jueves, 23 de octubre de 2014

SOBRE EL AMOR: LA LLAMA DOBLE



 
 
 
Fijémonos en los finales trepidantes de los ensayos largos de Octavio Paz, (no lo olvidemos, los ensayos de un poeta) : tras una abundante información que el autor articula sabiamente, sintetizando con brillantez grandes períodos del espíritu en un par de párrafos, conforme se aproxima al final de su siempre ilustrativa exposición,  se inicia la coda final, la fuga y variaciones del tema del que ha estado hablando, se suceden los enunciados poéticos, la información se metamorfosea en imágenes y la continuidad de la prosa se deshace en flecos imaginativos, totalmente alusivos.

En el final de La llama doble, he percibido en Paz, dentro de su habitual integración prismática del objeto reflexionado,  cierta cautela. Sin dejarse llevar por euforias que le harían perder demasiado pronto el hilo de un enfoque mesurado y lúcido, Paz se mantiene en su sitio, vigía de transformaciones y sacudidas, y  su percepción final del amor, que es el tema central de este libro,  no ubica dicha pasión en los confines de un paraíso borroso ni la desplaza a mundos ultraterrenos en donde perderla de vista, sino que la observa confundida con el tiempo, y, simultáneamente, haciéndolo reverberar y franqueándolo en la proyección de la plenitud, el deseo realizado.  Aunque final y paradójicamente, el amor no deje de ser, latido de tiempo, vida que se eleva y refulge, transformada y renovada.

Paz es un poeta intelectual. Quizá de ahí venga el que, descartados el grito o la confianza en la sentimentalidad exclusiva, piense que lo equitativo se corresponda más justamente con una imagen del amor plenamente contextualizada, es decir, en liza con las condiciones del vivir y en continua y fugaz trascendencia de las mismas. El amor actúa aquí y ahora. La elevación y el gozo, son frecuencias sublimadas de tiempo, intensidades que son más que intensidades: vitalidad suma.

Tenía pendiente desde hace tiempo este libro de Paz, y lo he leído con el deseo de que el inteligente aliado, que el poeta mejicano fue, del surrealismo, movimiento que me parecía la vanguardia para encarnar la harmonía salvaje del mundo moderno, me comunicara algo nuevo, distinto, esperanzador, sobre el tema.

En este sentido, creo que podemos reducir a un par de cosas capitales lo que Octavio Paz afirma sobre el amor en este ensayo. 

Una de ellas es el papel subversivo que ha supuesto el amor en la historia de Occidente. A través del amor cortés, en principio,  y después, a través del romanticismo, el amor ha traspasado fronteras, sociedades, ideologías y religiones, mostrándonos parpadeos del paraíso, confirmando las conexiones insólitas y vibrantes de la vida y convirtiéndose en garante, en símbolo de un persistir más allá de todo ineludible límite y convencionalismo.

El amor no asegura la felicidad eterna, pero se convierte en visor privilegiado de esos momentos en que fulgura la vida y en los que podemos creernos inmortales, en sintonía con un cosmos no hostil.

Mucho se ha escrito en nuestra época sobre el sexo, sobre las enfermedades del mismo, sobre sus perversiones y modalidades; menos sobre el papel del amor y la dimensión de su significación actual. Independientemente de que multifraccionemos el átomo, de que descubramos más planetas y galaxias y sembremos la tierra de herramientas y máquinas, el gran misterio seguimos siendo nosotros mismos. Ligado a todo ello, se interroga Paz hacia el final del libro, sobre  la orfandad de almas en el mundo contemporáneo y lo que esto ha supuesto para la infelicidad de las sociedades. En el mundo actual, a pesar del abanico de derechos y ventajas, la persona es un número más, una cifra anónima en medio del flujo económico y funcionarial. El estalinismo, por ejemplo,  desposeyó a la gente de un alma a través de las operaciones masivas de ingeniería social. Para el poeta, el mal es bien perceptible: un mundo sin alma acaba siendo un mundo sin significado.

A través de la historia de la literatura y del pensamiento, Paz, serena y fluidamente, no deja escapar los aspectos más importantes que el amor ha ofrecido para las distintas sociedades y ofrece en nuestra vidas: “la historia del amor es inseparable de la historia de la libertad de la mujer”.

Señala algo misterioso y que obsesionó a Breton: cómo y porqué se produce el amor entre dos personas. Paz recuerda la accidentalidad de la que puede surgir el amor, y ratifica que sin libertad entre ambos amantes, el amor es indiscernible. El amor no es el contrato que fue en otras épocas: se resuelve en un afiebrado y recíproco ir de una persona a la otra. En ese contacto de dos corrientes pueden salir chispazos de rechazo y lucha, pero, mezclados a ello, brotes de vida verdadera y de entusiasmo máximo.



Hechicerías de la escritura y atolondramientos de la lectura: he dicho que hacia el final de su ensayo, Paz se muestra inclininado a mezclar el amor con la vida, antes que divinizarlo, y colocarlo, sin más, por encima. En realidad, el amor es una exaltación de la vida; es, en ese momento, la vida misma. En párrafos interiores del libro, Paz es casi más rapsódico que al final, indicando la génesis de las excelencias que el amor propicia como expresiones indescriptibles de la felicidad.

 

 

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