viernes, 28 de septiembre de 2007

Un cuento de la Tierra al Mar.

En la edición de 20 minutos de Murcia, en la página 17 en papel, hoy se podía leer el siguiente texto que incluye un cuento de el mundo, que Sofía Sánchez Adalid, selecciona:

"Los mitos y leyendas eran las explicaciones que nuestros antepasados daban al mundo. Hoy tenemos la ciencia. ¿Con cuál te quedas?

Hace mucho tiempo, cuando todavía no existían los barcos, en una playa paradisiaca y remota vivía una pareja de magníficos caballos: la hembra, de color blanco, con largas crines rizadas por la humedad del viento, y le macho, color negro azabache que lucía en las patas pequeñas manchas a juego con su pareja. Se pasaban el día galopando y relinchando, ya que su felicidad era plena.

Pero cierto día unos indígenas se aproximaron hasta ellos, armados con lanzas y acompañados por fieros perros. Querían a toda costa hacerse con los dos ejemplares. La pareja de equinos, asustada por el inminente peligro, galopó veloz hasta el final de la playa. pero una vez allí se sintieron tan acorralados e indefensos que no tuvieron más remedio que lanzarse al mar. Lucharon y galoparon con las olas para salir a flote, pero quedaron tan extenuados que las aguas y la espuma pronto los sumergieron en un mundo desconocido en el que cayeron en picado hasta el fondo.

Y fue entonces cuando el señor de las aguas, Amanikable, se presentó ante ellos, y con su infinito poder hizo que se redujeran de tamaño y que se adaptaran al acuoso medio. Muchas veces, ante un peligro o un acontecimiento inesperado, todas las especies se transforman para adaptarse al medio ¿Te ha pasado alguna vez?".

En la anotación de Jose María Piñeiro, el pasado jueves 20 de septiembre en este cuaderno de bitácora, escribía sobre como no hace mucho, en las reuniones familiares nocturnas, se leían cuentos, lo cual le contestó su madre a una pregunta suya sobre qué se hacía antes de tener la televisión o la radio. Un sana costumbre casi olvidada, pero no perdida, que se debería retomar para intentar crear confianza entre los miembros de una familia y retomar la transmisión oral de una memoria, como digo, olvidada pero no perdida. Hagamos memoria y recordaremos.

Por cierto, personalmente, me quedo con las explicaciones que nuestros antepasados daban al mundo. Por así decirlo, prefiero las cabañuelas, a las predicciones meteorológicas.

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