viernes, 15 de julio de 2011


LAS PARTES Y EL TODO
Compro en el Museo Arqueológicio de Murcia un pequeño juego de 40 piezas que representan las partes y la imagen completa de 20 objetos: vasos, jarras, pequeñas esculturas, pinturas... Se supone que su finalidad es la de estimular la memoria. El juego no parece cosa del otro mundo, pero conforme voy mirando las representaciones y estableciendo correspondencias, la simplicidad del asunto se transforma y me revela un par de cosas: por un lado, lo fascinante que resulta dividir un objeto en partes, - como hicieron en su tiempo con la realidad un Demócrito, o un Lucrecio -, cómo las partes divididas llegan a alcanzar cierta autonomía, a convertirse en unidades de sentido, tal y como hacemos al realizar un análisis morfosintáctico de frases, cómo las partes se convierten en signos independientes y a la vez, susceptibles de vincularse a un signo mayor; por otro lado, percibo, de pronto, el objeto arqueológico en toda su importancia estética y significativa, en su absoluta peculiaridad, como cosa propia añadida al conjunto de cosas diversas del mundo. Ese lobo que figura en un vaso íbero me parece alucinante, lleno de movimiento loco, venido de no se sabe qué imaginación remota. El ojo dislocado, el esquematismo extraño, el flujo eléctrico que recorre la figura: es todo un testimonio de lo fantástico. Percibir es considerar de un modo fragmentario y perspectivo las cosas. La ubicación distinta del objeto genera gradaciones distintas de realidad y significación.

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