martes, 28 de enero de 2025

ESCAPARATE MÍNIMO

ADONIADA

 

Parecería que en los últimos tiempos, hablar de acontecimiento en el mundo literario fuese un gesto de antaño, pues en el terreno de la narrativa y todavía mucho más en el de la poesía, este término ya hace tiempo que ni se produce ni con melancolía rastreando novedades se lo nombra buscando a un autor al que colocárselo. Pero si este es el tenor corriente en el espacio occidental, en otros territorios sí parece que nos podamos atrever a emplear tan contundente vocablo. Creo que el último libro de poesía del poeta Adonis, publicado bellamente en Vaso Roto, sí podemos denominarlo como acontecimiento literario, no sólo por tratarse de un libro documental del autor, que certifica décadas de entrega a la poesía, sino por la exhibición retórica que el autor nos brinda, demostrando que como todo gran poeta él es también un brillante manejador de imágenes.

Me gustaría dedicarle un estudio al análisis de estas imágenes, algo distintas a los flujos barrocos, simbolistas o surrealistas del entorno europeo. Las imágenes de Adonis suelen desplegarse sobre un fondo religioso-mítico que las justifica. Son imágenes poéticas que a pesar de su gran inventiva no se muestran autónomamente sino vinculadas a contextos milenarios que sirven de cinta transportadora sustancial por el artificio también sustancial de una poesía que se extiende y fluye.

Creo que por la exposición autobiográfica con que Adonis se nos presenta a través de todo los poemas y por el trabajo literario llevado a cabo en este infrecuentemente largo libro de poesía, podemos confirmar que lo que conceptuamos como acontecimiento literario o editorial, podemos aplicarlo al espíritu de esta obra y a su ambicioso riesgo de retratarlo como eslabón crucial de su vida personal y literaria. De Siria, del Oriente próximo nos surgió hace años este testigo de las metamorfosis humanas. Adonis dice verdad a través de sus poemas sabios.    

  

lunes, 27 de enero de 2025

LAS INTENSIDADES DEL SUEÑO OPIÁCEO




La sustancia no inventa nada en ti, sino que despierta, estimula los estratos de sensibilidad sobre los que permanece grávida tu energía.

Desconocemos las capacidades físicas e intelectuales que yacen en nuestro interior, dispersas y recostadas como fardos en las galerías de nuestro inconsciente.

No se trata de repetir tópicos con respecto al grado de nuestras potencialidades sino de matizar que el efecto opiáceo sobre el conjunto de nuestras energías y sobre el sistema nervioso, puede desplegar efectos que nos parecerían insólitos.

Una mañana comenzaron  a asaltarme los temibles síndromes de abstinencia, que popularmente se conoce  como el mono. Quién me iba a decir a mí, que jamás he fumado ni bebido ni tomado sustancias, que iba a sufrir yo aquello del mono que sólo había visto en películas….  Ante la angustia que amenazaba con aniquilarme y el inicio de las convulsiones, harto de esta servidumbre tan dolorosa, estallé furioso, levanté el brazo y lancé un imaginario ataque contra lo que personalicé como un demonio o una energía maléfica que se disponía a atacarme. De mis dedos partieron  rayos invisibles y explotaron de mi boca unas palabras que pretendían convertirse en un conjuro contra mi dependencia de las pastillas. Cuando cesé en mi insólita actuación ante nadie, comprobé más pasmado aún que los síndromes de abstinencia se habían esfumado ipso facto. Ya no regresaron ni en las horas ni en los días siguientes. Me había hecho una suerte de autoexorcismo a mí mismo y había salido vencedor.

Refiero esta anécdota para señalar que esas potencias cuasi mágicas que estudiosos, psicólogos o filósofos dicen que tenemos, resulta que no son un mensaje buenista ni una lucubración vacía.

Lo repito: la sustancia actúa sobre nosotros no creando energías de la nada sino despertando las que circulan sordamente en nuestro inabarcable interior.

¿Qué confines de la imaginación ha conseguido perfilar la sustancia opiácea que, en su tiempo, consumieron tantos poetas, para que durante unos minutos de paraíso, yo, hoy, estuviera amando los labios de una dama sin rostro pero entregada a mí totalmente?

No deprecio la realidad en donde sí se encuentran las damas, en consecuencia, reales que me harían feliz, distanciándome de la toma embriagadora,. Lo que certifico es que esa realidad que conoce todo el mundo, la supuesta realidad de todos los días,  es la que se me ha hecho inaccesible. 

 

jueves, 16 de enero de 2025

Diario mínimo




Estos días de mediados de enero son los ideales para pasear al crepúsculo por la ciudad. Ahora que hace algo de frío, apetecen los interiores cálidos de pubs y cafeterías, sumirse en la brumilla tornasolada de los locales. Ahora es cuando se puede disfrutar del frío. En un parpadeo habrá pasado el tiempo y  el calor estará aproximándose con sus amenazas de ahogos sudorosos y desasosiegos solares. Es la hora feliz de practicar el paseo urbano, de tornarse un flaneûr compulsivo y dejarse hechizar por los escaparates y el barullo blando de la gente.

 



Ahora siempre ha sido ahora. El ahora que vendrá o el ahora pretérito, no existen. El ahora es siempre. Lo único que existe y persiste en la vivencia es el ahora. La advertencia de Marco Aurelio acerca de la naturaleza del tiempo se corresponde totalmente con esto. El único tiempo que pueden robarte o incordiarte es del que dispones ahora. El resto es fantasmagoría. Esta lectura del presente como tiempo real de la vivencia tiene efectos esperanzadores notables. El desenvolvimiento de la eternidad se realizará no en un tiempo imaginario sino en el ahora en el que vivimos.




Leyendo los diarios de Julio Ribeyro. Es un productor de frases brillantes que le salen de un modo natural, límpidamente. Yo creo que cuando Ribeyro se ponía a escribir la creatividad llamaba a la creatividad y era la propia escritura  la que se prolongaba a través de esos fluyentes encadenamientos de observaciones agudas, de entramados aforísticos. De hecho tiene varios libros que son sólo fragmentos, anotaciones especialmente originales. La mente de cada escritor funciona libremente y en el caso de Ribeyro, el efecto que producen sus aforismos no es el de un explotador artificial de la frase. Su escritura se resuelve así: a través de captaciones muy precisas y sorprendentes del concepto. Esto me recuerda la maestría de los grandes intérpretes del violín o del piano: es cuestión de práctica y asentamiento en la disciplina. Quizá es por eso que en los diarios, espacio abierto de la práctica de la escritura, Ribeyro produjera de este brillante modo.

 

 

  El pasado se ofrece gratamente a la habitabilidad estética y la recreación porque está, aparentemente, acabado en sus términos formales más aparentes: arte, vestidos, costumbres, apariencias, orden de los sucesos…

 


Cuando pienso en los escritores hispanoamericanos, siempre considero sus obras como certificados de alta calidad.    



martes, 7 de enero de 2025

NOTAS SEMIPENÚLTIMAS



 


No paro de ver en las  librerías ediciones continuas de Emily Dikinson o Silvia Plath: cartas, poemas, novelas, apuntes, proyectos de obras, proyectos de proyectos de obas… Seleccionan textos de una de estas dos autoras norteamericanas, le colocan un título que nunca escribió la poeta en cuestión y se inventan nuevas obras. Así, no paran de actualizar el nombre de las escritoras con esta reedición de piezas que podrían pasar por inéditas hasta ahora. Si tales ediciones triunfan y se vende la poesía de ambas poetas es porque hay una respuesta o una búsqueda del público lector que precisa de referentes íntimos en esta época de transición poética y ética. Y no me refiero a un público específicamente femenino: yo mismo, leo con gusto a estas dos poetas y recientemente adquirí un volumen con una selección de cartas de Emily Dikinson. Cuando el panorama social está poseído por el populismo y el discurso mediático por un antagonismo tan cerril como reductivo, se nos fuerza a buscar la encarnación de la palabra civilizada y reveladora en líderes no económicos ni ideológicos, en ámbitos más fugitivos y peculiares. La poesía es, entonces,  el reducto más secreto y seguro ante el empobrecimiento lingüístico.   

 

 

Una de las razones que a veces se me impone en mis pensamientos como argumento en contra de la felicidad eterna es que no somos capaces de imaginar tal cosa, aunque yo, personalmente, sí crea en ella y la deseé con toda el alma. Los finales felices de la literatura y del cine no trascienden la sugerencia. Hay que figurarse cómo siguen. Me estimulan más los finales gloriosos de la música, aunque quede pendiente qué pasa después de, por ejemplo, la ejecución de la novena de Beethoven. Se requiere un tipo de interpretación de las cosas que hasta ahora sólo hemos articulado muy brumosamente.


 

Leyendo sobre Ernesto Cardenal, de quien decía bellamente Augusto Monterroso que pasaba como caminando sobre las aguas y creyendo en las musas, percibo que el poeta nicaragüense fue en su momento poeta nacional de su país. ¿Qué ha pasado con los poetas nacionales, qué ha ocurrido actualmente con la representatividad de los poetas, cómo es que no hay poetas nacionales realmente reconocidos actualmente? ¿Quién es el poeta nacional de Francia, el de Italia, o el de aquí, de España, o el de Alemania? Naturalmente que existen tales poetas: Lorca, Miguel Hernández, por ejemplo, pueden ser conceptuados como poetas nacionales. Pero yo me refiero al tiempo actual: poetas nacionales vivos. ¿Necesitamos que el poeta muera para que emerja como vehiculador de su época, nos tenemos que distanciar de lo que se escribe actualmente para identificar al creador que ha sabido decir cosas relevantes sobre su tiempo y su país? ¿No es una señal, un signo a tener en cuenta que no existan, prácticamente, poetas nacionales en Europa? Si no hay poetas nacionales es que quizás tampoco haya nada interesante que decir desde la poesía, o que el país como elemento diferenciador del que escribe, ya no ofrezca nada relevante desde la especificidad de su tierra.

 

 

La conocida frase La muerte es ley de vida, parece biológicamente impecable, pero me parece que en el fondo alienta cierto derrotismo. Aunque la muerte sea inevitable, me rebelo contra ello, no tengo por qué aceptarla.



Sir Jhon Herschel divisando lo inenarrable

Siempre me ha fascinado esta foto del científico inglés Jhon Herschel . Recuerdo, hace años, cuando la descubrí, cómo me impactó ese gesto...