jueves, 24 de junio de 2010


EL CUBILETE DE DADOS

Max Jacob
De la pléyade de autores galos que admiro y con los que me inicié en el camino poético finalizando los setenta y entrando en la década de los ochenta, Max Jacob estaba ausente. Tenía de él una imagen muy desleída, apenas aureolada por la presencia cercana de su amistad con Picasso. No veía en Jacob esa encarnación del verbo fascinante como la veía en Mallarmé, Baudelaire, Char... Cuando di con este volumen, publicado, originariamente, en un año tan remoto como 1905, me llamó la atención la extrema brevedad de estos pululantes poemas en prosa, y lo adquirí creyendo acceder a un autor nuevo. Si la exégesis, el análisis de lo que implicaron las poéticas de las primeras décadas del siglo XX es algo que está lejos de clausurarse y cuyas consecuencias vitales todavía las estamos viviendo actualmente, el nombre de Max Jacob tiene que sumarse a lo que significó toda aquella revolución de la imagen y del pensamiento.
Los textos de Jacob tienen algo de desconcertante. Recuerdan al Apollinaire más travieso y experimental. El breve hilillo argumental de los cuentecillos no sirve sino para articular imágenes chocantes y producir efectos de comicidad presurrealista. Crees estar leyendo algo que comienza a tener sentido y al acabar el texto te preguntas: ¿pero qué ha dicho? Precisamente lo que me intriga de un autor como Jacob es su ubicación imprecisa, es decir, que viviendo en un momento de dinámica y bullente transición estética, todavía no escriba al dictado de un movimiento literario definido y normativizado, como lo fueron el futurismo o el surrealismo. Prueba de ello, por ejemplo, es el que algún crítico de la época quisiera consagrarlo confusamente como el mayor exponente del simbolismo cubista (?).
Leyendo estas prosas, tan festivas y lúdicas, me resulta odioso, me rebelo contra el hecho de que el poeta muriera en las cámaras de gas. El contraste de su final con el carrusel que fue su vida, es trágico, impropio. Subrayo esta frase, en uno de sus poemas: La ciudad a conquistar está en una habitación.

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