martes, 10 de febrero de 2009

PESADILLA Y LIBROS


Transcribo el sueño que he tenido esta madrugada (esta misma mañana, para ser más exactos).


Estoy en Orihuela, en la casa en la que vivía a mediados y finales de los sesenta, pero es 1910 ó 1911. Estoy en un rincón del salón. Todo está a oscuras, sólo se ve en el otro extremo la luz mortecina de una lámpara de mesa. Percibo el ambiente, entre mágico y angustioso de estar en 1910 (si digo angustioso es por mi temor a no saber adaptarme a las condiciones de esa época, aunque resulte mágico encontrarse en otro tiempo).

Deambulo de madrugada por las calles de Orihuela. Hay movimiento clandestino de gente. Entre las sombras hay personas que vienen y van. Son grupos de inmigrantes. Están realizando algún tipo de actividad integradora. Algunos se dedican a colocar en las papeleras cajas con libros dentro, con la intención de que sean recicladas.

De pronto veo en una calle más iluminada que otras un individuo gigantesco que se dedica a arrojarse encima de otros de menor envergadura, aplastándolos contra el suelo. Me doy cuenta de que los que yacen en el suelo, siendo machacados, son extranjeros, negros o marroquíes. Desvío la dirección y me voy por otra calle.

Veo una puerta en una pared y la confundo con la puerta de un ascensor. La abro y me encuentro con que es un estante lleno de libros de tamaño grande y en buen estado. Me creo que son los libros que los grupos de inmigrantes van abandonando por las calles y me apresuro a coger todos los que puedo. En ese momento, un montón de gente que también había confundido el estante con un ascensor, se echa encima, queriendo entrar. Se forma un barullo y escapo.

Al girarme, me doy cuenta de que los libros del estante no son los que han sido abandonados, sino que sirven de reclamo a una carnicería que se encuentra a unos metros. Tras el mostrador hay tres individuos. Son dos mujeres que parecen lesbianas, muy gordas y corpulentas, con el pelo corto y alta estatura; una de ellas es una suerte de monstruo, de aspecto lechoso, vientre hinchado y un sólo brazo. La tercera persona es un chico que parece estar en un segundo plano. Son quienes linchaban a los árabes. Me miran de mala manera porque creen que me quería llevar los libros. Me veo obligado a simular y me acerco al mostrador con la idea de comprar algo de carne y así justificar el poder llevarme alguno de los libros. Hay libros también sobre el mostrador y en el suelo, todos de impecable factura, sobre fotografía, arquitectura y otros temas que me interesan.

Al dirigirme a una de las chicas, me insulta o me reclama algo. La discusión sube de tono y yo cojo uno de los libros que hay sobre el mostrador y quiero arrojárselo a la cara, pero lo lanzo con fuerza tras el mostrador.

El sueño comienza a disiparse aquí, pero yo, como intentando alargar el sueño, pienso (no llego a decirlo) :"Vosotros vendéis carne y dais libros, yo soy poeta, escribo y compro carne".

El sueño, creo, ha estado motivado en parte por el programa Las noches blancas, que emite Telemadrid y dirige Sánchez-Dragó y que vi anoche.

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