lunes, 23 de noviembre de 2020

DELICADOS MUNDOS HABITABLES


Creo que, en parte, el arte más vanguardista ha perdido la capacidad de crear mundos habitables, sustituyéndolos por la experimentación, la abstracción o la temporalidad de las instalaciones. Quizá es que ya, semejante cosa en el mundo del arte, se acabó, ya no hay posibilidad de detenerse en tales objetivos teniendo en cuenta la ideologización a veces más que expresa, con la que los estudiantes de arte salen de sus escuelas, con la creatividad dirigida a la crítica social, sobre todo. Es por todo ello, que a uno, que huye del panfleto y de la monosemia, no le quede más opción que refugiarse en el mundo del barroco y del modernismo. Casi diría que en la obra de arte, cuanto más anacronismo, más encanto. Aquí van algunos ejemplos. 



Pintura de Salomon Konick. Artista holandés (1609-1656). Estupenda muestra de claroscuro. Menos aguardentoso que Rembrandt y algo más ingenuo. Qué encuadre más perfecto. La ubicación espacial es centralizadora, de efecto visual inmediato. Produce placer ver esta pintura y también emite una sensación de misterio y recogimiento.  





Pintura simbolista de Alphonse Osbert. Se titula, sutilmente, "La calma de las aguas". ¿La figura espectral es una divinidad de las aguas, una personificación de las mismas al estar en calma estas, o está allí por casualidad y lo que le interesaba resaltar al artista es el estado tranquilo del estanque, nada más?





Encantadora escena biedermayer de Josef Danhauser. El efecto harmonizador y educativo del arte. 




Obra del misterioso Zurbarán. Los críticos han hablado del silencio que emiten los objetos pintados por Zurbarán. Yo resaltaría la materia ingrávida de sus piezas. Aquí, ese paño blanco casi me da ganas de morderlo: parece de nata. 




Obra de Petrus Schandel, el gran maestro del claroscuro holandés del XIX. Schandel se convierte en un especialista de este tipo de pintura, convirtiéndola en todo un género. Cuida todos los detalles de reflexión de la luz: rostros, ropajes, entorno, contraluces... Cada obra suya es una ocasión de lucimiento pictórico, un pretrexto para explotar todas las mágicas posibilidades del claroscuro en cualquier situación.   






Pieza simbolista de autor anónimo. Podría ser la laguna Estigia, pero mas bien parece el viaje de placer de dos enamorados que parten del palacio donde residen o al que retornan. La vegetación, las aguas, las aves y el palacio con sus estatuas y escaleras, en suma, naturaleza y mundo del hombre, convergen proyectando una imagen o idea del paraíso.





  Odalisca de Francesco Hayez. Los tonos verdosos de los cortinajes contrastan con la luminosidad de la figura recostada. Lo que me fascina de esta pieza es ese mar que se ve al fondo, en el exterior y la terraza insinuada. ¿En qué mundo, en qué país se encuentra esta odalisca?





Representación alegórica de la Primavera, de Mariano Salvador Maella. Qué frecuentes son en la pintura del XVIII y en tantos tapices de esa época y anteriores, las figuras alegóricas. Durante un tiempo me pareció este tipo de pintura, mera pintura académica, pero posteriormente la he valorado de distinto modo: su presencia añade delicadeza al mundo. Si la pintura no hubiera representado a niños, a santos o a ángeles, nos faltaría humanidad, inteligibilidad.   

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