martes, 25 de noviembre de 2025

YO ERA UN FOTÓGRAFO FAMOSO Y UN DÍA....




A veces, el poder de evocación de una fotografía resulta más específico que el de la pintura. Esta imagen de Lucien Clergue, tomada en Estados Unidos en 1980, suscita en mí una fuerte ensoñación, recurrente durante aquella década, cuando creía que mi futuro era el de ser pintor o fotógrafo. La ensoñación, es quizá previsible. Yo soy un destacado fotógrafo, reconocido por mis contemporáneos. Se me encarga hacer una serie de reportajes urbanos de la ciudad de New York y allí me dirijo con mi equipo. En la dinámica cosmópolis, conozco en un restaurante a una modelo que además estudia Bellas Artes. Nos enamoramos locamente y la voy llevando a los hoteles y rascacielos más imponentes del lugar en donde le hago un montón de fotos. Esta en particular, la correspondiente al fotógrafo francés, es una clara puesta en escena de tales fantasías. Hemos viajado a Houston, alquilo el ático del rascacielos más espectacular de la ciudad, y le hago una foto un tanto vertiginosa, pues la modelo se pega a la ancha ventana desde la que se divisa el parking del edificio. Que la imagen sea de un lejano, casi remoto año 1980, ratifica el caracter iluso de mi ensoñación, confirma que toda feliz evolución erótica quedó varada en el pasado, pues actualmente no encuentro confín o lugar que me provoque las mismas ensoñaciones.    

EL FUEGO SEMEJANTE


 

En el orden de la representación estética, ¿qué diferencia existe entre una jirafa en llamas y una tuba ardiendo? Nos referimos a la jirafa daliniana (Salvador Dalí) y a la tuba margriteña (René Magritte), valga el neologismo que más bien parece un gentilicio surrealista: así se llaman los que son del país de Magritte.

Ambos artistas pertenecían al movimiento surrealista, cuyo onirismo programático les dictó tales fantasías. Teniendo en cuenta la plurimetaforización de lo surreal, demasiado hubiera sido que los dos artistas hubiesen elegido el mismo motivo para sumirlo en indoloras llamas. Pues aquí el fuego es absolutamente simbólico, es decir, sacraliza al objeto que incendia sin destruirlo. Una de las claves tanto del surrealismo como  de las obras de Dalí y Magritte, es la poesía. Nos movemos aquí  en explicaciones tautológicas, pero no nos excederíamos si indicamos que el resorte metafórico de toda poetización es el mensaje central de la libertad creativa surrealista. La pulsión conceptual de la poesía a través de un repertorio virtualmente infinito de imágenes es lo que relaciona la obra de ambos pintores. La repetición de una representación es sólo una coincidencia en la convergencia creativa. ¿Qué tiene que ver una jirafa con una tuba? Pues lo mismo que un paraguas con una mesa de operaciones: la lúdica asociación de todo lo cuantificablemente relacionable y existente.  

 

martes, 18 de noviembre de 2025

EL TIEMPO ESTÁ PASANDO Y NOSOTROS SOMOS SUS RELATORES



Cuando los lunes, iniciando la jornada de “trabajo”, me coloco ante el ordenador y busco en mi imaginación, en el repertorio infinito de imágenes de la red, cualquier tipo de estímulo con el que dar la señal de salida a la escritura, me asalta una viscosa mezcla de melancolía y frustración, un querer hacer y un darme cuenta de que ya es tarde para emprender determinados asuntos,  una percepción de las cosas que han sucedido en los últimos años que viene a convertirse en  confirmación: el  tiempo de la vida ha pasado.

Cierto es que apenas echo un vistazo a la actualidad, al debate social, al estado de la política, al número de protestas que ha habido a lo largo del día en la mayoría de las ciudades españolas, me encuentro con que la gente lucha, con que a pesar del viciado discurso a que asistimos, la información continúa significando libertad y democracia, que la vida sigue.

Pero, a pesar de ello, abro el ordenador a la tarde después de comprobar la vitalidad de la movida general, y como una hoja del árbol autumnal de la vida, se desprende lentamente ante mis ojos.

Compruebo que aquella gran actriz que tanto me encandilaba a ms veinte años, falleció hace unos meses, que no existen señores de la palabra en el ámbito creativo poético, que  los grandes creadores literarios o los filósofos destacados, o se reducen a un par de nombres ya rutinarios o no se han renovado. Que las tertulias exquisitas han cambiado tanto de partícipes como de temáticas, que no hay exquisitez intelectual en ningún ámbito, que la polémica ya sólo puede ser de índole económica o política.

Sí,  conozco perfectamente la razón generacional de esta melancolía. Los jóvenes que se van instalando en los puestos y enclaves que antes ocupaban los míos, lo hacen con un vocabulario menos selecto y más restringido, a mi modo de ver, con distinta gracia y soberanía, y a través de otras temáticas, invirtiendo las prioridades que nosotros despachábamos con humor y creatividad intelectual, sin el aura de las humanidades esplendiendo sobre sus motivaciones ya que han elegido otros duendes con los que llevar a cabo sus andaduras.

La realidad  es un depósito de fenómenos ignotos a punto de estallar cada día. No sabemos lo que la neurociencia, los estudios arqueológicos e históricos, otras investigaciones de la medicina o de la física estelar pueden revelarnos en los tiempos venideros. Esto es lo que me da esperanza.  

Este es el gran misterio: la gente, las personas que conocemos y amamos van desapareciendo, van muriendo, pero al mismo tiempo, este presente que habitamos es una rampa de lanzamiento continuo de realidad y de realidades que hay que interpretar y gestionar. La muerte se produce, increíble y tristemente, pero el tiempo, simultáneamente, no se cancela. Sigue habiendo otras existencias, asuntos que el devenir hace refluir ante  todos, objetos complejos de la cultura que nos retan a tantas otras lecturas, horizontes de mundos que no cesan de perfilarse y que requieren de nuestra entrega e implicación para ser comprendidos y definidos.

Por ello digo que: el conjunto de las cosas que ocurre, me emociona, me impacta, que el mundo actual me intriga y fascina,  pero que no voy a reflejar los aspectos de la realidad que los periodistas hayan elegido previamente como imperativos ni perder el cualitativo don del lenguaje desde el que dejar de definir mi puesto en la suma de las circunstancias.

martes, 4 de noviembre de 2025

DERIVAS FÍLMICAS Estados Unidos y el resto




 Se trata de algo muy personal y relativo a gustos estéticos,  pero he de confesar que últimamente experimento un auténtico hartazgo del patrón cultural norteamericano,  y sobre todo, claro está, a través de la mayor herramienta de propaganda de este país: su cine. Aunque se trate de un cine magistralmente realizado desde el punto de vista formal, surtido de una efectividad anímica notable, y haya alcanzado una altura gracias a la cual ha sido clasificado desde el punto de vista de la semiótica como Modo de Representación Institucional, nada menos, no dejamos de notar que, pese a todo, el cine norteamericano sigue cometiendo los mismos pecados de ignorancia y desprecio con respecto a determinadas culturas que hace décadas y mantiene unos cuantos estereotipos que quizás los europeos hayamos superado.

 

Siempre me ha asaltado esta duda: ¿Por qué los norteamericanos son tan obstinadamente ignorantes del mundo sudamericano, interesándoles únicamente explotar el mito del narcotraficante, e igualmente  extraños a la historia de la misma España, teniendo en cuenta la vinculación de nuestro país con el orbe americano? ¿Qué hubiera sido del western sin los caballos, traídos por los españoles al Nuevo Continente? Incluso el tipo del vaquero tiene grandes semejanzas con el vaquero español de hace 300 años, según observaba De la Cierva, un pariente del gran inventor. Nevada, Colorado, Florida, Las Vegas, San Francisco, El Paso, etc… Lugares descubiertos y bautizados hace siglos no precisamente por los checos… Este verano pasado vi por fin Apocalipsis Now y aunque el sonido del film es extraordinario y la deriva del mismo, admirable y su fama indiscutible, la película me supo a otro producto narcisista más aunque, en este caso, de calidad. Los vietnamitas no tienen un protagonismo específico encarnado en algún personaje o sujeto concreto, son nadie, un grupo animado de fondo ante el endiosamiento malditista de los personajes principales convertidos en monstruos sagrados y, lo que  faltaba, adorados por los nativos. Lo dicho, vueltas de tuerca en la autofascinación narcisista. Los vietnamitas como los mexicanos en tantas lamentables ocasiones, son un solo personaje colectivo secundario. En vez de haber un cineasta oriental que retratase la animalidad de los norteamericanos, son estos los que se atreven a autorepresentarse, aunque supuestamente sea con el toque exquisito de Coppola quien pretendía llevar a cabo una crítica antibelicista. La verdad es que el cine norteamericano es lo que retrata mejor que nada la ignorancia, precisamente, de los norteamericanos de prácticamente, el resto del planeta, y no sé si esto es un efecto involuntario de los directores o una probable protesta del propio lenguaje del cine. Una ignorancia que es tanto como jactarse de no saber nada de la historia y cultura de determinadas naciones, no teniéndolos en cuenta aunque la acción narrativa transcurra en tales países. De esto último hay múltiples ejemplos. Personajes protagonistas norteamericanos que se mueven por México, Francia, España o Italia, como si lo hicieran por el patio trasero de su granja. Los norteamericanos, como en Bienvenido Mr. Marshall, siempre  a lo suyo. 



Cada vez que me acuerdo de aquellas películas de catástrofes de los setenta, las de terremotos, maremotos, incendios y demás, las veo encantadoramente ridículas, y más tontas si cabe al sospechar el mensaje que todas ellas llevaban implícito. Se trata de filmes claramente parareligiosos. Que los norteamericanos creen ser, como los judíos,  un pueblo escogido, lo verificamos sobre todo en su historia colonial, en su manía por fundar sectas y movimientos religiosos y en su preferencia por el Antiguo Testamento antes, incluso, que por el Nuevo, que nunca han sabido abordar con racionalidad, salvo en alguno de los mejores fílms de temática bíblica de la época clásica. Los colonos del siglo XIX eran los nuevos profetas y América, la Tierra prometida….. No es extraño de esta manera que se crean los destinatarios del Apocalipsis a través de todas esas películas que menciono: El coloso en llamas, Terremoto, El día de la independencia, Aeropuerto, La aventura del Poseidón, etc… Ah, y Titanic, para no ir más lejos. La gran pedantería de los norteamericanos radica en esta apropiación descarada de la trascendencia. Ahora, eso sí, se trata de un tipo de trascendencia social, grupal, y no subjetiva o personal. Los norteamericanos son religiosos, no místicos. Saben que son incapaces de producir un Tarkovsky, un Pasolini o un Bergman, Y esto, con toda seguridad, les humilla un poquillo. El cine verdaderamente serio es el europeo.               

 

El otro día, pos casualidad, zapeando, visioné un pasaje de la película Grupo salvaje. Un grupo de pistoleros, al parecer, llega a una zona de México donde se alía con el ejército opresor. En una fiesta donde se les acoge para realizar fechorías, el par de individuos norteamericanos más salvajes del grupo no sólo quiere vino y una buena cena para celebrarlo sino también mujeres. Se les suministran unas cuantas chicas muy bonitas mexicanas con las que se bañan en un gran barreño lleno de vino y montan una buena juerga. Confieso que me dio náuseas y mucha vergüenza ajena. Estas escenas me las imaginé pero dándoles la vuelta: un conjunto de forajidos mexicanos revolcándose con mujeres norteamericanas rubias y de ojos azules. Imposible. ¿Hay alguna película donde esto haya ocurrido? Recuerdo la venganza que al respecto ejecutó Alex de la Iglesia en su película Perdita Durango.

 

 En esta misma película, como en tantas otras, se vuelve a hacer escarnio aunque brevemente, de los modos de culto católico de las feligresas mexicanas. Como siempre, personas muy mayores, rezando y portando cruces en actitudes supersticiosas. Los norteamericanos siempre han hecho esta caricatura de una religión que parece extraña o bárbara, cuando resulta que se trata de cristianos, como si los norteamericanos no lo fueran. Aunque de esto tengo serias dudas. Los norteamericanos son más bien satánicos, como puede comprobarse en su cine, en Halloween, en su lamentable historia criminológica, en el heavy metal, etc..



Al consumir cine norteamericano también consumimos sus obsesiones y paranoias. Y estamos, además, a un punto de asumirlas, lo que significaría que abandonamos la luz y la racionalidad del catolicismo para convertirnos gradualmente al protestantismo, es decir, a la nada oscura y sombría cuya única temática es, ya sabemos: los muertos vivientes,  los asesinos en serie, la fascinación por la sangre y la muerte, y otras encantadoras maravillas.

 

Aunque también es cierto que ha sido un país protestante como Estados Unidos quien ha creado un sitio como Disneylandia. La clave también está, creo yo, en la religión protestante. Al ser liberados del sacramento de la confesión, los norteamericanos protestantes, han creado un paraíso originario y cursi como Disneylandia - que no está basado sino en los cuentos y tradiciones de Europa-  del mismo modo que han tirado la bomba atómica: porque a diferencia de los católicos ellos no tienen escrúpulos. Parten siempre de cero, de la virginidad moral. Mientras nosotros arrastramos una pendejada como la leyenda negra, ellos, creadores de las reservas indias, del racismo contra los negros, de los horrores de Hirosima y Nagasaki, no tienen conciencia de culpabilidad. El protestantismo al deshacerse de toda autoridad y de casi todos los sacramentos, funciona como un sistema de lavado automático de la conciencia ética. Uno no responde sino ante sí mismo. Todo compromiso moral se resuelve en los circuitos ignotos de la mente de cada cual. Ya decía el mismísimo Schopenhauer que dudaba de que el protestantismo, comparado con el catolicismo, fuera una religión.    

YO ERA UN FOTÓGRAFO FAMOSO Y UN DÍA....

A veces, el poder de evocación de una fotografía resulta más específico que el de la pintura. Esta imagen de Lucien Clergue , tomada en Esta...