sábado, 8 de febrero de 2020

PANELES DE TIEMPO



Cuando visualizamos los archivos de los contenidos de nuestras páginas web, podríamos decir que es entonces cuando  se produce la singularidad de que sea el espacio quien determine y contenga al tiempo: un panel con múltiples casillas o compartimentos estancos en los cuales podemos observar o el tráiler de una antigua película de vaqueros, grabados alemanes del siglo XVII, las curvas de una sugerente rubia platino, las iluminaciones de la Vegas o del Kremlin, una gasolinera perdida en el desierto, o la silueta amenazante de Drácula avanzando hacia nosotros.
Tal y como si fuera una suerte de panóptico que facilitara el control visual de todos nuestros sueños, así interpretaríamos este efecto: todos los tiempos convergiendo, reunidos en un mismo punto de visión donde son percibidos y se hacen conscientes. ¿Cómo conseguir esa fantasía metafísica de alcanzar una representación de la simultaneidad de lo vivido del modo más escueto y simple sino sumando las imágenes de nuestros recuerdos en un mismo confín gradualmente desplazable?


Tener a la mano una representación de este calibre, no es meramente un recurso ocasional de la informatización planetaria. Además de mostrar cuál ha sido nuestra historia sentimental y cultural a través de la comprobación de  las imágenes que hemos ido seleccionado, a mí me suscita una reflexión particular sobre el tiempo.
La simultaneidad de las imágenes parece postular su unidad en la conciencia. Son, a su vez, una imagen de la memoria misma. Postulan tanto el poder de la memoria, la existencia de un inconsciente colectivo, como la superación de su fenómeno cultural como trascendencia, es decir, que la suma de todas estas imágenes como testimonio de lo vivido estaría indicándonos que de alguna manera, la eternidad podría funcionar de este modo.
La suma de las imágenes posee un significado: memoria universal o individual, los tiempos vividos reunidos y compendiados en un tiempo total que guarda el recuerdo minucioso de cada uno de ellos. 



Las imágenes en particular sugieren una reflexión discriminada sobre el tiempo. Más allá del efecto melancólico que puedan provocar en una visualización o evocación superficial,  lo registrado está más allá de lo que lo registra. Por mucho que nos fascinemos o nos desvivamos ante el visionamiento de alguna de estas imágenes que parecen, obstinadamente, remitirnos a algo ya pasado, aunque palpitante en nuestros recuerdos, la imagen es sólo una impronta icónica, un signo que tiembla en el horizonte de nuestra percepción, pero no es lo representado. Lo que representa no es lo representado, del mismo modo que la poesía no es meramente la escritura que la fija.
Ese gif que como si fuera un bucle espaciotemporal nos muestra una y otra vez cómo pasan los divertidos y asombrados viandantes ante una cámara apostada en medio de la calle en una gran ciudad, a principios de siglo, no indica el paso aniquilante del tiempo aunque parezca sugerirlo: la gente que sonríe divertida ante la cámara no se está desgastando de hacerlo porque el gif, producto de la tecnología actual, nos lo muestre obsesivamente: la gente pasó una sola vez, y fue natural al reaccionar así. Lo que vemos es una fragmentación del continuo de la vida y encima, tendenciosamente recortado y adecuado para el soporte informático.  Es la representación, no lo representado, la esclava del tiempo, la que emite significaciones espectrales. Si el pasado existe, si el pasado se produjo, en realidad se está produciendo constantemente, porque somos pasado, continuamente. “Lo que entonces fue” es una fantasía relativista  de la perspectiva.
Pero hay que admitir que una de las características de abandonarse a la visualización de los archivos, es la fascinación que produce la variopinta y pintoresca multitud de lo que ha sido. Y es imposible abarcar la totalidad de lo que se ha vivido, visto, sentido, añorado, incluso, ignorado. Como diría Borges, nos es imposible trascender la sucesión lineal que es en sí el tiempo, como no sea a través de la música o del sueño. Un panel de tiempos podría funcionar como súbita metáfora del funcionamiento de nuestra consciencia en búsqueda de la luz.          




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