El mundo
musulmanesco no es precisamente santo de mi devoción, pero hacía algún tiempo
que iba detrás de una figura que había suscitado mi interés y que creía que
podría ofrecer algo distinto a las pesanteces orientales Me refiero al místico
y poeta Rumí, nacido, ni más ni
menos, que en Afganistán allá por el siglo XIII.
La figura
de Rumí disfruta de una cantidad considerable de lectores actuales en distintos
puntos del globo no por ser meramente un devoto ejemplar de su religión sin por
su carácter de heterodoxo y su bella producción literaria.
Como
sabemos la mística es un modo particular y autónomo de vivir la religión que supuestamente
es la nuestra. En las derivaciones de ese vivir los contenidos teológicos,
podemos extremar las visiones que de la tal religión oficial se dan, llegando
incluso a semejar que creamos o profesamos una religión distinta. La mística es
una experiencia particular de la religión oficial que nos han impuesto o se ha
decidido que es la que nos pertenece.
Todas
esas derivaciones de la experiencia mística encuentran una expresión ejemplar en la multiplicidad metafórica que nos ofrece
la poesía. En Rumí, la borrachera o la ebriedad aluden simbólicamente al éxtasis
místico, al encuentro placentero con las bondades del Amado, con la Divinidad. Es
por ello que ningún modo más óptimo para describir y cantar las excelencias
intimas del contacto divino que el verbo poético. La polisemia poética permite referir
los detalles más finos y esquivos del gozo íntimo del alma así como filtrar y
sublimar todas las oscuridades de sentido que eclosionan de ese contacto
privado y absoluto.
Creo
que el atractivo mundial de Rumí se basa en su afabilidad teórica, en su antirigorismo,
en su casi me atrevería a decir, inespecificidad musulmana, es decir, en distanciarse críticamente de la mera y formal práctica
religiosa como condición imposible de
comprensión o aceptación de lo sagrado en uno mismo y en aconsejar, libre de
todo concepto, la ebriedad mística, lo
que en este punto viene a recordarnos aquella consigna baudeleriana: Embriagaos, de vino, poesía, de pecado o de virtud, pero:
embriagaos.
Indudablemente,
en el caso de poesía y teniendo en cuenta que estos textos de Rumí tienen
alrededor de 800 años, uno sospecha de lo demasiado bien que suenan algunos de
los poemas aquí antologados, como por ejemplo, las consignas herméticas de Vacía el vaso de tu deseo, el pequeño
laberinto polisémico que es Un mundo sin
conceptos o la delicia que supone Una
pujante rosa.
Francamente,
no sé si los últimos arreglos y correcciones de las traducciones nos modernizan
demasiado la imagen de Rumí o nos aproximan, por el contrario y precisamente, al
talante del místico original. Esta duda también la permite la poesía como
licencia final de sus mensajes.
De
todos modos pervive la imagen de un Rumí como maestro que, evocando todas las
bellezas reales de la vida, no abandona sus textos sagrados permitiendo a la
vez al alumno toda la libertad posible en las cavilaciones conformativas de su
espíritu.
Hacía
tiempo que dejé de seguir las novedades editoriales de Taschen. Durante mucho tiempo adquirí sus volúmenes sobre grandes
pintores y grandes tendencias plásticas: expresionismo, impresionismo, etc...
A lo
largo de dos décadas, desde mediados de los ochenta hasta principios del 2000,
estuve al tanto de lo que aparecía y siempre valoré esta editorial, a través de
sus diversas colecciones, como una de las editoriales de arte de referencia no
solo en Europa sino mundialmente.
En
los últimos años creía que la editorial ya había cubierto todo lo imaginable,
incluidas las ultimísimas producciones en el ámbito de la era digital e
internética y poco más le quedaba como misión sino reeditar antiguos volúmenes
o recogerse en el mundo de la arquitectura. El otro día me encontré con este
librico de impúdicos y sabrosos desnudos en La Casa del Libro y comprobé
que se trataba de un libro reciente, y no de una antología más de ediciones
veteranas.
Me resultó
estimulante que Taschen volviese a la carga y con una temática tan extrema, al
tiempo que esta nueva situación le obligan a uno a constatar más o menos cómo
anda el mercado de la carne sublimada en
mercancía estética. Y se llega a una primera conclusión interesante: si
el erotismo y sobre todo, la pornografía ya no pueden dar más de sí, son
mundos, desde el punto de vista de lo representativo, bastante esquilmados, a la
fotografía de desnudos, que no tiene por qué ser erótica, todavía le queda
cierto peregrinaje en torno a la posibilidad de las formas. Los cuerpos se
mueven, se deslizan por habitaciones o por avenidas, a lo largo de un bosque o
debajo del agua, se muestran con descaro y gracia retorcida a la mirada o se invisibilizan
en sombras o reflejos. Son los cuerpos de ninfas, de prostitutas, de musas
errantes o de muchachas misteriosas perdiéndose en el laberinto urbano. Lo que
demuestra este libro con esta selección de los fotógrafos actuales de desnudos
más destacados de Europa y de América, es que hay artistas jóvenes y no tanto
que siguen prefiriendo los juegos sensuales que nos ofrece la belleza desde la
opción de cuerpos concretos antes que la elección de fórmulas o de
abstracciones, teniendo en cuenta que el cuerpo en un estudio también puede
rechazar todo signo codificado y convertirse en fulgor puro….
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