lunes, 25 de marzo de 2019
viernes, 22 de marzo de 2019
BÍPEDOS CON CABEZA DE PÁJARO EN PLAZAS BAJO LA LUZ DE LA LUNA: UN INCONSCIENTE COLECTIVO ESPECÍFICO
Creo que uno de los
experimentos más fascinantes en el mundo de las artes plásticas fue el que
realizó Marx Ernst ilustrando los textos de Paul Eluard, titulados Una
semana de bondad y La mujer de 1000
cabezas. La técnica del collage, exquisitamente realizada, se convierte aquí en una palanca que
transvasa y mezcla mundos, creando, o más bien, descubriendo otro, más
ignorado, caótico e indelimitable: el inconsciente del cosmos visto por los
grabadores e ilustradores anónimos del XIX.
Porque la extrañeza de estas
imágenes no sólo radica en la coexistencia imposible de objetos, sujetos y
paisajes sino en el carácter netamente figurativo y objetivo de las
ilustraciones originales, pertenecientes al positivismo romántico de finales
del XIX.
Con ello, Marx Ernst
descubrió lo que me he atrevido a llamar paradójicamente un inconsciente
colectivo específico, el de ese onirista siglo XIX, del mismo modo que podríamos
hablar de distintos tipos de infinito: un infinito cristiano o budista, otro producido por la especulación científica,
un infinito romántico, un infinito cuántico, etc…
El artista alemán logra con
estas obras de mixtura trazar las viñetas de un cómic alucinógeno: realiza en
el siglo XX una obra con material gráfico del siglo anterior. Una semana de bondad y La mujer de 1000 cabezas constituyen una
suerte de continuum de lo extraordinario, una novela de imágenes cuyo argumento
es el que imprime el ritmo de las asociaciones.
Este continuum metamórfico
me hace recordar cierta teoría suntuosa de la transversalidad de los mundos
gracias a la pulsión creadora de la imagen.
Lezama Lima habla de eras imaginarias, dotando a la metáfora
que nace en una época concreta de la
historia, con el poder de fecundar mundos posibles a lo largo de décadas e
incluso milenios.
Contemplando, analizando
estas imágenes, el factor tiempo se traduce en emisor de unas determinadas
imágenes y de un contexto social para esas imágenes; por otro lado, estas
imágenes, hijas de su tiempo, al contemplarse desde el sueño, borran la
especificad cultural y se metamorfosean
en arqueología de universos perdidos e inverosímiles. Gracias a la audacia del
collage que conjunta fragmentos según un orden libre el depósito de imágenes
decimonónicas se convierte en un paisaje atemporal y fantástico. El lenguaje
surrealista de los sueños sume las imágenes en la plasticidad pura y nos indica
que a través, precisamente, del mundo soñado es como toda la invención humana
podría convertirse en una sola y vertiginosa Era Imaginaria.
jueves, 21 de marzo de 2019
LA CASA DE LA HORA
Alterar la organización serial del momento,
En cuanto tu deseo sea habitar
ese fragmento de tiempo ante las
frondas
O sentado, cómplice, en la mecedora
Que marca el vaivén.
Suponer un estamento de vida
Que la palabra intenta descifrar, más
allá o
Mucho más acá de esta luz
Mientras nos deslizamos
Ante las expectativas de un beso.
Soldar, como por inadvertencia,
Ese eje interior-exterior
Que articula el pensamiento
Y la horda de las interpretaciones. jueves, 14 de marzo de 2019
NOTIFICANDO estilos escriturales
Leo con gusto las
reflexiones de Gil de Biedma sobre la obra poética de Jorge Guillén,
al tiempo que sigo con interés el último libro de Chantal Maillard, “La
compasión difícil”, y me interno,
además, en las densidades del lenguaje filosófico de Levinas a través de
su obra Totalidad e infinito.
Cada libro, aunque altamente intelectual, posee su frecuencia semántica y
textura. Me refiero al placer que se procura en la lectura según cómo traten el
material del que hablen. Y naturalmente, según lo hagan como lo hagan, ese
material se subraya como tal material u otro.
El texto que me parece menos
áspero y más livianamente fecundo es el de Biedma. Hablar con tan justificada
positividad sobre un texto poético, iniciar rutas de lectura sobre un material
tan concentrado y quizás, esquivo, ratifica la obra guilleniana como objeto
exquisito de lucubración y como uno de los episodios más brillantes de la
historia literaria española.
Chantal ofrece originalidad
y provocación a través de un lenguaje nada enrevesado. Su última obra es un
conjunto de prosas que cercan una temática compleja y de no muy agradable consideración:
cómo seguir afrontando la vida cuando esta implica el sacrificio tácito de los
que la mantienen. La protesta no sólo es ética, sino cosmológica, total.
El libro de Levinas es una
ocasión para la práctica del lenguaje filosófico y la paulatina penetración,
para profanos apasionados de la racionalidad, en el desarrollo de la dilucidación metafísica
pura. El estilo de Levinas pretende ser directo, es decir, nominar la densa
materia del juego conceptual desde afuera, es decir, sabiendo captar las conexiones
de sentido, no parando de definir cada paso y sin resbalar excesivamente en
retóricas técnicas aunque sin poder evitar la utilización de conceptos propios
para llevar a cabo tal clarificación. Algunos pasajes son elocuentemente
precisos y podían constituirse en racimos de frases memorables, rondando el
aforismo. No supone una obviedad recordar que el lenguaje filosófico es una
definición de estados complejos continuos y de nexos que determinan prioridades
conceptuales en episodios progresivamente engrosables.
El trabajo de Biedma es
tranquilamente luminoso: escribir sobre la expresión bella crea un
conocimiento, asimismo, atractivo de leer al mantenerse en un espacio permeable
y estimulante, pues se estudian las posibilidades de la lengua y las
especificidades estéticas de una de sus expresiones en particular, encarnada en
la obra, en este caso, de Jorge Guillen.
La atipicidad del estilo
fragmentario de Chantail la hermana con el pensamiento gnóstico que busca en
los linderos poéticos revelaciones posibles sobre la naturaleza de nuestro
mundo actual. La diferencia con respecto al universo semiótico de Biedma es que
mientras en el de este se va navegando en la dulcedumbre del paladeo analítico
de lo poético, en el de Chantail, los hallazgos conceptuales suponen golpes
súbitos a la atención y a la reflexión. El amargor de las meditaciones de
Chantail se atenúa sólo por ese formato breve que nos provee de materia de
debate sin aplastarnos con la exégesis larga. El desasosiego dosificado, pero
finamente perturbador.
El sistema leviniano
pretende la comunicación de lo complejo, la resolución del lenguaje en un
vínculo que nos lleve al encuentro del otro que se visibiliza para nosotros
bajo el concepto de rostro. Lo
grato en Levinas es que afronta el cerco metafísico con intenciones de claridad
y atraviesa masas de abstracciones, indicando qué función concreta tienen cada
uno de los componentes del rocoso juego filosófico en el trance de la comunicación con el prójimo. Levinas no
describe, meramente, las incidencias previsibles de un diálogo, sino el proceso
de la comprensión mutua de las personas más allá de la interioridad, en la exterioridad
absoluta que refleja la idea de lo infinito.
En la red había leído reseñas
algo confusas sobre la Tribada de Miguel Espinosa. Una de ellas
hablaba con rotundidad del fracaso de estas obras al considerar su prosa como fatigosa, espesa,
inútilmente interrumpida por reflexiones y contenidos extraños y
extraliterarios. Creo que el reseñador se confundía de novela. Estoy leyendo la
edición conjunta de ambas Tríbadas que hiciera Siruela en un volumen con prólogo
de Fernando Arrabal en el 2007 y podría sintetizar con un comentario esta obra,
así: historia lésbica del siglo XX contada con un lenguaje del siglo XVII. De
modo resumido, en esto consiste, estilísticamente, la tríbada espinosiana. El
efecto, al leer esta obra de principios de los ochenta, en 2019, es chocante y
a veces sorpresivo. La búsqueda de lo sensual, de lo excitante en este texto
parece condenada a la dureza del español coriáceo y escultural de Espinosa. No
hay compasión para moderneces y salidas de tono, es decir, actualización
posible o asimilación con hablas contemporáneas. Espinosa se mantiene fiel a una rigidez
escritural que si bien ofrece fragmentos de anacrónico paladeo, excluye relajos
orgásmicos al consignarlos marcialmente como particularidades sensoriales. No es
que sea un lenguaje pudoroso en cuanto a reflejar la contienda sexual de modo
más inmediato o gráfico, sino que la formalidad lógica de su habla no trasciende su molde, y es
dentro de ese curso formal y límpido donde va a ir instalada toda la narración.
Sí que quiero señalar que en una historia como esta, de encuentros sexuales y
consecuencias de los mismos en el ánimo y la convivencia, si bien no acabo de
ver el grado de ajuste de lo que se cuenta con el estilo que se cuenta, es este
registro, precisamente, el que hace surgir esas casuales reflexiones y giros al
aire de la narración, de tono habitualmente soberbio. Ejemplo…
Creo que si hoy alguien
intentara esta proeza, escribir de un modo tan descaradamente anacrónico, el
éxito sería dudoso, independientemente de que valoráramos el trabajo de semejante
ejercicio. Siendo obra del escritor murciano, las Tríbadas se justifican por la
locura de Espinosa, claro. El mundo se hace cognoscible por el tipo de lenguaje
que elijo para expresarlo y juzgarlo. Recordemos, a propósito, el aforismo de Wittgenstein.
viernes, 8 de marzo de 2019
UN CUERPO PARA LA CIENCIA
Creo que un Baudrillard le
hubiera dedicado un par de páginas al menos, a propósito de las supremas
banalidades en que la industria ha sumido al sexo, o bien, en referencia a las
nuevas encarnaciones psicofísicas a que la era postindustrial sometería experimentalmente
eso que ha quedado tras la liquidación del alma y que se llama cuerpo. Porque
esta señora o es, como todo el mundo, mero producto de su época o es la
supermujer del futuro pasado que se resiste a dejar de zaherir el escaso pudor que
nos resta a la hora de visionar novedades y atrevimientos ajenos.
Victoria Lomba se llama la interfecta y al parecer es
hispanobrasileña. De lo que no hay duda, tras contemplar sus videos y sus fotos
facebokeras, es que el conjunto de los atractivos femeninos imaginables se dan
cita en este plástico escenario de carne superlativa que es el cuerpo de la
Lomba, de un modo, también, exagerado y vertiginoso.
Musa internética del
fitness, experimento social, encarnación del sexto o séptimo sexo, Victoria
Lomba supone lo indescriptible, el culmen de la exageración y de la
autocaricatura, el más allá de todo ello, la suma de las metamorfosis de la
carne como objeto último del postsexo.
¿A quién se supone que
pretende seducir este ultraensimismamiento de la carne, esta conversión de la
fisicidad femenina en músculo de sí, esta alienación de toda delicadeza
inteligible en suprapulimento de cada miembro del cuerpo?
El grado de idiotismo con
que se ha fulminado todo tacto a la hora de la seducción, se muestra cuando
Lomba aparece en sus videos grabada a toda y repentina velocidad, como si en
vez de admirar un bonito cuerpo en evolución, estuviésemos viendo una película
cómica muda de Chaplin.
En tales videos y en sus
fotografías, la Lomba hace recaer la trémula verticalidad de toda
tentación visual sobre su trasero,
expresión suprema e hipérbole de toda gracia genética, sublimación del músculo
en esfera mollar, en harmonía furiosa de curvaturas hiperplásticas.
No sólo las nalgas, sino la
musculatura general, desde los brazos, virilmente tatuados, hasta las
pantorrillas, desde el vientre hasta la boca con esos labios burlonamente
diseñados de estudiante picarona, toda Lomba es una exhibición que reta a los
analistas a definirla, a encuadrarla en alguna categoría que pudiera calmar tal
pulsión exhibitoria.
Ese prodigio de curvas, ese éxtasis
de durezas blandas o de blanduras duras, que define la dimensión extensa de la
persona de Victoria Lomba, se mueve por páginas webs y capitales del mundo,
gimnasios y escenarios internacionales, confirmando el grado de superreal
imposible a que ha llegado la máxima mercancía del universo, el cuerpo
femenino, y parapetándose en la fatalidad de una tendencia general, se despunta
como uno de sus logros más ejemplares.
La Lomba es una mujer tan
retocada que parece un travesti, al tiempo que es algo que va más allá de eso,
una encarnación de una nueva categoría sexual emergida del trance gimnástico y
la alimentación especializada.
¿Será capaz un sujeto como
este de envejecer, de olvidarse del estado de su trasero, de exhibirse como
meta suprema de la comunicación y conquista de la tribu, de no sentirse una
friki del atletismo?
Tendemos a creer que a Lomba
poco le afectan las críticas y que es feliz tal y como es. Los apurados somos
nosotros, que no sabemos si a la hora de fijarnos en ella, debemos aplacar
arcanos instintos o extrañarnos definitivamente ante lo que ha sucedido con
nuestras bellas musas tras haber tenido la ocurrencia de hacer un poco de
pesas.
martes, 5 de marzo de 2019
Diario de una sombra
Me ha ocurrido por segunda
vez en los últimos dos años. Escuchaba
música semidormido y de pronto, un fulgor extraño me ha despertado. Claro está
que no se trataba de ninguna luz real de mi entorno. Esta vez, la fulguración se
produjo sobre el marco superior de la puerta y como en la vez anterior, lo que
veo es el entorno de la gran luz, mientras que lo que es el centro permanece a
oscuras. La impresión ha sido muy vívida pero el silencio de la imagen la hace,
también, remota. Era una fulguración soñada, claro está, si hubiera escuchado
algo lo hubiera asociado a la luz, es decir, al instante inmediato de darse. La
viveza ha sido tan próxima que, en el mismo instante de generarse, me ha
despertado.
Visiono en Youtube filmaciones
antiguas callejeras. Son grabaciones de los años diez y veinte, realizadas en
distintos lugares públicos de New York y París. Me quedo fascinado viendo cómo
reacciona la gente ante las cámaras y calculando el pedazo de historia que se
ha producido desde el momento de la grabación hasta ahora. La gente pasa y se
queda mirando extrañada. Hay otros que sonríen y saludan cortésmente quitándose
el sombrero, un gesto que me fascina verlo aquí filmado porque ya no existe y
menos dirigido a una cámara. Los niños reaccionan todos igual ante el curioso
artefacto: sonríen, hacen muecas o siguen, en jolgorio, al camarógrafo si este decide desplazarse. Al
cabo de un rato de estar viendo estas filmaciones, se me crea una fuerte y
numinosa sensación: el pasado existe realmente, se está dando en algún lugar
fuera del tiempo. Lo que acabo de ver es, funcionalmente, el despliegue de la
cinta de la eternidad.
Leo los poemas de Hugo
von Hofmansthal. Las expectativas que me
había creado desde que, sin leerlo, me había hecho de su persona como poeta, se
ven más que satisfechas. Son unos poemas densos, filtrados de una espectralidad
que no alcanza la crudeza de lo expresionista. Ese leve toque le da al poema un
aire lo suficiente extraño. El poeta sospecha de presencias ocultas irrigando
sus emociones. Algo tan encantador y poco sospechoso como la aproximación de la
primavera, viene acompañado de una morbidez inquietante. Lo enfermo está en
todas partes como un signo típico del espíritu visionario germánico.
¿Por qué no sorprendemos al
cielo, a los que habitan, quizá, los limbos en transición? ¡Por qué no lanzamos
un chorro de energía furibunda desde esta demolida tierra al mismísimo más
allá? Cómo me gustaría hacer un concierto de música, de música rabiosa y
fulgurante para protestar por la muerte de mi madre, de amigos y conocidos, de
tanta gente, un concierto que estremeciera al paraíso para recordarles que aquí
todavía hay vida, espíritu, alma, ira
contra la injusticia y el olvido.
El pensamiento consiste en hablar.
Emmanuel Levinas.
El pudor, la educación, la
autorepresión, crean una segunda naturaleza dentro de uno que imposibilita la
expresión totalmente libre de los sentimientos como no sea en momentos de
especial relajación o cuando han encontrado una justificación obvia para ello.
Cuando no me dedico a vivir,
a estar ocupado con algo o comunicándome con alguien, mi mente no hace otra
cosa que constatar obsesiva y masoquistamente
el paso del tiempo sobre todo: sobre mis vecinos, familiares, amigos,
entorno, ciudad, rincones entrañables de la ciudad, sobre lo que antes creía
con inocente entusiasmo, sobre mí mismo, etc… Que el tiempo ha pasado es cierto
y que esto, ante el fenómeno convulsivo, emocionante, fulgurante de la vida es una
minucia, también lo es. Lo que se convierte en una miseria como signo de
derrota es que tal paso del tiempo nos haya enterrado en vida, que echemos la
toalla al ruedo de los sucesos, que
hayamos perdido nuestra capacidad tanto de asombro como de escandalizarnos ante
lo que ocurre, que nos sintamos mayores o directamente viejos y no nos
rebelemos contra ello. Si todavía nos queda una pizca de deseo, de imaginación,
de honor, esa vida que se debate allá afuera, nos requiere todavía, para que
destrencemos sus remolinos de injusticia y de pobreza y sigamos siendo en la
medida de lo posible partícipes del espíritu de la vida, se empeñe el tiempo en
ajarnos o no.
La filosofía es una egología.
Emanuel Levinas.
Desde luego vivir la vida no
depende del conocimiento de no sé qué concepto raro, o de aquella enfurruñada
teoría de mutaciones genético-espaciales aplicada a ya no me cuerdo qué. Nos acercamos
a lo conceptuoso, a lo técnico, todo lo que nuestras profesiones, gustos o
curiosidades nos dejen, pero todo ello nos sigue pareciendo extraño cuando
recuperamos el contacto habitual con los demás y decidimos pasear o irnos a la
playa. Estudiamos los enigmas de la naturaleza y del hombre, podemos sentir
incluso pasión por tales cuestiones, pero siguen siendo cosas que estudiamos, que
merodeamos con nuestras investigaciones, no las hemos creado ni redactado nosotros.
No soy todavía converso de
mí. Me rebato, me discuto, me rechazo, me prolongo en la no aceptación.
La confusión alucinada como
un estado latente de la atención.
Percepciones en el sueño de
estados fuera de toda memoria, anteriores o posteriores a la existencia. No puedo
definirlos de otro modo. La presencia de estos sueños parece decirme que he
quemado parte importante de mi etapa existencial, que he atravesado más de la
mitad de la vida. Si no fuera porque también utilizo este material para "literaturizar" mi vida, me mataría el espanto.
Sólo lo
espiritual es lo real.
Hegel
viernes, 1 de marzo de 2019
EL PROCÉS AL PROCÉS.
Sorprende la delicadeza con que
el Tribunal supremo está tratando a los independentistas. Es como si se temiera
que algún gesto inoportuno se deslizara demasiado obviamente, haciendo
sospechar de talantes autoritarios por la sala.
Este cuidado se explica cuando,
sin mucho rodeo, los independentistas han criticado la falta de moralidad del Tribunal
que los juzga por no respetar el derecho a la autodeterminación.
Lo que los independentistas
pretenden con esta acusación es que realicemos una suerte de inciso en la
interpretación de las leyes, que ampliemos tal interpretación de modo tan
subjetivo que lleguemos a comprender lo que ellos, con toda naturalidad,
desean: ni más ni menos que la fragmentación del estado.
Lo que llaman moralidad
consiste en que se haga con ellos una excepción extraordinaria, que pasemos de
largo su insolidaridad y su enrocamiento, que empaticemos alegalmente con su
causa hasta el punto de admitir lo que quieren llevar a cabo: una ruptura.
Ante la rigidez de las leyes,
los independentistas exigen un gesto de libre sorteamiento de las mismas ya que:
“antes que las leyes están las personas…”
Lo que resulta inadmisible es
la cándida ignorancia de los
indenpendentistas con respecto a las consecuencias legales, culturales y
sociales de sus aspiraciones, ese estratégico engastamiento en las posturas
puramente teóricas que les distancia de comprobar in situ las tensiones que se han originado en el seno de la
sociedad catalana.
Hablan de la no moralidad del
tribunal que los juzga, como si la actitud de su nacionalismo excluyente y empobrecedor fuera una actitud ejemplar.
Los independentistas juegan,
además, con lo políticamente correcto: ante el resto de España y el resto de
los catalanes, ellos serían una minoría, y por lo tanto parecería una flagrante
injusticia negarles su famoso derecho a la autodeterminación. Por ello, en este
ámbito de la estricta discusión ideológica, ellos parecen tener algo de razón,
claro, si no contamos con el despropósito de sus intenciones y con ese resto de
catalanes, marginados por no alienarse de la manera en que lo están los
independentistas, y que han sufrido la indiferencia ideológica de la izquierda
de Podemos y de la de los socialistas.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Diario mínimo
Estos días de mediados de enero son los ideales para pasear al crepúsculo por la ciudad. Ahora que hace algo de frío, apetecen los interio...
-
IDENTIDADES NÓMADAS: LOS DIARIOS DE ISABELLE EBERHARDT Borges nos hablaba en uno de sus cuentos de aquella inglesa que, capturada por unos ...
-
A cada autor, escritor o filósofo lo solemos asociar no tan sólo con un determinado registro lingüístico, sino con una imagen. S...
-
Si hace décadas se cantaba aquello de malos tiempos para la lírica, no digamos ya para la épica, a no ser que algún súbito acontecimiento ...