jueves, 20 de octubre de 2022

EROS Y MÍSTICA


 

 

El mundo musulmanesco no es precisamente santo de mi devoción, pero hacía algún tiempo que iba detrás de una figura que había suscitado mi interés y que creía que podría ofrecer algo distinto a las pesanteces orientales Me refiero al místico y poeta Rumí, nacido, ni más ni menos, que en Afganistán allá por el siglo XIII.

La figura de Rumí disfruta de una cantidad considerable de lectores actuales en distintos puntos del globo no por ser meramente un devoto ejemplar de su religión sin por su carácter de heterodoxo y su bella producción literaria.

Como sabemos la mística es un modo particular y autónomo de vivir la religión que supuestamente es la nuestra. En las derivaciones de ese vivir los contenidos teológicos, podemos extremar las visiones que de la tal religión oficial se dan, llegando incluso a semejar que creamos o profesamos una religión distinta. La mística es una experiencia particular de la religión oficial que nos han impuesto o se ha decidido que es la que nos pertenece.

Todas esas derivaciones de la experiencia mística encuentran una expresión ejemplar  en la multiplicidad metafórica que nos ofrece la poesía. En Rumí, la borrachera o la ebriedad aluden simbólicamente al éxtasis místico, al encuentro placentero con las bondades del Amado, con la Divinidad. Es por ello que ningún modo más óptimo para describir y cantar las excelencias intimas del contacto divino que el verbo poético. La polisemia poética permite referir los detalles más finos y esquivos del gozo íntimo del alma así como filtrar y sublimar todas las oscuridades de sentido que eclosionan de ese contacto privado y absoluto.

Creo que el atractivo mundial de Rumí se basa en su afabilidad teórica, en su antirigorismo, en su casi me atrevería a decir, inespecificidad musulmana, es decir, en  distanciarse críticamente de la mera y formal práctica religiosa  como condición imposible de comprensión o aceptación de lo sagrado en uno mismo y en aconsejar, libre de todo concepto,  la ebriedad mística, lo que en este punto viene a recordarnos aquella consigna baudeleriana: Embriagaos, de vino, poesía, de pecado o de virtud, pero: embriagaos.

Indudablemente, en el caso de poesía y teniendo en cuenta que estos textos de Rumí tienen alrededor de 800 años, uno sospecha de lo demasiado bien que suenan algunos de los poemas aquí antologados, como por ejemplo, las consignas herméticas de Vacía el vaso de tu deseo, el pequeño laberinto polisémico que es Un mundo sin conceptos o la delicia que supone Una pujante rosa.

Francamente, no sé si los últimos arreglos y correcciones de las traducciones nos modernizan demasiado la imagen de Rumí o nos aproximan, por el contrario y precisamente, al talante del místico original. Esta duda también la permite la poesía como licencia final de sus mensajes.

De todos modos pervive la imagen de un Rumí como maestro que, evocando todas las bellezas reales de la vida, no abandona sus textos sagrados permitiendo a la vez al alumno toda la libertad posible en las cavilaciones conformativas de su espíritu.     

 



 

Hacía tiempo que dejé de seguir las novedades editoriales de Taschen. Durante mucho tiempo adquirí sus volúmenes sobre grandes pintores y grandes tendencias plásticas: expresionismo, impresionismo, etc...

A lo largo de dos décadas, desde mediados de los ochenta hasta principios del 2000, estuve al tanto de lo que aparecía y siempre valoré esta editorial, a través de sus diversas colecciones, como una de las editoriales de arte de referencia no solo en Europa sino mundialmente.

En los últimos años creía que la editorial ya había cubierto todo lo imaginable, incluidas las ultimísimas producciones en el ámbito de la era digital e internética y poco más le quedaba como misión sino reeditar antiguos volúmenes o recogerse en el mundo de la arquitectura. El otro día me encontré con este librico de impúdicos y sabrosos desnudos en La Casa del Libro y comprobé que se trataba de un libro reciente, y no de una antología más de ediciones veteranas.

Me resultó estimulante que Taschen volviese a la carga y con una temática tan extrema, al tiempo que esta nueva situación le obligan a uno a constatar más o menos cómo anda el mercado de la carne sublimada en  mercancía estética. Y se llega a una primera conclusión interesante: si el erotismo y sobre todo, la pornografía ya no pueden dar más de sí, son mundos, desde el punto de vista de lo representativo, bastante esquilmados, a la fotografía de desnudos, que no tiene por qué ser erótica, todavía le queda cierto peregrinaje en torno a la posibilidad de las formas. Los cuerpos se mueven, se deslizan por habitaciones o por avenidas, a lo largo de un bosque o debajo del agua, se muestran con descaro y gracia retorcida a la mirada o se invisibilizan en sombras o reflejos. Son los cuerpos de ninfas, de prostitutas, de musas errantes o de muchachas misteriosas perdiéndose en el laberinto urbano. Lo que demuestra este libro con esta selección de los fotógrafos actuales de desnudos más destacados de Europa y de América, es que hay artistas jóvenes y no tanto que siguen prefiriendo los juegos sensuales que nos ofrece la belleza desde la opción de cuerpos concretos antes que la elección de fórmulas o de abstracciones, teniendo en cuenta que el cuerpo en un estudio también puede rechazar todo signo codificado y convertirse en fulgor puro….      

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