viernes, 5 de julio de 2013

UN SUEÑO EMBARAZOSO Y UNA ENSOÑACIÓN ANALÍTICA


 




El otro día tuve este sueño durante la siesta que, tras pensármelo un poco, transcribo aquí, esperando que toda interpretación freudiana, postfreudiana, junguiana, posjunguiana o parajunguiana  del mismo, se abstenga de realizarse para no dejarme en ridículo. Quizá no se trate, en parte, sino de los reflejos de unos trámites bancarios que tuve que hacer.

Vicente Ferrer me ha conseguido una novia. El sábado por la noche está prevista la boda que se celebrará en la India. La novia es una muchacha nativa. Yo ando nervioso por la cocina y los salones de la casa, entre indeciso y algo avergonzado. Hay mucha gente. Veo a Blanca Andreu, quien, parece, ha intercedido a través de Vicente Ferrer para que se me encontrara la chica. Yo discuto con alguien, a quien no se le ve en el sueño, protestando por esta boda: cómo voy a casarme con una mujer a la que ni siquiera he visto. Agradezco lo que han hecho por mí, pero esto es imposible. Me siento extraño con los preparativos de mi propia boda. La casa dispone de muchas dependencias, así que, andando de aquí para allá, me meto, sin enterarme, en la casa vecina que está pegada a la nuestra y de ésta a la siguiente, perdiéndome en una serie de habitaciones y salones.
Me quedo dormido en algún rincón. Al despertarme, tengo la sospecha de que la fecha para la que estaba convenida la boda ha pasado. Salto una pequeña valla y salgo a la calle. Es de noche. Ando por unos grandes jardines solitarios. No veo a nadie. De pronto, escucho sonidos de voces que me son familiares. Efectivamente, hablan en español. Me acerco para pedir ayuda y me encuentro con José María Aznar y Ana Botella. Van discutiendo, mejor dicho, Ana Botella va riñiendo a Aznar. Éste parece estar algo bebido. Me acerco a ellos y les pregunto qué día es. Aznar me dice que es domingo, confirmando que la ceremonia de mi boda ya ha pasado. Siento vergüenza pensando qué habrá ocurrido y lo que habrán pensado de mi actitud. Acompaño a la pareja. Aznar me confiesa que vienen del funeral de su suegro. Seguimos avanzando y Aznar y yo nos vamos separando de Ana Botella, hasta perderla de vista. Aznar lo que quiere es seguir la juerga, bebiendo conmigo por las cafeterías y los bares.


Ensoñación.
Escuchando una pieza de música electrónica, me quedo semidormido. La música se va evaporando paulatinamente y retorna con una algarabía de ecos, pero no es música lo que continúa sonando sino una voz femenina que explica el orden sintagmático de los enunciados de que consta la explicación misma de lo que está exponiendo. En la ensoñación hay, incluso, un elemento visual: se ve una línea cortándose en porciones que se desplazan entre sí para colocarse en orden. Es como si los segmentos en movimiento fueran la representación gráfica de las partes de la oración que dicha voz intenta al mismo tiempo tanto producir como concatenar. Doy un respingo, y me despierto, alarmado. Todo ha sido un sueño. La música continúa sonando tras esta extraña transformación.  

2 comentarios:

José Antonio Fernández dijo...

Es fácil desentenderse de un sueño, como si lo soñado no fuera con nosotros. La realidad, para eso, es algo más terca.

Buen verano!

José María Piñeiro dijo...

Sí, es verdad. Por eso me he atrevido a publicar el sueño tal cual.
Buen verano a ti, también, José Antonio.

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