lunes, 30 de noviembre de 2020
viernes, 27 de noviembre de 2020
CUADERNO DEL DÍA
Reivindicación
idiota. Echo un vistazo a una película que están poniendo en la tele. La acción transcurre en el
medievo. Unos hombres con ademán hosco rodean a un sujeto. A este sujeto le
interpela un personaje vestido de obispo, lleva la mitra. Al parecer, los
hombres son vikingos convertidos al cristianismo. El individuo al que
rodean es otro vikingo que se resiste a la conversión a la nueva religión. El obispo,
personaje ostensible y calculadamente grotesco, le grita: ¿Abominas de Odín y
de tus dioses? El vikingo, heroicamente, persiste en su negativa. El tendencioso
mensaje que transmite la escena es obvio: la intolerancia del cristianismo y la
conducta elogiosa del personaje que
persevera en los valores originales de su cultura. Ahora me entero de que los
supuestos valores de un vikingo son
preferibles a los del cristianismo, que venció culturalmente a los
bárbaros. La escenita reivindica lo étnico, lo local frente a la imposición o
el imperialismo, postura típicamente izquierdosa que a la hora de interpretar
períodos históricos ha desbarrado en su análisis. A la larga se hace preferible
la unidad cultural, legal o lingüística que conceden las grandes civilizaciones.
La coincidencia histórica de nacionalismo y romanticismo en la Europa del XIX es
algo que precisa de un mayor examen, aunque Bertrand Russell denominaba al nazismo “revolución romántica”.
Voces penosas: la aflautada del presidente Sánchez, que contrasta con su porte varonil. La endeble del rey Felipe VI, la redicha de chulito madrileño de Pablo Iglesias. La ininteligible y entre dientes del ministro Illa. Encima de que están en el poder, parece que sea exigirles mucho que tengan voces claras y contundentes.
Se supone que el arco iris que figura en la bandera representativa de los colectivos homosexuales y trans ha sido elegido porque en su muestrario de colores encarna el abanico de tendencias sexuales existente. Lo que no entiendo es por qué no está ahí representada la tendencia heterosexual, ya que es la tendencia más diversa en la relación de los géneros. Lo homosexual, en definitiva, es lo mismo con lo mismo…
La fascinación de ambientes y lugares específicos. Recuerdo
el encanto que tenía la naturaleza que se ve en la película El
planeta de los simios, la primera, la de finales de los sesenta. Nada
que ver con otras selvas o bosques vistos en tantas otras películas. En la de
“los simios”, la naturaleza era particularmente arcaica, desolada. La
naturaleza de otro planeta.
Recuerdo que durante alguno de los viajes cortos que hicimos por Rumanía en taxi, cruzando Bucarest, hablé de la estupenda música del país con quienes nos acompañaban: periodistas y escritores rumanos. Creo que fue el mismo taxista quien, tras unas palabras mías, matizó, exponiendo un pero a mis elogios: ¿Pero es algo oriental, no?, dijo con cierto deje fatalista, como si tal esta característica se convirtiera en un obstáculo a la hora de disfrutar de la música. Más tarde pensé: Si ser oriental es un hándicap para los oídos occidentales, supongamos, menos mal que no me ha preguntado por el flamenco, porque el flamenco sí que es oriental, peor o mejor aún: doblemente oriental: en su origen, música árabe versionada por gitanos.
miércoles, 25 de noviembre de 2020
REFLEXIÓN PUNTUAL SOBRE UN HECHO EXTRAORDINARIO PUNTUAL.
De
entre todos los llamados fenómenos paranormales, la parafonía o psicofonía, es
uno de los más impresionantes pero también uno de los más relativamente
frecuentes, es decir, más fáciles de obtener. Además, este fenómeno, el
psicofónico, presenta unas características que le hacen uno de los más
verificables en la investigación empírica, es decir, uno de los que más se
presta a la comprobación de su insólito fenómeno a través del control de las
grabaciones, del material tecnológico empleado y de las circunstancias físicas
de la experimentación.
Anoto
este detalle como introducción mínima al hecho del que pretendo dar noticia y
presentar reflexión básica, por tratarse de un fenómeno parafónico.
Estamos
en agosto del año 81. Fiestas en Orihuela de Moros y Cristianos. Mi padre salía, entonces en los desfiles. La tarde del
viernes de mediados de tal mes, mis padres se estaban arreglando para asistir a
lo que se denominaba, y se sigue denominando, la retreta.
Se
disponían a salir cuando recibimos la visita de un amigo de la familia, más concretamente,
mío y de mi hermano y compañero de aventuras empireumáticas: José Manuel
Ramón
Por
aquella época, yo y mis hermanos andábamos con el magnetofón de aquí para allá,
grabando cualquier cosa: sonidos en la cocina, visitas de amigos o de
parientes, programas de televisión, ruidos de la calle, etc… Cuando vino aquella tarde José Manuel a casa,
a mí se me ocurrió poner el magnetofón grabando escondido debajo de un cojín.
Al salir mis padres y cerrarse la puerta, teniendo yo el magnetofón puesto, José
Manuel entró en mi habitación, donde yo me encontraba - antes había estado hablando con mi hermano que
se encontraba en la habitación contigua - . Mi amigo, me preguntó si mis padres
se habían marchado, y tras confirmarle yo la cosa, sacó un cigarrillo y lo
encendió. Yo le dije a mi amigo que mis padres no le hubieran llamado la
atención. Entonces le pregunto: ¿Tus padres qué quieren, que no fumes? José Manuel
me contestó que sus padres consideraban que era todavía muy joven para ello.
Todo esto se estaba grabando, claro.
Creo que fue al día siguiente, cuando escuché la grabación y la sorpresa vino en ese momento de mi pregunta. Cuando yo le hago la pregunta, si sus padres le dejan o no fumar, antes de que él conteste, se escucha una voz brumosa, ingrávida, etérea, no física, es decir, no de las mismas características que la mía o la de mi amigo grabadas, que dice, claramente, a pesar de tal textura sonora: a mí me da igual.
Desde
aquel un tanto remoto año 81 habré escuchado fascinado esta grabación y esta
voz, montones de veces. Y es que, además de tratase claramente de una voz que
contesta a mi pregunta, yo identifico, absurdamente, la voz como la de a mi
amigo, es decir, algo así como si su mente o su alma me hubieran contestado.
Examinadas
las circunstancias de la grabación, escuchada, como digo, muchas veces por mí y
por el propio José Manuel, concluimos que se trataba de una voz parafónica, es
decir, de una manifestación sonora de origen desconocido.
(Conservo copias de la grabación, incluso la grabación original, en una cinta de casete. Todavía no he podido digitalizarlas. Cuando lo haga, las colocaré en este blog)
En
toda la grabación no se escucha ningún sonido del exterior, ni del patio de
luces ni de la calle. Estábamos en un sexto piso y cosa bien insólita sería que
un vecino de extraordinario oído, nos hubiera captado y nos hubiera gastado la
broma inaudita de colarnos una voz de sonoridad indescriptible justo antes de
que la persona aludida contestase. A estas alturas de la película, como se
diría, - noviembre de 2020 – la única explicación a esta voz es la que admite
la vía extraordinaria.
El
gran Germán de Argumosa ya lo decía
de un modo muy simple pero muy certero: todos nosotros nos encontramos en unas
coordenadas espacio-temporales concretas: estamos en un lugar concreto, a una
hora y fecha concretas, en una ciudad o pueblo o país concretos. Si de algún
modo registramos un hecho, de la naturaleza que sea, incomprensible, y que tras
una investigación rigurosa, llegamos a comprobar que desconocemos cómo se ha
producido y de dónde proviene, podríamos concluir con la idea, repelente a la
razón, de que, probablemente, existan coordenadas que no sean las nuestras o
las que conocemos hasta el momento. Es decir, la parafonía por algún sitio ha entrado en comunicación con nosotros,
un sitio que desde luego, escapa a los habituales canales que utilizamos en la
percepción del mundo.
La
grabación que comentamos implica los siguientes misterios:
1º.
El más elemental y para mí, crucial, del que debiera partir toda
observación sobre la naturaleza física del fenómeno: cómo un fenómeno sonoro se
registra en un aparato que no se ha fabricado para tal fin. Ello implica o una
interconexión de carácter totalmente desconocido del azar con el aparato
electromagnético que se encuentra grabando, o bien, ni más ni menos, que una
voluntad del fenómeno extraño por querer comunicarse.
2º.
Segundo misterio: la voz, aunque de sonoridad insólita, es identificable, pues
podemos entender bastante bien lo que dice y en este caso, tras una y mil
audiciones, quién la dice.
3º.
Tercer misterio. No se ha registrado un sonido cualquiera o una frase ininteligible,
sino un enunciado que responde a una pregunta, lo que implica, un lugar
sensible, es decir, una percepción que ha registrado mi pregunta. Como
físicamente, mi amigo no profirió tales palabras, habría que referirse a una
dimensión de la conciencia –de mi amigo o no – de índole desconocida.
Incidiendo
en este último detalle, y tras haber confirmado al menos, si no la identidad
fantasmática de su dueño, mi amigo José Manuel, sí, al memos, su origen desconocido,
tenemos que pensar en un canal de naturaleza no conocida, por el que la voz ha
penetrado de alguna manera en nuestro mundo y se ha grabado ostensiblemente en
la cinta magnética. A veces hay que tener imaginación para saber interpretar
las cosas y hechos más obvios o inmediatos. La grabación de la voz extraña
puede hacernos alucinar o dejarnos con la duda acerca de su naturaleza final,
pero la cuestión es que un sonido que es una voz se registró en la cinta y no hay manera de justificar o explicar su
presencia o su origen. Ahí reside la perplejidad que causan las psicofonías: en
que no tiene razón de ser la total evidencia del sonido que escuchamos y que
está grabado.
Escribe Edmund Husserl: “Toda ciencia de lo existente en el espacio único y en el tiempo único es ciencia de la naturaleza y naturaleza es el conjunto unitario de todo lo espaciotemporalmente existente y por tanto, de todo aquello que tiene lugar, extensión y posición en el espacio único o, respectivamente, duración en el tiempo único. Llamamos a esa totalidad mundo o naturaleza total.”
La
cuestión reside aquí que tanto ese espacio
único y ese tiempo único que cita, es decir, el espacio y
el tiempo en sus extensiones y duraciones, no parece que los conozcamos,
todavía, del todo. de todos modos esta reflexión del filósofo alemán nos puede
servir para ubicarnos ante lo paranormal y
contrastar el mundo de los fenómenos extraños con el del resto de los
fenómenos que pertenecen al conocimiento formal. Ubicarnos, saber ubicarnos
ante la realidad confirmada de lo extraño, se hace fundamental para orientar la
reflexión hacia esa excepción al conocimiento empírico que protagoniza lo raro
y saber distinguirla como algo que salta o se coloca fuera del normal
funcionamiento de las categorías establecidas. Conocer la integridad de la
naturaleza significa llevar a cabo un conocimiento ingente, pero hasta ahora,
todo ese conocimiento se desplegaba a partir del pensamiento especulativo y de los
distintos instrumentos que ha ido fabricando el hombre para sondear las
distintas dimensiones de la naturaleza: desde los fenómenos biológicos
representados por la vida y costumbres de los animales hasta el mundo
subatómico, desde los fenómenos electromagnéticos al cálculo matemático de la
materia en reposo o en movimiento.
La
pregunta que nace aquí es la siguiente: lo paranormal ¿es la manifestación de
aquella dimensión de la naturaleza que todavía no conocemos, o se trata de la manifestación
de otro mundo, de un mundo que corresponde a coordenadas espacio temporales radicalmente
distintas a las nuestras? Claro está que si todavía desconocemos regiones de la
naturaleza física que habitamos, cómo vamos a conocer o a imaginar, mundos que
no tienen nada que ver con este en el que nos encontramos…
Cuando
Husserl enunciaba su reflexión, no se había producido la revolución tecnológica
en la que hoy estamos inmersos. Algo como las parafonías ¿pertenece al
conocimiento total de la naturaleza o bien se origina en otra naturaleza que en
la que vivimos y se desarrolla el conocimiento? Quizá estas presuntas
distinciones sean disquisiciones retóricas o falsamente dualistas. La cuestión
es que en el transcurso de una reflexión elemental sobre lo extraño, estos
matices emergen ineludiblemente. Hoy sabemos que existen sonidos que no
escuchamos, como tampoco vemos el magnetismo, ni la integridad de los colores
del espectro solar. Tampoco vemos las ondas de radio ni los átomos son
naturalmente perceptibles. Lo que nos preguntamos es si la causa de los
fenómenos extraños hay que ubicarla en la misma franja que estas realidades
físicas.
Pero
parece que lo paranormal implique una anormalidad mayor que la mera limitación
de nuestras percepciones sensoriales: su naturaleza subvierte los conceptos de
espacio y tiempo tal y como los entendemos, y esto significa lanzarnos a la
extrañeza total. Por lo tanto, el emprendimiento intelectual de lo extraño sólo
puede limitarse a hacer recuento del fenómeno en cuestión, establecer probables
estadísticas que revelen alguna tendencia, hacer acopio de las circunstancias
que rodean al fenómeno y especular a partir de todos estos datos.
Confieso
que el caso de nuestra psicofonía, hace muy tentador consultar fuentes esotéricas
o teosóficas, incluso, ya que si mi amigo no me contestó ni consciente ni inconscientemente,
habría que recurrir a otras identidades que definen la totalidad del ser humano
según las filosofías de lo oculto: cuerpo
astral, espíritu, periespíritu, alma transcendental, etc…
De
golpe y porrazo, admitir con inicial seriedad realidades no perceptibles
parecería no ya una locura sino un absurdo. Pero la historia de la ciencia nos
dice una cosa muy interesante con respecto a la función objetiva de la
imaginación: casi siempre que algún autor o investigador ha descrito sólo
teóricamente una realidad, luego, esa intuición o especulación, ha podido
demostrarse: la existencia de los átomos era una sospecha en la antigüedad, es
decir, no una realidad positivamente probada, o bien, un autor como Kepler, ha
visto confirmadas sus investigaciones sólo estimuladas por lo que él estimaba
teóricamente que era.
Desde
luego estamos a años luz de concebir algo así como una epistemología sobre
estos fenómenos. Actualmente existen miles de otras prioridades en las que la
investigación científica o la reflexión filosófica se dirigen. Además, esta
pandemia que padecemos exacerba el orden de tales prioridades. Pero basta que
una personalidad intelectual se fije en lo infrecuente, para que la naturaleza
evasiva y enigmática de lo extraño comience a hacer inteligibles zonas de su
misterio. Hasta que Freud no se
inmiscuyó en su estudio, el inconsciente no adquirió una existencia científica;
antes era una teoría brumosa o una sospecha embriagante.
Quizá sea esto lo que le falte al reto de lo paranormal, porque no veo por el horizonte ningún intelectual, ecléctico o no, que abandone la sonrisilla escéptica y tenga el coraje de implicarse en una definición posible de lo inexplicado. Mientras, lo extraño, ahí está y sigue ocurriendo, aunque nuestra racionalidad se obstine en no hablar de ello.
lunes, 23 de noviembre de 2020
DELICADOS MUNDOS HABITABLES
Creo que, en parte, el arte más vanguardista ha perdido la capacidad de crear mundos habitables, sustituyéndolos por la experimentación, la abstracción o la temporalidad de las instalaciones. Quizá es que ya, semejante cosa en el mundo del arte, se acabó, ya no hay posibilidad de detenerse en tales objetivos teniendo en cuenta la ideologización a veces más que expresa, con la que los estudiantes de arte salen de sus escuelas, con la creatividad dirigida a la crítica social, sobre todo. Es por todo ello, que a uno, que huye del panfleto y de la monosemia, no le quede más opción que refugiarse en el mundo del barroco y del modernismo. Casi diría que en la obra de arte, cuanto más anacronismo, más encanto. Aquí van algunos ejemplos.
Pintura de Salomon Konick. Artista holandés (1609-1656). Estupenda muestra de claroscuro. Menos aguardentoso que Rembrandt y algo más ingenuo. Qué encuadre más perfecto. La ubicación espacial es centralizadora, de efecto visual inmediato. Produce placer ver esta pintura y también emite una sensación de misterio y recogimiento.
Pintura simbolista de Alphonse Osbert. Se titula, sutilmente, "La calma de las aguas". ¿La figura espectral es una divinidad de las aguas, una personificación de las mismas al estar en calma estas, o está allí por casualidad y lo que le interesaba resaltar al artista es el estado tranquilo del estanque, nada más?
Encantadora escena biedermayer de Josef Danhauser. El efecto harmonizador y educativo del arte.
Obra del misterioso Zurbarán. Los críticos han hablado del silencio que emiten los objetos pintados por Zurbarán. Yo resaltaría la materia ingrávida de sus piezas. Aquí, ese paño blanco casi me da ganas de morderlo: parece de nata.
Odalisca de Francesco Hayez. Los tonos verdosos de los cortinajes contrastan con la luminosidad de la figura recostada. Lo que me fascina de esta pieza es ese mar que se ve al fondo, en el exterior y la terraza insinuada. ¿En qué mundo, en qué país se encuentra esta odalisca?
Representación alegórica de la Primavera, de Mariano Salvador Maella. Qué frecuentes son en la pintura del XVIII y en tantos tapices de esa época y anteriores, las figuras alegóricas. Durante un tiempo me pareció este tipo de pintura, mera pintura académica, pero posteriormente la he valorado de distinto modo: su presencia añade delicadeza al mundo. Si la pintura no hubiera representado a niños, a santos o a ángeles, nos faltaría humanidad, inteligibilidad.
miércoles, 18 de noviembre de 2020
ASÍ CANTA WIRACOCHA. Moisés Castillo Florián
Si
uno de los supuestos éxitos de la modernidad es el multiculturalismo, la
invocación de un espacio universal multiétnico en plena expansión, no podemos
ignorar las circunstancias político-sociales que acompañan a alguna de las expresiones concretas de tal
espacio.
Moisés Castillo Florián
escribe desde Perú, desde las ricas coordenadas andinas, es decir, desde un país
y una región de profusas y arcanas mitologías, de variadas culturas locales, de
una intensa poesía que desea encarnaciones y precisa de narrativas justas y
actualizadoras.
Sería
una contradicción, en el contexto universalista en el que supuestamente
estamos, afirmar una cultura milenaria única de la que desconociéramos su
historia, su genealogía, su propia potencia.
En
el poemario de Castillo Florián, la voz de Wiracocha
no es sólo la de la divinidad del imperio inca, sino la de una personalidad
múltiple que asume destinos y universos distintos dentro de una misma
reivindicación. Los flujos y reflujos de la historia moderna justifican este
ropaje mixto de la voz poética que a través de la encarnación concreta de
Wiracocha, Castillo Florián proyecta multidireccionalmente.
Poemario
de tonalidades épicas atravesado de acusaciones líricas, el Wiracocha de Castillo
Florián es tanto el Personaje sobrenatural incaico como el deseo de una empresa
cósmica que asume identidades y mitologías dispares. Cántico órfico y sagrado/en
medio de mi orfandad, dice
Wiracocha, confesando el estado inaudito del alma cósmica.
El
Wiracocha de Castillo Florián es, episódicamente Buda o Cristo, Orfeo u Ollanta, pero también hombre, ser mortal que conoce las
limitaciones vitales y la muerte.
Wiracocha
es, por tanto, un todo, ese todo que el multiculturalismo pretende
protagonizar, ese todo metamórfico que observa naturaleza e historia, ese todo
que la mundialización de las comunicaciones activan y articulan en un parpadeo.
Pero
es un todo personalizado, no un proceso; es una voz, la del poeta universal que
posee todos los rostros y que expone sus reclamaciones y expresa su trance
íntimo.
Inevitablemente,
Wiracocha es también una reivindicación no libre de melancolía: la de ese
estado anterior a la llegada de los europeos a tierras americanas, el mundo
prehispánico de las mitologías y los cantos de los pueblos. La imposición de
religiones y culturas distintas en el orbe indígena andino es la historia de una
compleja asunción identitaria que se encuentra en plena marcha y
reconocimiento.
Es
preciso explicar que el libro de Moisés Castillo es el reflejo vital de todo un
periplo real que el poeta emprende a lo largo de toda América y parte de
Europa.
Inglaterra,
México, Chile, Estados Unidos, Ecuador, Bolivia o el propio Perú, país del
poeta, son algunos de los enclaves que atraviesa en una suerte de búsqueda o
confirmación de expectativas y situaciones.
Tal
y como hiciera un Rilke, recorriendo
los rincones más ocultos y pintorescos de Europa, buscando esas regiones
fructíferas del espíritu, pero ahora desde perspectivas interplanetarias, Moisés
Castillo somete su musa a una constatación anímica conforme viaja de un país a
otro. El resultado final es este libro que nos habla de mitologías
fascinadoras, pueblos huérfanos de justicia y potencialidades culturales. Ah, Palenque, /los quetzales y mariposas/son uno con los arboles
piramidales y enredaderas.
Y
durante este viaje, se hace explícito el binomio que forma el propio poeta y la
divinidad evocada, Wiracocha, en un canto y un grito denunciadores: Entre pobres y humildes/soy un rico payador
de penas.
Mircea Eliade hablaba de la necesidad de realizar la gran hermenéutica de todas las religiones. La intención que animaría tal tarea no sucumbiría en lo imposible: sería la misión del hombre del futuro. Eliade decía esto en los años sesenta. Una secuencia emotiva de ese proyecto humanista podría reflejarse en los versos de este inspirado poemario que, nerudianamente, cantan lo abierto y lo múltiple de una multinacionalidad cósmica.
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