jueves, 27 de junio de 2013

INFLEXIONES




 
 
 
 
 

La clave que diferencia el funcionamiento de las ciencias exactas y de las humanas, nos la da Umberto Eco con sencillez impecable: las unas – las exactas- son interpretaciones de datos; las otras, las humanistas, lo son de otras interpretaciones, es decir, son interpretaciones de interpretaciones. Lo cual a la par que abre dos vías concretas y definidas de investigación, postula si no una utópica convergencia, sí una labor paralela y específica de disciplinas que no se niegan la una a la otra.



Un blog es una actividad, una escritura continua susceptible de suspenderse en cualquier momento; en definitiva, una eventualidad informativa. Un libro es un producto concreto, una escritura finalizada que delimita un territorio específico de conexiones y significaciones.




El lenguaje como flujo de la memoria, como yuxtaposición de voces, como fuente demiúrgica, como palimpsesto (en Michel Foucault, Las palabras y las cosas) : La idea de que al destruir la palabras, éstas no son ni ruidos ni puros sonidos arbitrarios, sino que lo que se encuentra son otras palabras que, pulverizadas a su vez, liberan otras: esta idea es el negativo de toda la ciencia moderna de las lenguas, y el mito en el que transcribimos los poderes más oscuros del lenguaje. 


Había olvidado el final de Fresas Salvajes, de Bergman. En su sencillez es emocionante, cuando el personaje protagonista, ya muy anciano, ve a sus padres, a través de un sueño, y estos le saludan desde lejos, mientras se encuentran tranquilamente sentados al borde de un lago. Yo interpretaría aquí, en esta visión, que la distancia entre el personaje que avista a sus padres y éstos es una metáfora del orden cósmico de los destinos personales: por un lado, el protagonista comprueba, para su felicidad interior, que sus padres no han muerto, que habitan una tranquila eternidad, pero por otro, le es imposible acceder a ellos, a la juventud de sus padres, por la ley de la pura cronología. El personaje protagonista despierta, reconfortado, de su sueño, aceptando lo que le ha sido revelado. Ahora ya puede morir en paz.



Incluso para escribir el poema más desolado, más aniquilante o presuntamente verdadero, hay que tener un dominio verbal sobre lo experimentado, se tiene que haber trascendido (dominar) en parte, al menos, lo vivido para que precisamente, se dé meticulosa memoria de ello.



Autorrefutación de Nietzsche.
Es famosa la frase del pensador germano: no hay hechos morales sino interpretación moral de los hechos. Teniendo en cuenta que una interpretación moral es un signo de progreso civilizatorio y que asunto chusco sería que se produjesen hechos morales tal y como se producen desconchados en la pared o una granizada, y sin perder de vista, además, las reversibilidades de frases de este tipo, está claro que Nietzsche no conoció lo que el sacerdote Maximiliam Kolbe, prisionero en un campo de concentración, “hizo”, ni la existencia de las ONGs, por ejemplo. Se me podrá objetar que la labor de las ONGs no obedece a credos morales sino al sentido común, que se movilizan por razones prácticas más que éticas. Ahora bien, aquí vuelve a asomar la reversibilidad gramatical si inquirimos a qué obedecen, finalmente, esas razones prácticas. Pero la refutación de su frase se la autoproporcionó imprevista y contundentemente el propio Nietzsche a sí mismo cuando estando en Turín, vio como un cochero golpeaba a un caballo que se negaba a andar. A Nietzsche le resultó insoportable aquella escena y se abalanzó sobre el animal, abrazándose a él para defenderlo. Tras aquello, Nietzsche ingresaría en un manicomio. Como dice Barthes, Nietzsche, que tanto escribió contra la compasión, “enloqueció por piedad”.  

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