miércoles, 15 de julio de 2015

ARABIGO-INCIDENCIAS



 

Un pelín decepcionante la entrevista a Tahar Beb Jelun que el Cultural del ABC publicaba este sábado pasado. A pesar de la buena postura del escritor marroquí con respecto a la zapatiesta que hay armada, salen de nuevo a flote algunas expresiones que se han convertido casi en muletillas, en frases estereotipadas que no producen sino desesperación crítica. Lo de “el  Islam verdadero no tiene nada que ver con lo que está ocurriendo, con la barbarie del estado islámico, etcétera”, cansa, aburre y necesita una mayor explicación. Da la impresión de que este argumento escamotea el someter al Islam a una crítica directa. Compruebo que ningún intelectual árabe se atreve realmente a ello. Se empeñan una y otra vez en salvar al texto sagrado de lo que concebirían como un atentado contra la verdad revelada.

 

Las audacias críticas no son exclusivas de este lado del planeta. Remito a las  notables y sorpresivas declaraciones de Wafa Sultan, psicóloga árabe-americana, que recomiendo visionar en Youtube. Por su boca salen con contundencia e indignación palabras que todos hemos soñado decir. Ante el testimonio de personas así, uno respira aliviado, no por la zurra dialéctica que el otro bando se ha llevado sino porque son las personas pertenecientes a la cultura islámica o vinculados a sus códigos los que están legitimados para efectuar cambios reales o criticar su mundo ideológico.   

 

 Ben jelun dice no saber cómo un árabe residente en Europa se convierte en extremista, pero luego dice al entrevistador que todo, absolutamente todo el conjunto de horrores, atentados y hostilidades y el rechazo a Occidente desaparecerían si se solucionara el conflicto palestino-israelí. Así, digo yo, como por arte de magia. Para mí hay claramente vasos comunicantes entre ambas cuestiones y me sorprende que Tahjar no las perciba: aquel pasaje del Corán en el que se hace un llamado a los fieles a defenderse en el caso de ser atacados. La iluminación alienante del terrorista y la reacción de todo el mundo árabe ante la ocupación de territorios palestinos, son la manifestación eléctrica del musulmán a tal llamado. Aunque se insista una y otra vez en la diversidad del mundo árabe, esta reacción “defensiva” confirma a ojos occidentales la uniformidad del ser árabe.

 
Verdadero origen de la Primavera árabe.
El joven que se suicidó en Túnez, no lo hizo por motivos políticos, ni por defender presuntas democracias en suelo musulmán, sino por orgullo. Se mató no porque la policía le hostigase, sino porque una mujer policía lo abofeteó, gota  - superespecífica – que colmó el vaso.  El hombre no pudo soportar tal humillación y ante la imposibilidad de reaccionar contra la oficial, dirigió su rabia contra sí mismo, matándose y convirtiendo su suicidio en la protesta del ser que no puede llegar  a más bajo grado de humillación. La masa vio en el fin del joven una expresión metafórica de la opresión tiránica en que vivian y estallaron así las protestas. El verdadero origen de las revueltas de la Primavera árabe conforma todos los componentes de un auténtico cuento oriental.

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