EL SEXO QUE RÍE
Recuerdo un artículo de Juan Benet en el que hablaba de un viaje que hizo a Estados Unidos, y en el transcurso del cual, en un bar de ambiente country, había visto a una bailarina, famosa entonces por aquellos lares, hacer lo que nuestra encantadora brujita Elvira ejecuta sobre estas líneas. El comentario de Benet, lúcido para algunos, pedante para otros, venía a ser una crítica no tanto de ciertas expresiones del humor norteamericano, como de los estereotipos y contrafiguras que ha producido la cultura moderna. Si no recuerdo mal, aquel girar loco de los penachos adheridos a los pezones le parecía decadente y le auguraba poco futuro a la sociedad receptora y productora de unas chanzas que se han vuelto contra ella. Y la verdad es que hay una pregunta que, a pesar de su obviedad, no acaba de despejar el enigma: la chistosidad continua alrededor del sexo, esa tonelada de literatura casi ensañándose contra el tema. Es como si nuestros órganos, sexuales en este caso, no fueran nuestros, como si se les hubiera adjudicado una función tan delicada como engorrosa, cuando resulta que forman parte - parte alienada - de nosotros mismos. Pero como sugería Benet, ¿el juego de los pechos giratorios es una muestra de la plástica gozosa del cuerpo, de esa liberación del peso de la palabra sagrada, o es un deleznable signo más de la banalización del sexo?
1 comentario:
Lo peor del sexo es que se utilice con banalidad. Las precursoras fueron las Mamachicho que establecieron un listón de decadencia dificil de superar.
Bueno, no, queda superado por la visión de las rayas codificadas de una peli porno del Canal Digital.
Saludos.
Publicar un comentario