Estos días de mediados
de enero son los ideales para pasear al crepúsculo por la ciudad. Ahora que hace
algo de frío, apetecen los interiores cálidos de pubs y cafeterías, sumirse en
la brumilla tornasolada de los locales. Ahora es cuando se puede disfrutar del
frío. En un parpadeo habrá pasado el tiempo y el calor estará aproximándose con sus amenazas
de ahogos sudorosos y desasosiegos solares. Es la hora feliz de practicar el
paseo urbano, de tornarse un flaneûr compulsivo y dejarse
hechizar por los escaparates y el barullo blando de la gente.
Ahora siempre ha sido ahora. El ahora que vendrá o el ahora pretérito, no existen. El ahora es siempre. Lo único que existe y persiste en la vivencia es el ahora. La advertencia de Marco Aurelio acerca de la naturaleza del tiempo se corresponde totalmente con esto. El único tiempo que pueden robarte o incordiarte es del que dispones ahora. El resto es fantasmagoría. Esta lectura del presente como tiempo real de la vivencia tiene efectos esperanzadores notables. El desenvolvimiento de la eternidad se realizará no en un tiempo imaginario sino en el ahora en el que vivimos.
Leyendo los diarios de Julio Ribeyro. Es un productor de
frases brillantes que le salen de un modo natural, límpidamente. Yo creo que
cuando Ribeyro se ponía a escribir la creatividad llamaba a la creatividad y
era la propia escritura la que se
prolongaba a través de esos fluyentes encadenamientos de observaciones agudas,
de entramados aforísticos. De hecho tiene varios libros que son sólo
fragmentos, anotaciones especialmente originales. La mente de cada escritor
funciona libremente y en el caso de Ribeyro, el efecto que producen sus
aforismos no es el de un explotador artificial de la frase. Su escritura se
resuelve así: a través de captaciones muy precisas y sorprendentes del
concepto. Esto me recuerda la maestría de los grandes intérpretes del violín o
del piano: es cuestión de práctica y asentamiento en la disciplina. Quizá es
por eso que en los diarios, espacio abierto de la práctica de la escritura,
Ribeyro produjera de este brillante modo.
El
pasado se ofrece gratamente a la habitabilidad estética y la recreación porque
está, aparentemente, acabado en sus términos formales más aparentes: arte,
vestidos, costumbres, apariencias, orden de los sucesos…
Cuando pienso en los
escritores hispanoamericanos, siempre considero sus obras como certificados de
alta calidad.
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