viernes, 27 de noviembre de 2020

CUADERNO DEL DÍA


Reivindicación idiota. Echo un vistazo a una película que están poniendo en la tele. La acción transcurre en el medievo. Unos hombres con ademán hosco rodean a un sujeto. A este sujeto le interpela un personaje vestido de obispo, lleva la mitra. Al parecer, los hombres son vikingos convertidos al cristianismo. El individuo al que rodean es otro vikingo que se resiste a  la conversión a la nueva religión. El obispo, personaje ostensible y calculadamente grotesco, le grita: ¿Abominas de Odín y de tus dioses? El vikingo, heroicamente, persiste en su negativa. El tendencioso mensaje que transmite la escena es obvio: la intolerancia del cristianismo y la conducta elogiosa   del personaje que persevera en los valores originales de su cultura. Ahora me entero de que los supuestos valores de un vikingo son  preferibles a los del cristianismo, que venció culturalmente a los bárbaros. La escenita reivindica lo étnico, lo local frente a la imposición o el imperialismo, postura típicamente izquierdosa que a la hora de interpretar períodos históricos ha desbarrado en su análisis. A la larga se hace preferible la unidad cultural, legal o lingüística que conceden las grandes civilizaciones. La coincidencia histórica de nacionalismo y romanticismo en la Europa del XIX es algo que precisa de un mayor examen, aunque Bertrand Russell denominaba al nazismo “revolución romántica”.     

 

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Voces penosas: la aflautada del presidente Sánchez, que contrasta con su porte varonil. La endeble del rey Felipe VI, la redicha de chulito madrileño de Pablo Iglesias. La ininteligible y entre dientes del ministro Illa. Encima de que están en el poder, parece que sea exigirles mucho que tengan voces claras y contundentes.


Se supone que el arco iris que figura en la bandera representativa de los colectivos homosexuales y trans ha sido elegido porque en su muestrario de colores encarna el abanico de tendencias sexuales existente. Lo que no entiendo es por qué no está ahí representada la tendencia heterosexual, ya que es la tendencia más diversa en la relación de los géneros. Lo homosexual, en definitiva, es lo mismo con lo mismo…


La fascinación de ambientes y lugares específicos. Recuerdo el encanto que tenía la naturaleza que se ve en la película El planeta de los simios, la primera, la de finales de los sesenta. Nada que ver con otras selvas o bosques vistos en tantas otras películas. En la de “los simios”, la naturaleza era particularmente arcaica, desolada. La naturaleza de otro planeta.

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Recuerdo que durante alguno de los viajes cortos que hicimos por Rumanía en taxi, cruzando Bucarest, hablé de la estupenda música del país con quienes nos acompañaban: periodistas y escritores rumanos. Creo que fue el mismo taxista quien, tras unas palabras mías, matizó, exponiendo un pero a mis elogios: ¿Pero es algo oriental, no?, dijo con cierto deje fatalista, como si tal esta característica se convirtiera en un obstáculo a la hora de disfrutar de la música. Más tarde pensé: Si ser oriental es un hándicap para los oídos occidentales, supongamos, menos mal que no me ha preguntado por el flamenco, porque el flamenco sí que es oriental, peor o mejor aún: doblemente oriental: en su origen, música árabe versionada por gitanos.  

 


miércoles, 25 de noviembre de 2020

REFLEXIÓN PUNTUAL SOBRE UN HECHO EXTRAORDINARIO PUNTUAL.



De entre todos los llamados fenómenos paranormales, la parafonía o psicofonía, es uno de los más impresionantes pero también uno de los más relativamente frecuentes, es decir, más fáciles de obtener. Además, este fenómeno, el psicofónico, presenta unas características que le hacen uno de los más verificables en la investigación empírica, es decir, uno de los que más se presta a la comprobación de su insólito fenómeno a través del control de las grabaciones, del material tecnológico empleado y de las circunstancias físicas de la experimentación.  

Anoto este detalle como introducción mínima al hecho del que pretendo dar noticia y presentar reflexión básica, por tratarse de un fenómeno parafónico.

Estamos en agosto del año 81. Fiestas en Orihuela de Moros y Cristianos. Mi padre salía, entonces en los desfiles. La tarde del viernes de mediados de tal mes, mis padres se estaban arreglando para asistir a lo que se denominaba, y se sigue denominando, la retreta.

Se disponían a salir cuando recibimos la visita de un amigo de la familia, más concretamente, mío y de mi hermano y compañero de aventuras empireumáticas: José Manuel Ramón

Por aquella época, yo y mis hermanos andábamos con el magnetofón de aquí para allá, grabando cualquier cosa: sonidos en la cocina, visitas de amigos o de parientes, programas de televisión, ruidos de la calle, etc…  Cuando vino aquella tarde José Manuel a casa, a mí se me ocurrió poner el magnetofón grabando escondido debajo de un cojín. Al salir mis padres y cerrarse la puerta, teniendo yo el magnetofón puesto, José Manuel entró en mi habitación, donde yo me encontraba -  antes había estado hablando con mi hermano que se encontraba en la habitación contigua - . Mi amigo, me preguntó si mis padres se habían marchado, y tras confirmarle yo la cosa, sacó un cigarrillo y lo encendió. Yo le dije a mi amigo que mis padres no le hubieran llamado la atención. Entonces le pregunto: ¿Tus padres qué quieren, que no fumes? José Manuel me contestó que sus padres consideraban que era todavía muy joven para ello. Todo esto se estaba grabando, claro.

Creo que fue al día siguiente, cuando escuché la grabación y la sorpresa vino en ese momento de mi pregunta. Cuando yo le hago la pregunta, si sus padres le dejan o no fumar, antes de que él conteste, se escucha una voz brumosa, ingrávida, etérea, no física, es decir, no de las mismas características que la mía o la de mi amigo grabadas, que dice, claramente, a pesar de tal textura sonora: a mí me da igual. 

Desde aquel un tanto remoto año 81 habré escuchado fascinado esta grabación y esta voz, montones de veces. Y es que, además de tratase claramente de una voz que contesta a mi pregunta, yo identifico, absurdamente, la voz como la de a mi amigo, es decir, algo así como si su mente o su alma me hubieran contestado.

Examinadas las circunstancias de la grabación, escuchada, como digo, muchas veces por mí y por el propio José Manuel, concluimos que se trataba de una voz parafónica, es decir, de una manifestación sonora de origen desconocido.

(Conservo copias de la grabación, incluso la grabación original,  en una cinta de casete. Todavía no he podido digitalizarlas. Cuando lo haga, las colocaré en este blog)

En toda la grabación no se escucha ningún sonido del exterior, ni del patio de luces ni de la calle. Estábamos en un sexto piso y cosa bien insólita sería que un vecino de extraordinario oído, nos hubiera captado y nos hubiera gastado la broma inaudita de colarnos una voz de sonoridad indescriptible justo antes de que la persona aludida contestase. A estas alturas de la película, como se diría, - noviembre de 2020 – la única explicación a esta voz es la que admite la vía extraordinaria.  

El gran Germán de Argumosa ya lo decía de un modo muy simple pero muy certero: todos nosotros nos encontramos en unas coordenadas espacio-temporales concretas: estamos en un lugar concreto, a una hora y fecha concretas, en una ciudad o pueblo o país concretos. Si de algún modo registramos un hecho, de la naturaleza que sea, incomprensible, y que tras una investigación rigurosa, llegamos a comprobar que desconocemos cómo se ha producido y de dónde proviene, podríamos concluir con la idea, repelente a la razón, de que, probablemente, existan coordenadas que no sean las nuestras o las que conocemos hasta el momento. Es decir, la parafonía por algún sitio ha entrado en comunicación con nosotros, un sitio que desde luego, escapa a los habituales canales que utilizamos en la percepción del mundo.

La grabación que comentamos implica los siguientes misterios:

. El más elemental y para mí, crucial, del que debiera partir toda observación sobre la naturaleza física del fenómeno: cómo un fenómeno sonoro se registra en un aparato que no se ha fabricado para tal fin. Ello implica o una interconexión de carácter totalmente desconocido del azar con el aparato electromagnético que se encuentra grabando, o bien, ni más ni menos, que una voluntad del fenómeno extraño por querer comunicarse.

2º. Segundo misterio: la voz, aunque de sonoridad insólita, es identificable, pues podemos entender bastante bien lo que dice y en este caso, tras una y mil audiciones, quién la dice.

. Tercer misterio. No se ha registrado un sonido cualquiera o una frase ininteligible, sino un enunciado que responde a una pregunta, lo que implica, un lugar sensible, es decir, una percepción que ha registrado mi pregunta. Como físicamente, mi amigo no profirió tales palabras, habría que referirse a una dimensión de la conciencia –de mi amigo o no – de índole desconocida.

 


Incidiendo en este último detalle, y tras haber confirmado al menos, si no la identidad fantasmática de su dueño, mi amigo José Manuel, sí, al memos, su origen desconocido, tenemos que pensar en un canal de naturaleza no conocida, por el que la voz ha penetrado de alguna manera en nuestro mundo y se ha grabado ostensiblemente en la cinta magnética. A veces hay que tener imaginación para saber interpretar las cosas y hechos más obvios o inmediatos. La grabación de la voz extraña puede hacernos alucinar o dejarnos con la duda acerca de su naturaleza final, pero la cuestión es que un sonido que es una voz se registró en la cinta y  no hay manera de justificar o explicar su presencia o su origen. Ahí reside la perplejidad que causan las psicofonías: en que no tiene razón de ser la total evidencia del sonido que escuchamos y que está grabado.

Escribe Edmund Husserl: “Toda ciencia de lo existente en el espacio único y en el tiempo único es ciencia de la naturaleza y naturaleza es el conjunto unitario de todo lo espaciotemporalmente existente y por tanto, de todo aquello que tiene lugar, extensión y posición en el espacio único o, respectivamente, duración en el tiempo único. Llamamos a esa totalidad mundo o naturaleza total.”

La cuestión reside aquí que tanto ese espacio único y ese tiempo único que cita, es decir, el espacio y el tiempo en sus extensiones y duraciones, no parece que los conozcamos, todavía, del todo. de todos modos esta reflexión del filósofo alemán nos puede servir para ubicarnos ante lo paranormal y  contrastar el mundo de los fenómenos extraños con el del resto de los fenómenos que pertenecen al conocimiento formal. Ubicarnos, saber ubicarnos ante la realidad confirmada de lo extraño, se hace fundamental para orientar la reflexión hacia esa excepción al conocimiento empírico que protagoniza lo raro y saber distinguirla como algo que salta o se coloca fuera del normal funcionamiento de las categorías establecidas. Conocer la integridad de la naturaleza significa llevar a cabo un conocimiento ingente, pero hasta ahora, todo ese conocimiento se desplegaba a partir del pensamiento especulativo y de los distintos instrumentos que ha ido fabricando el hombre para sondear las distintas dimensiones de la naturaleza: desde los fenómenos biológicos representados por la vida y costumbres de los animales hasta el mundo subatómico, desde los fenómenos electromagnéticos al cálculo matemático de la materia en reposo o en movimiento.

La pregunta que nace aquí es la siguiente: lo paranormal ¿es la manifestación de aquella dimensión de la naturaleza que todavía no conocemos, o se trata de la manifestación de otro mundo, de un mundo que corresponde a coordenadas espacio temporales radicalmente distintas a las nuestras? Claro está que si todavía desconocemos regiones de la naturaleza física que habitamos, cómo vamos a conocer o a imaginar, mundos que no tienen nada que ver con este en el que nos encontramos…

Cuando Husserl enunciaba su reflexión, no se había producido la revolución tecnológica en la que hoy estamos inmersos. Algo como las parafonías ¿pertenece al conocimiento total de la naturaleza o bien se origina en otra naturaleza que en la que vivimos y se desarrolla el conocimiento? Quizá estas presuntas distinciones sean disquisiciones retóricas o falsamente dualistas. La cuestión es que en el transcurso de una reflexión elemental sobre lo extraño, estos matices emergen ineludiblemente. Hoy sabemos que existen sonidos que no escuchamos, como tampoco vemos el magnetismo, ni la integridad de los colores del espectro solar. Tampoco vemos las ondas de radio ni los átomos son naturalmente perceptibles. Lo que nos preguntamos es si la causa de los fenómenos extraños hay que ubicarla en la misma franja que estas realidades físicas.

Pero parece que lo paranormal implique una anormalidad mayor que la mera limitación de nuestras percepciones sensoriales: su naturaleza subvierte los conceptos de espacio y tiempo tal y como los entendemos, y esto significa lanzarnos a la extrañeza total. Por lo tanto, el emprendimiento intelectual de lo extraño sólo puede limitarse a hacer recuento del fenómeno en cuestión, establecer probables estadísticas que revelen alguna tendencia, hacer acopio de las circunstancias que rodean al fenómeno y especular a partir de todos estos datos.

Confieso que el caso de nuestra psicofonía, hace muy tentador consultar fuentes esotéricas o teosóficas, incluso, ya que si mi amigo no me contestó ni consciente ni inconscientemente, habría que recurrir a otras identidades que definen la totalidad del ser humano según las filosofías de lo oculto: cuerpo astral, espíritu, periespíritu, alma transcendental,  etc…

De golpe y porrazo, admitir con inicial seriedad realidades no perceptibles parecería no ya una locura sino un absurdo. Pero la historia de la ciencia nos dice una cosa muy interesante con respecto a la función objetiva de la imaginación: casi siempre que algún autor o investigador ha descrito sólo teóricamente una realidad, luego, esa intuición o especulación, ha podido demostrarse: la existencia de los átomos era una sospecha en la antigüedad, es decir, no una realidad positivamente probada, o bien, un autor como Kepler, ha visto confirmadas sus investigaciones sólo estimuladas por lo que él estimaba teóricamente que era.

Desde luego estamos a años luz de concebir algo así como una epistemología sobre estos fenómenos. Actualmente existen miles de otras prioridades en las que la investigación científica o la reflexión filosófica se dirigen. Además, esta pandemia que padecemos exacerba el orden de tales prioridades. Pero basta que una personalidad intelectual se fije en lo infrecuente, para que la naturaleza evasiva y enigmática de lo extraño comience a hacer inteligibles zonas de su misterio. Hasta que Freud no se inmiscuyó en su estudio, el inconsciente no adquirió una existencia científica; antes era una teoría brumosa o una sospecha embriagante.

Quizá sea esto lo que le falte al reto de lo paranormal, porque no veo por el horizonte ningún intelectual, ecléctico o no, que abandone la sonrisilla escéptica y tenga el coraje de implicarse  en una definición posible de lo inexplicado. Mientras, lo extraño, ahí está y sigue ocurriendo, aunque nuestra racionalidad se obstine en no hablar de ello.   


lunes, 23 de noviembre de 2020

DELICADOS MUNDOS HABITABLES


Creo que, en parte, el arte más vanguardista ha perdido la capacidad de crear mundos habitables, sustituyéndolos por la experimentación, la abstracción o la temporalidad de las instalaciones. Quizá es que ya, semejante cosa en el mundo del arte, se acabó, ya no hay posibilidad de detenerse en tales objetivos teniendo en cuenta la ideologización a veces más que expresa, con la que los estudiantes de arte salen de sus escuelas, con la creatividad dirigida a la crítica social, sobre todo. Es por todo ello, que a uno, que huye del panfleto y de la monosemia, no le quede más opción que refugiarse en el mundo del barroco y del modernismo. Casi diría que en la obra de arte, cuanto más anacronismo, más encanto. Aquí van algunos ejemplos. 



Pintura de Salomon Konick. Artista holandés (1609-1656). Estupenda muestra de claroscuro. Menos aguardentoso que Rembrandt y algo más ingenuo. Qué encuadre más perfecto. La ubicación espacial es centralizadora, de efecto visual inmediato. Produce placer ver esta pintura y también emite una sensación de misterio y recogimiento.  





Pintura simbolista de Alphonse Osbert. Se titula, sutilmente, "La calma de las aguas". ¿La figura espectral es una divinidad de las aguas, una personificación de las mismas al estar en calma estas, o está allí por casualidad y lo que le interesaba resaltar al artista es el estado tranquilo del estanque, nada más?





Encantadora escena biedermayer de Josef Danhauser. El efecto harmonizador y educativo del arte. 




Obra del misterioso Zurbarán. Los críticos han hablado del silencio que emiten los objetos pintados por Zurbarán. Yo resaltaría la materia ingrávida de sus piezas. Aquí, ese paño blanco casi me da ganas de morderlo: parece de nata. 




Obra de Petrus Schandel, el gran maestro del claroscuro holandés del XIX. Schandel se convierte en un especialista de este tipo de pintura, convirtiéndola en todo un género. Cuida todos los detalles de reflexión de la luz: rostros, ropajes, entorno, contraluces... Cada obra suya es una ocasión de lucimiento pictórico, un pretrexto para explotar todas las mágicas posibilidades del claroscuro en cualquier situación.   






Pieza simbolista de autor anónimo. Podría ser la laguna Estigia, pero mas bien parece el viaje de placer de dos enamorados que parten del palacio donde residen o al que retornan. La vegetación, las aguas, las aves y el palacio con sus estatuas y escaleras, en suma, naturaleza y mundo del hombre, convergen proyectando una imagen o idea del paraíso.





  Odalisca de Francesco Hayez. Los tonos verdosos de los cortinajes contrastan con la luminosidad de la figura recostada. Lo que me fascina de esta pieza es ese mar que se ve al fondo, en el exterior y la terraza insinuada. ¿En qué mundo, en qué país se encuentra esta odalisca?





Representación alegórica de la Primavera, de Mariano Salvador Maella. Qué frecuentes son en la pintura del XVIII y en tantos tapices de esa época y anteriores, las figuras alegóricas. Durante un tiempo me pareció este tipo de pintura, mera pintura académica, pero posteriormente la he valorado de distinto modo: su presencia añade delicadeza al mundo. Si la pintura no hubiera representado a niños, a santos o a ángeles, nos faltaría humanidad, inteligibilidad.   

miércoles, 18 de noviembre de 2020

ASÍ CANTA WIRACOCHA. Moisés Castillo Florián

Si uno de los supuestos éxitos de la modernidad es el multiculturalismo, la invocación de un espacio universal multiétnico en plena expansión, no podemos ignorar las circunstancias político-sociales que acompañan a  alguna de las expresiones concretas de tal espacio.

Moisés Castillo Florián escribe desde Perú, desde las ricas    coordenadas andinas, es decir, desde un país y una región de profusas y arcanas mitologías, de variadas culturas locales, de una intensa poesía que desea encarnaciones y precisa de narrativas justas y actualizadoras.

Sería una contradicción, en el contexto universalista en el que supuestamente estamos, afirmar una cultura milenaria única de la que desconociéramos su historia, su genealogía, su propia potencia.

En el poemario de Castillo Florián, la voz de Wiracocha no es sólo la de la divinidad del imperio inca, sino la de una personalidad múltiple que asume destinos y universos distintos dentro de una misma reivindicación. Los flujos y reflujos de la historia moderna justifican este ropaje mixto de la voz poética que a través de la encarnación concreta de Wiracocha, Castillo Florián proyecta multidireccionalmente.

Poemario de tonalidades épicas atravesado de acusaciones líricas, el Wiracocha de Castillo Florián es tanto el Personaje sobrenatural incaico como el deseo de una empresa cósmica que asume identidades y mitologías dispares. Cántico órfico y sagrado/en medio de  mi orfandad, dice Wiracocha, confesando el estado inaudito del alma cósmica.

El Wiracocha de Castillo Florián es, episódicamente Buda o Cristo, Orfeo u Ollanta, pero también hombre, ser mortal que conoce las limitaciones vitales y la muerte.

Wiracocha es, por tanto, un todo, ese todo que el multiculturalismo pretende protagonizar, ese todo metamórfico que observa naturaleza e historia, ese todo que la mundialización de las comunicaciones activan y articulan en un parpadeo.

Pero es un todo personalizado, no un proceso; es una voz, la del poeta universal que posee todos los rostros y que expone sus reclamaciones y expresa su trance íntimo.

Inevitablemente, Wiracocha es también una reivindicación no libre de melancolía: la de ese estado anterior a la llegada de los europeos a tierras americanas, el mundo prehispánico de las mitologías y los cantos de los pueblos. La imposición de religiones y culturas distintas en el orbe indígena andino es la historia de una compleja asunción identitaria que se encuentra en plena marcha y reconocimiento.

Es preciso explicar que el libro de Moisés Castillo es el reflejo vital de todo un periplo real que el poeta emprende a lo largo de toda América y parte de Europa.

Inglaterra, México, Chile, Estados Unidos, Ecuador, Bolivia o el propio Perú, país del poeta, son algunos de los enclaves que atraviesa en una suerte de búsqueda o confirmación de expectativas y situaciones.

Tal y como hiciera un Rilke, recorriendo los rincones más ocultos y pintorescos de Europa, buscando esas regiones fructíferas del espíritu, pero ahora desde perspectivas interplanetarias, Moisés Castillo somete su musa a una constatación anímica conforme viaja de un país a otro. El resultado final es este libro que nos habla de mitologías fascinadoras, pueblos huérfanos de justicia y potencialidades culturales. Ah, Palenque, /los quetzales y mariposas/son uno con los arboles piramidales y enredaderas.

Y durante este viaje, se hace explícito el binomio que forma el propio poeta y la divinidad evocada, Wiracocha, en un canto y un grito denunciadores: Entre pobres y humildes/soy un rico payador de penas.

Mircea Eliade hablaba de la necesidad de realizar la gran hermenéutica de todas las religiones. La intención que animaría tal tarea no sucumbiría en lo imposible: sería la misión del hombre del futuro. Eliade decía esto en los años sesenta. Una secuencia emotiva de ese proyecto humanista podría  reflejarse en los versos de este inspirado poemario que, nerudianamente, cantan lo abierto y lo múltiple de una multinacionalidad cósmica.   

 

VIDEO DE MIGUEL HERNÁNDEZ

  Algo tarde me he enterado de la insólita noticia de la existencia de un video en el que aparece el poeta Miguel Hernández . El hecho lo ...