jueves, 27 de octubre de 2022

Sor Sonrisa. Un vistazo turbado a la historia de la monja Jeanine Decker.



Para quien no conozca al personaje, resumo su historia.  En 1963, la monja belga de la orden de las dominicas, Jeanine Decker, más conocida como Hermana Sonrisa, alcanza un éxito mundial con una canción compuesta por ella, Dominique. Se llegan incluso a filmar películas sobre su persona a raíz de tal éxito musical. O bien la inesperada circunstancia la desbordó o bien intuyó otro modo de vivir que no fuera el de estar en un convento gracias a ese recibimiento masivo de su obra, la cuestión es que Hermana Sonrisa abandona a su comunidad reuniéndose con una vieja amiga del colegio y finalmente, amante, Annie Pecher.

La amiga y la ex-monja llevan una vida completamente normal y desenvuelta y aunque no abandonan la fe, se hacen muy críticas con la iglesia. Jeanine Decker compone entonces canciones contra la misoginia de sacerdotes y monjes y se manifiesta en contra de las ideas de la Iglesia en relación al aborto, elogiando el invento de la píldora.

Los problemas financieros se incrementan al ser perseguida por el fisco belga que le reclama decenas de miles de francos. Jeanine manifiesta que todo lo ganado con su música lo donó al convento antes de abandonarlo.

Ambas amigas pretenden fundar un colegio para autistas, pero tras nuevos descalabros económicos y ataques nerviosos, deciden suicidarse. El 29 de marzo de 1985 se encuentran sus cuerpos y una nota reclamando que las enterrasen juntas en sepelio cristiano. He ahí la historia. A partir de aquí, se abre la invocación fascinada ante el despliegue de imágenes que de la vida seglar de las dos monjas legan a la memoria general los documentos periodísticos, entrevistas y fotografías.   

Para el imaginario popular nada más contrario a la vida secular que la vida de clausura de conventos y monasterios. Son como los dos extremos espaciales de la experiencia: en uno la vida transcurre con normalidad a través de los distintos lugares que el existir, el estudio, el trabajo y las relaciones sociales articulan; en el otro, la restricción espacio-temporal es infinitamente mayor y se adapta a una disciplina y a unas reglas. Y no solo eso sino que la vida conventual transcurre lejos de las fuentes naturales con las que se identifica la vida de la gran mayoría. La vida seglar y la secular representan signos opuestos del modo de vivir. Es por todo ello que la historia de Sor Sonrisa supone el viaje al espacio prohibido, la visita al interior de la clausura monástica a través de la variada gama circunstancial:  sus apariciones en público, sus últimas canciones, su amor lésbico sublimado en amor entregado a Dios y el insólito final.



Latamente, lo que la aventura de Sor Sonrisa supone es que lo que ha estado siempre retirado, prohibido a la mirada se ve ahora expuesto con todo mórbido lujo de detalles por una acción totalmente personal, por la autodefenestración individual que lleva a nuestra monja a salir de su comunidad religiosa para ir a ingresar a la otra comunidad, a la más extensa y mayoritaria, la más cercana al consenso de las libertades, la sociedad seglar.

Y aunque la potencia semántica del espacio sagrado sea considerable y, por otro lado,  difícil de evitar toda literatura, todo estereotipo ligado a la vida religiosa, no son tanto estos aspectos los responsables de dejar de ver a las dos monjas como fugitivas como las propias formas y modos que en ambas personas persistieron tras su reconversión. Sor Sonrisa escribe canciones ligando al hombre primitivo de las cavernas con la actitud machista de los religiosos, cuestiona el pensamiento de la iglesia con respecto a las normas de contraconcepción, pero no por todo ello dejamos de ver en jeanine Decker a Sor Sonrisa.

Esta canta sus canciones de protesta con el mismo tono con el que cantó su hiperfamoso Dominique y con una cruz bien visible colgada del cuello en todas sus actuaciones en vivo. Hay un aura alrededor de Jeanine que, aunque la veamos evolucionar con indumentarias no religiosas, subirse a su coche, visitar centros comerciales, responder a las preguntas de una interviú o ir a la peluquería,  no cesa de permanecer ahí, algo muy sutil pero irrompible y tal cosa liga su figura con lo que denominaríamos el ambiente o la actitud contemplativa. La mirada fija, algo inquietante y nerviosa de Sor tensa el rostro y le da una fijeza que le impide romperse. La expresión es siempre la misma que hace recordar el famoso mimetismo de los rostros monjiles.  El sentirse observada tras su escapada conventual sería para sor una suerte de mortificación suave y diaria: ¿debería simular que es una ciudadana más habiendo manifestado que a pesar de todo se seguía sintiendo unida a Cristo, por lo que persistiría una especie de cordón umbilical invisible entre su ser y lo que en definitiva significaba ostentar principios religiosos?

No se trata de ser más o menos inclementes con el destino de una persona, es que tal aura que señalamos, tales facciones, tal aire en torno a ellas no deja de señalar, subrepticiamente o no, el tipo de origen del que proceden ambas mujeres, sobre todo el de la propia Sor Sonrisa. Aunque despojada del hábito, no dejamos de ver en la persona de Sor Sonrisa, si no a una monja, sí a una religiosa que hubiera diluido los rigores del hábito en las medianías flotantes de la secularidad con una maniobra súbita de  despiste.     



Por mucho que se le perdone a Sor su decisión, reconozco que existen imágenes de esta historia, difíciles de asumir por la comunidad cristiana.

Recuerdo, en remotos tiempos de personal implicación devota la sensación difícilmente descriptible que experimenté cuando vi, por primera vez, las fotos de las dos monjas en traje de baño, tomando el sol, tranquilamente. El contraste fue tal que la fascinación ingenua por el pecado me sumió en una contemplación alelada de la figura de ambas mujeres. Pasar del recato sumo del hábito al cálido roce de los cuerpos y la exhibición de la carne describe un periplo estupefacto: el que liga en una misma existencia  ambas antípodas experienciales.

Para mí, la historia de Sor Sonrisa implica una doble dimensión hermética: la relacionada con la comunidad  religiosa y sus flecos posteriores y por otro lado, la exclusividad del amor lésbico. Sor Sonrisa pasa de una cerrazón legislada y milenaria a otra sentimental y subjetiva. Si según dice, la devoción no se ha extinguido en ella tras abandonar los albos hábitos dominicos y su amor por su compañera es necesario entenderlo bajo el amplio y generoso halito divino, hay que constatar que su entrega más íntima no abandona la demarcación estricta que la sustrae del exterior: interioridad pura de la comunidad, interioridad reservada para otra persona de su mismo sexo. Desde esos confines, desde los de la comunidad en que ha estado en comunión con la divinidad y ha compuesto sus primeras obras, gesto determinante en su vida posterior, y desde los íntimos del amor sexual sublimado en variación del amor a Dios,  Sor Sonrisa ha articulado el numen de su existencia y su capacidad para la improvisación.

A esta dimensión hermetizante de la vida de Sor Sonrisa hay que colocarle el sello final e insólito del suicidio que parece consagrar para la eternidad el destino peculiar de dos mujeres unidas por la vocación y el amor. El suicidio es lo que faltaba para sumir esta historia en una estupefacción oscura, interminable.

Con mi amor a lo que comporta la significación, con una trémula vocación de semiólogo que mezclo con mis andaduras erráticas de hermeneuta, me pregunto, ¿cómo interpretamos el suicidio simultáneo de ambas mujeres: como el de dos amantes que emplazan para el más allá el lugar de su paraíso por serles prohibido en la tierra, o como el de unas víctimas literales de la administración, del materialismo, del dinero y de la confusión?

Una monja lesbiana que se suicida. ¿No existe en este enunciado una doble, incluso una suerte de triple autorreferencia narrativa, una especie de atmósfera tautológica, una espesura, una pegajosidad de significado, si se me permite?   

En una nota, dejaron escrito que habían llegado al límite y que por ello habían tomado esa decisión. Yo añado otra nota. En todas las fotos, en la gran mayoría de imágenes de Sor sonrisa advertimos que su gesto apenas varía, que siempre es el mismo, que no denota fisuras expresivas apenas. En ello se aprecia timidez y cierta entidad de máscara. Quizá en la intimidad era mucho más frágil de lo que parecía y se esforzaba secretamente por mantener cierto distanciamiento.  Esto explicaría una información que desconocía hasta el momento y que hallé en la red: si dependencia final de fármacos para la ansiedad y el sueño.

Lo cierto es que el suicidio de una religiosa es algo desconcertante y que parece constatar el fracaso último de una vida o de una entrega personal fallida.

Los hechos de cualquier género y existencia producen reflejos prismáticos. No sé si este suicidio nos quiere decir algo un tanto inquietante o es que, simplemente, el devenir de las circunstancias a veces ofrece estas súbitas fracturas a las que no corresponden interpretaciones de orden trascendental. La maravillosa vida es físicamente frágil, y también lo puede ser en grado tan sumo como insospechado, la psique de nuestro prójimo.

Confieso que echando un vistazo en la red a las imágenes existentes de Sor Sonrisa y su compañera, al colocar una detrás de la otra, la fotografía en que ambas retozan bajo el sol y la de la tumba en que reposan en el cementerio, me embriaga un estado de fascinación aniquilante.

Finalmente toda existencia es un misterio y quisiera pensar que a pesar de las adversas circunstancias en que las dos ex-religiosas se vieron envueltas, esa divinidad de la que no se habían separado del todo, sea el destino último en cuyo seno las recordemos.           

jueves, 20 de octubre de 2022

EROS Y MÍSTICA


 

 

El mundo musulmanesco no es precisamente santo de mi devoción, pero hacía algún tiempo que iba detrás de una figura que había suscitado mi interés y que creía que podría ofrecer algo distinto a las pesanteces orientales Me refiero al místico y poeta Rumí, nacido, ni más ni menos, que en Afganistán allá por el siglo XIII.

La figura de Rumí disfruta de una cantidad considerable de lectores actuales en distintos puntos del globo no por ser meramente un devoto ejemplar de su religión sin por su carácter de heterodoxo y su bella producción literaria.

Como sabemos la mística es un modo particular y autónomo de vivir la religión que supuestamente es la nuestra. En las derivaciones de ese vivir los contenidos teológicos, podemos extremar las visiones que de la tal religión oficial se dan, llegando incluso a semejar que creamos o profesamos una religión distinta. La mística es una experiencia particular de la religión oficial que nos han impuesto o se ha decidido que es la que nos pertenece.

Todas esas derivaciones de la experiencia mística encuentran una expresión ejemplar  en la multiplicidad metafórica que nos ofrece la poesía. En Rumí, la borrachera o la ebriedad aluden simbólicamente al éxtasis místico, al encuentro placentero con las bondades del Amado, con la Divinidad. Es por ello que ningún modo más óptimo para describir y cantar las excelencias intimas del contacto divino que el verbo poético. La polisemia poética permite referir los detalles más finos y esquivos del gozo íntimo del alma así como filtrar y sublimar todas las oscuridades de sentido que eclosionan de ese contacto privado y absoluto.

Creo que el atractivo mundial de Rumí se basa en su afabilidad teórica, en su antirigorismo, en su casi me atrevería a decir, inespecificidad musulmana, es decir, en  distanciarse críticamente de la mera y formal práctica religiosa  como condición imposible de comprensión o aceptación de lo sagrado en uno mismo y en aconsejar, libre de todo concepto,  la ebriedad mística, lo que en este punto viene a recordarnos aquella consigna baudeleriana: Embriagaos, de vino, poesía, de pecado o de virtud, pero: embriagaos.

Indudablemente, en el caso de poesía y teniendo en cuenta que estos textos de Rumí tienen alrededor de 800 años, uno sospecha de lo demasiado bien que suenan algunos de los poemas aquí antologados, como por ejemplo, las consignas herméticas de Vacía el vaso de tu deseo, el pequeño laberinto polisémico que es Un mundo sin conceptos o la delicia que supone Una pujante rosa.

Francamente, no sé si los últimos arreglos y correcciones de las traducciones nos modernizan demasiado la imagen de Rumí o nos aproximan, por el contrario y precisamente, al talante del místico original. Esta duda también la permite la poesía como licencia final de sus mensajes.

De todos modos pervive la imagen de un Rumí como maestro que, evocando todas las bellezas reales de la vida, no abandona sus textos sagrados permitiendo a la vez al alumno toda la libertad posible en las cavilaciones conformativas de su espíritu.     

 



 

Hacía tiempo que dejé de seguir las novedades editoriales de Taschen. Durante mucho tiempo adquirí sus volúmenes sobre grandes pintores y grandes tendencias plásticas: expresionismo, impresionismo, etc...

A lo largo de dos décadas, desde mediados de los ochenta hasta principios del 2000, estuve al tanto de lo que aparecía y siempre valoré esta editorial, a través de sus diversas colecciones, como una de las editoriales de arte de referencia no solo en Europa sino mundialmente.

En los últimos años creía que la editorial ya había cubierto todo lo imaginable, incluidas las ultimísimas producciones en el ámbito de la era digital e internética y poco más le quedaba como misión sino reeditar antiguos volúmenes o recogerse en el mundo de la arquitectura. El otro día me encontré con este librico de impúdicos y sabrosos desnudos en La Casa del Libro y comprobé que se trataba de un libro reciente, y no de una antología más de ediciones veteranas.

Me resultó estimulante que Taschen volviese a la carga y con una temática tan extrema, al tiempo que esta nueva situación le obligan a uno a constatar más o menos cómo anda el mercado de la carne sublimada en  mercancía estética. Y se llega a una primera conclusión interesante: si el erotismo y sobre todo, la pornografía ya no pueden dar más de sí, son mundos, desde el punto de vista de lo representativo, bastante esquilmados, a la fotografía de desnudos, que no tiene por qué ser erótica, todavía le queda cierto peregrinaje en torno a la posibilidad de las formas. Los cuerpos se mueven, se deslizan por habitaciones o por avenidas, a lo largo de un bosque o debajo del agua, se muestran con descaro y gracia retorcida a la mirada o se invisibilizan en sombras o reflejos. Son los cuerpos de ninfas, de prostitutas, de musas errantes o de muchachas misteriosas perdiéndose en el laberinto urbano. Lo que demuestra este libro con esta selección de los fotógrafos actuales de desnudos más destacados de Europa y de América, es que hay artistas jóvenes y no tanto que siguen prefiriendo los juegos sensuales que nos ofrece la belleza desde la opción de cuerpos concretos antes que la elección de fórmulas o de abstracciones, teniendo en cuenta que el cuerpo en un estudio también puede rechazar todo signo codificado y convertirse en fulgor puro….      

lunes, 17 de octubre de 2022



PÁGINAS ESCOGIDAS

PETER ALTENBERG

 

Esto es lo que me encanta de la literatura: viajar por otros mundos a través del descubrimiento súbito de un autor cuya existencia desconocía totalmente.

Cuando empezaba a estar harto de tanto agacharme investigando y comprobando títulos y nombres a lo largo de las pululantes estanterías de un centro comercial, di con este escritor austríaco que me prometía precisamente lo que iba buscando: un espacio de ficción sugerente, bien lejos del presente insoportable, de la escandalosa actualidad.

Altenberg nace en Viena y fallece en la misma ciudad en 1919, viviendo uno de los períodos más suculentos de la cultura del momento.

En Altenberg todo es peculiar e incluso estrambótico: su propio personaje, su bohemia existencia en cafés nocturnos y su literatura: multitud de textos breves, a medio camino entre la estampa, el aforismo o la reseña autobiográfica. Altenberg se convierte con la elección del género breve en un curioso fotógrafo de su tiempo y conecta con el gusto literario actual de lo inmediato y el microrrelato. Ahí reside el chocante contacto que entre vidas y experiencias tan distantes en el tiempo establece Altenberg. Se le puede leer con atención sin que se disipe el encanto de su época que se revela en argumentos, tipos, situaciones y tempos.

Latamente, la literatura es una fenomenología sublimada de la vida. La multitud de textos breves que conforma el espacio literario de Altenberg es una suerte de somero reflejo de las más diversas historias y anécdotas que son, efectivamente y articulan el vivir. Y digo somero porque ahí reside la extrañeza de Altenberg ante los sucesos cotidianos, es decir, su literatura no pretende presentar fórmulas o idear fábulas con enseñanza final, sino que se limita a señalar, a esbozar, a fijarse, todo lo más, en la belleza, en los aspectos estéticos que nos ofrece el flujo de la vida. Es cierto que uno de esos aspectos o presencias de lo bello que él más aprecia es el atractivo de las mujeres, y aquí resulta curioso cómo la imagen de un autor o de un escritor puede verse afectada o desvirtuada según el tratamiento de la información que se nos oferta destaque con tendenciosidad determinadas cuestiones. Me explico brevemente: de la lectura de la notable introducción al autor que figura en este volumen, escrita tanto por Antoni Martí Monteverde como por Adan Kovacsis, deduzco el talante errante y poético de Altenberg;  mientras que las pocas páginas web que me hablan del escritor austríaco, refieren su inevitable pedofilia. Es cierto que Altenberg alude una y otra vez a la belleza de chicas jóvenes, a veces, preadolescentes, prácticamente niñas, pero confiesa abiertamente que esa belleza no es para él sino el sello de autenticidad de la inocencia moral. Las alusiones a la pedofilia las he encontrado en páginas escritas en alemán y quizá sólo serían aceptables como expresión del código de belleza femenina que entonces se aceptaba como típico, tal y como puede comprobarse en tantas postales de antes y de entreguerras. Recodemos a propósito lo acendrado, hasta lo insoportablemente cursi, de las novelas de un Remy de Gourmont al respecto.

Qué raro e insidioso se ha vuelto todo.    

Desconozco hasta qué punto podría tacharse a Altenberg de pedófilo, en todo caso, de pedófilo epocal-sentimental, digamos. Pero es un incordio no saber con qué imagen quedarse: con la de un autor perteneciente a un momento artístico y literario brillante en Europa y por lo tanto, indesligable de tal momento; o con la figura supuestamente mórbida que una interpretación elaborada cien años después, pretende juzgar y presentarme.

lunes, 10 de octubre de 2022

EXPOSICIÓN EN EL ALMUDÍ. LA HIPERFAMOSA SERIE BLANCA.





Si hay algo de lo que ha disfrutado el artista moderno es de libertad: libertad para escoger sus temas, libertad para la forma y el estilo de crearlos y representarlos, libertad para acogerse a cualquier tendencia y disciplina susceptible de combinarse en el seno multidinámico de las artes plásticas…

Y quizá esta libertad a tutiplén pueda provocar o propiciar cierto relax en el artista. En definitiva si la obra presenta cualquier tipo de signo susceptible de convertirse en acusador de una desgana o de una voluntaria disposición caótica y desvertebrada, se justificará a través de la consabida libertad para justificarlo.

Esta exposición de Miguel Fructuoso me ha sugerido este tipo de discusiones, pues teniendo en cuenta lo irreductible del estilo escogido, el nivel de seducción ha sido cortito, en mi caso, cuando visité este sábado la exposición.

Los macroesquematismos, el apunte representado en grandes dimensiones produce un viaje a la fascinación de la línea, a la pureza de la idea estética. No sé, pero en estos cuadros de Fructuoso, la sugerencia de tal viaje se queda en eso, en ensayo desabrido, en tanteo perezoso. Mira que es fácil que un dibujo infantil, un par de meras líneas, produzca fascinación geométrica y el viaje imaginativo: pensemos en Klee, en Miró…. Estas obras de Fructuoso son demasiado previsibles, explotan lo esquemático sin ese matiz que las torne mínimamente misteriosas. Recuerdan como los esqueletos de obras de Morandi, lo cual, quizás, ya sea algo. De todos modos, aquí la dimensión hermética de la línea en el espacio,  no va más allá del deja vu. Flojito, me parece este proyecto de Fructuoso, que encima con un descarado narcisismo titula la exposición como Mi más famosa serie en blanco. Demasiado blanco, diría yo y poca danza de la figura y la sugerencia.   

 

 







 

lunes, 3 de octubre de 2022

AMANECER PODRIDO




Si leyera los textos reunidos aquí sin saber quién los ha escrito, yo pensaría en algún autor surrealista, o en un escritor humorístico de raigambre expresionista de entre guerras. Podría pensar, por ejemplo,  en alguna fantasía de Ionesco, o bien en un Kafka, o en alguna humorada de Benjamin Peret, incluso.

Creo que hicieron bien sus autores reales en guardar en el cajón estas prosas teniendo en cuenta el nivel que alcanzaron tiempo después con sus obras genuinas, es decir, bien alejadas de la experimentación o de la mera estampa bizarra.

Benet y Santos ensayaron en estos textos motivos, ámbitos y personajes que luego utilizarían notablemente en sus novelas pero sin demorarse  en  la estricta proyección de lo grotesco. Porque absurdo se vuelve el mundo si sólo destacamos con deleite literario sus aspectos desmesurados, su pobreza, su recio localismo, su tornasolada miseria, su onirismo gris.

Independientemente de estas consideraciones inmediatas, si nos medio olvidamos de qué soberbias plumas proceden, estas chocantes y contundentes prosas se leen entretenidamente como literatura del absurdo o realismo expresionista, es decir, realismo delirante al fijarse sólo en el detalle bruto y crudo de la vida.  

  

UN PAR DE OBSERVACIONES ORTEGUIANAS

  Leyendo a Ortega y Gasset , me he encontrado con un par de pasajes que he convertido en motivos autopunitivos o que se me han revelado...