jueves, 29 de julio de 2010

EL ORGASMO (NACIONALISTA) CATALÁN
En Francia se promueve un debate sobre la identidad nacional, en Cataluña prohíben las corridas de toros. Uno no puede sino preguntarse, en palabras de Eduardo Mendoza: ¿Qué collons pasa aquí? ¿Son estos otros signos más de la famosa e inextinguiible decadencia europea? Los saltos de euforia de los nacionalistas catalanes tras la aprobación de la prohibición, hacen muy difícil eludir una lectura política del hecho, pensando que daban tales saltos porque el pobre bóvido dejará de "sufrir".Ccomo si fuera ése el meollo de la cuestión.
Esto lo confirman las palabras de Artur Más: "Ahora tendremos una Cataluña mejor", o sea, que eliminado el foco de infección españolista de las corridas, de ahora en adelante los ciudadanos catalanes levitarán automáticamente por las calles, envueltos en un halo de beatitud y civilización, como si antes no hubieran sido igual de civilizados. Alucinante. Por cierto, ahora se plantea un debate interesante y algo surrealista: los catalanes, con la prohibición, van a ser menos salvajes que los franceses del sur, que asisten a sus tradicionales corridas con toda tranquilidad.
¿Han prohibido las corridas? Bueno, ellos se lo pierden. El bonito escenario que se pinta con medidas como estas es el de más control y uniformación social, creación de problemas donde no los hay (recordemos lo del burka), y aplicación a discreción de pensamiento políticamente correcto.
Parece como si Cataluña aspirase a convertirse en uno de esos países sosos como Liechenstein o Bélgica. Menos mal que para los turistas quedarán cosas exóticas como- no recuerdo su nombre en catalán - las torres humanas (aunque, por cierto, también deberían prohibirse ya que ponen en riesgo la vida del niño que suben a lo alto del todo). Y naturalmente, ahí están La Sagrada Familia o el Mueso Dalí, aunque ¡horreur! ¿qué haremos con el ignominioso Torero alucinógeno?
En fin, allá ellos. Ya nos estamos acostumbrando a lo inaudito. Lo que sí me inquieta de estos tipos - los nacionalistas - es que van a conseguir, con la deriva que está tomando la cosa, que los primos y tíos que tengo en Vilaseca se conviertan en extranjeros para mí.

martes, 27 de julio de 2010


AMOR POR LAS RUINAS


Este sábado pasado, estuve viendo, en la sala de exposiciones temporales del Museo Arqueológico de Murcia, una variada muestra de los objetos encontrados en el Cerro del Molinete de Cartagena, lugar en el que, al parecer, estuvo viviendo el caudillo cartaginés Asdrúbal. Examinando con atención y deleite lo que había allí expuesto, me encontré de pronto con algo extraño, que no podía identificar a simple vista. Parecían dos gruesas láminas de cuarzo sucio. Leí la nota que figuraba a su lado. Eran restos de cristales de la ventana de una casa romana del siglo II d. de C. Me quedé fascinado. La apariencia del objeto adquirió, súbitamente, una belleza numinosa. Estuve un buen rato frente a aquél objeto, intentando, barrocamente, hacerme una idea del tiempo, de los siglos que pesaban sobre aquella transparencia carcomida. Examinaba y escrutaba un poco ridículamente cada tiznajo, cada salpicadura, cada borrón, intentando imaginar el viaje que los cristales de una ventana de 1800 años habían hecho a través de las décadas y las épocas. Estaba solo en la sala, sonaba una música electrónica de fondo y caí en uno de esos estados de ensoñación que son los que me hacen secretamente llevaderos los sábados por la tarde. Contemplando aquello en un recodo de la sala, creía haberme encontrado con un objeto mágico. Flotando dentro de la vitrina, envuelto en una luz tenue, su aspecto era enigmático: podría pasar perfectamente por una escultura moderna estilo minimal.
Salí a la calle encantado y con cierto fastidio: no me atreví a hacerle una foto por miedo a que me llamaran la atención. Pero ese fastidio se fue atenuando cuando empecé a pensar porqué los restantes objetos que había visto no me habían producido la misma sensación que la de los romos cristales. Por ejemplo, ¿por qué la espléndida cornucopia de mármol y la delicada cabeza de una divinidad romana que estaban allí no me sumían en el vértigo del tiempo? Precisamente porque por su elegancia y harmonía, están por encima de él y lo superan. He ahí la definición de lo clásico. Lo que me fascinaba, un tanto abstractamente, de los cristales era constatar, localizar en ellos el detritus, el proceso infinito del tiempo. En suma, que si la cornucopia y la cabeza representan lo clásico, mi turbación por una masa contraída que resultan ser los restos de los cristales de una remota ventana que existió hace cientos de años, revelan el típico amor romántico por las ruinas. En el primer caso, el ideal clásico se encarna en unas formas concretas perfectas; en el otro, - podríamos decir, su opuesto -, uno se abisma preguntando por el origen de las cosas, por el destino material de lo que el hombre hace. En lo clásico, el tiempo es aniquilado; en la tendencia romántica uno es (voluptuosamente) aniquilado por el tiempo.

domingo, 25 de julio de 2010

Agosto Clandestino

Al hilo de la anterior anotación de José María que incluye un maravilloso dibujo de Emma, adjunto esta animación (haz click en la imagen y verás como se mueve la lengua del perro) para hablar de un festival poético veraniego que comienza esta semana, Agosto Clandestino (vía Rioja2 - Europa Press).

Puedes leer también el artículo de prensa titulado "Poesía contra la canícula" de I. Rubio al respecto, que sirve de nexo con la explicación de algunas expresiones relacionadas con el clima y no muy utilizadas, la canícula (derivada de canes/perros) u ola de calor, que incluimos en la WikiClimA, iniciativa abierta a vuestra participación.

viernes, 23 de julio de 2010



EL LENGUAJE DEL MITO


Así soy yo frente al ordenador, según Emma, una niña de 7 años. Es curioso, pero siento cierto escalofrío contemplando el dibujo: me veo flotando en un espacio indeterminado, atemporal, agitando el ratón como si fuera un látigo, con los pies al revés y con una inquietante sonrisa que es más la de una máscara que la de una cara. Con qué naturalidad fluye el pictograma y lo fantástico en la imaginación creadora infantil. El esquematismo hechizado de esta imagen surge de la misma inspiración que articula lo arquetípico en la obra de Picasso, los fetiches africanos o el grafismo mágico de un Miró. Un elemental estudio iconográfico, el análisis semiótico de la representación confirmarían la gradación de estas correspondencias. ¿Qué redescubrieron las vanguardias sino la imaginería mitológica del inconsciente, la potencia anímica del pintarrajo?

miércoles, 21 de julio de 2010


DIARIO DE VERANO


En la azotea, por la madrugada. Tristeza, a pesar del buen tiempo. De repente, veo caer un meteorito. En realidad, no puedo decir que caiga. Su trayectoria es insólitamente horizontal y prolongada. Incluso dudé de que se tratara de un meteorito. Cuando al final el punto luminoso se apaga y se sume en la oscuridad de la que salió, breve pero intensa sensación de fascinación. Estos fantasmas estelares parecen enviados de otros universos. Parecen decirte que existen otros mundos, que a pesar de la oscuridad envolvente, hay principios de vida insospechada en confines remotos pero reales. Son como un signo misterioso de esperanza, un signo de que la vida cósmica, más allá de la humana, continúa trabajando y evolucionando.

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Sería el tema de un curioso ensayo exponer las ideas y percepciones que los intelectuales del norte han tenido sobre la luz. Thomas de Quincey dice que el verano es la época del año en que la muerte es menos dramáticamente sentida, como si el exceso de luz y la confusión que produce el calor, nos impidiera darnos cuenta del hecho fatal, y actuara como una sobreenergía. Jensen, el autor de Gradiva, famosa novela por ser el primer texto literario en ser sometido al escrutinio psicoanalítico, llama al mediodía "la hora de los fantasmas". El austríaco y precoz suicida Otto Weinninger, desconfiando de las bondades lumínicas y como intuyendo una ardua confabulación bajo las apariencias soleadas, escribe: "Y la tranquilidad del mediodía, cuando todos los sonidos pierden intensidad, es lo siniestro de la aparente perfección". Como feliz contrapartida a esta visión introspectiva de la luz, interpretada o percibida como desolación luminosa , tenemos las digresiones de Macedonio Fernández, el maestro peripatético de Borges, en torno a la Siesta. Ésta es vista como la inauguración del panteísmo, como ese intervalo en el que se produce la liberación de todo antagonismo dualista. En la Siesta, nos dice Macedonio, inteligencia y realidad no se rechazan, no oponen sus principios, coinciden o fluyen inopinadamente.

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Viendo fragmentos de una entrevista a Saramago que emiten por su reciente fallecimiento. En esta entrevista dice que dentro de miles o de millones de años, el Quijote, la Capilla Sixtina, la música de Bach habrán desaparecido, que no quedará de ello ni el más mínimo rastro. Siendo esto terriblemente cierto, también me parece una ficción, porque nadie verá semejante cosa; no creo que seamos capaces de imaginar esa desaparición aunque fantaseemos fatalmente con ella. Y si somos capaces de imaginar semejante extinción, es también inútil porque no seremos testigos de ello. Esto me hace recordar las objeciones a la teoría del Eterno Retorno: hay que esperar toda una eternidad para que el eterno retorno se produzca.


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He soñado con el tiempo, con el hecho de que está pasando ahora y yo lo estoy habitando. Se veía la imagen dorada de una calle muy transcurrida, al atardecer.

jueves, 15 de julio de 2010



DIARIO DE VERANO


Ya está aquí el calor furibundo. Se encendió el torbellino. Agobio, hiperexcitación física que en mí se traduce en una auténtica gula de lecturas: Borges, Barthes, Dunne, y en unas ganas locas de escribir, de producir textos como bloques compactos de palabras. Es lógico. Los estímulos me hacen rebosar y necesito algo que contenga este derrame, algo que ponga orden a este delirio. Embriaguez, confusión. Principio de entropía.

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A propósito de mi obsesión por el tiempo, significativa sincronía de lecturas: me encuentro leyendo al mismo tiempo Contra el tiempo de Agustín García Calvo; Un experimento con el tiempo de Dunne y uno de los ensayos de Borges que figuran en su volumen Otras inquisiciones, titulado Nueva refutación del tiempo. Pequeña orgía de especulaciomes intelectuales.

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En primavera todavía puedes habitar el espacio con una grata conciencia de ello. En verano, con el exceso de luz y calor, hay que buscar refugio, huyendo del rayo flamígero. La intensidad y los contrastes en las sensaciones físico-anímicas, embriagan, emborrachan. Tener en cuenta: mucha luz ciega. En el caso contrario: una casa de hielo en el Polo, nos protege del frío. A propósito de todo esto, recuerdo una extraña anotación de Flaubert en su diario Viaje a Oriente. Estando en Egipto, escribe: "Soledad. El mar es inmenso. Efecto siniestro de la luz deslumbrante que tiene algo de negro".
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Mundial de fútbol 2010. Sorpresiva sensación al reparar, en medio del estallido y del éxtasis colectivo, que el país vencedor era éste. Había imaginado que España era otro país.
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Dunne postula que todo acontecer viene a estar contenido en otra dimensión temporal y ésta, en otra, de modo que pasado, presente y futuro pueden converger. Pensando en ello, reparo en una de las fotos comentadas por Barthes en su libro más singular e inolvidable, "La cámara lúcida", y que podría servir como ejemplo de lo que Dunne expone. En 1865, un tal Lewis Payne, intentó matar a un importante político norteamericano. Fue detenido y sentenciado a la horca. Poco antes de ser ejecutado, le hacen una fotografía en su celda. La foto es bella y rara, sobre todo por su extraño fondo. Se ve al magnicida mirando a la cámara, esposado y apoyado sobre lo que se supone que es una pared, pero que semeja una plancha metálica. Barthes escribe: "Dándome el pasado absoluto de la pose, la fotografía expresa la muerte en futuro. Lo más punzante es el descubrimiento de esta equivalencia. " Perplejo y horrorizado, la acotación final de Barthes a esta foto reza: "Él ha muerto y él va a morir". Es decir, se produce la confusión, la mezcla abismática, inextricable de tiempos: la mirada del homicida nos indica su presente que es ya su pasado. Está siempre a punto de morir pero ya murió.

miércoles, 7 de julio de 2010


EL LÁNGUIDO (Y SINIESTRO) CARROLL


Cómo nos va influyendo inconscientemente la información acumulada que ilusoriamente creemos olvidar. Hace algunos años, me molestaron las insinuaciones que Rosa Montero exponía en un artículo sobre el interés de Lewis Carroll por los niños. En realidad no insinuaba sino que denunciaba en el escritor inglés tendencias pederastas encubiertas. Gracias a "la era de la sospecha" que papá Freud, ayudado del eficaz oficial prusiano Nietzsche inauguraron, tachar a Carroll de pederasta entra dentro de la normalidad crítica que pretende descubrir las verdaderas razones de absolutamente todo. Cuando leí aquél artículo, pensé: Lewis Carroll un pederasta... otro topicazo más, otro sospechoso que añadir a la lista. Cómo os fastidiaría descubrir que Carroll no tenía ninguna inclinación malsana, lo revolucionario que sería constatar que Carroll era inocente y que su gusto por las fotografías infantiles era puro arrobo estético. Estoy seguro de que los que acusan o acusaban a Carrol de pedofilia se sentirían satisfechos si se pudiera confirmar tal cosa.
En una de las anotaciones del breve diario que Carrol llevó durante un viaje que hizo a Rusia y que Nocturna Ediciones publicó este año pasado, encontrándose el autor en Moscú, entra en un comercio y compra la fotografía de un niño, encargando una ampliación. Los padres del niño se enteran y prohíben la venta de esa ampliación. Luego, a través de la mediación de un importante personaje político, los padres ceden y Carroll se lleva su antojo fotográfico a Inglaterra.
Leyendo este episodio reconozco que me solivianté, interiormente, contra Carroll, me pareció, de pronto, que revelaba algo repulsivo sobre su persona, sin reparar, en principio, que la sospecha contra él yo la había interiorizado hacía años y que se trataba, en realidad, de un juicio inducido. Es decir, que si no hubiera leído lo que Rosa Montero y otros, escribieron hace años sobre Carroll, la adquisición de aquella fotografía en la remota Rusia, hubiera sido una anécdota sin mayor importancia. Yo no hubiera sospechado por mi cuenta.
Por esto y por todo lo que nos llueve diariamente a través de los sacrosantos medios de comunicación, por esta manía de darle vueltas a todo buscando obsesiva y exclusivamente el lado tenebroso de las cosas antes que su ser franco y real, es por lo que hay que hacer "limpieza", de vez en cuando, sanear la mente y olvidarnos de tanta especulación ociosa y levantamiento sistemático de sospecha. ¿Tenía morbosas intenciones ocultas el bueno de Carroll; era un monstruo en potencia; qué terribles complejos se escondían tras su cultivo de la fotografía y de las matemáticas? Cómo envidio a un Borges, al que le importó un pimiento la cháchara ilustrada del psicoanálisis.
Un último apunte. Lo que sí "he descubierto" en Carroll es cierta contradicción. Como buen protestante, rechazaba las imágenes divinas, pero en el texto de este diario ruso sus mayores encandilamientos son las descripciones de ceremonias y pinturas religiosas.

CRECIENDO ENTRE IMPRESIONISTAS DIARIOS DE Julie Manet

Hay momentos en la historia de la cultura, episodios estilísticos o simplemente períodos en el ámbito de un siglo, que se revisten de un e...