miércoles, 31 de julio de 2013

TIRAR DE LA CUERDA






 
Compré este libro creyendo que era la última obra de Savater. Ahora se dedica a los aforismos, pensé. Y aunque Savater siempre me ha recordado a los curas que hacen chistes, por su estilo brillante y por ser novedad adquirí el libro. Resultó que el libro no es sino un invento de Andrés Neuman, quien, tras un hábil muestreo del texto de las mayores obras del filósofo, ha extraído una serie de fragmentos que, antologados,  más o menos temáticamente, ha convertido en  una antología de aforismos. Eso me desilusionó un tanto porque también el pensamiento y las frases brillantes precisan de una contextualización y nunca como ahora nuestra geografía social ha cambiado tanto. Quiero decir: el habitual anticlericalismo de Savater, como es lógico, ha ido dirigido siempre contra  las jerarquías de la Iglesia católica. ¿Cómo le espetaría nuestro filósofo a un líder musulmán que ejerciera carpetovetónicamente su oficio en nuestros lares, frases como ésta: la figura opuesta al filósofo, porque es la más lejana a la sinceridad, es la del clérigo, que habla en nombre de lo inefable y ofrece como último argumento la sumisión al Enigma? 
Realidades sociales nuevas implican tanto formas - costumbres, usos, tiempos - como problemas nuevos. Podemos hacer una cosa:  aprovechar el carácter genérico de los aforismos aplicándolos a lo "nuevo" que observemos susceptible de critica, además de deleitarnos intelectualmente con ello.     

miércoles, 24 de julio de 2013

EL DEMONIO DE LA ANALOGÍA

 
¿Qué tienen que ver unos cromos antiguos
 
 
 
 
 
con un tipo andando tranquilamente por un puente?
 
 
 
¿Qué tienen que ver estos tubos fluorescentes
 
 
 
 
con las insinuaciones de una enfermera?
 
 
 
 
 
 
¿Qué tiene que ver una invasión alienígena
 
 
 
con un coche aparcado en un solar?
 
 
 

 

¿Qué tiene que ver una muestra de cariño callejero
 
 
 
 
con estas misteriosas inscripciones?
 
 

 
Probable respuesta:
Desde un determinado punto de vista cualquier cosa tiene relaciones de analogía, continuidad y semejanza con cualquier otra.

UMBERTO ECO,
Los límites de la interpretación

miércoles, 10 de julio de 2013


 
CRÓNICAS ROMANAS 
Gabriele D´Annunzio
FÓRCOLA
 
 
Nada más impregnado de temporalidad que el género periodístico-literario que solemos conocer bajo el nombre de "crónicas". El propio término ya está indicando cómo se refiere a lo que se refiere: por períodos continuos, crónicamente. Lo crónico remite a una forma rítmica, repetitiva. Y toda forma rítmica contiene o implica una medida de tiempo. Y ningún género más inmediatamente ilustrativo de lo que se produjo en el tiempo, durante una época, década o número específico de años, que la crónica.
 
Dicho esto, que justificaría toda mitología literaria o personal sobre el tiempo, confieso mi debilidad por las languideces, por las lentitudes, por las voluptuosidades decimonónicas, por todo ese exquisito ciclo finisecular que produjo el simbolismo, el modernismo, el decadentismo.
Y adelanto esta confesión porque entiendo que el encanto particular de estas crónicas dannunzianas hubiera sido de otro signo si  correspondiesen a época distinta a la que cito y a la que, felizmente, perteneció el escritor.
 
Las crónicas de D´Annunzio no incluyen memorables reflexiones estéticas, son listas de objetos, eventos y observaciones marcados por la actualidad del momento. Suponen en su conjunto, un catálogo de lo más selecto y mundano de la sociedad finisecular italiana del Ottocento
 
Cada época tiene su tempo, sus formas. Y pocas cosas más inmediatamente expresivas del ser concreto de la época en cuestión que las costumbres, la moda en el vestir, las celebraciones, los modos de socializarse. 
Con ligereza y encanto, D´Annunzio nos habla de pianistas y de vestidos de raso, de fiestas en embajadas y subastas de bibelots,  de funerales y bailes, de bodas y óperas, de teatros y escaparates, del impacto del sol en los cascabeles de los caballos de los carreteros,  de las pieles de nutria exhibidas por la condesa de no se qué y la de no sé cuántos, de los carnavales, de la lluvia en Roma, de los brocados y los diputados, de la florida lencería disponible en el mercado, de las soleadas soledades de la capital durante el verano, de veladas y tipos de peinado...
 
Para el lector actual, la serie de cosas a las que D´Annunzio alude, conforman un nutrido conjunto epocal, un sabroso corpus de objetos semióticos dispuestos al estudio y ávido rastreo de mundos que fueron.
 
Y  si algo destaca en este corpus por la especificidad con que su apariencia la mima, adorna, camufla, transforma y sublima, es la mujer. La relación de encajes, corsés, tipos de manguitos, paños, pieles, plumas; de todo ese frondoso conjunto de vestimentas que protegen o dan solemne forma al cuerpo, con la retórica estético-decadente, a la que D´Annunzio pertenece, es manifiesta.
 
Para nosotros, habituados a la ropa ajustada, cuasi ajenos a la seducción lenta, nada más artificioso, pomposo y extravagante que las mujeres ahogadas bajo las ropas que D´Annunzio adora y se recrea en describir.
El delirio estético explota en la descripción de los trajes. La mujer es su traje. Y las que visten de negro seducen tan inmediata y mórbidamente como lo hace esa turbia tonalidad actualmente en vestimentas más manifiestamente fetichistas. Aquellas señoras, que habían asumido todas las pesadas minucias del protocolo en su propia indumentaria, aquellas mujeres con sus mangas, hombreras, moños, sombreros, abrigos y paraguas, adoptaban un aspecto cuasi alucinógeno. Y todo aquél despliegue de apariencias hace las delicias erótico-literarias de D´Annunzio.

Lo que a nosotros nos choca, el entusiasmo del escritor italiano por aquella prendas que camuflaban el cuerpo, que lo escamoteaban, de alguna manera, con la lluvia de adornos y pieles, es lo que marca la cualidad aristocratizante del gusto, el ritmo con que se demora desnudar el cuerpo.
Precisamente, el secreto placer del decadente es demorarse, retrasar voluntariamente, el acceso al cuerpo, atravesando voluptuosamente, todo ese florido despliegue de prendas y gasas, que lo ciñen, que lo rodean acariciadoramente. 

Recordemos lo que Mallarmé decía acerca a de la función en poesía  de la sugerencia, y que aplicado al erotismo, marca su diferencia con la pornografía: el erotismo dosifica lo que decide mostrar, mientras que la pornografía consiste, sistemáticamente, en mostrarlo todo.
D´Annunzio nos informa de otros aspectos que alguna vez nos hemos podido plantear por pura curiosidad. Cómo aguantaban los asistentes a un concierto la duración del espectáculo en una instalación cerrada durante el verano, por ejemplo.

Y aunque la moda pase de moda, como diría el poeta Carlos Oroza, la obsesión por esa delicada y misteriosa criatura que es la mujer, independientemente de que las vestimentas resaltasen o trabasen sus curvas, conecta las observaciones de D´Annunzio con un melancólico motivo propio de la lírica urbana moderna, que Baudelaire fuera el primero en recoger,  y que se convierte en el motor del texto de Nadja, de Breton: la intriga que produce la belleza de una misteriosa dama con los ojos pintados de violeta que desaparece en una calle solitaria y que no vuelve a ser vista nunca más.   

viernes, 5 de julio de 2013

UN SUEÑO EMBARAZOSO Y UNA ENSOÑACIÓN ANALÍTICA


 




El otro día tuve este sueño durante la siesta que, tras pensármelo un poco, transcribo aquí, esperando que toda interpretación freudiana, postfreudiana, junguiana, posjunguiana o parajunguiana  del mismo, se abstenga de realizarse para no dejarme en ridículo. Quizá no se trate, en parte, sino de los reflejos de unos trámites bancarios que tuve que hacer.

Vicente Ferrer me ha conseguido una novia. El sábado por la noche está prevista la boda que se celebrará en la India. La novia es una muchacha nativa. Yo ando nervioso por la cocina y los salones de la casa, entre indeciso y algo avergonzado. Hay mucha gente. Veo a Blanca Andreu, quien, parece, ha intercedido a través de Vicente Ferrer para que se me encontrara la chica. Yo discuto con alguien, a quien no se le ve en el sueño, protestando por esta boda: cómo voy a casarme con una mujer a la que ni siquiera he visto. Agradezco lo que han hecho por mí, pero esto es imposible. Me siento extraño con los preparativos de mi propia boda. La casa dispone de muchas dependencias, así que, andando de aquí para allá, me meto, sin enterarme, en la casa vecina que está pegada a la nuestra y de ésta a la siguiente, perdiéndome en una serie de habitaciones y salones.
Me quedo dormido en algún rincón. Al despertarme, tengo la sospecha de que la fecha para la que estaba convenida la boda ha pasado. Salto una pequeña valla y salgo a la calle. Es de noche. Ando por unos grandes jardines solitarios. No veo a nadie. De pronto, escucho sonidos de voces que me son familiares. Efectivamente, hablan en español. Me acerco para pedir ayuda y me encuentro con José María Aznar y Ana Botella. Van discutiendo, mejor dicho, Ana Botella va riñiendo a Aznar. Éste parece estar algo bebido. Me acerco a ellos y les pregunto qué día es. Aznar me dice que es domingo, confirmando que la ceremonia de mi boda ya ha pasado. Siento vergüenza pensando qué habrá ocurrido y lo que habrán pensado de mi actitud. Acompaño a la pareja. Aznar me confiesa que vienen del funeral de su suegro. Seguimos avanzando y Aznar y yo nos vamos separando de Ana Botella, hasta perderla de vista. Aznar lo que quiere es seguir la juerga, bebiendo conmigo por las cafeterías y los bares.


Ensoñación.
Escuchando una pieza de música electrónica, me quedo semidormido. La música se va evaporando paulatinamente y retorna con una algarabía de ecos, pero no es música lo que continúa sonando sino una voz femenina que explica el orden sintagmático de los enunciados de que consta la explicación misma de lo que está exponiendo. En la ensoñación hay, incluso, un elemento visual: se ve una línea cortándose en porciones que se desplazan entre sí para colocarse en orden. Es como si los segmentos en movimiento fueran la representación gráfica de las partes de la oración que dicha voz intenta al mismo tiempo tanto producir como concatenar. Doy un respingo, y me despierto, alarmado. Todo ha sido un sueño. La música continúa sonando tras esta extraña transformación.  

jueves, 4 de julio de 2013

FRAGMENTOS ADIPOSOS DEL HERMENEUTA (SELECCIÓN VERBORRÁGICA)


 
 
 
 
 

En las prolongaciones foráneas del discurso anidan excrecencias semánticas susceptibles de multiplicar sus potencialidades inoculándoselas por pura inercia a la dirección formal del fluido general de las proposiciones, por lo que, bajo el aspaviento contra la crítica, no yace sino una supersticiosa tendencia a admitir sacralmente toda adición lingüística, independientemente de que justifique o no su realidad conceptual, en lógico acorde con lo que originariamente se afirmó, cuando simplemente se daba curso a una aserción contrastada.

 


El vacío retorna sin haberse movido del sito, sin haber erosionado su potencialidad receptora.

 


En el eje de las verificaciones simples la abertura dialógica de los distintos sistemas supuso la integración más que anecdótica de la mirada hiperfilológica y de su índice de exámenes crecientes en la creación de un corpus rebosante de hallazgos discretos y untuosos rastreos semióticos.



La vívida intersección de ángulos sintagmáticos en la correlación de la delimitación de la substancia es una anécdota más del conjunto de las propiedades.




La indexicalización del mundo supone su conversión uniformante en catálogo, en lista de verificación pura de la realidad del objeto, aislado de sus relaciones dinámicas con los otros objetos también significantes.




Sobra lo subexpuesto. Es el impacto molecular del acontecimiento, más allá de toda representación eventual, es la exposición ligera de los matices lo que conforma el cuerpo posible y llama a la plenitud del dato.



 






 

La imaginación multiplica las propiedades de un objeto que ni siquiera existió.




Lo eximio en el emprendimiento de la IDEA es la posibilidad de que desde cualquier representación se dilucide una de las fibras sustantivas de lo que persiste sugerido en los alrededores del nombre.

 


En las avenidas de la palabra naufraga un cuerpo también incluido en la evocación clandestina. La fuerza del símbolo aquí es lo fúlgido de su recorrer objetos, deseos y deflagraciones del sentido.




El vacío es potencialidad de miríadas.



En el envés del folio, la escritura ciega del sueño.



Consignar la vastedad en unas sílabas, o más insólitamente, en una fórmula.




Necesitamos de un espíritu geométrico que se deslinde a placer de los planos y aristas que lo configuran.



 
 





Yardas léxicas en la recámara de un solo verbo.




Hay escrituras compulsivas con intenciones subrepticias y escrituras escuetas absolutamente provocadoras.




¿Se reconocen las propiedades de un objeto en el seno del objeto al que pertenecen?




El espacio es un Sintagma de sintagmas, un nido de sintagmas circulares, recurrentes, fragmentarios, conexos e inconexos, un sintagma jeroglífico sin fin.




El nombre ¿invoca un cuerpo?



La cohesión atómica configura finalmente un cuerpo cuya identidad depende de esa cohesión. Sus evoluciones por el espacio intelectual de la observación corresponden al desbrozamiento semiótico.




La percepción de cualquier objeto discrimina perspectivas y contextos de ese objeto. El objeto puede ser uno pero el abanico de las significaciones e implicaciones se multiplica con la laminación de la serie de los contextos perspectivísticos




Improvisé un acorde – excelente contradicción – y generé un mundo habitable por rostros y frondas. 

 

UN PAR DE OBSERVACIONES ORTEGUIANAS

  Leyendo a Ortega y Gasset , me he encontrado con un par de pasajes que he convertido en motivos autopunitivos o que se me han revelado...