miércoles, 31 de mayo de 2017

DEBATES








Hoy, en radio, prensa y sobre todo, televisión, el debate es exclusivamente político. No hay debates para la delectación intelectual ni el parsimonioso disfrute de lecturas literarias. Nada de frivolidades. Lo especial de la tesitura actual exime toda demora singularista de esta especie. Padecemos una hemorragia de temas políticos. Quizá porque sólo hay acontecimientos políticos. O porque el acotamiento de la realidad está hecho por periodistas que atienden, exclusivamente, a los intereses de su mundo. Pero el hombre no consta solo de  dimensiones políticas y económicas. Desde luego que no estamos reclamando debates televisados sobre las ideas platónicas o las últimas derivas de la lingüística – aunque añoremos tal maravilla -, sino  un equilibrio de voces que se detengan más en los matices y trasciendan un poquito los balances sociológicos.
El análisis de grandes tertulianos que se mueven por radios y televisiones puede ser brillantemente ilustrativo, pero, repito, los periodistas producen un comentario que no sortea un límite, los periodistas hablan desde y de lo periódico, es decir, lo que aparece y desaparece continuamente. Por ello el comentario, la participación del profesor, del escritor, del filósofo debe aportarnos un tipo de examen que no dependa de la mera información, materia tediosa e infinitamente acumulable sobre la imagen de los fenómenos que se afantasma para renacer al día siguiente, y que añada la explicación de ese detalle que determina de un modo secreto las cosas y que nos ayudaría a realizar una comprensión más satisfactoria de las razones por las que ocurren las cosas a nuestro alrededor.

No trato de decir que los periodistas pertenezcan, mera y vulgarmente, a un mercado que demanda y paga noticias. Escucho con placer a analistas como Chema Crespo, Antonio Papell, Ángel Expósito o Fernando Jáuregui que circulan por programas como 24horas o El debate de los miércoles, ambos en la televisión pública. Estos periodistas, por ejemplo, exponen con audacia la cantidad de información de que disponen sobre los asuntos que se les ofrece opinar. Pero, lo repito, hay ocasiones en las que la noticia está relacionada con aspectos culturales y no políticos, en los que se echa de menos esa atención reveladora a los matices que un profesional de las humanidades, sea la historia o la filología, podría reflejar con más interés. Por ejemplo, en la polémica que hace alguna temporada hubo con el velo islámico, tan repleta de parcialidades e inconsecuencias, a nadie se le ocurrió pensar que ante la imposibilidad de rechazar la presión del entorno, las mujeres que deseaban quitarse el velo, no pudiendo desembarazarse del objeto, le cambiaron el significado al mismo, convirtiéndolo en un atavío de moda más y no en un elemento obligatorio de la vestimenta. Cualquier semiólogo podría haber añadido este detalle al debate para tranquilizar ánimos y explicar sutiles sublimaciones operadas en la intimidad por los que se encuentran en continua e injusta desventaja.

Fernando Sánchez Dragó, en su programa de televisión Libros con uasabi, tiene prohibido a sus invitados hablar de política. Hace muy bien, porque al final, ese convulsivo comentario infinito de la actualidad, lleno de urgencias   y trascendencias político-económicas también se pliega a un formalismo retórico, lo que lo convierte en discurso autónomo con respecto a lo que verdaderamente ocurre, o sea, en palabrería especializada manada de sí misma y que no remite, finalmente, sino a ese sí mismo.

 
 
 
 

martes, 30 de mayo de 2017

ESCOLIO II







LA CANTIDAD REÑIDA CON LA CALIDAD. EUROVISIÓN Y LA DECADENCIA.

La cantidad de países que tras la caída del muro de Berlín y la Unión Soviética se sumaron al festival de Eurovisión no trajo consigo ni más riqueza artística ni pluralidad musical a tal evento. Paradójicamente, antes, en los sesenta y setenta, cuando los países que acudían al concierto de Eurovisión eran la mitad de la mitad que ahora, Eurovisión sí que constituía un evento y emergían estrellas musicales internacionales de las citas anuales. A Eurovisión le ha ocurrido lo que a las cadenas de televisión: a mayor cantidad de cadenas, menor calidad de la oferta televisiva.

Eurovisión no tiene nada que ver con la riqueza folklórica y musical de Europa, sino que refleja la celebración uniformante de un estilo de canción ligera que es, a su vez, expresión de unas formas culturales predeterminadas por lo pop. Eurovisión está a años luz de las espléndidas músicas nacionales de cada uno de los países que conforman Europa. Las estupendas músicas de países como Hungría, Bulgaria, Ucrania o Rumanía pertenecen a otro universo, es decir, a Europa, y tienen poco que ver con el canon de vulgaridad perfumada e impersonal aborregamiento que identifica a Eurovisión. Habría que inventar un festival que verdaderamente premiase las nuevas creatividades que se dan en los distintos países de esta constelación única en el mundo llamada Europa, y que fuese verdadera expresión de lo que a nivel nacional se produce en todos estos lugares, tan distintos en sus registros sonoros como unidos en un mismo proyecto político. El que Europa ignore su propia riqueza cultural a través de la aceptación representativa de festivales como Eurovisión y el que este se haya convertido tras el delirio de cursilería en que ha degenerado con los últimos años, en mito gay, nada menos, confirman ese grado de decadencia que el mundo cultural estereotipado que nos rige, se permite.       

 




 

jueves, 25 de mayo de 2017

REGIONES DEVASTADAS. Guillermo Carnero


 
 
 

A veces la singularidad se expresa de un modo tan claro como sereno. Este es el primer libro que leo del poeta Guillermo Carnero. Sí, ha sido un poco tarde el que un poeta español importante haya devenido a mi biblioteca, pero la dimensión tiempo se relativiza cuando el placer, la simpatía o la luz se materializan con la lectura del texto en cuestión.

Si la poesía es una confesión del alma, al escribir poemas sobre tapias o grifos viejos, estoy describiendo en qué bizarros términos interpreto la naturaleza de lo que me rodea, retratándome a mí mismo, de paso, elevando una protesta o un canto… Digo esto porque el que Carnero haya elegido el mundo clásico grecolatino o bien el renacentista italiano como referentes de su idealidad – con la que está cayendo, que diría uno - me parece algo legítimo. El que la poesía se vincule siempre, de un modo u otro, al momento histórico que se vive, aunque, aparentemente, no hable de un modo inteligible del cortejo inmediato de sus apariencias y fenómenos, es algo suficientemente estudiado y sabido. Ignorar la época que se vive para dirigir el verbo poético al otro extremo de la historia es un modo de hablar de la época nativa.

Y a nadie le está reservado más óptimamente el derecho soberano al desprecio de la vulgaridad y la mezquindad que a la figura del poeta. En este último libro de poemas de Carnero que cierra el ciclo de los dos anteriores, asistimos a una misma eclosión: a la de la  belleza que persiste en la memoria no sin acusar el paso aniquilante del tiempo. Paradójicamente esas heridas del tiempo  configuran la imagen final de la belleza invocada, lo que de un modo tan clásico como delicadamente solemne viene a decir que la muerte forma parte de la definición integral de lo bello, de su curso y de sus materialización en objetos concretos: sean recuerdos de infancia, obras plásticas de grandes maestros o  amores ya finiquitados.

Y precisamente es también el tiempo lo que modifica valoraciones y aproximaciones. Ante un poemario como el presente, la crítica de hace unos años, la de los ochenta y noventa, nos hablaría de culturalismos, clasicismos o incluso esteticismos. Invocar tales conceptos tópicos hoy en día ya no funcionaría del mismo modo. Los signos han cambiado. Hace décadas el uso de estos términos habría más que insinuado un intención escapista y hasta formalista en los versos de Carnero; pero hoy, el supuesto culturalismo de Carnero significa otra cosa. No es mero refugio, es, directamente, casa. Hogar del alma que de este modo nos está confesando su historia sin pretensiones preciosistas. Es decir, que un poeta como Carnero que nos habla de Tiépolo, de Virgilio, de bustos romanos y criptas griegas, de atardeceres en jardines imperiales, no está siendo barrocamente elusivo sino todo lo contrario. Y ahí está el sincero signo que hay que interpretar. Si un poeta en su obra decide no decir una sola palabra sobre la revolución informática, el eterno retorno de las guerras sin fin o la insistente hambre y miseria de media humanidad, debemos interrogarnos por qué, sin pensar, desde luego, que el poeta se equivoque.

Defendemos nuestros pequeños tesoros porque en ellos se conserva el recuerdo vivo de lo mejor de nuestras vidas. Y yo creo que es el poeta quien preserva y afirma de la forma más apasionada esa riqueza. La elección de los motivos poéticos de Carnero lo singularizan meridianamente ante esos ruidos del entorno que unos pretenden que debieran ser el objetivo conjuratorio del arte poético. El conjuro lo hace Carnero a su modo. La razón de su repertorio es lo que se convertirá en motivo de análisis para el crítico y de placer sin preguntas para el lector.  
A mí me han gustado, especialmente, los poemas: "Libro primero de Los Reyes", "Ancianidad hermosa de Rodin" y "Diana y ninfas. Por Domeniquino".     




viernes, 19 de mayo de 2017

CATÁLOGO DE COSAS



 

Un ciclista
 
 
 

Una nube
 
 
 
 


Un pingüino
 
 
 
 
Un váter




 
Un círculo de luz
 
 
 
 
 

Una pelota en el agua

 
 
 
 
 
Una pintada callejera
 
 
  
 
 
Una vaca curiosa



 

Un poeta




Un oso naranja






Un crepúsculo





Una luna
 
 
 

Un luna bailando flamenco
 
 
 



Un reclamo publicitario y  una sabia indiferencia




Una escritura invertida




Un pirata de pega





Una perspectiva






Un cochazo




Un negr.., Un africano.






Un drapeado





Una conspiración en el trastero





Una pintada en los aseos del Corte Inglés





Una claraboya





Un buda budista





Una mora (roja) de la morería

 



Un reflejo en el cristal





Una esfera de cromo.





Un carrito de la compra






¿Un......?


 
Un lector solitario


 
Una máscara




Un dibujo fluorescente



 

jueves, 18 de mayo de 2017

ESCOLIO I






RIMBAUD Y LAS APARICIONES DE GARABANDAL

La peregrinación al absoluto lleva a Rimbaud a traficar con armas en lugares remotos e ingratos de África tras abandonar la escritura. Las niñas que ven a la Virgen en Garabandal, llevan después, de adultas, una vida normal y corriente, ortodoxamente cristiana pero insustancial si la comparamos con lo que experimentaron tiempo atrás. Después de la explosión de su obra poética, Rimbaud se sume en el silencio. O ya no es posible para él volver a escribir poesía o simplemente no le interesa. Se traicionaría a sí mismo si intentara escribir después de lo que ha confesado o visto (“Quiero ser poeta y trabajo para hacerme vidente"). Las niñas de Garabandal, tras las visiones y los éxtasis, se integran en “la normalidad”, la mayoría se va al extranjero y se casan. Lo más importante y extraordinario de sus vidas será aquello que les sucedió y que no volverá a repetirse. Muchos años después de “aquello” a una de las protagonistas de las apariciones, se le pregunta en una entrevista si le gustaría volver a ver a la Virgen. La entrevistada sonríe y responde con melancólica incredulidad: ¿ahora? Aunque no llegue a enunciarlo, el adjetivo "imposible" es obvio. De Rimbaud a las niñas de Garabandal hay unas cuantas diferencias pero el efecto es semejante. Después del contacto con lo insólito o desmesurado, no es posible ni superarlo ni repetirlo. La niñez y la juventud como esos espacios vírgenes en donde es posible el acontecimiento, el misterio.





martes, 16 de mayo de 2017

CERÁMICAS IBÉRICAS, VANGUARDIAS ARTÍSTICAS Y ARQUETIPOS


 
 

En los vasos íberos una multitud de personajes y elementos decorativos evolucionan a través de la estela que configuran con su propio fluir. La sucesión de una figura tras otra, ineludiblemente, hace recordar el orden de un film: fotograma tras fotograma se constituye a una velocidad regular la articulación de la película o las horas y los días de que se constituye la vida de un alma. En el vaso ibero el guión de la “película” es mostrar actividades varias como la caza, los ritos sagrados o la danza.

A través de la sucesión lineal, es decir, de una figura significativa tras otra semejante, sea soldado o sacerdote,  el desfile expone la centralidad de estos personajes y su importancia en la vida social. Tales representaciones van acompañadas de una profusa y dinámica serie de signos y motivos. En más o menos orden, las figuras se deslizan, es decir, se suceden. En algún vaso este orden no es tan visible y el número de motivos y símbolos que escoltan el paso de guerreros y sacerdotes es tan florido que la sucesión se ha estancado, convirtiéndose en mera convocatoria de imágenes, en jolgorio de formas secundarias centelleando en torno a los personajes cruciales. Este carácter aglomerativo de signos y representaciones me ha hecho recordar el “orden” explosivo-configurativo de varias obras de Joan Miró.

 
 
 






























Cuando las imágenes no se suceden una tras otra, como lo harían las notas musicales de una composición  o las secuencias de una película, aunque esta última ostente composiciones ocasionales en escenas de una alta significación iconográfica para el propio film, sino que tienden a apiñarse globularmente, o tienden a colocarse por mera acumulación  y número, una al lado de la otra, encima, detrás o debajo, diluyendo referencias espaciales previsibles, las imágenes constituyen algo así como una asamblea en la que más que contarse algo, se expusiera como elemento significativo el número y la presencia de los protagonistas del evento estético al que pertenecen y constituyen. La intención narrativa se sustituye con la exhibición del utillaje del que dispone el artista.

El motivo de las espirales, la aparición de esvásticas, destacan el brío alucinógeno,  la energía que atraviesan esta representaciones y que el artista quiere hacer aparece en la estela fluyente de la cerámica para conjurar las fuerza que mueven al universo.

Curiosamente el esquematismo mironiano coincide con la síntesis de motivos florales evolucionando por bordes, márgenes y centros desplazables en la pintura ibérica. Este carácter ideogramático constata la atmósfera de la que ambas representaciones surgen o comulgan: lo onírico.

Ahora bien, sólo a partir del balbuceo gótico y la aparición del romanticismo, lo onírico se convierte tanto en objeto estético como en  inspiración exclusiva. El ceramista íbero que crea una abigarrada escena de caza o de danza sagrada cubriendo la casi totalidad del espacio disponible de formas e incluso grafías, hace una obra onírica sin militar en ningún onirismo. El pintor moderno que crea una poderosa obra de sabor arcaico, invoca una memoria común, anulando la significatividad de la sucesión de los tiempos. Lo antiguo y lo moderno convergen en el seno del arquetipo. Creo que el artista moderno más representativo a este respecto es Picasso. Se dice que las primeras obras con que impactó en París tenían como secreta fuente de inspiración unos ídolos africanos. Personalmente yo relaciono el arte de Picasso con la antigüedad grecolatina, y de un modo especial con el arte íbero y mediterráneo del que sería una reencarnación nada banal, como ya lo destacase Jung en un ensayo a propósito de las nuevas formas que adoptan los arquetipos. Las geometrizaciones y perfiles picassianos estarían obedeciendo a las fuerzas de un espíritu anterior a las teorías de Aristóteles.   

 


 

VIDEO DE MIGUEL HERNÁNDEZ

  Algo tarde me he enterado de la insólita noticia de la existencia de un video en el que aparece el poeta Miguel Hernández . El hecho lo ...