miércoles, 23 de noviembre de 2011


DIARIO SECRETO 1836 - 1837
ALEXANDER PUSHKIN
Ningún libro me había ocasionado una lectura más incómoda que este supuesto Diario Secreto, y ello, no por la naturaleza de lo que cuenta, sino, precisamente, por ese carácter de "supuesto" diario, ya que nos encontramos con la traducción (al español) de una traducción (la que su descubridor hace del texto cifrado) y cuyo manuscrito se encuentra en paradero desconocido. Pensando en autores más cercanos, sabemos que Leandro Fernández de Moratín escribió un diario secreto, mitad en francés, mitad en español y mitad en latín, pero sobre este documento tenemos la certeza de su existencia. Con el autor ruso las dudas son mayores y se multiplican. Francamente, no sé cómo leer este libro: si como un texto originario del autor ruso o como un apócrifo, o bien, olvidándome de toda adecuación histórica y considerándolo producción atemporal de esos mundos posibles que las literaturas y las lecturas generan como galaxias de autoría anónima en el universo de las letras ... Las circunstancias sorpresivas y novelescas en que aparece este diario de la mano de un tal Nicolai Pavlovich y es trasladado de Rusia, en pleno proceso de la "perestroika", a Estados Unidos, junto a la persistente ausencia del texto original, suman misterio y misterio, demasiado misterio, a la entidad real del diario, generando tanto interés como sospecha acerca de su autenticidad. A ello, se suma, además, en esta edición española, las un poco torpes palabras de los editores, quienes nos dicen: "...nos ha parecido interesante publicarlo en español pues si el manuscrito fuera de Pushkin, aportaría etc, etc..." ¡pues si fuera...! Vaya garantía de autenticidad. Al leer esto, me arrepentí de haber adquirido el volumen. Una editorial tan exquisita como El Funambulista, se ha arriesgado, en mi opinión, un poco temerariamente a publicar este texto, pensando, quizás, que el morbo despertado por las aventuras eróticas del poeta romántico, pesarían más en el público que los deseos del lector serio por sumergirse en un texto real.Todo esto me hace recordar aquel Mi hermana y yo, "escrito" por Nietzsche, durante su estancia en el manicomio, que a mediados de los ochenta devoré con fascinación en la editorial Edaf y que resultó ser un apócrifo, hábilmente urdido por un autor hispanoamericano, cuyo nombre me confesó Blas Matamoros, una vez que visitó Orihuela, durante una cena con unos amigos, pero que he olvidado. Me temo que me va a costar leer sin reticencias y del mismo modo este diario. También es cierto que podría decírseme que no importa, que qué más da quién y cuándo lo haya escrito, que disfrute, sin más, de la lectura, que en el mundo de la ficción toda posibilidad creadora es legítima. Pero para eso, me habría documentado suficientemente sobre la vida del poeta y yo mismo hubiera escrito mi propio diario secreto pushkiniano. ¿Lástima de los casi 17 euros que me costó el libro? Ya veremos.

1 comentario:

José Antonio Fernández dijo...

Pues te doy la razón. Puede haber obras apócrifas que sean mejores que la auténtica, pero una obra no se compone solo del texto, cuadro, canción, o lo que sea. Tambien nos gusta saber que el autor, el real, está de alguna forma ahí.

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