jueves, 31 de julio de 2008

EL CLUB DE LOS OTROS POETAS: JORGE CUÑA CASASBELLAS


Hay poetas que, ajenos a la fama y al mercado literario, desaparecen en el proceloso interior, en la espiral de su propia obra. Dos cosas, por tanto, determinan su destino: la indiferencia ante un probable público lector y la entrega total, insensata al emprendimiento del verbo propio como misión prioritaria que implica toda una vida. A poetas como estos pertenecía Jorge Cuña Casasbellas.

Lo conocimos en el año 85, cuando vino a Orihuela, proviniente de Pontevedra junto con su compañeras Lola Varela, al ser destinada ésta como profesora el Instituto Profesional de la localidad. Entonces, a un grupo de apenas veinteañeros nos unía la pasión por la poesía y por la literatura,en general, y la idea de sacar a la calle una revista, que se llamó Empireuma, no tardó en surgir tras los primeros y entusiasmados encuentros.

En aquellos momentos nos interesaba menos publicar o ganar premios literarios que profundizar en el conocimiento del misterio creativo y fascinarnos con el descubrimiento de autores y obras.

Era la época de la bohemia, de la arrogancia y del arte por el arte. Todo esto facilitó que los encuentros con Jorge se convirtieran en largas veladas en el salón o al pie de la piscina de su casa, animadas por el trasiego de las bebidas, que arribaban al corazón de la madrugada y que giraban en torno a un motivo casi exclusivo: la pasión por la palabra poética.

Los encuentros surgían espontáneamente y la casa de Jorge se convertía en nave de poetas sin obra y de artistas amateurs: allí nos dábamos cita los que formábamos el grupo embrionario de Empireuma y los alumnos del grupo de teatro que Lola dirigía como una más de sus actividades.

Cuando Jorge se fue de Orihuela, en el año 86, perdimos el contacto y sólo tuvimos noticias de él en el año 2004, cuando el poeta Pérez Poza nos comunicó su fallecimiento.

Ineludiblemente mitifacamos y mistificamos el pasado. Pero entre los que compartimos esta locura improductiva que es la poesía, nuestro recuedo de Jorge es, sin embargo, muy claro y actual, todavía. Posiblemente, él significó más para nosotros que nosotros para él.

Autor de una obra corta pero muy unitaria, sus cuatro poemarios, Serpigo, Moloch, Mantis e Hipofanías, son como las partes corales de una sola sinfonía, el repertorio secuenciado de una sola representación. Con poetas como Jorge se plantea el arduo misterio de las relaciones entre el cuerpo y la escritura - las errancias dipsomaníacas - , entre el yo y la densidad semántica de la palabra poética cuando ésta es concebida como emergida de las fuentes mismas del lenguaje, anterior a usos sociales e instituciones de significado y hermanada, fundamentalmente, con la música.

La poesía de Jorge no es ni simbolista ni mística, meramente, sino que emerge de un conflicto arcano, es eclosión directa del mito. Podríamos decir que, paradójicamente, su poesía la informa un génesis apocalíptico. Efectivamente. La poesía de Jorge habla de un origen, de la lucha de las palabras, los elementos y los cuerpos entre sí, y muestra una epicidad, la del propio lenguaje en trance de nominar ese conflicto, que en realidad lo trasciende.

Su poesía es la narración de un combate primigenio, la fábula de una maldición, la historia de un principio y de un final sumidos en el mismo estallido.

Difícilmente podríamos imaginar un lector de sus poemas que no guste de dejarse llevar por el arrebato de la palabra, que no interprete la poesía como un salmo dirigido al caos o al universo. Todo esto es manifiesto en su poesía, el carácter músico-formal predominando sobre otras entidades teóricas o discusivas: el poema se recita, se canta o se lee, no se descifra.
El poeta es alguien que es mordido por un enigma, por el símbolo. Su autenticidad radica en el compromiso nada frívolo, en el desembarazamiento de ese prendimiento del que es víctima, a través de la escritura.
Desaparecido Jorge nos queda la elocuencia misteriosa de sus textos. Leyéndolos, uno se pregunta sobre el sentido que tiene el que una mente, una vida entera se haya empleado como coste para la obtención de unas palabras confusas, sorprendentes, bellas, terribles. Y conociendo cómo vivió Jorge, esa pregunta es el interrogante esencial y obsesivo que todo el que escribe, sobre todo poesía, se hace a sí mismo. Los versos cuestan vida, tiempo, espacio, pensamiento, y la salud de esa cosa efímera que llamamos yo. ¿Hay algo que justifique este derroche, el secreto sacrificio del poeta?
Jorge era una pesona en absoluto inquisitiva con los demás. Su presencia era ingrávida. No te juzgaba. Y su mirada era clara y melancólica a la vez, como si interrogara veladamente un punto distante en el espacio. Quizás sea ahora, cuando tras haber escrito versos tan convulsos, se haya encontrado con ese punto remoto.

viernes, 25 de julio de 2008

LA ARENA DEL RELO XI


Teniendo pensamiento de comprar un libro de Otto Weinninger, recientemente aparecido, tengo la siguiente ensoñación : "para que la comunicación intelectual sea weininteligible :me gusta que las experiencias del hombre se encarnen en otras experiencias, y que éstas se reduzcan a recetas gastronómicas".



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Octavio Paz excluyó a Miguel Hernández de la modernidad literaria al decir sobre él que no participaba de "nuestro lenguaje". Pero sin embargo el poeta oriolano se merece un puesto destacado en los asuntos verbales al ser el creador del modelo que más eslóganes e imitaciones ha producido en la historia reciente de los medios: el famoso epígrafe de su libro "El rayo que no cesa". Somos incapaces de imaginar el ataque, la fulguración infinita de un rayo, pero claro está que lo que engancha de esta frase no es lo que dice sino cómo lo dice, la feliz articulación de ese "que no" que puede intercalarse entre un verbo y un sustantivo cualquiera con la mayor eficacia imaginaria, literaria o informativa.


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Cuando Schopenhauer indignado, denuncia que se puedan escribir libros de filosofía tan ininteligibles como los de Hegel, experimento cierto alivio muy gratificante: la gran filosofía es también un discurso entre otros discursos. Además, los grandes hombres se pelean entre ellos como niños.


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Hablamos de la enorme creatividad de un escritor, de un pintor, de un músico determinado, pero, generalmente, el artista no hace sino esculpir el largo corrredor de una sola metáfora, investigar todos los desarrollos de un tema concreto y sus variaciones


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El aparente desorden , la fragmentariedad de un diario, de un bloc de notas, de una obra aforística, ya postulan el hipertexto al presentar una información no lineal sino radial, centrífuga-centrípeta, pensamiento que se fija, paradójicamente, en su continuo deslizarse, en su azaroso despuntamiento. Un libro de aforismos no como texto secuenciado, sino como la simultaneidad de todas las secuencias que son una sola secuencia, el libro. Cada nota es sustituíble por las otras, cualquier nota es todas las notas porque ninguna continúa después de la otra, no es causa de la que le sigue o efecto de la que le antecede.


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En el tren, dormitando: " El sueño de la casa no es la casa del sueño". El concepto "casa", más bien, la palabra "casa" era el punto sobre el que giraba una discusión soñada.



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Según Barthes, el grado máximo de la evolución sería aquel en el que nos convirtiéramos sólo en nuestra propia boca para poder hablar y besar exclusivamente. El hombre así evolucionado sería una máquina dialógica de expeler pensamiento, y un cuerpo contactante reducido al tanteo sensual del besar.La antinomia mente-cuerpo o alma-materia quedaría solventada.


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Favoreciendo desconstrucciones creativas: el texto es tanto dinámico muestrario de un imaginario como laboratorio de sus posibilidades sintácticas.


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jueves, 10 de julio de 2008

LA ARENA DEL RELOJ X


En la siesta no sólo el cuerpo reposa o se dedica al ensueño, también el yo se desarticula eventualmente, atenúa sus posiciones de atrincheramiento, cortocircuita durante un rato el fardo de sus desasosiegos. Con razón Macedonio Fernández denominaba la siesta como la hora del panteísmo, pero a condición de que la falta de acontecimiento que caracteriza plácidamente a la siesta no produjese la ruptura de esa unidad del sentir y del habitar: La Siesta como una forma de misticismo solar y sensual.


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Cuando Luis García Montero insiste en que la poesía es también ficción está señalando, con la intención un tanto torpe de restarle trascendencia, que es un discurso más sobre las cosas, un artificio literario como pueda serlo en ese sentido cualquier otro género literario. Pero le falta aclarar que la "ficción" poética es, precisamente, la menos ficcional, o bien que es la ficción más verdadera de todas. En la poesía hay trabajo intelectual, sí, pero sobre una experiencia compleja que no puede calificarse meramente de ficción, a no ser que la verdad como demanda implícita y garantía de un texto, de una obra de arte, desaparezca, dejando su lugar, meramente, a los fulgores de la artesanía. Ficción podría ser, entonces, el formalismo de las palabras, las casualidades del estilo, la manipulación verbal. De todos modos y, en definitiva, ¿cómo deslindar las palabras del efecto que producen, de la realidad que crean?


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Los gauchos que, como dice Borges, no ven el paisaje, me recuedan a los guardias de seguridad de un museo o de una sala de exposiciones, indiferentes a la belleza y a la densidad histórica que tienen a sus espaldas. También pienso en sacristanes y monaguillos: ¿participan realmente de la misa, tal y como lo hace la gente que acude o están demasiado ocupados asistiendo al sacerdote?


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El saber no ocupa lugar porque no es meramente acumulativo. En una página, en un volumen, en un disco puede caber el misterio decisivo del universo. El hecho del virtuosismo del continente, el que un objeto minúsculo pueda contener cifradas las claves del cosmos, ¿no rompe el antagonismo continente-contenido, no constata que todo habita en todo y por ello es "comprimible" en un medio discreto o pequeño?


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La Virgen que en 1846 se le aparece a dos niños en La Salette, les habla en el dialecto de la zona. La parafonía que Germán de Argumosa obtiene en una población de Suiza en la que indistintamente se hablaba el alemán y el francés, se dirige al investigador en español. Todos sabemos, gracias a las nuevas teorías de la física que el experimentador puede influir en los resultados finales del experimento. Los ejemplos citados no dicen nada en contra del misterio sino que abren otro o confirman uno: el de la relación del sujeto con el proceso de formación del hecho extraño en sí.


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El demonio no, la máquina feliz de la analogía. La analogía en Fourier establece una red metafórica entre las cosas del mundo, un parentesco simbólico que articula valores a través de un muestrario sorpresivo y surrealizante de personas, objetos, animales o plantas. En Mesmer la analogía está implícita: el éter funciona como red no visible pero tangible entre los seres. La confirmación de esa relación a través del vínculo universal del éter es la salud.


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Ahora escribo los libros que leo, esculpo los textos en que me aventuro a través del subrayado, de las anotaciones en los márgenes, de las reflexiones provocadas al ras por la lectura. Un libro copiosamente subrayado, palpado, casi reescrito, intervenido de este modo, no puede prestarse: revelaría mis tácticas de sintetizar la información, la estrategias de lectura, la relación privada que he tenido con el texto.

CRECIENDO ENTRE IMPRESIONISTAS DIARIOS DE Julie Manet

Hay momentos en la historia de la cultura, episodios estilísticos o simplemente períodos en el ámbito de un siglo, que se revisten de un e...