jueves, 6 de junio de 2024

LAS BELLEZAS QUE OTORGA EL PASEO


 

 Una cosa es marcarse un recorrido y realizarlo como si de una exploración cualquiera se tratara y otra andar sin rumbo, dispuesto a que el azar haga surgir la contemplación sorprendente o la reflexión alucinada sobre el espacio -tiempo en que uno se abandona. Una cosa es alcanzar una cumbre montañosa o atravesar una zona boscosa y otra sumirse en lo numinoso que un trayecto indistinto puede procurar. Una cosa, por tanto es ejercer un esfuerzo físico recompensado por las gracias del paisaje y otra recibir una suerte de revelación  repentina en el transcurso de un dejarse ir a ninguna parte.

Gabriel Miró que fue un gozoso andariego, supo distinguir entre alcanzar un objetivo en una salida al campo como reto físico y disfrutar, a través de un paseo, de un fascinador atardecer como fin en sí mismo, independientemente de la molesta fatiga de recorrer tantos y tantos metros.

O sea que colocarse records para batir en cualquier aventura geográfica que logre desempeñar nuestro cuerpo, no tiene nada que ver con el andurreo alucinado, con el callejeo surrealista, con el vagar poético por cualquier paraje que nos haga soñar el tiempo en que vivimos y las secuencias espaciales en que  nuestra mente demore la organización de nuestras percepciones.

También es verdad que todo viaje supone una abertura de horizontes, una puerta  abierta a lo posible. Todo viaje nos excita y nos ilusiona. Y de todo viaje podemos traernos un recuerdo vibratorio de las bellezas naturales y artificiales que hayamos visto. Aun así, las bellezas del paseo o del caminar hacen alusión a una experiencia menos global y más íntimamente vívida. Es el alma romántica, nuestra alma de poeta la que despierta aquí ante las sugerencias inmediatas del espacio que se recorre. Al pasear no viajamos exactamente. O en todo caso lo hace nuestra imaginación.

El libro de Avelino Fierro es un libro de encargo. Y aunque el autor posea un curriculum notable a través de los diarios que ha ido escribiendo y publicando en esta casa, Eolas Ediciones, lo que nos lega como experiencia neta de andanzas especiales es materia escasa. Eso sí, las alusiones bibliográficas abundan y copan parte importante del libro. Lo que ocurre es que para mí tales referencias son aportaciones meramente académicas. Lo que importa es qué de curioso, de patético, de ilusionante o revelador ha sentido el autor que escribe, paseando por cualquier inmediación próxima o no a casa.

Pasear supone, desde luego, un momento dinámico de contemplación. Es el instante en que lo poético puede mostrársenos a través de lo anecdótico o lo  paisajístico. El momento en que la memoria puede ser estimulada por cualquier cosa y eclosionar en imágenes o recuerdos fascinadores. Ahí fuera, en el espacio continuo de la metamorfosis, nos esperan las revelaciones del sueño. Dispongamos nuestras redes, nuestras sondas especiales.

No me ha satisfecho del todo este libro en cuanto a recolección de tal tipo de materia delicada y densa. Lo que sí resulta notable es el estupendo diseño de esta colección.  

    

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