miércoles, 18 de abril de 2012

MIRAR, SÚBITA RECOMPENSA

Palpo la rumorosa indistinción de los flancos,
acaricio la fusión de márgenes sedosos,
esa brecha de luz por donde escapa la inmensidad del mundo
y por donde, también, aflora el horizonte.


 
 
 
Localizo la estrella perdida
en la órbita de las pupilas orantes,
abarco el abanico de pliegues y raicillas invisibles
que son las venas del aire.


 

Miro el mundo desvanecerse,
replegarse, consolidarse,
difuminarse en un vaivén de espejismos,
lo sueño y me disperso en el sueño de mi sueño:
la visión del todo que rota.




De pronto soy feliz.
La luz continúa. El césped está ahí. la gente pasea.
El cielo gira.
Recuerdo que estoy gozando en el presente.
A ras de tierra
mi mirada delinea un oro trémulo.
Me congratulo ante nadie y ante todo:
los dones de la hora,
continuidad resplandeciente de las arboledas y las colinas.
Cuánta gracia sin nadie que la nombre.


 

No descifro gramáticas del paisaje
ni canto lances de remota memoria.
Coincido con el orden fluyente del mundo,
lindero expansivo de más linderos,
estamentos de luz hilados por el rayo narrativo de la mirada.

2 comentarios:

Carmen Troncoso Baeza dijo...

Que bonito poema e imagenes, un abrazo desde Chile,

José María Piñeiro dijo...

Gracias de verdad, Carmen. Me alegro que te guste. Un saludo poétiforme.

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