CUADERNOS
LITERARIOS
Friederich
Schlegel
He
leído a Umberto Eco, a Roland Barthes, a Michel Foucault, a Yuri Lotman, a
Gadamer, ensayos múltiples de semiótica, hermenéutica y crítica literaria y al dar con
estos cuadernos literarios del pensador
Friederich Schlegel, que recogen un nutrido abanico de aforismos
escritos entre 1797 y 1800, me pasmo al constatar que todo estaba ya dicho y
bien dicho, de una manera contundente y
aguda por el autor alemán. Resulta sorprendente comprobar la capacidad
conceptual de las disquisiciones de Schlegel, la modernidad total de sus
consideraciones. Deleuze afirmó que la velocidad del pensamiento era infinita;
yo, ante un documento tan brillante como este, diría que también es infinito su
alcance. Forjador del término romanticismo,
nada menos, basta un ejemplo de este sandunguero muestrario de aforismos para
darnos cuenta de ese alcance al que me refiero.
La poesía moderna
busca la fantasía moderna absoluta o bien el placer absoluto, la mímica
absoluta (Shakespeare), el pathos absoluto, la forma absoluta. El entusiasmo absoluto,
el arte absoluto, la ciencia absoluta y, en definitiva, lo absoluto, lo
maravilloso absoluto.
En
este aforismo, en concreto el número 248, encontramos definidas las ambiciones
del simbolismo, del modernismo, del arte total de un Wagner o de un Scriabin, los sueños de un Rimbaud o las palabras de un Mallarmé
o de Breton, las pretensiones de todos los surrealismos, de todas las
vanguardias, de todo lo que hemos definido como arte moderno en su rompimiento
de barreras y géneros. En definitiva, la conversión del arte en una mística, en
el Gran Juego.
Llamando
a la poesía moderna poesía progresista,
Schlegel introduce un dinamismo total en el arte, dotándolo de objetivos tan indeterminados
como múltiples y de una previsible instrumentación experimental. No hay en su
perspectiva ninguna redundancia grotesca ni propensión conceptual a lo
meramente llamativo. Trascendidas o metamorfoseadas las formas clásicas, la
operatividad, la capacidad que se ofrece a la inventiva, al lenguaje, es tan
insospechada como desmesurada. El progresismo del que habla ubica al arte en
las dimensiones impredecibles y multidireccionales de la temporalidad. A partir
de ahí, la aventura de los motivos y empresas del arte es infinita.
HAIKÚS
Y KAKIS
Masaoka
Shiki
No
sería capaz de diferenciar distintos estilos de haikús, o de afirmar si tales
existen. Más bien me parece que todos son iguales, o mejor expresado, que todos
se derivan de la misma y primorosa observación de la realidad y del tiempo. La
cuestión es que leyendo la selección de esta edición de la obra de Shiki, me he
encontrado con el primer haikú que me ha provocado una carcajada y una
reflexión filosófica, al mismo tiempo.
Maldita
mosca.
Cuando
quiero matarla,
Ya no
se acerca.
Me he
imaginado una escena de cine cómico en pleno centro del formal siglo XIX
japonés, lo cual desmiente que tal época fuera tan formal, lo cual me lleva,
asimismo, a considerar que independientemente de las imágenes que la historia
nos ceda de las sociedades, la vivencia del tiempo es siempre la misma: la
experiencia libre e individual del presente y que las personas que vivieron en
el XIX , fuera este japonés o europeo, no vivían en el pasado, sino en el
presente, un presente, cierto es, que para
nosotros, es su presente,
consideración que vuelve a introducir elementos determinantes en la realidad
vivida por personas distantes de nosotros en el tiempo. Al menos, a la mosca le
importaba un pito estas observaciones y vivió, y voló, y molestó a los humanos
y a Masaoka Shiki, fuera de todo concepto cultural de las horas. Mardita mozca.