jueves, 3 de noviembre de 2016

Gabriel Ferrater. NOTICIAS DE LIBROS






Sensibilidad e inteligencia forman una compleja conjunción que, en el caso de los poetas, los hace proclives a la desesperación.  Quizá ese intimo trance determinó que Ferrater decidiera irse de este cruel valle de lágrimas por voluntad propia si tal circunstancia no la diferenciamos del exquisito cálculo vital.  De todo modos, algo de este estado interior de ignición contribuyó para que ante obras literarias que pretendían serlo, la impaciencia o el escrutinio fulmíneo del Gabriel Ferrater lector, obrase con contundencia.

El poeta catalán trabajó con editoriales españolas y alemanas y este libro recoge el grueso de sus informaciones sobre los libros que aspiraban a ser aceptados, traducidos y entrar en ambos mercados.

Como indica el prologuista, Javier Aparicio Maydeu, no sabemos lo que le hubiera parecido a Ferrater  ver sus notas informativa convertidas en libro, pero como antología de juicio literario rápido y de calidad extra, no tienen desperdicio.
El desparpajo, el humor, el examen incisivo y tajante caracterizan estas notas de Ferrater, en las que la profesionalidad y el conocimiento exquisito del funcionamiento  de la obra literaria convergen en un brillante documento. Ferrater tiene que pensar en la recepción de obras literarias en públicos de países distintos a los del escritor, imaginar cómo pasarán por el tribunal inquisitorial no santo de la censura y valorar adecuadamente tales obras literarias en tanto tales para no perder de vista a sus autores según lo que ocurra.  

Por el agudo visor de Ferrater pasan obras de Nabokov, Carmen Martín Gaite, Raymond Rosuell, Maurice Sasch, Luis Martín Santos, Pierre Mabille, Malcom Lowry, Jack Kerouack, Jhon Dos Passos, o Cardoso Pires.

Un par de cosas resultan curiosas para la lectura actual: la moda literaria de principios de los sesenta – la presencia del psicoanálisis como pretexto y condimento literario junto con la utilización, por entonces,  llamativa, de la pornografía -; y, por otro lado, la pregunta de qué habrá sido de todos aquellos autores desconocidos que no pasaron el listón de ser traducidos y publicados, qué suerte habrán tenido en los mundos literarios.

Ha habido sólo un caso en el que me ha asaltado la duda de sobre si Ferrater acertó del todo en su pronóstico. Elogia la obra de Alejo Carpentier, pero duda de que funcione igual de bien entre el público alemán que en  ámbitos hispánicos. Por ello no se atreve a aconsejar su traducción. Hoy creo que sucedería  casi lo contrario: un autor alemán que resultase excelente acabaría siendo traducido al español si se lograran valorar objetivamente sus méritos literarios. Quizá antes pesaban más las reservas que ahora en que los europeos intentan percibirse como hermanos culturales de una multinación.
  



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