viernes, 21 de febrero de 2014

A SÍ MISMO. ODILON REDON. Diarios


 
 





Este diario pareciera satisfacer las fantasías sobre los libros imaginarios o apócrifos con los que uno ha soñado alguna vez, si no fuera por la grata circunstancia de que se trata de un texto real, es decir, originario de puño y letra del protagonista. Un protagonista, en este caso, supremamente discreto y huidizo, que creíamos escondido, en un mullido silencio, tras sus obras, y cuya “palabra” escuchamos ahora por primera vez .

“Descubrí” el volumen en la tienda del museo Thyssen de Madrid, a propósito de la exposición sobre surrealismo que se celebró allí en el mes de noviembre pasado. Significativa ubicación la del mundo límbico de Redon, en la fase presurrealista, en la de los pioneros y los vaticinadores del movimiento, aunque tal ubicación sea meramente cronológica. Redon no hubiera entendido adoctrinamientos ideologicos en el arte sino como intromisiones de mal gusto: veo en una vitrina un libro titulado L´art social. Me repugna. Lo abro iguamente y leo: socialización de la belleza. Lo cierro. 
Para Redon el arte es una práctica fervorosa y solitaria – como una oración- sólo en activa conexión con la naturaleza y con los grandes maestros. Esta pureza es su garantía .

Es de esperar que los libros de pintores no obstaculicen la comprensión de su obra pictórica, sino que supongan ricos dossieres de información complementaria acerca del tipo de mundo que el artista divisa y vive: Kandinsky, Klee, Ramón Gaya… En el catálogo de tal bibliografía, pienso que los más divertidos serían los autobiográficos de Dalí, sin duda.
Los textos de estos diarios, que también incluyen cartas y conferencias, son singularmente interesantes en tanto que no abordan meramente un credo estético sino que lo ilustran por medio de análisis sucintos y confesiones personales.






Personalidad exquisita y recóndita, su testimonio escrito equilibra con detalle y lucidez la percepción brumosa e ingenua de sus obras. Cosa que hay que agradecer, pues el mundo redoniano, poblado de entes espectrales, muselinas flotantes y personajes corpusculares, es reacio a hablar. Pocos mundos más silentes que los que Redon nos revela envueltos en halos fosforescentes. Ahora bien, ¿la palabra dice más que la imagen? La naturaleza verbal del simbolismo parece justificar las etereidades visuales, los nebulosos confinamientos de la imagen. Para Redon la pintura es una gnosis. El universo está codificado a través de las texturas, apariencias y colores de la materia.  Gracias a la sensibilidad y a su compromiso con esa sensibilidad, Redon intenta justificar las predilecciones de su desciframiento particular de la materia – el ente sensible - confirmando su entrega total a una vocación de difíciles reconocimientos

Las claves de la articulación del simbolismo redoniano son sencillas: su maestro: Rembrandt, su inspiración: la naturaleza. Estos dos grandes polos justifican y fundamentan todo el arte de Redon. Rastrear los confines de un gran movimiento plástico puede obligar a que nos desplacemos a eras remotas. La genealogía de la imagen simbolista puede hallarse en el Renacimiento, incluso antes, en el arte medieval..  ¿Quién iba a pensar que toda la leve masa onírica de Redon provendría del aguardentoso claroscuro rembrandtiano, y que el tornasolamiento de las hojas en otoño bastaría para que el pintor francés, cuya patria soñada era la tierra de vasca, se sumiera en productivas ensoñaciones al borde de la ventana de su estudio?

Es notable el contraste que existe entre su mundo de figuras tenues y atomizadas y la precisión de sus análisis escrito. Lógicamente, muy “claro” tiene que tener un pintor las estructuras teóricas de su arte confuso para garantizar que éste pueda serlo con autenticidad. 
Este es el diario de una persona muy “espiritual” – ese voluptuoso espiritualismo panteísta y secular del simbolismo finisecular - y se trata de un diario muy bien escrito, a veces “demasiado": ¿correcciones últimas de la traductora?

Redon habla con sencillez y autoridad del universo que experimenta a través de la musa artística, y en más de una ocasión se nos revela como fugaz pero incisivo aforista:

Observaciones rápidas pero jugosas :

Cualquier sensación hace pensar

Ver es captar espontáneamente la relación de las cosas

Comprenderlo todo es amarlo todo

Los días de un hombre apenas bastan para desplegar una sola de sus facultades

Un hombre de acción no es irónico


Presencia de la belleza:
todas las apariencias muestran un alma.

El arte es la máxima religión, la religión del futuro:
El Código reemplazará al Evangelio cuando sea la expresión sincera de la conciencia universal.


Profesión de simbolista- sin ser Mallarmé - :
El universo es el libro que leemos sin fin, la fuente única.


Típicamente Redon:
he atravesado las avenidas frías y silenciosas del cementerio…oh, muerte, divina desconocida, qué bella eres..

Hay que respetar el negro. Nada lo prostituye. Actúa como agente del espíritu, sin duda, más que el bello color de la paleta o del prisma.

Limbos…- Limbos opacos donde flotarán rostros pálidos como algas



 
 
 
A propósito de figuras pálidas de otro mundo ¿por qué algunas pinturas de Redon se parecen a fotografías de espectros típicas de la época? ¿Se da aquí un cierto mimetismo entre pintura y fotografía? ¿Qué supone esto en la clarificación profunda de la imagen y su genealogía? La pintura de Redon es sobre todo una atmósfera. El pintor confiesa que no hizo ningún trazo ni dio ninguna pincelada de modo gratuito. Toda esa bruma inmaterial que atraviesa su obra está, pues, minuciosa y conscientemente perfilada, calculada, pintada. Redon es uno de esos artistas elegidos por la musa para pintar los pliegues de la sábana del fantasma. Sus cuadros pueden parecer desesperantemente tenues, impalpables. Pero ¿no hay acaso el mayor virtuosismo en ello?
 

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