jueves, 31 de octubre de 2013

LA SALAMANDRA-LAGARTO



 
 
 
 

Años viviendo en esta calle y ayer hice un pequeño descubrimiento que me sumió en una breve fascinación: al pasar por delante de la puerta del palacio de los Roca de Togores, sito en la calle San Juan, descubrí en una de las bases de los arcos neogóticos de la puerta del edificio, una figura que hasta el momento no había percibido: una salamandra emergiendo de entre la vegetación. Esto confirma lo que más de una vez hemos escuchado: lo más próximo a nosotros es a lo que prestamos menor atención.

Al principio, al ver la escurridiza salamandra, casi pensé que acababan de ponerla ahí. Después, más tarde, pensé que el simbolismo de la salamandra, a no ser que fuera un capricho esotérico de su diseñador,  justificaba difícilmente su ubicación en este marco, y que, con mayor probabilidad se tratara no de un anfibio sino de un reptil, de un lagarto. El conocido gusto del lagarto – según la tradición - por el sol, se asemeja a las virtud cristiana del creyente que aspira a la luz divina. De todos modos, la ambigüedad en cuanto a la identificación final del animal persiste, pues la figura de la fachada lo representa saliendo de entre unas hojas; la vegetación se asocia a lo umbrío y a la humedad y por este lado tendría que ser más una salamandra que cualquier tipo de lagarto o geco, frecuentadores de rocas y paredes.

 
 
 
 

Sea una o la otra cosa, lo que me ilusiona es haber descubierto un elemento simbólico que, seguramente, lleva ahí unos ciento y pico de años y  que había ignorado hasta el momento. Desde ahora puedo, literalmente, tocar, palpar un símbolo: allí está, a unos 20 metros de mi casa, a mi plena disposición. Cosa extraña esta de tocar un símbolo. ¿Es esto posible? Al tocar la pétrea figura, ¿palpo también su significar?

Cómo leer realmente este símbolo que debo incorporar a mi percepción del conjunto de la puerta del palacio. Las fachadas de iglesias, casas señoriales o palacios son panoplias de símbolos, muestrarios de alegorías, libros en piedra, como se decía de las catedrales medievales. La lectura de la obra arquitectónica, de la multiplicidad que la compone, es de una vez, simultánea, mientras que la de la obra escrita es sucesiva. Por ello, del mismo modo que, de pronto, se me apareció la salamandra-lagarto, la percepción estética de lo arquitectónico debiera basarse en la apreciación general de todo su complejo semiótico, para ir, después, analizando con detalle cada uno de los floridos y furtivos elementos – como la salamandra-lagarto- que la integran.
 
 

1 comentario:

José Antonio Fernández dijo...

Yo me inclino más por una salamanquesa, también reptil, aunque igual estoy equivocado.

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