EL ORGASMO (NACIONALISTA) CATALÁN
En Francia se promueve un debate sobre la identidad nacional, en Cataluña prohíben las corridas de toros. Uno no puede sino preguntarse, en palabras de Eduardo Mendoza: ¿Qué collons pasa aquí? ¿Son estos otros signos más de la famosa e inextinguiible decadencia europea? Los saltos de euforia de los nacionalistas catalanes tras la aprobación de la prohibición, hacen muy difícil eludir una lectura política del hecho, pensando que daban tales saltos porque el pobre bóvido dejará de "sufrir".Ccomo si fuera ése el meollo de la cuestión.
Esto lo confirman las palabras de Artur Más: "Ahora tendremos una Cataluña mejor", o sea, que eliminado el foco de infección españolista de las corridas, de ahora en adelante los ciudadanos catalanes levitarán automáticamente por las calles, envueltos en un halo de beatitud y civilización, como si antes no hubieran sido igual de civilizados. Alucinante. Por cierto, ahora se plantea un debate interesante y algo surrealista: los catalanes, con la prohibición, van a ser menos salvajes que los franceses del sur, que asisten a sus tradicionales corridas con toda tranquilidad.
¿Han prohibido las corridas? Bueno, ellos se lo pierden. El bonito escenario que se pinta con medidas como estas es el de más control y uniformación social, creación de problemas donde no los hay (recordemos lo del burka), y aplicación a discreción de pensamiento políticamente correcto.
Parece como si Cataluña aspirase a convertirse en uno de esos países sosos como Liechenstein o Bélgica. Menos mal que para los turistas quedarán cosas exóticas como- no recuerdo su nombre en catalán - las torres humanas (aunque, por cierto, también deberían prohibirse ya que ponen en riesgo la vida del niño que suben a lo alto del todo). Y naturalmente, ahí están La Sagrada Familia o el Mueso Dalí, aunque ¡horreur! ¿qué haremos con el ignominioso Torero alucinógeno?
En fin, allá ellos. Ya nos estamos acostumbrando a lo inaudito. Lo que sí me inquieta de estos tipos - los nacionalistas - es que van a conseguir, con la deriva que está tomando la cosa, que los primos y tíos que tengo en Vilaseca se conviertan en extranjeros para mí.