LA GIGANTA
Nos llueven imágenes alimentadas por una genealogía mistérica que de este modo se regenera o vuelve a cuestionar imaginarios, pulsar devenires. La alienígena aquí presente no enseña el muslamen porque sí, sino porque asume un modelo, está dispuesta a satisfacer determinadas representaciones de nuestros movedizos mitos sexuales. No sé si esta imagen confirma la consabida fantasía edípica - la mujer gigante y poderosa es la Madre arquetípica en torno a cuyas formidables piernas se arremolina el pequeñajo ansioso de mimos y blanduras, que es el fantaseador -; pero si esta imagen existe es porque confirma la realidad de esa fantasía, de esa proyección. Las mixturas, si no son demasiado chirriantes o teratológicas, producen atractivas pulsaciones de nuestro secretamente convulsivo inconsciente. La generosidad de carnes se contradice tentadoramente con la falta de ternura, con la fuerza bruta de la opulenta mujerona, amante, quizá, de un cíclope. Con respecto a la cronología de la imagen, como podrá comprobarse por el estilo de peinado, es de mediados de los ochenta, es decir, del futuro pasado.
A propósito de esta imagen, recuerdo un sueño que se ajusta a la fantasía de recorrer las carnes infinitas de un ser solemne. Hace años soñé que ayudaba a Tina Turner a subir la pendiente de una montaña. La cantante medía unos tres metros y yo, que le llegaba a las rodillas, le acariciaba con disimulo los muslos al empujarla.
1 comentario:
Ahí queda muy bien representada la bella y la bestia. Demasiada mujer da miedo.
Un saludo.
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