lunes, 23 de agosto de 2010


YA TE DIGO
Examino las numerosas fotografías de Grace Jones que voy pillando por la red. Resulta admirable la energía y el estilio de esta mujer que ya pasa de los sesenta. Y ese despliegue de piernas. En algunas fotos actuales casi está mejor que en otras más antiguas. Lo que no comprendo es cómo cambia el grosor de sus muslos de un concierto a otro del que le separan apenas meses. En algunas imágenes sus piernas son infinitas y delgadas, elásticas y danzarinas, vertiginosas; y en otras, Grace se ha convertido en una maciza de poderosos muslos y prietas caderas. Cómo debe vivir su cueerpo. Mejor dicho, en una artista como Grace, no hay antagonismo posible: cuerpo y alma son una sola y fulgente cosa.
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LLegará un día en que se legisle sobre qué hacer con la tercera aspiración de oxígeno que hagamos.
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Mi prójimo ajeno.
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La necesidad de establecer unos límites para experimentar, paradójicamente, la plenitud: el orden espacio-temporal que impone el trabajo, la sensación de harmonía que produce una geometría arquitectónica, o el placer de imprimir en unos versos la totalidad de la impresión vivida. El verso es restrictivo. Qué es la métrica sino esa geometría de la que hablamos, aplicada a la palabra que entonces fluye como música.
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Leyendo con gusto a Lucrecio, su De Rerum Natura, en la añeja pero ejemplar traducción de Archena, refrendada por Agustín García Calvo. Del autor romano tenemos una imagen negativa, marcada por las afirmaciones de la mortalidad del alma y por su supuesto suicidio. Como siempre pasa, nos encantan las leyendas y los estereotipos. Lo digo porque lo que resulta alarmante por un lado, se equilibra por otro: su visión dinámica y admirable de la naturaleza observada como una metamorfosis continua, su idea de que la naturaleza no se extingue sino que se transforma a partir de las muertes necesarias, su valentía y honradez al concebir un universo libre de dotaciones estáticas y artificiosas de dioses, el carácter redentor que encuentra en el ejercicio de la intelectualidad...

domingo, 22 de agosto de 2010

Indagando en la biodiversidad poética, me topo con la revista La Otra, que aún se publica en "papel" y además mantiene una presencia en las denominadas "redes sociales" como facebook, o en un canal de video, utilizando la plataforma You Tube  de Google para ello.

Tener un canal de video en una iniciativa que trata, aparte de la poesía, de las artes visuales y otras letras, es muy apropiado. Salgo en defensa de José María Piñeiro con esta anotación, ante quien no le guste las aportaciones poetico-visuales que realiza en este blog, a veces, sin una sola palabra que acompañe a las imágenes que inserta. 

Y es que lo visual, en una de sus artes más representativas como la pintura, ha sido motivo de inspiración, desde tiempos inmemoriales, para escribir. De hecho, la pintura es anterior a la escritura. De ello tuve constancia cuando visité la exposición sobre Tintoretto en el Museo del Prado hace unos años. Allí, aparte de redescubrir al artista en una exposición única, podías adquirir el libro de Vicente Molina Foix titulado "Tintoretto y los escritores". Una obra que recomiendo para entender la relación entre la escritura y la pintura.

lunes, 16 de agosto de 2010



LA DAMA DE ELCHE Y SUS DOBLES
Hace un par de noches emitieron por Tele Elx una filmación de 1962 en la que se veía a la persona que descubrió a la Dama de Elche, besando la imagen y envuelto en lágrimas. El hombre tenía entonces algo más de ochenta años y fue por esas fechas cuando la Dama regresaba a Elche, temporalmente, para ser expuesta tras décadas de exilio técnico-burocrático en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Las imágenes del breve documental me parecieron conmovedoras y con un significado especial: un humilde peón descubre en 1897 y por casualidad la escultura que se considera, hasta la fecha, la mayor expresión del arte ibérico. La divinidad desenterrada por un súbito feligrés. ¿Cómo interpretar esos besos y esas lágrimas? Vaya misterio. Como si hubiéramos descubierto la belleza secreta de un linaje, el emblema de una identidad perdida.
Por otro lado, e independientemente de la naturaleza de este acontecimiento, pensé en la Dama de Elche en sí. A la Dama le ha ocurrido algo parecido a lo que le ha sucedido a la Giocconda de Leonardo : es tal el número de reproducciones de la escultura con que se nos ha saturado, que tales reproducciones han usurpado a la propia imagen que comunican y a nosotros la posibilidad emocionante de "descubrirla", es decir, la han, digamos, estereotipado de tal modo que se nos hace casi imposible imaginar su belleza originaria.
Todo esto me hace pensar en la polémica benjaminiana entre el original y la copia. Pocos ejemplos que ilustren mejor tanto el empeño de definir como la dificultad de restituir el aura, exceptuando, como digo, el de La Giocconda, que el de la Dama de Elche. Es tal la manipulación y vulgarización a que ha sido sometida - recordemos los sacrílegos auriculares que Joan Brossa le colocó, sustituyendo a los rodetes -, de tal modo se ha duplicado, imitado, ideologizado y parodiado la imagen: llaveros, miniaturas, motivo folklórico, efigie presente en billetes y sellos, busto decorativo guardando porterías ilicitanas..., que resulta difícil imaginar su fulgor original, apreciar sin impurezas su belleza sacral.
De todos modos, aunque la reproducción mecánica y el imaginario popular hayan disfrazado a la Dama de Elche de Dama de Elche, ésta no es sus imágenes. La serie de imágenes de la Dama de Elche pueden ser infinitas o agotarse, sin que la Dama se vea perjudicada. Aquellas son repeticiones de una forma original, y aun las versiones que osaran "mejorar" a la Dama, dependerían de la fuente, del arquetipo que es, propiamente, la Dama de Elche. La Dama de Elche cubista, la Dama de Elche expresionista, la Dama de Elche naturalista, la Dama de Elche surrealista, modernista o impresionista, no son nada sin la Dama de Elche original. La dama de Elche original contiene, virtualmente, todas las Damas de Elche posibles. Y resulta notable que a pesar del empobrecimiento que supone la reproducción indeterminada de lo mismo, la Dama de Elche conserve intacta la fascinación que produce.

jueves, 5 de agosto de 2010



EL NEW YORK DE WEEGEE
Estupendo volumen sacó esta temporada pasada la Fundación Telefónica sobre la obra fotográfica del norteamericano de origen austrohúngaro Weegee. Pocos fotógrafos como Weegee han retratado Norteamérica partiendo de su masa humana originaria, de la franja marginal y heroica de los que eran todavía unos recién llegados a la tierra prometida, de los inmigrantes que sacaron materialmente el país adelante. Las clases bajas de las barriadas populares, las clases altas que asisten a la ópera, los negros, los italianos, los judíos, los delincuentes, los artistas callejeros, los borrachos, los travestis o los vendedores ambulantes: todos los protagonistas anónimos del sueño americano, de su progreso o de su fracaso, están en sus fotografías.
El libro está dividido en significativas secciones : Espectáculos, Harlem, Sábado por la noche, El mundo del circo, Fotomontajes, con una datación cronológica, a veces, confusa, cuando no, equivocada.
Las fotos de Weegee son surrealistamente populosas: están llenas de gente arremolinándose en torno a no se sabe qué, expectantes de acontecimientos asombrosos que no vemos porque están intencionadamente fuera de plano. Me hacen recordar las pinturas de Grosz - grupos de gentes erráticas por los laberintos urbanos -, con la diferencia de que el aire de linchamiento que flota en las imágenes del alemán, es sustituído aquí, en la representación fotográfica, por un caos de multitudes más pintoresco que violento.
Las fotos de Weegee parecen querer relatar la historia, atravesada de innúmeras, estrambóticas y admirables anécdotas, de un país nutrido por todas las razas del mundo. Lo folklórico y lo extravagante, la Norteamérica de los hermanos Marx y la Mafia, se dan cita en estas estupendas imágenes.
Frente a otros fotógrafos, generalmente europeos, y que han disfrutado de más fama, la obra de Weegee se nos descubre ahora, sorpresivamente explosiva y viva. Todo un mundo se nos vierte a la mirada y detectamos el mosaico de la sociedad norteamericana de las décadas 30, 40 y 50, sin trampas ni cartón:chispeante, atrevida, entrañablemente auténtica.

TAUROFILIAS, TAUROFOBIAS
El debate sobre las corridas me hace recordar las famosas especulaciones de la semiótica de hace algunas décadas acerca del significante y el significado. El significante sería la corrida en sí, su representación, el espectáculo que vemos; el significado inquiriría sobre qué es lo que se está representando, qué significa lo que estamos viendo. Resulta normal que perdido lo que la fiesta significa, resultándonos inintelegible o arcaico lo que pretende escenificar, desaparecida la dimensión numinosa de las corridas, sólo veamos lo más evidente: un curiosio despliegue de estrambóticos personajes lujosamente vestidos, danzando en torno al tótem viviente que es el toro y el sangriento encarnizamiento que llevan a cabo sobre éste. Encarnizamiento que una sociedad cada vez más paralizada por el pensamiento políticamente correcto y los estereotipos, ajena al misterio y que sólo reconoce abiertamente su culto a los mitos en el ámbito cinematográfico o deportivo, ve injustificado y cruel. Las corridas son un ritual religioso devenido espectáculo.
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El ecologista no ama más al toro que el torero. Comparado con el torero, el ecologista haría bien en no querer demostrar su primacía empática con el animal, y hacer, al menos en este caso, una excepción. Comparativamente, el amor del ecologista es teórico y militante, mientras que la relación del torero con el toro es mucho más compleja y entrañable: relación que no podemos descifrar sino en términos mitológicos y mistéricos (por mucho que esto les desespere a los biempensantes y crean que es pura retórica). Entre el torero y el toro, el ecologista es un mero intruso.
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Hace años, un grupo animalista norteamericano colocó unos explosivos en un laboratorio donde se realizaban experimentos con animales. Aunque tales experimentos fueran escalofriantes, el que unos tipos pretendan volarte por los aires por su "amor a unos ratoncitos" pone sobre el tapete las derivas patológicas de estos grupos y hasta qué punto irracional se pretende llevar a cabo el asunto de los derechos de los animales por parte de unos individuos que "aman" más al animal que al hombre.
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Los abolicionistas insultan al torero llamándolo "ejecutor del toro", o sea, asesino, ya que sólo se ejecuta a personas, no a animales. ¿Tendrán inconfesables pesadillas con toreras aguerridas y tan macizas como la de la foto de arriba?

CRECIENDO ENTRE IMPRESIONISTAS DIARIOS DE Julie Manet

Hay momentos en la historia de la cultura, episodios estilísticos o simplemente períodos en el ámbito de un siglo, que se revisten de un e...