viernes, 3 de marzo de 2017

INVOCANDO A ATANASIO DIE




Proyectaba escribir un poema y de pronto, ante el papel en blanco tentando el flujo discursivo, me ha venido a la cabeza la imagen de Atanasio, fallecido recientemente. Creo que el inconsciente ha empleado su imagen para, de algún modo, penalizar mi ingenuidad y agitar la conciencia. La imagen del amigo desaparecidio actuaba como un desencantamiento – ya es demasiado tarde para querer impresionar a nadie con lo que escribes, el tiempo pasó ya - … Pero por otro lado, recordaba que hace unos cuatro años, Atanasio, junto con su mujer y algunos miembros del grupo de teatro que fundó, leyeron poemas míos en un recital dado en la casa de Miguel Hernández. Esta imagen era el contraste de la otra y me venía a decir lo contrario de lo que me inspiraba la tristeza del recuerdo de su muerte: todo está por empezar, hay que hacer cosas, adelante.

La compleja impresión que nos deja la persona que parte reside en esto: el vértigo de su ausencia definitiva y la atemperación de este sentimiento al invocar el mundo de actividad que le era propio. La esperanza bascula entre ambas percepciones. Y yo quisiera invocar la segunda impresión, la imagen de Atanasio en plena acción, para convencerme de que hay que seguir haciendo cosas, de que ese poema que he empezado a escribir tengo que terminarlo.

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