jueves, 31 de mayo de 2018





 

LIBROS Y OBRAS MÁS O MENOS RECÓNDITOS


Paseando un día por Murcia, en los cajones que la librería La candela, a un costado de la catedral de la ciudad,  expone en la puerta  llenos de añejas ediciones y sutil morralla, me encontré con este volumen y con este poeta, es decir, descubrí, en ese momento, al poeta romántico José Martínez Monroy (1837-1861), nacido en Cartagena y desde luego, muy poco o nada nombrado actualmente y  no sé si institucionalmente algo más recordado. Al leerlo, francamente, me pareció un excelente poeta. Subrayo lo de “francamente” porque el descubrimiento de este autor, teniendo en cuenta su olvido o su cuasi destierro en el ámbito de las letras y las citas literarias, suscita en mí, al menos, cierto debate. O bien, las palabras, al ser sometidas a una adecuada dosificación y altura rítmica alcanzan cierta homogeneidad brillante y, sobre todo, en el espacio de la poesía hacen algo indistinguibles su autoría, o bien, personalmente he llegado a una saturación de lecturas tal que me parecen igual de malas o igual de interesantes ciertas producciones literarias en según qué épocas sin tener que detenerme en los nombres de los autores. A estas alturas de la película de la vida ya no me importa tanto si Monroy, por ejemplo, tiene tantos hallazgos geniales en su escritura como Rimbaud, que el lograr a través de la escritura de “alguien” la consecución íntima de una experiencia grata sin perder de vista las circunstancias de donde procede esa escritura.

Quiero decir, que si bien las asignaciones que un Rimbaud  asigna a las vocales, me sorprenden y despiertan en mí la compleja y estimulante imagen de una relación esotérica entre las cosas, el poema por ejemplo, que Monroy dedica al Mediterráneo, o cuando escribe: ..los ángeles aquel día/dejaron formado el cielo,/y lo extendieron en pos/por los ámbitos profundos/para dosel de los mundos, produce en mí semejante estado de satisfacción y deleite internos, reconociendo el mayor formalismo del español. Creo que para ambas lecturas hay que tener una imaginación receptiva y que ambas pertenecen a distintas regiones de lo literario.  Las lecturas de las poesías de Monroy, simplemente, me han procurado instantes de delicia sensitiva y verbal. Con eso basta.  No ha hecho falta que fuera un genio de la literatura y hubiese revolucionado no sé cuántas  tradiciones. Creo que este poeta cumplió con su sino e hizo muy bien su trabajo. Reivindico a través de su nombre la creación literaria o artística de todo aquel que en cualquier época o lugar lucha contra su entorno y se las tiene que ver con los misterios de la belleza, donándonos lo mejor de sus resultados finales.   

 

martes, 29 de mayo de 2018

AFORISMOLANDIA



 
 

Nicolás Gómez Dávila. BREVIARIO DE ESCOLIOS

 
Uno se pregunta si el arte aforístico es un género literario más o si supone un tipo de escritura parafilosófica que, preocupándose, supuestamente, por la verdad, acote de este modo territorios de crítica o de veneración intelectual; es decir, si el aforismo lo que pretende es divertir de un modo inteligente o si se propone producir pequeñas revelaciones a tener en cuenta. Imaginando que lo ideal sería que ambas cosas convergieran, digo lo dicho para ubicar preferencias y justificar aproximaciones lectoras. Por ejemplo. Se entiende que la obra aforística de Dávila llamara la atención de Jünger. El escritor colombiano, más que meramente dejar entrever, manifiesta sin pudor y a través de pensamientos agudos su rechazo de la democracia moderna y de las culturas que ha producido. Ese aire reaccionario que sabe muy bien justificar su posición ante los desmañamientos de la libertad social y su baño de relatividades sin fin, no hace sino asegurar su verbo vinculándolo a un estatus que se define por su contrario: el mundo sin forma y vulgar de ahí fuera, el universo, intelectualmente, pobre y mayoritario de la masa. Dávila es un exquisito rodeado de libros y a veces, las puyas aforísticas lanzadas al mundo de la cultura popular son algo previsibles, aunque siempre audaces. Los aforismos de esta clase, los que resueltamente, critican los modos y consecuencias democráticas en la sociedad y, sobre todo, los que desprecian la industria cultural moderna son los más claramente ideológicos y se “degustan” formalmente. El resto de los distintos escolios son un acerado cribamiento de posturas morales y devenires varios de la realidad, con rachas de una atrevida perspicacia que pueden suscitar reacciones en el lector, de signo contrario al descrito.  


Ni pensar prepara a vivir, ni vivir prepara a pensar.

La clave sexual sólo descifra enigmas subalternos

Lo que no es complicado es falso

Las palabras no comunican, recuerdan

 
 
 

 
 

VOCES. Antonio Porchia.

Las lecturas de Alejandra Pizarnik me han llevado a este autor que conocía confusamente y cuya biografía era yo,  hasta ahora, incapaz de ubicar. De origen italiano y radicado definitivamente en Argentina (1885-1968), los aforismos cuya totalidad el autor recogió bajo el epígrafe de Voces en varias ediciones, son, quizás, la producción en este género y en lengua española, de los más singulares que conozco. La escritura de Porchia sorprende por su equívoca transparencia, por su desnudadora intimidad, por la sutileza de su formulación. Porchia escribe desde una proximidad, desde una franqueza de espíritu que resulta difícil manipular o engañar. La pureza de su iniciativa es de una autoría inconfundible, es decir, no resulta fácil confundirlo con un aforista cualquiera. La sutileza se encuentra en lo que de un modo transparente se expresa,  ese “ahí mismo” que desdeña toda otra estrategia de comunicación que no sea la de la límpida cercanía. Porchia evita las retóricas, precisamente, para colocar a la palabra en su sitio, aquel que les corresponde para no interrumpir la comunicación. Muchos de sus aforismos son para recordar o memorizar, conforman verdaderas revelaciones por la forma en que Porchia deslinda su pensamiento y  sin levantar la voz ni crispación, nos muestran lo que pretendía permanecer secreto ante el mundo, ante nosotros mismos.  

No me llevaré tu alma. Me bastará saber que la tienes.

No me hables. Quiero estar contigo.

Cuando haya dejado de existir, no habré existido nunca.

Quiero por lo que quise, y lo que quise, no volvería a quererlo.

 

jueves, 24 de mayo de 2018



  
 
INTERSECCIONES


Cuando la singularidad se torna lo habitual cómo descansar sobre el consenso.

 

Los pensamientos de Cioran pueden ser contundentemente lúcidos, pero él, es decir, él mismo, no deja de transmitirme un aire cenizo. Esto, alguien se lo dijo en vida, según cuenta en una de sus notas. Su agudeza parte de sus escritos, pero “él” no comunica  alegría, precisamente.

 


 

En la muerte el sujeto desaparece, implosiona hacia un nunca jamás inaccesible. En su lugar quedan imágenes y recuerdos de lo que dijo e hizo que nos sumen en la melancolía regular de invocarlo. En los grados de esa invocación rastreamos niveles de esperanza o estupefacción.

 

La gran mayoría de los genios judíos han nacido en Europa o en América, es decir, son fruto del mestizaje y la mixtura sociocultural. Si Freud hubiera nacido en los desiertos del Golán ¿hubiera creado el psicoanálisis? Si a Einstein le hubiera ocurrido lo mismo, sintiéndose ajeno al acervo cultural científico de Centroeuropa y a su carácter disciplinario, ¿hubiera ideado lo que ideó? Por otro lado, por ejemplo, se dice o se sabe que los padres de Santa Teresa eran judíos conversos. Si Teresa nunca lo supo, Santa Teresa, simplemente, no fue judía.




En Michaux hay que valorar su dinamismo investigador, su adentrarse en zonas prohibidas o complejas del ser humano. Pero, personalmente, no he tenido suerte con la lectura de sus obras. Los tres o cuatro  libros que he leído de él no han llegado a seducirme, me han parecido notas multiplicables e indistintas de viajes interesantes, apuntes sin substancia. Es decir, no me he encontrado con ninguna frase o hallazgo que me haya sorprendido de verdad, que haya tenido el carácter de una revelación.

 

La naturaleza es surrealista y sobre todo, salvaje.

 

Algunas tardes son puntillistas, otras netamente impresionistas, tardes que habría que recordar a través de la pintura y no, por ejemplo, por medio de una imagen fotográfica.

 



La ideología deja de ser un principio de aventura para convertirse en un corsé de la capacidad intelectiva.

 

El aforista captura segmentos específicos de sentido.

 




No alcanzo a ser poeta. Soy un merodeador de la experiencia poética.

 




La poesía es un estado de confusión lúcida.   

 


 

martes, 22 de mayo de 2018








OTRO DÍA, EL MISMO 
 

El universo se cuestiona a cada minuto.

A cada instante

hay un cuerpo

que transita hacia la umbría,  

y un pensamiento que cede

en el juego de las horas.

Se abre el día

y un sol derrama su agonía celeste

en paredes y pupilas.

La tierra se incendia

de pequeñas desolaciones

y el horizonte que se insinúa

multiplica las distancias

que median entre el mundo

y la avidez.

Me descubro preguntando

por estos titubeos de la luz

y la persistencia de la memoria

aunque remota por la mañana. 

Me levanto hacia la luz

y vuelvo a encarnarme en mí mismo.

A partir de este instante

responsable soy de mis esperanzas

durante este día.

jueves, 10 de mayo de 2018

CUATRO NOTAS MÁS O MENOS DENSAS



 

Es, precisamente, en las explicaciones que da Espinosa en sus demostraciones (Ética) donde el razonamiento llevado a su extremo produce los absurdos y paradojas lógicas que tan atractivos resultan para las mentes patafísicas y modernas, aunque el filósofo lo haga, evidentemente, para negar que tales absurdos puedan ser admitidos. Para Espinosa son eso, absurdos y los expone para indicar lo falso y lo que hay que rechazar, pero para nosotros resulta un divertido juego que pone al razonamiento a ultranza en un delicado equilibrio, productor de contradicciones y chistosas entelequias sin fin cuando la obstinada pretensión que se desea realizar es la demostración de la existencia divina a través de razonamientos de orden geométrico.  
 

 

Cuando visiono durante un rato fotos antiguas, hay un momento en que el distanciamiento temporal desaparece o se atenúa.  De pronto esa magia, ese velo melancólico posado sobre sujetos y entornos que da la vetustez de las imágenes, cede sin desaparecer, los rostros dejan de parecerte pintorescos, brutales o extraños, y al detectar expresivos gestos de desinhibición en alguna de las fotos examinadas, recupero livianamente el continuum que liga mi tiempo actual al que ocupan en su mundo y en el que están estas figuras: ambos enclaves temporales, el de ellos en el pasado y el mío, son el mismo. Pero esta percepción dura un instante, me doy cuenta de que no podré nunca contactar con estas personas del pasado, aunque haya algo en común entre ellas y yo, finalmente: nuestra pertenecía, en distintos períodos,  a la vida. Recupero aquí, a propósito de estas observaciones aquel valor de la fotografía, señalado por Barthes, más difícil de captar que su sentido común: generalmente la fotografía no constata sino el paso del tiempo, pero a veces, cuando tras un examen detenido logramos superar esa significación corriente al internarnos en el mundo al que perteneció esa imagen con la colaboración del pensamiento y de la imaginación, la imagen se inviste, adquiere por segundos, un carácter resurrecto.     




Los escaners más avanzados del mundo, la tecnología más sofisticada del momento analizando fragmentos de la Sábana santa de Turín. Impresiona la puesta en escena de esta imagen tan contrastante: lo más moderno examina lo más antiguo, lo más tecnificado operando sobre lo más etéreo e inmaterial. Los artilugios más complejos y precisos analizando muestras tangibles de lo más sagrado que pueda imaginarse: el lienzo que envolvió el cuerpo de Cristo, nada menos. La expectación es total ante el resultado de esta suerte de duelo entre lo extremamente científico y lo perteneciente al otro mundo.

 

A veces creo que los poetas descuidan potenciar o valorar nuestra lengua como lengua contundentemente sonora y susceptible de generar términos densos. Por qué no dotar a ciertas palabras de resonancias y alcances más elocuentes. Los franceses tienen el élan vital, invento sutil de Bergson; los alemanes, por ejemplo, el stimung. Por qué no nos atrevemos a dotarnos de neologismos que enriquezcan nuestra visión de las cosas cuando son las dimensiones de la realidad las que están pidiendo definirse. No deberíamos someternos a la presunta fatalidad, a las supuestas limitaciones que presenta  el idioma en cuestión que nos toque. Toda lengua es susceptible de producir algo nuevo, de innovar una expresión de lo múltiple real que sucede, aunque para ello haya que contar en importante medida con sus períodos de mayor expansión cultural y vigencia.   


martes, 8 de mayo de 2018

ESCRIBIR/TEJER





En un ensayo, Barthes recordaba la raíz común que comparten palabras como “texto” y “tejido”, enfatizando en lo significativo de esta similitud, nada azarosa. ¿Qué es un texto, en definitiva, sino un tejido de palabras? Palabras sometidas a producir un sentido. Malla, tejido, texto son sinónimos, pues,  elementos que vienen a indicar una operación paralela de trazado – hebras o palabras – en  un espacio que se va definiendo según esas hebras y palabras conformen líneas, sintagmas, entrelazados, series.





Descubrir esa raíz común entre estos dos términos funcionó como una suerte de modesta revelación al observar lo que mi madre había hecho durante toda su vida, tanto por gusto, como profesionalmente: coser, y compararlo con mi más atrevida afición: escribir. Mi madre nunca había escrito, del mismo modo que yo no he ido más allá de coserme unos botones en alguna situación de urgencia. Pero, digamos, la transversalidad de ambas cosas se me antojó como la definición secreta de nuestras vocaciones, pensando que mi pasión por la escritura (mucho más por la lectura) venía a ser la interpretación de la pasión respectiva de mi madre.








Esta tarde, por una casualidad, he descubierto este pañuelo que mi madre tejió hace más de 50 años, dedicándoselo a su hermana, cuyo nombre aparece en el ángulo izquierdo. El tejido dorado de la flor brillaba como si acabara de ser realizado. He escaneado el pañuelo y me he detenido a observar las diminutas complicaciones que dibujan las hebras tejidas, las costuras y pespuntes, figurando motivos vegetales. Me he puesto a establecer simetrías entre esas finas líneas que forman las texturas de los pétalos,  el endeble tallo, o las celosías blancas de las hojas, y los arabescos de la escritura, el “hilado” de las oraciones, la macicez de los párrafos, portadores de densidades semánticas. En suma, un texto o un tejido son la demarcación de un continuum, el periplo cerrado y fluyente de un motivo o un significado. La hebra cursa un dibujo o series del mismo; la palabra, componentes articulatorios de un significado o significados finales. Las disciplinas son distintas, las técnicas también, pero ambas cosas, tejer y escribir, hacen lo mismo, operativamente: urden elementos entre sí, activan nexos de lo que acabará formando un todo complejo.  
 
 

jueves, 3 de mayo de 2018

SENSUALITÉ ÁMBAR

Equilibrio al-pingüino
 

Centro cósmico


Mascota impertinente


Dime, hija, confiésame tu asexualidad


Vertiginosamente


Sin pensar en nadie y sin exhibirme


Belleza clásica, en todo caso.


Las sombras son blandas

Finura ámbar

 
Voluptuosité

 
Zona poco frecuentada

 
Un traserillo para el recuerdo

 
Belleza psicodélica

 
Danza del éxtasis o pies en polvorosa


Oigo el mar, cierto infinito

 

CRECIENDO ENTRE IMPRESIONISTAS DIARIOS DE Julie Manet

Hay momentos en la historia de la cultura, episodios estilísticos o simplemente períodos en el ámbito de un siglo, que se revisten de un e...