lunes, 29 de noviembre de 2010


SUEÑOS ESCRITOS


Yo y un grupo de caballeros somos elegidos embajadores de la ciudad de Magenta (creo que se trata de una alteración de la ciudad de Maguncia). Visitamos el país. El salón del palacio real es de una profusa decoración árabe, pero tal identidad no es expresada en el sueño, es típica de esa nación no árabe. Nos sentamos a la mesa para negociar con el rey o príncipe. En cada ángulo de la mesa hay un piloto encendido. La propuesta que le presentamos al rey es como un crucigrama. El rey debe concluir las casillas para que el informe se haga inteligible o se concluya. Mientras le exponemos el asunto me doy cuenta de que hay eunucos en la corte. Uno asoma tras las cortinas de un habitáculo que se encuentra al fondo del salón. Tiene una cara densa y boba, grisácea. Estoy perturbado.

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Vamos errando por el bosque en algún punto de una Europa remota. Encontramos una posada y entramos. Nos sirven algo para comer. Yo y mis compañeros tememos que nos estafen al comprobar que somos extranjeros. De pronto el terror se apodera de nosotros : los dueños de la posada y los parroquianos que se encuentran allí, todos son vampiros.
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Nos enteramos de que Mario Vargas LLosa no existe, que toda la vida alguien se ha hecho pasar por él o ha inventado al personaje. Aunque sus libros estén publicados, este hecho los invalida automáticamente, todas sus obras son falsas y se produce una gran escándalo mundial. Una reflexión que el sueño no plantea es que, si Mario Vargas LLosa no existe, quién es el genio que ha escrito sus novelas, ensayos y artículos.


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Unos niños jugando en un jardín a mediados del siglo XIX, se encuentran un extraño objeto en la hierba: un cubo de plástico anaranjado.

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El futuro de la humanidad consistirá en la reproducción de vida en invernaderos y piscifactorías. Como el fin del mundo se acerca, nos afanamos en ponernos manos a la obra. Voy a una piscifactoría para cumplimentar cierto proyecto. La piscifactoría resulta ser un pantano en medio del bosque y rodeado de una valla. Quien dirige el trabajo allí es una especie de chamán. Sus conjuros logran que los peces que van naciendo no se petrifiquen en los sedimentos helados del fondo del pantano.


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Soy invitado junto con un grupo de personas a contemplar la primera radiografía que se hizo en la historia. Vamos a un museo o a una especie de gran laboratorio. La radiografía consiste en un grabado antiguo del siglo XVI o XVII en el que se reproduce el sistema nervioso y se ven las redes de venas y tendones. Pero el grabado está como vivo, mejor dicho, el hombre "radiografiado" se agita dentro del marco, como dolorido y angustiado de verse así, como si lo hubieran despellejado vivo.

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Lucrecio está terminando de escribir su obra De la naturaleza de las cosas. Lo visitamos en su torre, frente a un lago, donde reside. Entramos en la torre y subimos las escaleras en espiral. Conforme vamos subiendo vemos que en las paredes hay colocados grabados sobre las formas geométricas de los átomos, el flujo de la savia dentro de los tallos de las plantas, y un profuso muestrario de otras figuras ilegibles. Cuando por fin llegamos a lo más alto, donde se encuentra Lucrecio, nos topamos con él. Lo que vemos es una miniatura medieval del tamaño de un hombre, representando la imagen de un escriba. La figura se mueve como si fuera un dibujo animado, pero lo hace en otro tiempo, no en nuestro presente desde el que lo contemplamos, sino en una época antigua circunscrita por los límites de la pintura misma. Luego, bajando las escaleras, al irnos, vamos comentando, penosamente, que su cuerpo se encontró entre unos matorrales, a la orilla del lago, tras suicidarse. Yo, costernado, me pregunto cómo es que las personas que han visto la belleza, puedan suicidarse después. Me digo que hay misterios de índole patética que no resolveremos en esta vida.

jueves, 25 de noviembre de 2010


DIARIOS (1847 - 1894). LEV TÓLSTOI

No nos abandonan los aniversarios. Este año que está a punto de desvanecerse en otro - el siguiente (y éste en otro, y así hasta el final de los tiempos) - se cumplen 100 de la muerte de Tólstoi.
La orfandad de una aristocracia intelectual activa en Europa, la necesidad de confiar en un discurso honesto, unido todo ello a la crisis ideológica, podrían explicar la "recuperación" de figuras como la de Tolstói, más allá de la mera novedad editorial. Ante el desamparo o la pobreza del mundo, los grandes autores están ahí como fuentes seguras de sabiduría a las que acudir de vez en cuando para fundamentar o estimular perspectivas tras nuevas lecturas de sus viejas obras o sabrosos descubrimientos de inéditos. Ahora bien, independientemente de toda nostalgia o extrañeza ocasionales, la figura de Tólstoi "está bien elegida", encaja con tiempos de confusión interior y sobre todo, responde a una secreta necesidad individual de equilibrio ético ante el obstinado curso caótico que adquieren las cosas.
Para quien Tólstoi pueda parecerle un autor algo lejano, estos diarios publicados por ediciones El Acantilado, son una ocasión ideal para aproximarnos al pensamiento y a la vida diaria de un personaje envuelto en trazas épicas y desasosiegos interiores, infrecuentes en autores actuales. Yo tenía una visión algo tosca y borrosa de Tólstoi, pero la lectura de estos diarios me ha revelado una personalidad notable y no exenta de torturantes contradicciones: incómodo con su condición de noble, crítico con la guerra después de haber sido combatiente, independiente en su pensamiento moral hasta conseguir la excomunión de la Iglesia ortodoxa rusa, naturaleza religiosa y racional que rechaza la idea simple de un Dios al que se le pueda hablar directamente, y que declara que a la pasión perturbadora se la combate con otra pasión harmonizadora. Leyendo en estos diarios las cuitas y los inquietos recovecos de las reflexiones de Tólstoi, me he acordado de la secta de los klysty, a la que, al parecer, perteneció Rasputín, y que profesaban como terapia máxima del alma el pecar mucho para arrepentirse después. Tóstoi se encapricha por una zíngara o una cosaca, se acuesta con ellas para lamentarse poco después por haber cedido a la tentación; profesa el pacifismo, habiendo abatido al enemigo, furiosamente, en la guerra de Crimea; se manifiesta contrario a la servidumbre, teniendo en casa casi una docena de criados; cree que "no existe una vida fuera del amor", pero su mujer se queja de la dureza con la que le trató hasta su muerte. En fin, este rosario de incoherencias aparentes que tiene su punto cómico-dramático quizá no constituya sino la vida misma, ya que Tóstoi no se oculta, no es hipócrita: "Quien es feliz tiene razón. El hombre abnegado es más ciego y cruel que los otros". Quizá para ser virtuosos haya que haber pasado por el pecado como catarsis imprescindible, tal y como creían los klysti. A fin de cuentas, esto recuerda cierto consejo budista: no se puede renunciar a los placeres de la vida sin antes haber disfrutado de ellos.
En una de las anotaciones Tólstoi nos da una interesante observación antropológica a desarrollar: "El tipo ruso, demasiado puro por falta de contacto con la vida". El 24 de agosto de 1854, agudamente, escribe: "Todas las verdades son paradojas. Las deducciones directas de la razón son falibles; las conclusiones absurdas de la experiencia son infalibles...".

martes, 23 de noviembre de 2010


SABIDURÍA DEL INCONSCIENTE
UN POEMA
Este poema lo escribí al amanecer, el día 25 de diciembre de la temporada pasada. Lo había olvidado y como no se va a publicar en ningún sitio y, desde luego, no va a ganar ningún premio, se me ocurre colocarlo aquí.
ALBA DE NAVIDAD
Despierto toda la noche de Nochebuena,
asisto fascinado y aturdido
al despertar lento del día de Navidad.
¿Por qué es tan melancólica el alba?
El alba despide una época
iniciando otra,
borra mundos que se repetirán
con personajes nuevos.
Qué pereza y qué esperanza volver a nacer de nuevo.
Al alba veo lo inútil que es abarcar la historia,
comprender el universo.
Es al alba cuando los días de la vida cumplidos
se desvanecen como si nada,
y el inextricable pasado
es ya irrecuperable o nunca ha existido.
Apenas puedo solucionar una migaja de este misterio:
al amanecer, una era se ha clausurado
y otra,
emprende, dubitativa, su andadura.
La luz iniciará, como si fuera la primera vez,
la ruta del mundo.

jueves, 18 de noviembre de 2010


ANIVERSARIO BARTHESIANO

Se cumplen treinta años de la muerte - un poco absurda y prosaica - de Roland Barthes (fue atropellado por la furgoneta de una lavandería). Ubicar a Barthes en el estructuralismo o en las corrientes semiológicas que fructificaron en las décadas de los años 50, 60 y 70, uno de cuyos representantes sigue en activo hoy, Umberto Eco, no es hacer justicia con un autor que, precisamente, negó el carácter científico de toda semiótica, y que fue más un lúcido esteta del pensamiento, un enamorado de esa práctica artística que es la escritura. Con Barthes me ha ocurrido algo misterioso, eso que también he experimentado con los escritores, artistas o músicos, que me han fascinado por alguna razón, antes de descubrir verdaderamente su obra, como por ejemplo, con Paul Hindemith o con José Lezama Lima. Digamos que a Barthes lo intuí antes de haberlo leído, realmente. A lo primero que tuve acceso de Barthes fue a un párrafo de apenas ocho líneas de El grado cero de la escritura, citado en una publicación de carácter divulgativo de la editorial Salvat. Lo que decía ese párrafo y el hermético título bastaron para capturarme. El aspecto físico del propio Barthes desprendía un aura selecta que hacía juego con el misterioso epígrafe. Lo que me sorprende ahora, es que cuando fui leyendo sus libros, éstos fueron confirmando lo que yo había imaginado, más o menos, que consistiría su obra: no la de un lingüista, ni la de un filólogo exactamente, ni la de un filósofo, sino la de un escritor situado en un terreno medianero, colindante a todos estos.
Si lo que estructura nuestro pensar es el lenguaje, no fue sino éste el objetivo, la obsesión estético-teórica de Barthes. Se podría pensar que tal pasión lingüística es típica de la escuela racionalista gala. Pero en la obra de Barthes hay una elegancia, una permeabilidad, una implicación personal, una conciencia de la práctica erótica de la escritura, que la convierte antes en una brillante sucesión de pasajes ordenados que en un tratado, en una metapoética, al fin y al cabo, que en el discurso emanado de una sistematicidad que no cuente con las incidencias legítimas del sujeto como elemento pertinente en la interpretación. Por ello, sus textos brillan cuando aplica el pensamiento a cosas, es decir, cuando reflexiona sobre una película, sobre una novela, sobre cualquier objeto concreto. La semiótica no es, exactamente, un estudio de los símbolos, sino de las clases de signos. Barthes no se declara un hermeneuta, sino que se limita a la captación del flujo lógico de los signos. Pero es en el ámbito de la articulación de la significación y de la estructuración del lenguaje donde Barthes se permite aplicar su visor de sutilezas. Y para ello, puede servirle de excusa el examen de un grabado del siglo XVIII, la textura musical de una obra de Schubert, analizando lo que se siente al salir del cine, las impresiones que suscita en un occidental la escritura japonesa, o lo que ha significado históricamente la irrupción de la fotografía tanto en nuestro mirar como en nuestra relación con el mundo, la temporalidad y la muerte.
Obras tan atípicas como Fragmentos de un discurso amoroso o La cámara Lúcida no sólo demuestran la originalidad de su práctica reflexiva, sino que rezuman modernidad, son nuestros temas. Mi simpatía e interés por Barthes radican ahí: el hombre de ciencia que, cortésmente, descree de la jerarquía científica - "la monología del saber" - advirtiendo la movilidad de los códigos que ordenan nuestros conocimientos, combatiendo nuestra incansable tendencia al estereotipo; quien dice que "la claridad" en literatura es una aspiración tan retórica como lo es la de la "oscuridad", quien define demiúrgicamente el lenguaje como "un conjunto heteróclito y disparatado", o que sabiéndose condicionado por su pertenencia a una clase social, a una intelectualidad, evoca un concepto paradójico como refugio de su libertad interior: "La atopía, el habitáculo a la deriva".

martes, 16 de noviembre de 2010


MÁS MÚSICAS

Carlos Saura acaba de filmar su última película: Flamenco, Flamenco. Se trata de un nuevo musical de este director. En una entrevista en Radio Nacional, hablaba ayer de la fama mundial que goza el flamenco, y señalaba que, dentro del espectro de las músicas populares, el flamenco y el jazz eran los dos únicos tipos o estilos que podríamos calificar de universales. Escuchando esto, me incomodé un poco. Por razones de distanciamiento político e histórico, seguimos desconociendo la espléndida cultura musical de esa cosa abstracta que hemos convenido en llamar, de forma aglutinada y un tanto despectiva, "los países del este". La impronta fatal del comunismo y su fracaso, parecen ser las pobres excusas con que se pretende dar por concluidas las expectativas creativas de más de media Europa. Todos los países que pertenecían al orbe soviético o sufrían su influencia, desde Ucrania hasta Serbia, desde Hungría o Polonia hasta Lituania, conforman una riquísima constelación musical que permanece muda, es decir, que aquí no suena o lo hace infrecuentemente. Occidente ha ahormado un canon que se supone universal y el resto parecen ser opciones periféricas, propuesta que gravitan como satélites alrededor del planeta madre, buscando un mismo grado de aceptación. ¿Dónde radica "El misterio de las voces búlgaras", sino en una belleza que hasta hace poco desconocíamos?
Es cierto que el grado de permeabilidad y adaptación que ofrece el jazz facilita su difusión mundial, constituye un lenguaje a disposición de todos, y que el flamenco tiene a su favor la puesta en escena y la afición japonesa o incluso coreana (en realidad, no sabremos lo que un oriental puede ver en un espectáculo de flamenco, quizá les haga recordar algo de lo arcaico de sus propias raíces, solapadas por la occidentalización reinante). Pero conozco bien la música de países como Hungría, Rumanía, Bulgaria y Ucrania y se trata de una música surcada de una gran variedad melódica y que presenta, un virtusosismo instrumental, a veces, espectacular. Las músicas que nos traen el grupo polaco Motion Trio, el húngaro Kálman Balogh, o los conjuntos rumanos Fanfare Ciocârlia y Taraf de Haiduks, son músicas de alto voltaje, trepidantes y de un trabajo musical tan notable como impactante. Si hoy en la UNESCO han sido aceptados como partes integrantes del patrimonio cultural de la humanidad el flamenco y los castells, no veo porqué no va a pasar lo mismo con las csárdás húngaras, por ejemplo, que tanto inspiraran, en sus rapsodias, a Brahms y a Lizst. Seguramente, nosotros nos sabemos vender mejor. He oído decir a algún comentarista radiofónico decir que Goran Bregovich es "excesivo". ¿No es excesivo el flamenco, también?
Todos los años, en el festival "La mar de músicas" de Cartagena, asistimos a las últimas novedades de música africana o latinoamericana, mientras que no tenemos la más mínima noticia de qué tipo de música se está haciendo en Chequia, Eslovaquia, o en la mismísima Rusia, es decir, en esa otra Europa que se ha condenado a la rareza. No comprendo esta obstinada ignorancia, teniendo en cuenta que es todo un continente sonoro de alta calidad el que permanece en el limbo y que nos estamos perdiendo.

jueves, 11 de noviembre de 2010



INCISOS OTROS


Ediciones varias de una obra literaria, suponen otros tantos libros distintos.
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Antes a los locos se les perseguía por la calle, los niños les tiraban piedras. Ahora hay tanto loco suelto que no se les hace caso.
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Un hexágono tenía sed.
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Es cierto, fatalmente somos libres.
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El chunda-chunda de la música electrónica es el reloj enloquecido de la modernidad, el frenético marcador de un tiempo que se aproxima cada vez más velozmente a su explosión, a su apocalipsis.
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Las árabes son mujeres que van en pijama por la calle.
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Un sol dentro de un iceberg.

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Qué complejo de culpabilidad: leer, un oficio de ociosos
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¿Un enjambre de vacíos o el vacío, simplemente?
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Borges odiaba su voz, oscura y débil en oposición a la claridad y rigor de su prosa. Lezama Lima fluctuaba voluptuosamente en su gordura, reflejo orgánico de su vasta capacidad analógica. Byron arrastraba con disimulo su pata rota por los laberintos venecianos, contrapunto de su imagen fulgurante de héroe romántico. André Breton detestaba la corbata, aunque se apresura por aparecer en casi todos sus retratos con una bien hermosa, puesta, signo contradictorio del coqueto amante del anarquismo mundial. Kafka refleja su concepto de sí mismo asimilándose a un escarabajo, Leopardi especula generosamente sobre el pesimismo tras comprobar que su joroba será un impedimento serio entre él y el prójimo, sobre todo las mujeres.
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En un programa televisivo sobre el misterio, un profesor de ingeniería genética de la Universidad de Zamora, relata lo que vio sobre un puente, junto con un amigo: una especie de gran triángulo luminoso estático en el cielo, junto a unas esferas que salían del agua y se introducían dentro. La visión es fascinante. Me hace recordar las formas simbólico-geométricas que Platón asigna a cada elemento natural: icosaedro para el agua, triángulo para el fuego, rectángulo para la tierra, etcétera. Antes que pensar en una prosaica visión ovni, es como si este profesor hubiera sorprendido a los arquetipos realizando alguna mistérica operación.

lunes, 8 de noviembre de 2010


NELLIE BLY
LA VUELTA AL MUNDO EN 72 DÍAS

La periodista norteamericana Nellie Blye emprende, por encargo profesional, en noviembre de 1889, la vuelta al mundo con la intención de realizarla en 74 días. Obviamente, el referente de este viaje es la famosa novela de Julio Verne, y Nellie intentará demostrar que la vuelta al mundo se puede hacer en menos de ochenta. Todo libro de viajes es un relato a través del espacio y del tiempo. Ahí radica su encanto. Ahora bien, a Nellie no le ocurren grandes aventuras: todo el viaje se lo pasa en barco: "Es increíble lo infantiles que podemos llegar a ser a bordo de un barco", escribe a propósito de los pasatiempos a los que se ven obligados a entregarse los pasajeros. Para llevar a cabo su empresa, se enfrenta a dos dificultades verdaderamente serias: hacer la vuelta al mundo con tan sólo dos mudas de ropa y lograr introducir el tarro de crema hidratante para la piel en su bolso de mano. Sorteados estos dos obstáculos, inicia su ruta, y lo extraordinario radicará en lo exorbitante de la meta que se propone y la exultación personal, de resonancias sociales, que supuso llevarla acabo en su tiempo. El interés del relato estriba, pues, en el carácter pionero de este tipo de retos "a lo guinnes", con la singularidad añadida de que el protagonista es una mujer.
El entusiasamo por batir records, el desasosiego por circunvalar continentes o planetas, parece ser el delirio moderno por retar a la naturaleza y dominarla. De ahí que el hundimiento del Titanic se haya convertido en una suerte de fábula moderna sobre el enfrentamiento entre la técnica y la naturaleza salvaje, cuya sorda moraleja nos advierte de los peligros de intentar superar o domeñar a las fuerzas naturales, de querer emular, en definitiva, a la divinidad. Como ya digo, el viaje de Nellie no ofrece grandes aventuras, obligada a bajarse de un barco para, a continuación, subirse a otro, y así una y otra vez, hasta su regreso a Estados Unidos. Pero la periodista es joven, animosa y buena observadora. Denuncia lo molesto que resultan los ferrocarriles ingleses, cuyos compartimentos se cierran con llave hasta final de trayecto, obligando al viajero a no moverse del cubículo junto con los extraños que les haya tocado en suerte como compañeros de viaje. El aspecto enjuto y oscuro de las carnes de un curtido capitán de barco hindú, le hace pensar en arenques ahumados. Los chinos son sucios, los japoneses son limpios. Un individuo cuyo camarote se ha inundado, intenta achicar agua con una pitillera. Analiza los distintos tonos de los silbatos de tren estadounidenses y británicos, y se queda horrorizada al observar un extraño objeto metálico y con plumas que flota en el agua, hasta que al aproximarse lo suficiente, resulta ser una boya.
Hay otras observaciones que resultan chocantemente actuales. Por ejemplo, y como efecto rentabilizador de la colonización por parte de los colonizados, la conversión de lugares sagrados de chinos e hindúes en sitios turísticos (para los europeos, se entiende, claro).
Siendo ella norteamericana, los encuentros con británicos tienen un ligero matiz de extrañeza: "Vi a un inglés del grupo lanzar una mirada furtiva a la Union Jack (la bandera estadounidense) que ondeaba por encima del consulado británico, pero de manera dubitativa, como si temiera que yo pudiera verlo".
Al llegar a Francia, Nellie no tiene más remedio que hacerle una visita obligada a Julio Verne. Al ir a despedirse de la señora Verne, equívocamente escribe: "Tuve que sofocar mi inclinación a besarla en los labios, tan dulces y rojos como eran, y mostrarle cómo lo hacemos en Estados Unidos. Mi carácter travieso suele causar estragos en mi dignidad". La jovencita Nellie dispuesta a aplastar sus labios contra los de una distinguida y algodonosa viejecita. Jugosillo pasaje cuya interpretación reclamarían hoy con gusto proselitista determinados colectivos.

miércoles, 3 de noviembre de 2010


CRUCIFIQUEMOS A DRAGÓ

Conocemos bien los defectillos de Dragó: donjuanesco, parlanchín sin fin sobre sí mismo - habla él más que los invitados a su programa en Telemadrid - , así como también sabemos de su viraje ideológico-estetizante a la derecha, efecto directo del discurso suicida que ha tomado Europa, según su conclusión, ratificada, por otro lado, por más de un intelectual bien alejado, en principio, de Dragó.
Ahora, por sus torpes declaraciones sobre aquel par de lolitas orientales con las que ligó, la nueva inquisición pretende quemarlo en la hoguera y retirar su programa de televisión. Entiendo, contextualizando el asunto, que se le juzga más por lo que ha dicho que por lo que, supuestamente, hizo. Si su affaire japonés lo hubiera ventilado hace unos cuantos años ¿hubiera levantado el mismo revuelo que ha levantado hoy? La tiranía sobre en qué consiste y es la realidad, es una de las razones por las que comulgo totalmente con un Agustín García Calvo cuando denuncia el adoctrinamiento con que los medios tiranizan nuestra atención. Y, por desgracia, los casos de abusos a menores que están saliendo a la luz , estimulan la industria mediática y focalizan la producción de noticias hacia esa dirección. Tal industria mediática más que escandalizarse, se frota las manos ante declaraciones como las de Dragó y semejantes.
Evitemos juicios sumarísimos. Lo sucedido en Japón fue hace más de cuarenta años, Dragó es sobre todo un escritor y no sabemos hasta qué punto lo que cuenta participa más del amaño imaginativo que de la realidad. Por otro lado, parece ser mala hora para los librepensadores. Michel Houellebecq se ha tenido que largar de Francia y refugiarse en Irlanda, por decir claramente lo que piensa del Islam.
Las palabras de Dragó han sido una fanfarronada y sobre todo, ahora, han resultado lamentablemente "inoportunas". Pero insisto, tengamos en cuenta cómo se desplazan los objetivos de la industria mediática y sobre todo, porqué enfatizan sobre unos, olvidando otros igual de importantes. Y esperemos que su programa no desaparezca, porque visto el paisaje, el suyo sigue siendo, a pesar de todo, si no el mejor, uno de los mejores. Si bien el personaje Dragó puede resultar cargante a alguien, ha sido en su programa donde hemos podido asistir a amplios debates sobre Heidegger, las drogas, la globalización, la literatura actual escrita por gitanos, las nuevas espiritualidades y tendencias filosóficas, y un largo y notable etcétera de personajes entrevistados y temáticas diversas y complejas, que en otros programas culturales se enfocan de modo menos directo, incisivo y personal.

CRECIENDO ENTRE IMPRESIONISTAS DIARIOS DE Julie Manet

Hay momentos en la historia de la cultura, episodios estilísticos o simplemente períodos en el ámbito de un siglo, que se revisten de un e...