martes, 28 de julio de 2020




MARY SHELLEY. Crónica de un viaje de seis semanas.

La creadora de Frankestein, se fuga con apenas 16 años con su amante y futuro marido, el poeta Percy Shelley, del hogar paterno y del país, Inglaterra, para viajar por Alemania, Francia y  Suiza. Las consecuencias de tal reacción romántica, las incidencias de tal viaje, son narradas en estas notas, diarios y cartas que la escritora llevó a cabo mientras ejecutaba el viaje. Yo dividiría los motivos que Mary Shelley refleja en estos textos en dos grandes apartados: por un lado, la descripción entusiasta del paisaje,  lo que para la autora supone el descubrimiento de las grandes alturas y extensiones nevadas, y por otro, el encuentro con el factor humano, directamente: taberneros, vendedores y gentes de los pueblos. La naturaleza en sus dos caras: la animal y vegetal, y frente a esta, o camuflada entre ella, la social y humana.
Para la delicada señorita inglesa, la mayoría de los personajes y gentes con las que se encuentran en su apretado periplo son unos patanes y unos aprovechados de las necesidades ajenas, (en este aspecto, Mary Shelley hace un par de observaciones de carácter nacionalista que han estado a punto de dar al traste con la imagen que tenía yo de esta escritora), mientras que la naturaleza- en su concepto tradicional -  ha supuesto, normalmente, una fuente de gratas y sorpresivas impresiones: bosques, ríos, glaciares, tardes fastuosas…
Leyendo estas notas, nos hacemos idea de lo complicado que era viajar hace un par de siglos y del esfuerzo que era necesario hacer para atravesar según qué lugares. Como no viajan apenas por ciudades, el paisaje natural es el telón de fondo continuo de las escapadas también continuas de los amantes: unas veces aburre por su monotonía, y otras, impresiona por su majestuosidad y rareza. Antes que las expediciones al Montblanc, o los peligros sufridos al surcar los ríos, son las cenas o meriendas al borde de algún lago, lo que se queda en mi recuerdo como imagen ensoñadora de esta búsqueda de aventuras y libertad de nuestros dos literatos.   

miércoles, 22 de julio de 2020






SÓLO NOS COMPETE LA VIDA.

Es cierto, la muerte nos engaña con el pavor de lo evidente, pero, como decía Wittgenstein,  la muerte no es pensable, no constituye un acontecimiento de la vida.
Mi padre nos abandonó este lunes. A propósito de las palabras del filósofo austríaco, qué tiene que ver la historia sentimental, profesional, doliente o victoriosa de su vida  con sus restos materiales.
Lo que nos desconcierta y horroriza es que la persona desaparezca en un súbito proceso físico, que quede convertida en aquello que decía Borges en un cuento, una “reliquia atroz”.

Recuerdo que un día estábamos en la playa. Yo era muy pequeño, y sentado bajo la sombrilla, jugaba con la arena. De pronto, mi padre se levantó y se precipitó sobre las aguas. Comenzó a nadar y se introdujo tan adentro del mar, que casi le perdí de vista. Verlo tan lejos de la orilla, haber alcanzado tal distancia, me impresionó. Ahora, papá ha emprendido otro viaje y a semejanza del que hizo en el mar, en esta ocasión ese viaje es al infinito. Y el trayecto de ese viaje nos es inimaginable, a no ser que evoquemos los mejores momentos y aptitudes de la persona ausente.
Y aquí estamos, papá, en esta confusa y ardiente tierra, y algún día emprenderemos nosotros también ese viaje dispuestos a convertirnos en estrellas futuras en tu compañía.


 Epitafios probables para papá, sorteando, más o menos, las formalidades del género.:


Ahora estás fuera del tiempo,
pero persistes en la dulzura del recuerdo.


La muerte es una infame impostura.
Retornarás, retornaremos.


Qué suposición la muerte.
Sólo nos compete la vida.


Ignoro si he muerto.
La luz me lleva.


La evidencia es grosera.
Soñadme feliz
para que pueda volver.


miércoles, 15 de julio de 2020

FRECUENTANDO A SIJÉ.



RECONOCIMIENTOS Y “POSTUMECES”

A propósito de la colocación del busto en homenaje a Gabriel Miró en la glorieta de la ciudad de Orihuela, Sijé escribe un artículo sobre las razones de tales tributos, la  justicia y  la memoria.
Personalmente, Gabriel Miró siempre me ha parecido un personaje misterioso. Esa cadencia lenta y como etérea de su persona,  la suntuosidad de su escritura unida a esa suerte de ingravidez que resguarda, que absorbe su imagen hacia las estancias blandas del tiempo, son aspectos que describen su fenomenología huidiza, pese a todos los clichés en liza.
Sijé parece hacerse eco de estas particularidades y bellamente escribe: (Miró) aparece y se esfuma – como la estrella en la noche, como la nube en la tarde – en el horizonte sentimental levantino.
Miró es casi un personaje de leyenda, por ello a nuestra evocación responde de este modo tan sugerente. Sijé concluye, soberbiamente: Gabriel Miró es una conciencia estética: cielo y tierra, llanura y accidente, paisaje y paisanaje.
Pero el misterio no se limita a la configuración de personalidades densas y elusivas como la de Miró: el tiempo pasa y será el homenajeador quien se ponga en el punto de mira de otras exigencias y reclamaciones: ¿No se merecerá el propio Sijé un recuerdo del mismo tipo? Es cierto que Sijé y su hermano, Gabriel, tienen sendas calles en la ciudad de Orihuela, pero no sé hasta qué punto una personalidad tan sorpresiva en lo intelectual y ligada tan emotivamente a la figura del poeta, Miguel Hernández, no se merece, quizá,  algo más. Las circunstancias nos lo arrebataron pronto, pero esa precocidad que tanto define la calidad de la obra de Sijé, es precisamente, lo que le presta toda su singularidad en la historia del pensamiento y la crítica literaria española contemporánea. Recordar a Sijé es invocar una memoria literaria crítica y apasionada.     






EL ESPANTO DEL CONOCIMIENTO

En su artículo Defensa de la sencillez, Sijé observa que el desasosiego cognoscitivo del hombre, su asunción de disciplinas y saberes, ya representan un pecado contra la harmonía del origen preadánico. Nada más contrario al disfrute del edén que el acopiamiento de textos, de sistemas y teorías. La vida que se vive con naturalidad y felicidad se traba ante la urgencia  conceptual. Escribe: saber es condenarse… Y el que inventó el fuego, el número, la memoria, el artificio, en suma, encadenado está porque supo y enseñó, porque rompió los velos de sencillez y pureza.
Sin saberlo, Sijé hacía estas apreciaciones coincidiendo con Rilke, quien en los Sonetos a Orfeo, escribía: El hombre es abrupto porque quiere conocer.
El gran pecado del hombre es, precisamente, abandonar su inocencia originaria para saber en qué consiste el universo, querer conocer. La gran aventura intelectiva que se abre con esta inquietud nunca podrá cerrarse en los términos de la inmanencia y de la historia, humanas. El factor cuantitativo de la historia supone una acumulación informativa sin fin e inabordable. La circunscripción inmanente de la experiencia supondrá insatisfacciones a quienes no vean saciadas sus esperanzas en lo que la vida circunstancial ofrezca. Curiosa y paradójicamente, “la sencillez y pureza” son reclamadas por Sijé, un escritor productivo y un temperamento barroco cuya mayor alegría fueron, sin duda, las palabras y la literatura: expresiones artificiales de la inteligencia. Aunque, precisamente, quien maneje con maestría las palabras y la escritura, conoce bien cómo se multiplican los abismos que reclaman meditaciones y narrativas específicas.


lunes, 13 de julio de 2020

NOTAS DE CAMPO (MAGNÉTICO)






Lo común se articula a través de lo humano, pero cada persona tiene un rostro diferente.


La palabra define; los sonidos musicales merodean, pululan. La palabra apunta, descubre, identifica; la música evoluciona, “comenta” sin palabras, festeja más allá o más acá de las conceptuaciones.



En un famoso ensayo, Juan Benet descreía que la semiótica pudiera ser capaz de analizar el flujo de signos que es en sí la realidad: continuum espacio-temporal virtualmente infinito. Escuchando los discursos de los políticos, especialmente los de los últimos tiempos, tengo la impresión de que presumen o creen definir en sus intervenciones toda la variedad de la fenomenología social gracias, meramente, a la ideación de los más novedosos constructos: heteropatriarcado, cuestiones de género, la nueva normalidad, etcétera. Es cierto que lo sorpresivo del lenguaje es su creatividad, su tendencia al neologismo, su capacidad de definición jerárquica de la realidad. Pero, también es cierto que tras un rato de  escuchar a los políticos, se me hace muy difícil la semejanza o incluso la relación entre el batallón de palabras que no cesa de emitirse y la variedad de la vida, ajena a toda compartimentación lingüística, política, o policial. A pesar de que el lenguaje siga siendo la gran herramienta humana, es inviable que este pretenda someter a la realidad hasta el punto de sustituirla: más bien debiera ser a la inversa, que la realidad sirva de inspiración al lenguaje, no al revés. Cuando esto último sucede, la teoría desplaza a los sujetos y los conceptos se ponen en lugar de los cuerpos. Entonces es cuando se produce el desastre, la pérdida del horizonte humano en el debate social. Partidos políticos como Podemos están ganados por la teoría pura.    







Los gif. Un amigo hace una interpretación neurótica de los gif: ve en esas imágenes que no cesan de producirse en una secuencia concreta, el mecanismo de ciertos pensamientos obsesivos. O sea, que los gif reflejarían un desgaste psíquico del hombre moderno, acostumbrado al ataque diario de estímulos de toda índole. Yo veo en la naturaleza de estos engendros informáticos el reflejo del dinamismo de nuestra era cultural. No supondrían ningún desgaste dirigido contra la persona sino el incansable ritmo de todas las grandes producciones artísticas, dependientes de ciertas técnicas. Y de esta acumulación de imágenes variopintas que se repiten de modo delirante se desprende cierta melancolía: la del presente, camuflado bajo su omnipotente producción de imágenes, la de la vejez del tiempo, la de  nuestra brillante y pululante  modernidad.


Dice Colinas en su libro Memorias del estanque, que la expresión oriental “que la ola fluya”, denota una sensación de infinito más humana que la asunción cristiana del “hágase tu voluntad”. No sé. Desde luego, esa voluntad en cuanto perteneciente a la divinidad ya me resulta ajena y remota, no puedo reconocerla sino en signos muy concretos de los períodos de una vida. Pero a mí, el pensamiento oriental me sume en una nada, exenta de todo detalle y textura, el cálido – para los orientales – y famoso vacío que más bien hace pensar en limbos opiáceos antes que en una ideación comprometida del paraíso. Tanto una cosa como la otra me parecen expresiones escapistas, al fin y al cabo, solo inteligibles en cuanto, paradójicamente, se invoca nada más y nada menos que a la divinidad, la abstracción imposible de imaginar por antonomasia, a no ser que  recurramos a la naturaleza y al prójimo como testigos de comunicaciones, de experiencias sensibles.  



Paseando algunas tardes de primavera, por el centro de Orihuela, cuando las calles están llenas de niños jugando, el calor fuerte todavía no nos incomoda y hay esa luminosidad que lo inunda todo, y un fulgor tranquilo vivifica los colores de los trajes de la gente que pasa por el puente nuevo, irrigando de azul los cielos que se elevan y todo parece un solo flujo de vida, me ha parecido que esto era un momento, una primicia del paraíso. Y es en estos instantes, cuando la vida muestra tal generosidad cuando pienso en el error del pensamiento místico que se empeña en buscar silencios y retiros, precisamente, extraños a la vida, a la vida que estoy observando feliz. Paseando a través de esta luz, también soy capaz de abstraerme, de recogerme, de disfrutar del silencio contemplativo: el que interiormente sucede ante esta exhibición de riqueza y movimiento.   


Se hace difícil acariciar a un insecto. Si lo intentas con una mariposa, le destrozas las alas.


Esta tarde, 10 de Julio, he experimentado con contundencia por primera vez en esta temporada el afantasmamiento de la siesta veraniega. He puesto el ordenador para buscar música y cuando la he estado escuchando, el recogimiento producido por la escucha ha potenciado todavía más la diferencia entre el adentro sombrío y fresco de la habitación y el afuera de la calle, sepultado por la luz y el fuego de la tarde. La división entre ambos mundos ha sido tan intensa, tan lejos, de pronto, me he sentido de la vida a plena luz, que una lágrima ha querido asomarse por mi ojo.




Escucho piezas para flauta sola de Charles Koechlin. A este autor lo descubrí hace unos años y este hecho confirma que la sorpresa, que la esperanza tiene visos de cumplirse cuando uno se abandona propiciamente, al azar. Cuando crees conocer todos los nombres importantes del arte, cuando te limitas a la música de un autor cuya escucha excluye otras distintas, surge lo que no conocías pero que quizás imaginabas. La producción notable de Koechlin lo convierte de pronto, para mí, en un pequeño continente musical. La calidad monótonamente alta de sus obras, les presta una unidad sensorial siempre satisfactoria. Sin ser original ni un genio, Koechlin enhebra una impresión general de placer estético, urdido dentro de unos límites que son los que le presta riqueza continua. Escucho la desolación luminosa de sus piezas para flauta y visito un mundo penumbroso y  sacral de ninfas, dioses, templetes y estanques simbolistas, diluyéndome en esas atmósferas remotas.  




Hay un momento en la aventura surrealista que justificaría por sí mismo empresas y presunciones, aspiraciones  e incluso dogmáticas. Ese momento es precisamente el no nombrado, el no encasillado, el puramente vivido, el instante en que podía comprobarse con todo el arrobo y entusiasmo que la pretensión surrealista de hacer converger libertad, imaginación, amor y poesía en la vida del sujeto, era posible, cuando la “locura” sincronizada no producía sino más intensidad y placer, la confirmación de la soberanía personal en el juego vertiginoso de la vida.   



Estas son las cosas que de la clase intelectual me entusiasman y cuyo atrevimiento hay que reivindicar, haciéndome, por otro lado, la figura de Michel Foucault, particularmente simpática. En el año 1975, el profesor universitario Simeon Wade invita a Michel Foucault a una sesión de toma de LSD. Foucault viaja de Francia a Estados Unidos, donde se reúne con su colega y otras personas en el Valle de la Muerte. Allí tendrá lugar la sesión, que durará varios días. Foucault aporta a la sesión grabaciones con música de Strauss, Chopin, Stockhausen. El resultado del encuentro alucinógeno no pudo ser más fascinador e inspirador. Al parecer, Foucault aseguraba al profesor Wade, que había sido la mayor experiencia de su vida. Cuando le quedaban pocos años para morir, el atrevimiento de Foucault le arrojaba a caminos de insólitas expectativas cuyo resultado intelectual quizá hubiéramos visto si no hubiera fallecido bajo una cifra orwelliana tan fatídica (1984). Pero nada de esta aventura con las drogas fue extraña a las querencias del filósofo, al contrario, obedeció a su voluntad de experimentar y sobre todo a su entusiasmo por la vida.    

jueves, 9 de julio de 2020





OBRA PIANÍSTICA DE ERIK SATIE.
LA LENTITUD PROPICIA DE REINBERT DE LEEUW

Reinbert de Leeuw toca lento, a veces desesperadamente lento. Sin embargo, ante la obra pianística de Satie, esta lentitud no supone un desastre, sino todo lo contrario: el pianista holandés exhibe su lentitud como toda una demostración maestra de profesionalidad. Con la obra de un Prokofiev, un Hindemith o un Bartok es absurdo proponerse interpretar lento: desfiguraríamos la pieza, estaríamos tocando la obra de un autor desconocido. También, es cierto, con algunas obras de piano de Satie, la lentitud afecta a la identidad de dichas obra. Por ejemplo, las zarabandas, según las toquemos lento o rápido, estaremos creando obras distintas de una misma partitura. Lo bueno de Satie, de todos modos, es que la lentitud añade magia a la mayoría de sus piezas, siendo menor el porcentaje que exige, de modo ineludible, que se ejecute dinámicamente. Me refiero a sus miniaturas pianísticas, no a sus obras orquestales. Vuelvo sobre las zarabandas: la frase alargada, buscando casi convertir la música en eco de sí misma, produce en la audición de estas piezas un efecto de hipnosis, de arrobo semejante al éxtasis místico, al abandono de sí en la meditación.
En las Gnosianas y en Ojivas, el tempo de De Leeuw es admisible y emotivo. Sólo en las famosas Gymnopedias, tal tempo atrasa el efecto- y el afecto – que se desprende de ellas, notándose demasiado la impronta del pianista.
Cuando más magistral sea la interpretación de una obra musical menos hablaremos del intérprete. En este caso, solo puntualmente, debido a la larga duración que implica la recepción de los dos discos, se le podría poner peros.
Con respecto a Satie, decir que a pesar de su popularidad, del estereotipo de excentricidad que nos hemos hecho sobre su figura, de lo conocidas que son algunas de sus composiciones, su música aún espera una glosa igual de suculenta. Cosa que no es fácil, pues la música, como los sueños, no puede traducirse a otro lenguaje.    


martes, 7 de julio de 2020

FRECUENTANDO A SIJÉ






ADMONICIONES DE LA ESCRITURA

Cada época posee sus repertorios literarios y simbólicos. El escritor que tenga imaginación y una elemental maestría literaria, puede sellar instantes para la memoria, sean estos de la naturaleza que sean: históricos, discusivos, emotivos... El catálogo de Sijé es lo suficientemente preciso y evidente, a pesar de su precocidad,  para volverse entrañable en la evocación de un mundo que, en parte, ya es irrepetible.

En el Diario de Alicante, Sijé publica un artículo que es un elogio al libro y a lo que la lectura de libros supone de benéfico para la persona. Obviando que hay libros malos o meros productos olvidables del mercado, Sijé solo ve lo sublime que un libro puede contener o revelar y escribe sin afectación, imitando cierto famoso pasaje del Evangelio: Bienaventurados los que aman los libros porque sabrán la verdad. Nótese que no dice bienaventurados los que leen, que, quizá, ahí sí que hubiera sido  ingenuo al pensar eso. Especificar “los que aman”  supone un detalle cualitativo más especial: se valora el idealismo por un lado y por otro el gusto por el conocimiento. El que ama los libros, lleva implícita la tarea de leerlos. Mientras que el que sólo los lee, puede ser un lector ocasional y no participar del culto a los libros o de un amor especial por sus contenidos. El que ama los libros se eleva a cierto rango de universalidad, se inviste de buenas y fructíferas intenciones. El que ama los libros no es precisamente un bibliómano, sino un alma que inaugura por sí misma la mejor elite lectora: la que se entrega a la aventura conceptual y sentimental que es el libro.  






Resulta curioso comprobar cómo para nuestros abuelos, ciertos autores procedentes del período romántico, todavía poseían un prestigio que los convertía en referente más o menos secreto de cierta concepción pasional de la literatura. Podríamos decir que existía una complicidad en el elogio de ciertos nombres a los que se hacía poseedores de valores espirituales y estéticos. Uno de estos nombres famoso, todavía, en época de Sijé fue el de Alfred de Musset, figura de culto para las almas románticas. En un artículo publicado en El Diario de Alicante, Sijé le dedica unas reflexiones al escritor y poeta francés en el que tras evocar ligeramente al personaje, actualiza el debate entre romanticismo y clasicismo. La distinción crítica, la significación profunda de los caminos de un estilo al otro, de una tendencia a la otra, fue materia de su famoso ensayo La muerte de la flauta y el reino de los fantasmas. En realidad, en el artículo, Sijé utiliza el nombre de Musset como pretexto parta hablar sobre el romanticismo y sus derivaciones  históricas. Sijé define muy bien las revoluciones políticas como producto típico del romanticismo, recalcando el carácter anticlásico y humano de estos grandes movimientos sociales. Advierte que esto es lo que debe la humanidad al romanticismo, la apertura de un mundo nuevo y la lucha contra las viejas estructuras a favor de lo vislumbrado o requerido con pasión. Octavio Paz matizaba que debíamos al romanticismo, sobre todo, una nueva sensibilidad y Bertrand Russell clasificaba al nazismo como revolución romántica. Pareciera que la legitimidad de toda reivindicación hallara su contrario al extremo de tal reclamo.
Sijé concluye su artículo volviendo con más propiedad sobre la figura de los poetas románticos a los que no duda en definir como ángeles a propósito de una aguda cita de Cocteau quien tilda a los sufridos poetas como ángeles conminativos. Esa conminación tiene hoy un débil recorrido en un mundo saturado de política y periodistas, en el que al literato se le reserva un sosegado margen de diluido protagonismo social.  Difícilmente pueden hoy ser los poetas la voz del pueblo si no hay pueblo inteligible y las voces singulares están secuestradas por las modalidades del discurso de lo políticamente correcto.   


viernes, 3 de julio de 2020





LANG LANG.
VIRTUOSISMO CHOPINESCO A TRAVÉS DE MANOS ORIENTALES.

Pero Lang Lang no toca orientalmente, a no ser que por ello entendamos una ejecución limpia, efectiva, rápida y casi intachable. Las piezas de Chopin suenan extraordinariamente bien en las manos de este virtuoso del lejano oriente. A veces, quizá, un pelín rápido, pero no de tal manera que se produzca apelotonamiento sonoro, ininteligibilidad. Es más, algunas de las piezas más exigentes del gran compositor polaco, uno diría que no pueden sino ser interpretadas  de tal modo, rápida y deslumbrantemente.
El arte es misterioso. Decía Yuri Lotman que las grandes obras literarias, con el paso del tiempo, producen significaciones nuevas. Algo parecido me ha ocurrido a mí con la música de Chopin. Al principio, me parecía demasiado azucarado y sentimentaloide. Algo después, me sorprendieron algunas de sus piezas más extrañas y que suenan muy modernas, porque hasta el momento no las conocía. Y después, en la tercera fase de recepción chopinesca, descubrí o redescubrí el grueso de su obra pianística que me parece una de las mayores delicias sonoras para alimentar el alma. Disco recomendable, en suma, tanto por la brillantez del intérprete como por la música soberbia que escapa de este disco a penas lo ponemos a girar.  

VIDEO DE MIGUEL HERNÁNDEZ

  Algo tarde me he enterado de la insólita noticia de la existencia de un video en el que aparece el poeta Miguel Hernández . El hecho lo ...