PÁGINAS ESCOGIDAS
PETER ALTENBERG
Esto
es lo que me encanta de la literatura: viajar por otros mundos a través del
descubrimiento súbito de un autor cuya existencia desconocía totalmente.
Cuando
empezaba a estar harto de tanto agacharme investigando y comprobando títulos y
nombres a lo largo de las pululantes estanterías de un centro comercial, di con
este escritor austríaco que me prometía precisamente lo que iba buscando: un
espacio de ficción sugerente, bien lejos del presente insoportable, de la
escandalosa actualidad.
Altenberg
nace en Viena y fallece en la misma ciudad en 1919, viviendo uno de los
períodos más suculentos de la cultura del momento.
En
Altenberg todo es peculiar e incluso estrambótico: su propio personaje, su
bohemia existencia en cafés nocturnos y su literatura: multitud de textos
breves, a medio camino entre la estampa, el aforismo o la reseña
autobiográfica. Altenberg se convierte con la elección del género breve en un
curioso fotógrafo de su tiempo y conecta con el gusto literario actual de lo
inmediato y el microrrelato. Ahí reside el chocante contacto que entre vidas y
experiencias tan distantes en el tiempo establece Altenberg. Se le puede leer
con atención sin que se disipe el encanto de su época que se revela en
argumentos, tipos, situaciones y tempos.
Latamente,
la literatura es una fenomenología sublimada de la vida. La multitud de textos
breves que conforma el espacio literario de Altenberg es una suerte de somero
reflejo de las más diversas historias y anécdotas que son, efectivamente y
articulan el vivir. Y digo somero porque ahí reside la extrañeza de Altenberg
ante los sucesos cotidianos, es decir, su literatura no pretende presentar fórmulas
o idear fábulas con enseñanza final, sino que se limita a señalar, a esbozar, a
fijarse, todo lo más, en la belleza, en los aspectos estéticos que nos ofrece
el flujo de la vida. Es cierto que uno de esos aspectos o presencias de lo
bello que él más aprecia es el atractivo de las mujeres, y aquí resulta curioso
cómo la imagen de un autor o de un escritor puede verse afectada o desvirtuada
según el tratamiento de la información que se nos oferta destaque con
tendenciosidad determinadas cuestiones. Me explico brevemente: de la lectura de
la notable introducción al autor que figura en este volumen, escrita tanto por Antoni Martí Monteverde como por Adan Kovacsis, deduzco el talante
errante y poético de Altenberg; mientras
que las pocas páginas web que me hablan del escritor austríaco, refieren su
inevitable pedofilia. Es cierto que Altenberg alude una y otra vez a la belleza
de chicas jóvenes, a veces, preadolescentes, prácticamente niñas, pero confiesa
abiertamente que esa belleza no es para él sino el sello de autenticidad de la
inocencia moral. Las alusiones a la pedofilia las he encontrado en páginas
escritas en alemán y quizá sólo serían aceptables como expresión del código de
belleza femenina que entonces se aceptaba como típico, tal y como puede
comprobarse en tantas postales de antes y de entreguerras. Recodemos a
propósito lo acendrado, hasta lo insoportablemente cursi, de las novelas de un Remy de Gourmont al respecto.
Qué
raro e insidioso se ha vuelto todo.
Desconozco hasta qué punto podría tacharse a Altenberg de pedófilo, en todo caso, de pedófilo epocal-sentimental, digamos. Pero es un incordio no saber con qué imagen quedarse: con la de un autor perteneciente a un momento artístico y literario brillante en Europa y por lo tanto, indesligable de tal momento; o con la figura supuestamente mórbida que una interpretación elaborada cien años después, pretende juzgar y presentarme.
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