MIGUEL HERNÁNDEZ Y ORIHUELA: EL CONTENIDO TIENE MUCHO Y POCO QUE VER CON EL CONTINENTE
Decía el otro día Eutimio Martín en el programa Las noches blancas de Telemadrid, presentado por el inefable Fernando Sánchez Dragó que era normal que en el libro que ha escrito, especulase sobre la insatisfacción sexual de Miguel Hernández porque claro, allá, o sea, aquí, en un pueblo como Orihuela, el asunto de liberar el instinto más vital parece que era algo complicado (por lo recatado y mojigato de la población femenina disponible, sugerían sus puntos suspensivos).
En otra ocasión, hace unos años, la presidenta de la asociación de traductores literarios de España, de nombre Teresa pero de cuyo apellido no me acuerdo, invitada por Joaquín Garrigós, visitaba Orihuela y, sorprendida por lo agradable que le resultó la ciudad, y andando a mi lado, me soltó a bocajarro: "Creía que Orihuela era un pueblo de mala muerte".
La cuestión es que la forma en que se incide de modo automático en tópicos y simplificaciones a propósito de Miguel Hernández, de Orihuela, del presunto carácter de sus gentes, costumbres, etcétera, fomenta en el imaginario un estatismo, la sensación de que los periféricos vivamos todavía como años a. Los capitalinos, cuando hablan de Orihuela, lo hacen como si fuera un pueblo remoto.
Pero hay contrapartidas.
Recuerdo, a través de los recuerdos de mi madre, lo que mi abuelo, exportador de frutas, y pariente no lejano de la madre de los Sijé, decía de la gente de Madrid, una vez que viajó allí (hay que remontarse a principios de los cuarenta): "Concha - le decía a mi abuela - estos de Madrid parecen tontos. Si te paras y miras para arriba, se te juntan un montón y hacen lo mismo para ver qué es lo que estás viendo".
Ni el pánico sexual de las oriolanas, ni el aborregamiento de los urbanitas madrileños constituyen canon alguno, pero sirven, en el molde del estereotipo, como ilustraciones , una del carácter provinciano, y otra, de la alienación de la gran ciudad.
No he leído el libro de Eutimio Martín sobre Miguel Hernández ni creo que lo haga a no ser que alguien me lo preste o me lo regale, pero ya ha levantado la polémica que, al parecer, iba buscando, a la vez que hacer negocio. Blanca Andreu, en su blog, critica la perspectiva chascarrillera y poco digna, en tanto que falsa, que se nos da del poeta, y en el programa, televisivo, el eximio Eutimio, se rebelaba contra esa imagen idílica del poeta y Josefina como esposos castos y ejemplares. Y yo me rebelo contra la entidad abstracta de los números negativos, ¿no te fastidia? Resulta hastiante esta manía por desmontar tópicos y destruir leyendas. Si al hacerlo descubrieran algo interesante, digno de figurar en bibliografías de referencia.... No sé si el libro de Eutimio Martín es bueno o malo, pero si uno de los temas centrales de la biografía de un poeta va a consistir cómo y con quién satisfizo sus deseos eróticos, eso acabará diciéndome más de las obsesiones del biógrafo que del biografiado. A veces pienso que cierta generación de críticos españoles carecen, paradójicamente, de una conciencia científica de la complejidad del concepto de "texto". El que determinada obra literaria fuera escrita por estar el autor aquejado, por ejemplo, de una pulmonía, es un dato tan a tener en cuenta como no pertinente a la hora de estudiar la ficción, la significación estética en tanto tal. Pero aquí hay un signo. Nos interesa tanto o más el anecdotario, la novela de la vida del poeta que su obra poética. También es cierto que dividir ambas cosas puede resultar artificial, incluso erróneo, deben marchar paralelas en la investigación. Pero esforcémonos para que el estudio historiográfico esté a la altura del estilístico y literario.