jueves, 14 de agosto de 2014

ISIDORE DUCASSE: poesías







Nunca me interesó leer las Poesías de Lautréamont, el santo patrón del famoso grupo oniromántico de Breton, debido, personalmente, a una larga época de empacho surrealístico-verborreico, y también porque ya conocía su más famosa obra Los cantos maldoronianos.

Ha sido una casualidad lo que me ha acercado al sorpresivo texto que se esconde tras tan equivoco epígrafe.

Se trata de una serie de textos aforísticos en los que el creador de Maldoror, manifiesta su pensamiento sobre el mundo, la virtud, la literatura, los literatos, el absoluto…

Lautréamont escribe con la agudeza y la desesperación de quien se sabe desterrado del paraíso, y entiende, angustiosamente, que hay momentos vertiginosos en los que las nociones del bien y del mal, se hacen indistinguibles.

Convendría olvidarnos un poco de las consignas surrealistas en las que la obra de este escritor viene siempre envuelta, para, despejando saturaciones e impertinencias semánticas, ubicar con todo interés y precisión un pensamiento tan personal, lancinante y explosivo, único entre las literaturas del momento, aunque, por otro lado, sean innegables los vasos comunicantes entre la obra de Ducasse y el espíritu que resucitaron los surrealistas.

La modernidad del texto es explícita, aunque sea su moral lo que se pretenda denunciar y conjurar. Qué típicas son esas listas caóticas de pasiones y males sociales, el empleo sorprendente de la imagen porque el mundo se ha vuelto ininteligible y sólo es posible retratarlo tal cual se da.

Lautréamont no es un moralista, ciertamente, pero toda su visceral reacción es, finalmente, de índole ética. Quien denuncia lo vil lo hace porque desea un mundo más digno y bello, no, se supone, porque le interese estéticamente lo abyecto, aunque es precisamente este punto lo que siempre ha resultado ambiguo en la práctica contemporánea. 

Nos encontramos con más de una curiosa alusión a la literatura española y con una muy moderna figura retórica de trabajo: la cita de autores clásicos – Dante, Shakespeare, Victor Hugo- que Lautréamont retoca, cambiando radicalmente el sentido de la misma.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Me quedo con uno de sus fragmentos :
La poesía no es la tempestad,
ni tampoco el ciclón.
Es un río fértil y majestuoso .
Un cordial saludo

José María Piñeiro dijo...

Efectivamente, ésa es una de las frases que más me gustan. ¿Lo has leído, entonces?

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