miércoles, 2 de junio de 2021



CUADERNOS LITERARIOS

Friederich Schlegel 

He leído a Umberto Eco, a Roland Barthes, a Michel Foucault, a Yuri Lotman, a Gadamer, ensayos múltiples de semiótica,  hermenéutica y crítica literaria y al dar con estos cuadernos literarios del pensador  Friederich Schlegel, que recogen un nutrido abanico de aforismos escritos entre 1797 y 1800, me pasmo al constatar que todo estaba ya dicho y bien dicho,  de una manera contundente y aguda por el autor alemán. Resulta sorprendente comprobar la capacidad conceptual de las disquisiciones de Schlegel, la modernidad total de sus consideraciones. Deleuze afirmó que la velocidad del pensamiento era infinita; yo, ante un documento tan brillante como este, diría que también es infinito su alcance. Forjador del término romanticismo, nada menos, basta un ejemplo de este sandunguero muestrario de aforismos para darnos cuenta de ese alcance al que me refiero.

La poesía moderna busca la fantasía moderna absoluta o bien el placer absoluto, la mímica absoluta (Shakespeare), el pathos absoluto, la forma absoluta. El entusiasmo absoluto, el arte absoluto, la ciencia absoluta y, en definitiva, lo absoluto, lo maravilloso absoluto.

En este aforismo, en concreto el número 248, encontramos definidas las ambiciones del simbolismo, del modernismo, del arte total de un Wagner o de un Scriabin,  los sueños de un Rimbaud o las palabras de un Mallarmé o de Breton, las pretensiones de todos los surrealismos, de todas las vanguardias, de todo lo que hemos definido como arte moderno en su rompimiento de barreras y géneros. En definitiva, la conversión del arte en una mística, en el Gran Juego.

Llamando a la poesía moderna poesía progresista, Schlegel introduce un dinamismo total en el arte, dotándolo de objetivos tan indeterminados como múltiples y de una previsible instrumentación experimental. No hay en su perspectiva ninguna redundancia grotesca ni propensión conceptual a lo meramente llamativo. Trascendidas o metamorfoseadas las formas clásicas, la operatividad, la capacidad que se ofrece a la inventiva, al lenguaje, es tan insospechada como desmesurada. El progresismo del que habla ubica al arte en las dimensiones impredecibles y multidireccionales de la temporalidad. A partir de ahí, la aventura de los motivos y empresas del arte es infinita.

 

 

HAIKÚS Y KAKIS

Masaoka Shiki


No sería capaz de diferenciar distintos estilos de haikús, o de afirmar si tales existen. Más bien me parece que todos son iguales, o mejor expresado, que todos se derivan de la misma y primorosa observación de la realidad y del tiempo. La cuestión es que leyendo la selección de esta edición de la obra de Shiki, me he encontrado con el primer haikú que me ha provocado una carcajada y una reflexión filosófica, al mismo tiempo.

 

Maldita mosca.

Cuando quiero matarla,

Ya no se acerca.

Me he imaginado una escena de cine cómico en pleno centro del formal siglo XIX japonés, lo cual desmiente que tal época fuera tan formal, lo cual me lleva, asimismo, a considerar que independientemente de las imágenes que la historia nos ceda de las sociedades, la vivencia del tiempo es siempre la misma: la experiencia libre e individual del presente y que las personas que vivieron en el XIX , fuera este japonés o europeo, no vivían en el pasado, sino en el presente, un presente, cierto es, que para nosotros, es su presente, consideración que vuelve a introducir elementos determinantes en la realidad vivida por personas distantes de nosotros en el tiempo. Al menos, a la mosca le importaba un pito estas observaciones y vivió, y voló, y molestó a los humanos y a Masaoka Shiki, fuera de todo concepto cultural de las horas. Mardita mozca.   

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