Si
leyera los textos reunidos aquí sin saber quién los ha escrito, yo pensaría en
algún autor surrealista, o en un escritor humorístico de raigambre
expresionista de entre guerras. Podría pensar, por ejemplo, en alguna fantasía de Ionesco, o bien en un
Kafka, o en alguna humorada de Benjamin Peret, incluso.
Creo
que hicieron bien sus autores reales en guardar en el cajón estas prosas
teniendo en cuenta el nivel que alcanzaron tiempo después con sus obras
genuinas, es decir, bien alejadas de la experimentación o de la mera estampa
bizarra.
Benet
y Santos ensayaron en estos textos motivos, ámbitos y personajes que luego
utilizarían notablemente en sus novelas pero sin demorarse en la estricta
proyección de lo grotesco. Porque absurdo se vuelve el mundo si sólo destacamos
con deleite literario sus aspectos desmesurados, su pobreza, su recio
localismo, su tornasolada miseria, su onirismo gris.
Independientemente
de estas consideraciones inmediatas, si nos medio olvidamos de qué soberbias
plumas proceden, estas chocantes y contundentes prosas se leen entretenidamente
como literatura del absurdo o realismo expresionista, es decir, realismo
delirante al fijarse sólo en el detalle bruto y crudo de la vida.
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