martes, 31 de octubre de 2017
domingo, 29 de octubre de 2017
viernes, 27 de octubre de 2017
PARTÍCULAS CATALANIFORMES
Los analistas han insistido
en que los independentistas siempre han ido ganando la “batalla semántica”. Y esto
se explica por el discurso de lo políticamente correcto que pesa sobre todo lo
que pensamos, expresamos y hasta
sentimos. Porque está muy bien visto que se reconozcan los derechos a auto-revindicarse
y manifestarse de una minoría – los independentistas – ante una mayoría – el
resto de los catalanes y de la nación española. Este desnivel se interpreta, a
pesar de todo, como un indicio de injusticia con respecto a esa minoría. Esto es tan evidente en el juego conceptual que nos parece una
injusticia priorizar a la mayoría.
La misma presión pesa
sobre los responsables de aplicar la bestia negra del artículo 155 de la
Constitución. Nadie se atreve a ser malo y duro – según ese juego de estereotipos
que condiciona todo este debate- y se crea una suerte de complejo de
culpabilidad de índole antidemocrática, cuando lo que se pretende es aplicar la
ley, ni más ni menos.
Decía Jung que “es muy
difícil ir en contra del espíritu de la época”. Y ese espíritu se manifiesta en
esta vergüenza a aplicar el artículo susodicho, ignorando a esa masa de independistas,
supuestamente marginada y maltratada por la mayoría o el estado.
Si a mí me preguntaran
qué opino sobre el tema de la independencia catalana, diría: los catalanes
¿tienen una historia propia, una lengua propia, unas leyes sociales y políticas
propias? Ante lo afirmativo a estos interrogantes, con algo de tristeza y mucho
de estupefacción, tendría que callarme y admitir tal independencia. Pero el
asunto no es tan simple ni elemental, pues cuando me entero de que existen
otros catalanes que no quieren tal independencia, que nos encontramos en un contexto
de globalización política y acuerdos internacionales que marcan condiciones y
ofrecen las ventajas correspondientes y que se ha producido en el seno de la
sociedad catalana un lavado de cerebro y propaganda nacionalista, especialmente
virulento en los últimos años, entonces ya no tengo tan clara la cuestión y
llego a pensar que el independentismo tiene mucho de inducido. A partir de
aquí, y sobre todo ante la realidad social que son esos catalanes que no
desean la escisión de la nación, la independencia catalana dependerá del juego
político y se convierte en una cuestión emocional y anímica, es decir, en
objeto de pulsiones y subjetividades. Pasamos de la política a la metafísica.
Es por ello que Fernando Savater se pregunte qué es ser catalán, en definitiva,
poniendo en evidencia la indistinción, o bien, la igualdad de particularidades en el caso de que invocáramos el supuesto ser de cualquier otra nacionalidad del mundo que
exigiera una excepcionalidad en el trato.
Desde una asunción democrática,
algo quisquillosa, privilegiamos las minorías por el supuesto, sobre todo, de
que permanecen marginadas u oprimidas por ser tales minorías: homosexuales,
inmigrantes, etc... ¿Pero y si resultase que son tales minorías, cuasi
santificadas, las que se equivocan en su
reclamo de supuestos derechos?
En el concierto de
grandes asociaciones económicas como la Unión Europea, en un contexto de
globalización política y social, la independencia catalana es un anacronismo,
una reivindicación inoportuna, chusca y a destiempo. No estamos en la era romántica
donde la pasión y la justicia convergían y legitimaban la revuelta ante la
opresión de los pueblos. De todo aquello los independentistas extraen una
retórica revolucionaria que emplean con el mayor descaro y la más supina
falsedad. En el ámbito democrático actual, que un independentista diga sentirse
presionado o reprimido cuando el estado actúa desde la legalidad, vuelve a
incidir en el tema de los sentimientos y las espumas subjetivistas. No es
creíble. No puede serlo. Entraríamos en una atomización total del tejido
social, en la dispersión de toda legalidad al extenderse un sentimiento o una
militancia que, desde la enajenación y el cerrilismo, se negase a toda asunción
del orden cívico y de la estabilidad. A no ser... que los independentistas
hayan elegido vivir no en otra sociedad sino en otra época y quieran vivir su
película autista hasta el final porque son incapaces de trascender esa
autoexclusión de la normalidad.
Hemos llegado al
absurdo de que aplicar la ley se convierta en algo políticamente incorrecto, en
tabú.
Lo más desquiciante de
toda esta historia es la relatividad, la indistinción del concepto de lo legal, según se manifieste
uno u otro antagonista. Y los periodistas, que en muchas ocasiones muestran una
sorpresiva ambigüedad y casi parecen bailarle el agua al caos, multiplican la
indiferencia, cuando hacen especulaciones o proponen interrogantes a un bando
partiendo de lo que legalmente está abolido pero que de este modo vuelven a
introducir en un discurso que adopta la forma viciosa e interminable del bucle
continuo.
Los catalanes
independentistas protestan contra la legalidad porque dicen no querer seguir
sintiéndose súbditos del gobierno español. La pregunta sería ¿por qué, cómo es
que otros catalanes no se sienten así, esclavos, súbditos de ningún gobierno
opresor y no experimentan como una
fractura ser catalanes y ser españoles y europeos? ¿No será este espíritu
convergente el que debamos contemplar como ejemplo de ciudadanía y esperanza?
¿No revela este sentir cordial y harmonizante que la actitud independentista es
insolidaria, sectaria, narcisista y
excluyente?
Por mucho que se me
quisiera justificar el independentismo y decirme que tal sentimiento es
irreductible, son los factores objetivamente negativos y socioculturalmente involucionistas que implica, lo que supone un contrapeso a su contumacia y tiñen de oscuro su
aventura.
martes, 24 de octubre de 2017
LOS TOROS Y ORIHUELA. José Ruiz Cases "Sesca"
Examinando esta
publicación de mi amigo Sesca, Los toros y Orihuela (1383
– 2015), experimento, curiosamente, dos cosas: por un lado, y a pesar
de todos los estereotipos y proximidades geográficas y populares, sorpresa
todavía, extrañeza ante la existencia de una fiesta semejante, esa extrañeza
admirativa que nos recordaría la que quizá sentirían los viajeros extranjeros
en el período romántico ante las idiosincrasias de la literaturizada y mítica
España; y, por otro lado, o mejor dicho, como consecuencia de esta primera sensación, misterio, sí, misterio
ante la pregunta elemental de: qué es esto, qué son estos personajes, estos
trajes, qué significado tiene burlar a un animal tan poderoso con la intención
final de sacrificarlo a un dios sin nombre, corriendo el riesgo real de un
embiste mortal.
Uno se plantea, ante
una puesta en escena tan espectacular, ante la representación de lo que quizá
fuese, antaño, una ceremonia religiosa, que esta fiesta no puede ser cualquier
fiesta, que todo esto no puede ser banal o meramente caprichoso. Algo tan
específico, tan singular, tan localizado e insólito, es, dese luego, algo digno
de historiarse y considerar. Digo todo esto desde la perspectiva del no
aficionado, del absolutamente ajeno a las corridas y a su mundo. Porque quisiera
destacar que a veces, el que pertenece a una cultura suele ser el que menos
entiende las formas especiales en que esa cultura se manifiesta. Cuántas veces
un foráneo a los usos y costumbres del
lugar, analiza aspectos reveladores de los mismos, ignorados u obviados por los
nativos.
Independientemente de
la impresión global que suscite la fiesta, resulta también muy interesante
examinar en este volumen, el desenvolvimiento histórico de la corrida en la localidad oriolana y comprobar cómo,
desde tiempos medievales hasta el mismo siglo XX, se encuentra elocuentemente ligada
a la vida social a través de una nutrida serie de festejos que jalonan los años
de todos estos siglos. En fiestas
patronales, en conmemoraciones y efemérides varias, hasta ligadas a procesiones
de índole religiosa, las corridas aparecen como corolario final, pretexto o
celebración consagratoria de la hilera de festejos en cuestión. Observando este
protagonismo jubiloso y popular de la corrida, uno no puede evitar cierta
melancolía al comparar tal pretérita realidad con el desamparo o decadencia actual de la
fiesta por estos pagos. Es demasiado tópico decir que las sociedades cambian o
las cambian. Uno se preguntaría qué se ha perdido, qué valores o formas de
valorar la vida se disipan con la pérdida de la fiesta, qué singularidad entrañable
se vivía con una celebración como esta y qué ánimo tendría que resurgir de la
convención social para que se fuera articulando cierta afición “menos abstemia”
que la que procuran los distintos poderes hoy.
La autopublicación de
Sesca no solo repasa minuciosamente, tras previo y trabajoso examen documental,
la historia de las corridas en la comarca, mencionando toreros y ganaderos
locales, o los orígenes de la plaza de toros de la ciudad, sino que refleja el
impacto de la fiesta en ámbitos literarios, pictóricos y musicales. También
dedica unas líneas al asunto de la objeción ética y los antitaurinos. Aprovecho este quite para decir algo al respecto
de tan chirriante asunto: resulta verdaderamente lamentable esta inoculación de
pensamiento puritano protestante en la sociedad española. Los antitaurinos se
me antojan los nuevos conversos y como tales, tan fanáticos como cretinos. Aún
recuerdo aquellas imágenes bochornosas
en Madrid de gente corriendo detrás del coche en que se encontraba el perro que
las autoridades habían decidido sacrificar al creer que portaba el virus del évola. Aquella escena
escapaba a mi comprensión. El contacto con todo animal me estremece. Pero no
puedo respetar a estos individuos que les importa un pimiento la vida del
torero y muestran un ánimo tan enajenado ante la entidad intocable y
sacralizada de lo animal. Hay algo incoherente y burdo en sus protestas. Se
podrían haber asociado para defender cualquier otra cosa y esclarecer sus
problemas de identidad, pero ante la escasa imaginación del concurrente, parece
que el animalismo pretenda presentarse como algo más que una para -religión.
La fiesta supone la
existencia de toda una serie de personajes e indumentarias: banderilleros y
peñas taurinas, toros y toreros, picadores y jerarcas en los palcos, monosabios
y espontáneos, peinetas y sombreros por las gradas... En fin, una suerte de
mitología popular, una iconografía singularísima es la que emerge de una fiesta
como esta que algunos desnortados sueñan
prohibir y destruir.
Sesca aporta en esta
obra un conjunto exhaustivo de documentación escrita y gráfica. Muy peculiares resultan las transcripciones de las crónicas antiguas sobre las incidencias de la fiesta, así como las referencias a toreros locales, todo ello acompañado de fotos y reproducciones de los carteles. Teniendo en
cuenta los tan pocos o inexistes precedentes, y especulando sobre las
dificultades bibliográficas que parecen dibujarse en el futuro, Los
toros y Orihuela, se convierte en referente obligado sobre materia
tauromáquica en la comarca.
viernes, 20 de octubre de 2017
FRASES SOÑADAS
Somos un legítimo.
No quiero el agua tan clara.
Disiento de esos preludios.
Apostando furias en vano.
La aurora era ayer la tarde
sigilosa.
Las sedes de los partidos
lucen dependencias sicalípticas.
La fama es una parte melodiosa del anagrama.
Desciende secamente de una
partida inversa.
No sabría responder a ese
brillo foráneo.
El agua de los colores fue la ingeniería de Pisístrato.
Galopar como una hebra que desdeña identificarse.
Tras la lluvia ardió de nuevo el apotegma.
De la peluquería sólo salió con medio plano marginado.
Códigos serenos.
No admitirá las medallas que
descubran bajo los cocoteros.
Se reía a horcajadas de
septiembre.
El difuso se casó con la
traducida.
Un tapiz recelando de la
mucha lástima.
Los orígenes son orbitales.
Se responderían pero las dos
son adustas memorias.
Se exhiben turbiones de
leche.
Los símiles se desgracian
sin parte médico.
miércoles, 11 de octubre de 2017
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Diario mínimo
Estos días de mediados de enero son los ideales para pasear al crepúsculo por la ciudad. Ahora que hace algo de frío, apetecen los interio...
-
IDENTIDADES NÓMADAS: LOS DIARIOS DE ISABELLE EBERHARDT Borges nos hablaba en uno de sus cuentos de aquella inglesa que, capturada por unos ...
-
A cada autor, escritor o filósofo lo solemos asociar no tan sólo con un determinado registro lingüístico, sino con una imagen. S...
-
Si hace décadas se cantaba aquello de malos tiempos para la lírica, no digamos ya para la épica, a no ser que algún súbito acontecimiento ...