instinto, lo llaman para que busque y resida dentro de esa fantasmagoría. Barthes lo dice del modo más claro, sincero y encantado: tengo ganas de estar ahí. No se trata, meramente, de viajar por el tiempo o al pasado, sino a un mundo o a un tiempo anterior a todo tiempo y por ello mismo, posterior a toda época; una suerte de paraíso, pero libre de connotaciones beatíficas, en definitiva, un lugar donde habite el alma en una paz definitiva. El apunte de Bartthes da para toda una reflexión filosófica acerca del hombre y su secreta sed de salvación. No está diciendo que cualquier rincón del planeta puede convertirse en nuestro súbito edén al invocar casi por descuido al cosmos y a su infinitud, al ver unas viejas fotografías.
jueves, 22 de septiembre de 2022
EXPEDICIÓN A LA LIBRERÍA LA MANDRÁGORA
Ya no existe, practicamente, el libro de ocasión. Visitar una librería de viejo no significa que tu compra vaya a ser especialmente económica. Si buscas bien, quizás puedas encontrar una edición barata de algo que te interese y que acaben de volver a publicar. De todos modos, apenas te pases de tres libros, la cuenta empieza a ser considerable. Estos ejemplares son los que cayeron tras una expedición por La Mandrágora, un pequeño laberinto cuajado de libros y de rincones curiosos, en Murcia.
Conozco el nombre de Montale hace mucho pero nunca había tenido ocasión de leer su poesía. Todavía me hace falta darle un bocado más fuerte.
Una serie de textos breves recorren la historia y la literatura universal gracias al ominoso protagonismo de las moscas en nuestras vidas y fantasías.
martes, 20 de septiembre de 2022
NO RESEÑAS
Susan Sontag. Diarios tempranos 1947-1964
El
primer volumen de los diarios de Susan Sontag. Más europea que norteamericana,
desando disfrutar tanto de los frutos de la inteligencia como de la sensualidad
del mundo, estos diarios recogen las múltiples anotaciones de una lúcida Susan
Sontag que precozmente decide enfrentarse a los grandes retos estéticos que
suponen las obras de los mayores autores contemporáneos así como a las
complejidades de su propia sexualidad. Conciertos, exposiciones, recitales,
itinerarios por las librerías a la caza de escritores nuevos, la vida de Susan
está ahíta de intelectualidad y de arte. Detesta las limitaciones y
prohibiciones que imponen la religión o la vida social, y sueña con instalarse
en Europa. Curiosamente, en una nota de 1958 habla de lo hipsters. También resultan interesantes las notas que revelan que a
fines de los cuarenta, los universitarios solían ya consumir drogas.
Stendhal. Paseos por roma.
Ya
he hablado de este libro en el blog, pero no anoté el curioso hecho de que a
mitad del siglo XIX el Vaticano exhibiera en las paredes de sus esplendorosas
naves, un cuadro en el que figura Safo.
¿Por qué no elogian las feministas y lésbicas este hecho? Supongo que esto fue así, y no sé si tal cuadro continúa
expuesto a día de hoy, porque en determinados momentos, en la Iglesia importó
tanto o más la cultura que los asuntos de pura doctrina.
Nicolás Gómez Dávila. Breviario de escolios.
Creo
que el atractivo de una figura como las de Gómez Dávila reside más en el hecho
de representar a las claras posturas reaccionarias en su lluvia de aforismos
que en el interés estricto de tales textos. El morbillo de Dávila está ahí, en
ser un notable opositor a lo que hoy llamaríamos pensamiento políticamente correcto. De todos modos, para ser justos
con Dávila, este nos ofrece en alguno de estos aforismos, brillantes
sublimaciones de posturas meramente ideológicas, yendo significativamente más
allá:
El hombre culto tiene el deber de ser intolerante.
Nunca hubo conflicto entre razón y fe, sino entre dos fes.
Las ideas tontas son inmortales.
Nadie que se conozca lo suficiente puede absolverse a sí
mismo.
Dávila
exige de las cosas, del mundo y del hombre no solo valentía intelectual sino
nobleza y altura mística si se precia. Para él la verdad no se simula con
estereotipos ni con apaños dialécticos.
Carlos Edmundo de Ory. Aerolitos completos.
Se publican
aquí por primera vez todos los aerolitos - aforismos brevísimos, observaciones,
dichos - que Ory escribiera en su vida. Un aforismo genial, apenas una sola línea,
puede desbaratar imperios, cuestionar civilizaciones, revelar todo un mundo. Ory
se dedica a exponer un matiz que satura de extrañeza la realidad, o bien, se
limita a exponer las insólitas asociaciones a que se prestan las cosas a través
de su existencia diaria o, también, al sorpresivo juego de destacar aspectos insólitos de la cultura que
hasta ese momento se habían recogido,
paradójicamente, en lo más obvio. Para un poeta como Ory el mundo es un festín
de curiosidades y magias.
Todas las noches me muero.
Siempre he pensado que los espejos respiran.
Pascal equipara el estornudo al orgasmo.
La risa es el sexo del alma
miércoles, 14 de septiembre de 2022
martes, 13 de septiembre de 2022
CIUDAD DEL HOMBRE José María Fonollosa
La
verdad es que me esperaba una poesía muy distinta cuando al descubrir el libro,
constaté que se tildaba a Fonollosa, sin más, como poeta urbano. Creo yo que más exacto resultaría considerarlo como
el poeta emergido de las consecuencias éticas y estéticas de una concepción
vital de lo urbano, pues la voz de este poeta no nos habla de los embelesos del
que atraviesa ciudades marcando como un destino específico la belleza de las
mismas. Más que detenerse en singularidades arquitectónicas, en descripciones
paisajísticas o en la idiosincrasia particular de los ciudadanos de las
distintas ciudades y países que visitó, la voz de Fonollosa nos habla desde la
literalidad de una subjetividad dolida y exasperada, nos habla estrictamente de
sus ausencias y deseos, de sus frustraciones, sin explotar prioritariamente la imagen,
es decir, sin detenerse en otros motivos que no sean los directamente
denunciadores de una circunstancia moral.
El descaro,
la acidez, el cinismo de Fonollosa nos recuerda a veces al Baudelaire más desesperado o a un Céline que de pronto, empleara, eventualmente, la poesía como
discurso de amarguras obsesivas. Lo que no entiendo es cómo Fonollosa no se
sintiera, acaso, incómodo con la etiqueta formal de poeta, pues deja bien claro
en sus calculados y contundentes versos que no busca ninguna belleza ideal,
ninguna teoría o ideología como refugio o motivo inspirador: lo único que realmente importa, lo único
que reamente le interesa es practicar el sexo y tener dinero, o sea, el sueño
certero y egoísta del más orgiástico de los Charles Bukowsky imaginables.
Fonollosa
confiesa que está obsesionado con las curvas femeninas, con sus contoneos
callejeros, con sus excitantes indumentarias, que detesta a sus vecinos, a sus
amigos, a su familia, a media humanidad y que experimenta placer imaginando que
mata a alguien, sintiendo, a la vez, un violento desprecio por la víctima.
Toda
escritura puede ejercer una labor terapéutica importante en quien la ejerce. Supongo
que Fonollosa, un maldito voluntario de nuestras letras, se automaldijo,
previamente, valgan las redundancias, al atreverse a desnudar su probable musa
de todo impedimento verbal y temático y lanzarse a una suerte de catarsis a
través de la poesía y el silencio en que estuvo envuelto casi toda su
existencia, que quiso renacer en secreto desalojando todo lugar común, toda
belleza formal de su crítica y de sus obsesiones que pudiera obligarle a ser
insincero sobre su estado anímico real. fonollosa decide escribir sólo desde lo
que le falta y desea, haciendo de ello la perspectiva visionadora de todo
evento y realidad, de toda alma y tesitura.
Semejante
determinación no hace de la poesía de Fonollosa algo agradable de leer. Su supuesta
sinceridad, su denuncia constante de la fealdad, de la vulgaridad y de la
abundante miseria moral del prójimo, nos mantienen pegados a la lectura y ante
tal descargo contra todo y contra todos, experimentando a la vez cierto
malestar, esa fricción irritante que su verso constantemente desencantado y acusador
de crudezas, produce.
Leopoldo María Panero, tenía, quizá, la justificación de la locura para maldecir
el universo mundo que le rodeaba y enfangarse en la putrefacción como única vía
de lo orgásmico; Fonollosa contempla una sociedad cuya modernidad consiste en
el impudor y patetismo con que muestra su indigencia espiritual y humana, y decide
exaltar solo lo instintivo, el mínimo resquicio vital que le queda al cuerpo que
intenta escapar de la finitud y de la muerte. Y esta realidad fatal se muestra
a las claras en el espectáculo urbano que dan las calles de las ciudades más
populosas y también más crueles. Para Fonollosa, pues, lo urbano es el espacio mitológico y real de
la condenación y de la exuberancia, el escenario en el que se exhibe tanto la finitud del
hombre como el deseo compulsivo de las almas anónimas en busca de un cuerpo al
que asirse y amar. Decididamente, Fonollosa no quiso producir belleza, solo
poesía: su testimonio, huérfano en ediciones. A veces los poetas nos dan imágenes
esplendentes de la totalidad; en otras, de la parcialidad como única expresión
de una totalidad tremenda.
viernes, 2 de septiembre de 2022
ETERNO RETORNO DEL PERDÓN
Hastiada la Divinidad de
la violencia e iniquidad de la humanidad, decidió exterminar lo que había sido
su más excelente invención.
Ideó, entonces, un plan
cartográfico para repartir selectivamente el grado de aniquilación que cada
territorio se había ganado por su maldad reincidente.
A EEUU por su producción
y exportación sin límites de violencia de todo género, le bastaría un par de
pequeños meteoritos para quedar reducido a una aldea pantanosa.
Con respecto a Rusia,
todavía imperialista y banalmente destructora de territorios ajenos, le iría
destinado un fortuito cortocircuito para que el Kremlin entero ardiese con
todos los gerifaltes dentro.
Inundaciones infinitas
coronadas por docenas de virulentas pandemias, reducirían los mil millones de
chinos a mil habitantes de ojos rasgados.
Una suerte de selectivos
terremotos surcarían el medio oriente tragándose ciudades enteras de jihadistas
y palurdos barbudos.
Desde su fulgor
constante, la Divinidad iba a efectuar sus planes de aniquilación del perverso
género humano, pero algo vibró en el horizonte de su luz infinita que le hizo
titubear: la esperanza depositada en los niños inocentes que eran el futuro del
planeta, las mujeres que sumaban su belleza e idiosincrasia al adecuado rumbo
del mundo, los pocos hombres que no deseaban sino la harmonía y la justicia.
Así que a última hora, a
punto de provocar el fin del cosmos con un impulso mínimo de su Voluntad, la Divinidad
se planteó su plan. Decidió no realizarlo, creyendo que las cosas todavía
podían cambiar gracias a esas personas y perdonó, como había hecho otras veces,
el impudor del mundo hasta que, de nuevo, por su perversión, se mereciera un
castigo y lo volviera a perdonar.
Sir Jhon Herschel divisando lo inenarrable
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