viernes, 14 de mayo de 2010


LOS FUTURIBLES DEL CHUNDA-CHUNDA

Quizá ponerle nombres y apellidos a las derivas de la música electrónica dentro del ámbito del pop, sea algo quimérico, puesto que ya se trate de dance, tecno, trance o acid, estamos hablando de eso, de tendencias o ramificaciones de una creatividad anónima y plural, que, en muchas de las ocasiones, sólo adquiere entidad en forma de sesiones grabadas. La música se autocrea a sí misma y se bautiza con el nombre de tales tendencias, y buscar el nombre propio del creador de una tendencia o estilo concreto, siendo posible, se diluye en la multitud de la oferta. De todos modos, resulta curioso que ahora que la música electrónica "seria" parece hallarse en punto muerto, sea el chunda-chunda quien esté experimentando sus propias y sorpresivas evoluciones.
Hace ya algunos años, Stockhausen tildó de "vagos" a los músicos electrónicos que se decían sus herederos. Y la verdad es que en la inmensa mayoría de los casos, la creatividad musical en la música electrónica discotequera brilla por su ausencia. Todo se reduce a una serie de combinaciones rítmicas elementales, ilimitadamente multiplicables. Su prioridad es crear un estado anímico, inducir porque sí al éxtasis: la tecnología pura escupiendo las chispas sonoras de sus microcircuitos. La música electrónica actual es una ampliación del tam-tam africano que llama a los jóvenes salvajes de la urbe a la danza tribal. Investigando un poco me he encontrado con este disco de Oscar Mulero que sin salirse de las convulsiones previsibles del tecno-trance, ofrece cierto empaque y momentos de clímax enloquecido, sorprendentes. Imagino lo que sería una versión orquestal de tales momentos: algo tremendo, excesivo.

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