RIMBAUD Y LAS APARICIONES DE GARABANDAL
La peregrinación al absoluto
lleva a Rimbaud a traficar con armas en lugares remotos e ingratos de África
tras abandonar la escritura. Las niñas que ven a la Virgen en Garabandal,
llevan después, de adultas, una vida normal y corriente, ortodoxamente
cristiana pero insustancial si la comparamos con lo que experimentaron tiempo
atrás. Después de la explosión de su obra poética, Rimbaud se sume en el
silencio. O ya no es posible para él volver a escribir poesía o simplemente no
le interesa. Se traicionaría a sí mismo si intentara escribir después de lo que
ha confesado o visto (“Quiero ser
poeta y trabajo para hacerme vidente"). Las niñas de Garabandal, tras las
visiones y los éxtasis, se integran en “la normalidad”, la mayoría se va al
extranjero y se casan. Lo más importante y extraordinario de sus vidas será
aquello que les sucedió y que no volverá a repetirse. Muchos años después de “aquello”
a una de las protagonistas de las apariciones, se le pregunta en una entrevista
si le gustaría volver a ver a la Virgen. La entrevistada sonríe y responde con
melancólica incredulidad: ¿ahora? Aunque no llegue a enunciarlo, el adjetivo "imposible" es obvio. De Rimbaud a las niñas de Garabandal hay unas
cuantas diferencias pero el efecto es semejante. Después del contacto con lo insólito
o desmesurado, no es posible ni superarlo ni repetirlo. La niñez y la juventud
como esos espacios vírgenes en donde es posible el acontecimiento, el misterio.
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