martes, 25 de octubre de 2011


TRIFULCANDO
Pretender saberlo todo es ilusorio, una ingenuidad. Percibirlo todo nos volvería locos: "No podemos ver sin peligro de enloquecer" (Octavio Paz, El Mono Gramático).
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Las imágenes de Gadafi linchado. Desagradable. Barbarie. Me han producido, exactamente, la mismas sensaciones de náusea y lobreguez que cuando emitieron las imágenes de la captura de los Causescu y de sus cuerpos tirados sobre la nieve, tras ser fusilados. Del liderazgo absoluto a convertirse en harapos. Parecen relatos de otras épocas.
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La soledad es una cosa y el aislamiento, otra. La soledad puede ser productiva. Hay soledades profesionales: la del monje, la del vigilante de seguridad, la del artista... El aislamiento es un proceso, un proceso de erosión, de momificación, de desecación del alma. La soledad puede ser un estado deseable. El aislamiento es la perversión de la soledad, su conversión en algo patológico.
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Reflejos de luz en la pared como signos de una escritura enigmática.
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Me pregunto si el texto que Borges titula Sueño soñado en Edimburgo es una elaboración intelectual más del autor, en este caso, durante su estado durmiente, o si se trata de una conexión súbita con lo arquetípico más allá de la mente individual, una revelación concedida por el Tiempo o el Cosmos, a través de la permeabilidad receptora que ofrece el estado onírico. Con seguridad esto sea indistinto, aunque un sueño tan espectacular y perfectamente trazado, resulte algo improbable que lo sueñe el tendero de la esquina.

EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO
El hiperfamoso título de la novela de Proust podría aplicarse, en cierto modo, a una obra de ciencia -ficción. El fotograma corrersponde a la tontorrona serie de televisión V, pero hay que reconocer el poder de síntesis narrativa de la imagen: entre los restos semifosilizados de nuestros antepasados y el espectacular platillo volante, símbolo de lo numinoso y del inquietante futuro, un grupo de perdidos exploradores, rastrean la historia, el rumbo de la civilización y de su propio destino. Literalmente, rastrean el tiempo, un tema, también, bastante borgiano.

jueves, 20 de octubre de 2011


ES DECIR
Recientemente se reunieron los actores que hace treinta años, si no recuerdo mal, protagonizaron la serie Verano Azul. Pensando en lo extraordinario que ha podido sucedernos en momentos concretos de nuestra vida, en la plenitud que hemos vivido, quizá, inconscientemente, aunque parezca una paradoja, en tiempos pasados, a uno se le antoja que el espíritu pareciera estar formado por épocas relativas a nuestra edad, a nuestra inocencia, a nuestra plasticidad psíquica, al atrevimiento de nuestra pasión, a nuestro grado de conocimiento y vitalidad. Viendo un reportaje sobre las personas que participaron en aquella serie, me acordé, ligándolo a esta reflexión, de las niñas de Garabandal que a finales de los cincuenta, vieron a la Virgen. ¿Cómo es posible seguir viviendo, seguir viviendo en la normalidad, digo, después de haber tenido un encuentro con la Virgen? Es impensable. Volver de lo trascendente a lo inmanente, es una involución desconcertante, imposible. Recuerdo haber escuchado, a penas unos segundos, el fragmento de una entrevista realizada en Estados Unidos, donde residía, a una de las niñas. La entrevista, probablemente, estaría grabada a principios o mediados de los setenta. La niña tendría entonces apenas treinta años, hablaba rápido, con un delicado tono de voz y se refería a lo ocurrido como a algo remoto, como si le hubiera ocurrido a otra persona. La cuestión se reduce a que "lo extraordinario" sucedido a alguien, pertenece a la memoria de esa persona, pero, al mismo tiempo, esa persona, con el tiempo y la edad, ya es otra, no es la misma, entonces ¿a dónde ha ido a parar aquello que le sucedió, y sobre todo algo que me parece fundamental, volvería a repetirse con la misma intensidad, con el mismo carácter de novedad? Los chicos de Verano Azul participaron de la magia de la fama, de la que ahora depende el recuerdo que tenemos de ellos; las niñas de Garabandal se esfumaron de la vida corriente, o se integraron a ella, como si nada hubiera ocurrido, después de haber creado en torno a ellas una populosa expectación y habiendo disfrutado unos instantes de la beatitud. Son dos historias distintas pero que presentan una tesitura semejante: la temporalidad de la fama y la temporalidad, ni más ni menos, del éxtasis.
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Los muertos no pueden suicidarse y El infinito no se cansa de serlo, (se me ocurrieron el otro día) son frases que, en principio pueden parecer ingeniosas, pero que en realidad, pertenecen a ese tipo de inventiva mecánica y previsible que juega con la paradoja fácil. Borges y Bioy Casares, se cansaron de escribir relatos policíacos juntos cuando la técnica se impuso a creatividad. Y de un modo incisivo y alarmante, a un tiempo, Umberto Eco, examinando los aforismos famosos con que Oscar Wilde divertía a sus contemporáneos, descubrió semióticamente, la maquinaria, relativamente trivial y manipulable, con que los engendraba.
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La poesía todavía puede hablar del mundo, sencillamente, porque es el lenguaje de la transformación continua. Incluso ese "todavía" es un condicionante patético absolutamente prescindible y retórico, pues la fuente de la poesía no sirve a ningún discurso: su autenticidad se define por la realidad multidimensional de la experiencia.

martes, 18 de octubre de 2011


SURREALISMO COTIDIANO
Paseando por Murcia, atravieso una plaza, un tanto desolada a media tarde, pero rodeada de pubs que anuncian un cambio de ambiente contundente, horas más tarde. En el extremo de esta plaza, incrustada en el rincón de uno de los bloques que la circundan, veo una tienda de ropa, pequeña, de aspecto humilde y no muy bien iluminada. Pero al pasar, tengo que pararme y darme media vuelta ante el escaparate que, literalmente, hace de bisagra con el edificio siguiente. No sé si este escaparate ha sido diseñado a conciencia, el dueño colocó lo que tenía más a mano, o si el aspecto que ofrece obedece a cierta e interesante configuración que si resulta azarosa, no es en modo alguno, caótica, porque viene a ser toda una fugitiva demostración de la nueva estética que ya todos hemos asumido sin acabar de comprender del todo. Hay que reconocer la límpida estructuración de la escenificación. La combinación de sencillez y extravagancia es ejemplar. La mitad del maniquí - el torso de abajo con los pantalones puestos - se relaciona con la ilustración impactante de los órganos internos del cuerpo humano: fragmentaciones que convierten el cuerpo en un conjunto mecánico, en trozos de un robot, alusiones a la alienación contemporánea y a la percepción de nuestro propio cuerpo como algo extraño, todo un estereotipo. Y para ilustrar el misterio de estas extrañas articulaciones, ahí está colgando la escueta luz de una lámpara, símbolo del conocimiento. La silla parece estar puesta para que nos paremos a reflexionar sobre lo que el escaparate mismo nos ofrece, puesto que su función decorativa es un tanto dudosa y prescindible. Un escaparate típicamente surrealista, de manual, o sacado de un cuadro metafísico De Chirico, que a pesar de su familiaridad, no deja de ser inquietante si fijas tu atención en él. En un local en el que vamos a comprar tranquilamente ropa, su escaparate más lateral y alejado de la puerta, nos recuerda el complejo bioquímico que somos, el autómatra disfrazado que late bajo nosotros. ¿Cómo es que este mensaje perturbador se ha colado y nos asalta en plena calle?

viernes, 7 de octubre de 2011


POÉTICAS
Ciertamente, como apunta Deleuze, la escritura también es asunto del devenir y de un modo especial. Lo muestran, por ejemplo, las ediciones revisadas y aumentadas de obras literarias o ensayísticas, cómo retocamos los poemas que ya tienen cierto tiempo y cuya eficacia expresiva nos parece roma o pobre, etcétera. Piénsese en la reescritura a que Juan Ramón Jiménez sometió sus poemas. Que hasta a última hora este hombre estuviera enfrascado en "reticular las gasas azules del sueño", es algo que, personalmente, me entusiasma, y estimula a sumirse con devoción en la escritura como un proceso sin fin de definición y producción de territorios, aunque sean, fundamentalmente, siempre los mismos.
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Pienso en el adusto glamour de los poetas, en la complicada misión que les ha tocado en este mundo borrado por el espectáculo, preocupado por otras cosas, por la economía, por la crisis. De pronto, de modo automático, me viene: temporeros de la muerte
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A una hora inusual, las monjas clarisas del convento cercano a mi casa, empiezan a tocar alocadamente las campanas. Me asomo, un tanto extrañado, con la frase en mi cabeza: "tocan a arrebato", pero compruebo que puertas de la iglesia y ventanas están cerradas a cal y canto. Tampoco se ve a nadie por los alrededores, no es festivo y no se trata, al menos que yo sepa, de ningún aniversario local o relativo a esta orden religiosa. Sensación extraña. Es como si la comunidad de religiosas viviera un éxtasis del que excluye al exterior, al que, sin embargo, invade con su jolgorio de campanas. Interioridad absoluta explotando en la exterioridad física. Como un repentino agujero en el espacio. Absurdo.
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Dice Jung que el niño disfruta del aspecto exotérico de las fábulas - personajes, situaciones - antes de llegar a interesarse y comprender la moraleja que ilustran. Esto me ha hecho recordar unas reflexiones de Walter Benjamin : "¿Y si el gusto por el mundo de las imágenes se alimenta de una oscura oposición al saber?" (Walter Benjamin, Sueños, Abada Editores). Yo no diría oscura, sino más bien, lúcida resistencia a la uniformidad intelectual. Qué es si no la embriaguez de imágenes del simbolismo o el superrealismo: un distanciamiento del control, de la implacabilidad no de la razón, sino del racionalismo que es la sistematización alienante que la sustituye. Ahí está un Lezama Lima. La imagen, según él, es el hallazgo luminoso, el producto resultante de la convergencia del azar y la imaginación poética a través de la escritura, trémulo registro de lo esporádico maravilloso. La imagen podría ser, de este modo, una revelación profana del ser del mundo, es decir, un conocimiento intuitivo de la dinámica cósmica. Recordemos a Schopenhauer : "Todo pensar originario se da en imágenes".

martes, 4 de octubre de 2011









De la deliciosa jornada del sábado, no me queda apenas sino un recuerdo remoto, en este triste lunes sin acontecimiento ninguno. Estas fotos, hechas el sábado, no sé si refuerzan la idea de que toda evocación del pasado se tiñe inevitablemente de literatura, que cada día daría para unas obras completas de Proust distintas y similares a la vez. Pero dar cuenta de la realidad es hacerlo de la superrealidad, de lo mítico, en definitiva. Recordemos lo que para los surrealistas y un Walter Benjamin era la ciudad: el espacio de lo fantástico. En ese sentido, las fotos, la multiplicidad de sensaciones y pensamientos de un día configuran otro laberinto, tan espeso e intrincado como el urbano, y además, son "verdad", y más si logro expresar conjunta y harmónicamente en un poema, en una imagen lo que percibí en décimas de segundo.

  LOS ARCHIVOS DE MARÍA MANZANERA LOS MUNDOS FOTOGRÁFICOS CON LOS QUE UNO HA SOÑADO Y  OTROS HAN REALIZADO .   Sábado, 23 de marzo. ...